Friday, September 22, 2017

ANORGASMIA REVOLUCIONARIA

Se acabó, juro que voy a estar un tiempo sin hablar de lo único... ni con ustedes ni con nadie. No es sólo por no seguir dándoles la lata, que también, sino por higiene personal. Que se rompa España si tiene que romperse, pero yo prefiero hablar del gordito de Corea o de Trump, que también nos van a joder a todos, pero al menos son tan mamarrachos que terminan haciendo gracia. 

Y hablando de humor, no sé si conocen el chiste ese del loro que le pregunta a su amo dónde le pilló el terremoto... ¿Dónde les pilla a ustedes?, quiero decir, ¿qué sensación les produce el asunto catalán? ¿Tienen miedo? Parece razonable tenerlo... ¿Están indignados? También es lógico, ustedes advierten como yo que hay quienes están encantados con los grandes tumultos, pues hacen negocio con ellos. ¿Indiferencia? Bueno, es una opción... A mí, lo que me pasa es que no consigo entusiasmarme con lo que veo en las últimas horas, es como si todo me sonara a un poco de mentira. Esto me provoca cierta turbación interior que me invita a encender el teléfono y avisar a mi psicoanalista, a ver si encuentra algo: ¿por qué se apaga mi viejo ardor juvenil ante los movimientos de masas? ¿Por qué esta anorgasmia?

A ver, la movida catalana reúne en apariencia todos los elementos para configurar una escena revolucionaria como Dios manda. Hay una exigencia popular de libertad masivamente expresada en manifestaciones populares multitudinarias; hay una respuesta represiva y autoritaria, con prohibiciones de actos en la calle e impresiones clandestinas de papeles; hay incluso "presos políticos"... Rajoy nos cae mal, no es que Puigdemont sea un ángel, pero uno ve a Lluís Llach, a Guardiola y a los jóvenes universitarios de Bellaterra enfundados en la senyera y gritando libertad, libertad y... no sé, entrarían ganas de cantar L´Estaca... De no ser porque no me entran, claro. 

He dicho en anteriores escritos que no encuentro manera de deslegitimar la voluntad de convocar un referéndum, y he insistido en que, no siendo "este" referendum el que llevará a una proclamación aceptable de la nueva República, tampoco veo de qué manera evitar que termine pasando lo que la inmensa mayoría de los catalanes desean, es decir, ser consultados con plenas garantías sobre su futuro como la nación que, sin ninguna duda, ya son.  

Bien, y ¿por qué entonces me deja tan frío? Se me ha pasado por la cabeza pedir la doble nacionalidad, una posibilidad que algunos valencianos ya barruntan, pero temo que los catalanes, que son muy civilizados y muy guays, pero rácanos como la madre que los parió, me la van a hacer pagar y no barata. En cualquier caso tampoco me pone mucho esa opción. No sé, creo que es eso de las patrias, los himnos y las banderas... nunca acaba de remover mis fibras emocionales. Cuando algunos catalanes gritan felices y desafiantes eso de "adiós, España, adiós" me pregunto si son conscientes de que la barrera que pretenden levantar -porque de eso se trata, de poner muros- no sólo les aísla de unos cuantos fachas mesetarios y cerriles, sino de otros muchos españoles civilizados que -como es mi caso- jamás aceptarán que los catalanes son unos extranjeros y que cuando pasas de Vinaroz has cambiado de país.

Debe ser que he envejecido porque, ya ven, el 15M si me conmovió. Encontraba en aquello una voluntad de sumar, de encontrarse, de dialogar, de afrontar juntos los problemas. Lo vi también en las concentraciones contra los desahucios, o en Occupy Wall Street, o en la Primavera Árabe, o qué sé yo, el zapatismo de Chiapas y hasta el Mayo Francés, por aquello de hacer memoria...

Me hago mayor, sí... la cosa no tiene remedio.  




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