Tuesday, July 19, 2022

VUELVEN LAS DERECHAS


Aparece en el Instituto un caballero que pregunta si su hijo tiene posibilidades de obtener la plaza escolar que ha solicitado. La conserje le contesta que es complicado, a lo que el demandante contesta que "no me extrañaría nada que en vez de a nosotros se la dieran a un puto inmigrante". Yo, la verdad, le daría la plaza a un mongol y hasta a un alienígena antes que a semejante patán. Sabemos que existen muchos tipos así, gente intoxicada por el odio que trata desesperadamente de inocular sus virus al entorno. Lanzan su basura en sus casas, en las barras de los bares... Pero escucharlo ayer a voz en grito en la recepción de un centro escolar cuya misión es precisamente neutralizar la barbarie, bueno, eso me empieza a parecer ya más preocupante. 

Va a ganar la derecha, parece casi inevitable. Algún allegado me pregunta si el asunto no me angustia. Esa persona da por hecho que soy su correligionario, vamos, que soy de izquierdas como él. Suelo decir que soy de izquierdas porque no sé ser otra cosa. Digamos que es una cierta forma de mirar el mundo. Nada en cualquier caso de lo que me sienta orgulloso ni que me otorgue sentimiento alguno de superioridad moral. Dejo tales honores a quienes defendieron la República contra el fascismo o a los sanitarios de ONG que viajan a selvas infectadas de malaria para salvar vidas de gente que lo merece mucho más que yo. 


Sé que no tengo nada que ver con el tipejo que entró ayer en el instituto. Como tampoco con una gestora como la señora Ayuso que tramita becas para niños ricos y lo manifiesta orgullosa y pizpireta. No sé si hay alternativa a la reactivación armamentística europea que se está gestando como respuesta a Putin, pero me parece inquietante. Casi tanto como que Macron, en busca de la soñada independencia energética, vaya a potenciar la producción francesa de energía nuclear. Pueden poner la etiqueta que les apetezca a todas estas impresiones, pero a mí, más que de izquierdas, me parecen de sentido común. 

Vuelve la derecha, sí. Les ha bastado cambiar a un tonto por un listo y, a partir de ahí, dejarse llevar por un viento que, incuestionablemente, sopla a favor. Dicen que toda insurgencia reaccionaria es hija de una revolución progresista fracasada. Quizá este regreso del populismo patriótico, atravesado por el rechazo a la inmigración, las políticas identitarias o las exigencias ecologistas, tenga algo que ver con la descomposición de un proyecto que se fraguó en los años de Occupy Wall Street, la Primavera Árabe o el 15M, y que en España se articuló esencialmente con Podemos. Quizá sea eso, o quizá sean simplemente los ciclos de ilusión y decepción característicos de las sociedades demoliberales. Las circunstancias tienen la culpa, de acuerdo: no hay gobierno que sobreviva a una pandemia si lo que le viene luego, además, es un proceso inflacionario cuyas peores consecuencias en forma de recesión se desencadenarán al parecer con furia en los próximos meses. 


Pero no seamos ingenuos. Si la derecha, a pesar de la imagen de corrupción que acompaña con todo merecimiento al PP, se está volviendo a apoderar del país, no es solo por culpa de la oligarquía financiera, la Brunete mediática o el poso reaccionario de las mayorías silenciosas. Algo estamos haciendo mal en la izquierda, y como no me da la gana ser duro con el Gobierno Sánchez -creo sinceramente que no lo merece- no me queda otra que dirigirme a ustedes, mis correligionarios, todos aquellos que, proclamándose de izquierdas con mucha más convicción que yo, deciden que no les apaña nada y que la única izquierda que están dispuestos a aceptar es la que les calza como un guante. 

Háganse una pregunta: ¿hemos estado a la altura de estos años de gobierno de una coalición de izquierdas? Es un gobierno que nadie esperaba. Surgió de improviso, liderado por un señor que había sido defenestrado por el stablishment de su propio partido y procedente de una moción de censura tan inesperada como eficaz. Desde entonces han pasado cuatro años. Repito, además de votar, ¿hemos hecho algo más que refunfuñar con cada decisión que no nos ha convenido? 

Finalizo. A lo largo de los últimos meses he tenido distintos encontronazos desagradables con personas y grupos de los que se supone que estoy ideológicamente cerca. "Son las redes sociales", me podrían contestar. Bueno, sí, pero me ha pasado con personas perfectamente identificadas y, además, no siempre me ha pasado en facebook y similares. Lo que más me ha llamado la atención es que en ninguno de los casos "me lo busqué". En todos los casos la reacción furibunda o de ensañamiento, llegando a lamentables faltas de respeto hacia el interlocutor, fueron producto de intervenciones mías perfectamente respetuosas y yo diría que moderadas. Buscaba entrar en diálogo y me encontré cólera y visceralidad. 


Como no me siento en posesión de la verdad, me sorprendo mucho cuando personas que no parecen especialmente más agudas ni preparadas que yo me hablan como si yo estuviera dentro de Matrix y necesitara que me sacara el Morfeo de turno. 


Lo más de izquierdas que puedo decir es que o aprendemos a debatir o no es que no seremos progresistas, es que ni siquiera seremos demócratas. Y si quieren un pequeño consejo para acabar, vayan con mucho cuidado cada vez que opinen en público sobre el tema catalán, sobre la legislación LGTBI o sobre Podemos. Corren el riesgo de encontrar en el silencio el último refugio. 


 


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