Saturday, June 03, 2017

TRUMP Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

Un zote sin escrúpulos dirige el Gobierno de la nación más poderosa del mundo: no podemos pretender que no nos pase nada. El problema no son las decisiones más o menos estrambóticas que un tipo así puede tomar, el problema es que el energumenismo que define a Donald Trump encarna las creencias, las actitudes, los valores y, en definitiva, la manera de estar en el mundo de una enorme cantidad de ciudadanos dentro y fuera de Norteamérica. 

En esa perspectiva tan de taxistas, tan de barra de bar, tan de machos, tan de ignorantes que no saben que lo son, pero intuyen aterrados que el mundo se mueve en direcciones que no entienden, caben una serie de mantras que conocemos sobradamente. Equivocadamente asociamos esa ideología reaccionaria a las élites, pero es inexacto: Trump sólo encandila de verdad a quienes son tan cortitos que necesitan que un hombre de éxito afirme a voz en grito y sin complejos las mismas simplezas que ellos piensan... Por ejemplo que los inmigrantes nos quitan el trabajo y chupan de nuestros impuestos, que los maricas apestan, que nuestra nación es la más grande, que los árabes son terroristas, que las mujeres andan últimamente muy crecidas y necesitan que las pongan en su sitio...

Entre estos lugares comunes, uno de los que más me llama la atención es el del cambio climático. ¿Se han preguntado ustedes alguna vez por qué la gente de derechas tiende a creer que es un bulo? En este asunto Trump no ha mentido, afirmó junto a la gente del Tea Party que se trataba de un infundio y ofreció como prueba suficiente el hecho de que todavía tenemos invierno. Una vez en el trono no ha hecho sino cumplir lo que prometió, es decir, eliminar cualquier restricción a la producción y el consumo que el hatajo de "losers" que firman los acuerdos intentan imponer a la Nación que tiene a Dios de su lado. 

Yo lo explicaría mediante una vieja falacia tipificada por la Lógica: la falacia "ad baculum", que se utiliza cuando la verdad de algo se hace depender de lo indeseable que resultaría su refutación. En otras palabras: mucha gente ha prestado oídos a la especie de que los del cambio climático es una patraña porque no soportamos la posibilidad de que sea verdad, de manera que vivimos más cómodos siendo negacionistas, sobre todo porque en esa tesitura no tenemos que preocuparnos de cambiar ninguno de nuestros hábitos de consumo. 

Estamos ante un claro ejemplo de pensamiento deformado que se transmite desde los intereses de las élites hasta la credulidad de las multitudes con tentaciones más reaccionarias. La pregunta es: ¿a quién interesa difundir el negacionismo? Obviamente a las corporaciones extractivas, a la industria automovilística... a todos esos sectores de la economía que desean fervorosamente que no prosperen los acuerdos internacionales que pretenden sancionar a quienes contaminan. 

¿Y no es absurdo que una evidencia que ahora mismo sólo niegan el cinco por cien de los científicos y que pone en peligro el presente y el futuro de la humanidad continúe en "fase de debate"? ¿No será que interesa a gentes muy poderosas que el aplazamiento de las medidas se mantenga sine die? Eso explica la existencia de asociaciones como el Instituto Heartland, que convoca anualmente una Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, donde ponentes de toda ralea -la mayoría "aficionados" a la ciencia- aportan argumentos para demostrar que estamos ante un gigantesco ataque contra el capitalismo y que los científicos y comunistas del mundo conspiran juntos para hacer creíble lo que en realidad sólo es una leyenda. Son un hatajo de majaderos, no tengo duda, pero la difusión de sus estupideces están muy bien financiadas... si quieren saber qué poderosos caballeros protegen instituciones como Heartland lean por favor "Esto lo cambia todo. (El capitalismo contra el clima)", de Naomi Klein.  

No se si se ve a donde voy a parar. No estamos ante un problema "ecológico", ni siquiera ante un problema científico, ésta es una cuestión política... En el fondo es la "cuestión", esa de la cual forman parte todas las demás: el capitalismo corporativo o, si lo prefieren, la globalización neoliberal. Trump es un gobernante irresponsable, pero la irresponsabilidad de frenar la catástrofe climática será cosa de todos en la medida en que no obliguemos a los gobiernos a emprender medidas contundentes, y eso es algo que los ciudadanos no estamos haciendo. Si el día que Rajoy habló de su primo el meteorólogo o le puso un impuesto a la energía solar hubiéramos entendido que eso era suficiente para enviarlo a su casa, probablemente no hubiéramos necesitado esperar a que el majadero de la Casa Blanca desatara nuestra indignación con su prepotencia. 


Quizá después de todo sea bueno que esté Trump, es la manera de que nos demos cuenta de que el asunto climático va en serio, muy en serio.   

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