Saturday, May 20, 2017

RAJOY Y LA FILOSOFÍA

El Gobierno dice estar arrepentido del tratamiento que su ley de educación dio a las asignaturas de Filosofía. No seré mezquino, rectificar -aunque sea tarde- es de sabios; pero tampoco seré ingenuo, es la presión de mucha gente comprometida la que empuja al Gobierno popular a revisar sus decisiones. No conviene olvidar en cualquier caso que la negligencia exige atribución de responsabilidades. El ex-ministro Wert, ahora felizmente instalado en una hermosa mansión de París junto a su novia a costa de todos nosotros, perpetró una ley de educación delirante con tres intenciones: beneficiar a la escuela privada en detrimento de la pública, satisfacer las ambiciones más regresivas y antidemocráticas de la Iglesia Católica y fastidiar a los nacionalistas. 
Cuidado: Wert no fue un error de Rajoy. Le entregaron el Ministerio para que les hiciera la vida imposible a los sectores críticos -por ejemplo el cine o la Universidad pública- y cumplió como un sicario fiel con la encomienda. Por eso Rajoy le premió con el cargo parisino. 


En cuanto a la Filosofía, evitaré la paranoia. Mola pensar que las élites persiguen desde hace milenios a los discípulos de Sócrates porque perfilamos para el pueblo la cara de sus opresores. Pero me temo que la explicación es más prosaica: los mandarines no odian a la Filosofía porque les incomode, sino porque creen que es inútil. Bastan un par de informes PISA para que les entre el nervio por reforzar las materias "instrumentales" y crear asignaturas como "Emprendimiento"... Y, claro, por la ley del más fuerte son materias  recesivas y anticuadas como el Latín y el Griego, el Francés o la Filosofía las que pagan el pato. Los filósofos enseñan a la gente a detenerse a reflexionar , eso es suficiente para que no le caigamos bien a quienes dominan la Ciudad, pero sospecho que ni a Rajoy ni a Wert les llega para entender que desde la duda metódica cartesiana o el escepticismo de Montaigne se cuestionan los fundamentos que legitiman la verdad, el bien o el poder.  

Ahora que algunos compañeros del Instituto me felicitan por la rehabilitación del Departamento que dirijo -ya veremos en qué se traduce la dichosa contrición- aprovecho el momento de euforia en mi gremio para hacer tres observaciones. El objetivo es desactivar algunos prejuicios bastante extendidos y que inclinaron al peor ministro de la historia democrática española a aplicar la "Solución Final" sobre la madre de las ciencias. 

1. La idea de que los saberes escolares han de ser "útiles", "rentables" o "aplicados", aparte de su falaz simplismo, giran en torno a la misma ideología tecnocrática que trabaja para obtener seres dóciles y no personas, y menos personas librepensadoras. 


2. La recuperación del viejo binomio optativo Religión/Ética responde a una maniobra de la Iglesia, lo cual, además de una regresión pre-democrática, incorpora una falsedad. La Religión se funda en la fe, es por tanto irracional en esencia, lo cual no la vuelve mala, pero le debe en buena lógica impedir convertirse en alternativa académica a la Ética, que se fundamenta en la razón. Con la LOMCE, si un niño elige de principio a fin de su trayecto académico Religión en vez de Valores Éticos, no llegará nunca a plantearse la legitimidad racional del deber o la virtud. Para aceptar semejante aberración hay que pensar como un clérigo, es decir, creer que más allá de la obediencia suscitada por la fe sólo existe el vacío moral. 

3. La ideología tecnocrática sostiene que la evolución de la cultura se define en tres fases. En la primera -"teológica"- creemos en los dioses; en la segunda -"metafísica"- se construyen la reflexión, la disensión y la crítica desde los grandes sistemas racionales; finalmente, en la tercera -"positiva"- la ciencia impone definitivamente su modelo, desligándose de los prejuicios trascendentalistas y llevando el conocimiento a la pura objetividad de los hechos y la fabricación tecnológica. Yo no me creo esta argumentación, pero sí se la creen -a lo mejor sin saberlo- los tipos como Wert. El pequeño problema es que España no ha pasado la segunda fase. Vivimos hasta hace cuatro días en la primera fase, a machamartillo y con quema de herejes y conversos incluida. Los intentos reiterados de pasar a la fase ilustrada ha sido sistemáticamente abortados por la violencia, el vasallaje y el fanatismo. Podemos, como un mono a las teclas de un ordenador, querer entrar en la fase tecnológica sin pasar por la segunda, que es a fin de cuentas lo que están haciendo muchas naciones. Yo creo que será más prudente no echar a la basura lo que todavía pueda quedarnos de la fase intermedia, la de la debate libre y el intercambio de ideas. 

Claro que también podemos hacer lo de siempre: molernos a palos. Es lo menos filosófico que conozco, pero es muy hispánico, ya lo creo.
  

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