Thursday, November 28, 2019

PRESENCIÉ...



1. Presencié la escena hace un cuarto de siglo. Reunión en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valencia para decidir horarios de los cursos de doctorado. Yo tenía en frente al octogenario catedrático profesor emérito Fernando Montero, un maestro en todos los sentidos en que a alguien pueda aplicársele el término. Cada uno de los docentes que intervenían imponía sus condiciones, a veces draconianas, para temporalizar las sesiones que habrían de dirigir. Cuando le llegó el turno, Montero fue tan cordial como siempre con sus alumnos y, sobre todo, conciso: "cuando queráis y donde queráis". Es curioso que la virtud de la humildad adorne a menudo a las cabezas más brillantes. 

Cuando escucho a José María Aznar y a Felipe González escupir sus jeremiadas sobre la situación política del país me viene a la memoria aquel anciano venerable. Los dos nos advierten con una prepotencia insultante de lo mal que nos va sin ellos. Como gobernantes son responsables de algunos de los episodios más infames de la historia de la democracia. Juzguen ustedes si fueron buenos presidentes del gobierno, pero no negocio mi opinión a otro respecto: son los peores ex-presidentes imaginables... No han dejado de dar malos consejos a sus sucesores, han vivido a la sombra de las élites financieras que son el cáncer de este país y se han forrado de pasta sin pegar un palo al agua. Ojalá no envejezca yo como ellos y sí como Fernando Montero.  


2. Cada vez que me topo en mi vida cotidiana con un votante de Vox lo que detecto, por encima de cualquier otra cosa, es mucho odio, mucho fracaso, muchos deseos de echar la culpa de su frustración al primer desdichado que pase por delante. Siempre he sabido que existían millones de españoles así; ahora tienen, al fin, quienes desde el Parlamento que no tienen por qué avergonzarse de su resentimiento, de su violencia, de su mal estilo... Sobre todo eso, mal estilo, hay algo desagradable, hay algo desaseado y con mal aspecto en los que viven en el rencor y la intolerancia. Es esa inelegancia lo que refleja la no mirada de Ortega Smith a la mujer que le exigía explicaciones el otro día sobre la silla de ruedas. 


3. Creo que Javier Cercas no es muy consciente de ello, lo cual en cierto modo le ennoblece, pero la categoría de sus novelas le sitúa entre los grandes de las letras españolas. En todas sus entrevistas, por más que no creo que le guste demasiado hablar del tema, detecto que el Procés le ha traumatizado. Si alguien, siendo catalán, desecha la alegría de sentirse orgulloso de Javier Cercas o de Eduardo Mendoza, será un idiota del mismo tamaño que un valenciano que repudiara a Blasco Ibáñez por haber escrito en castellano. Dado que sigo haciendo denodados esfuerzos por entender a los independentistas, les recordaría aquella frase que se atribuye a los cuáqueros: "Un enemigo es alguien cuya historia no hemos escuchado." Voy a leer "Terra Alta", faltaría más. 

4. Veo un documental sobre William Friedkin, quien, pese a la relevancia que en su momento tuvo su anterior película, "French connection", ha pasado a la historia del cine con mayúsculas por la mítica "El exorcista". No soy fanático del film, pero la influencia que sobre la cultura de masas ha tenido es incuestionable. Me encanta ese momento en que la madre revela al sensato Padre Karras su temor de que la niña sea objeto de una posesión diabólica.

-"¿Qué podemos hacer, Padre?
-"Por lo pronto, coger la máquina del tiempo y regresar al siglo XVII". 

La aparición del exorcista, un glorioso Max Von Sydow en el papel del Padre Merrin, ya avanzada la película, adquiere una plasticidad inigualable. No sé si soy el único, pero es ese Merrin al que el demonio convoca para una batalla en la cumbre quien de verdad me aterroriza. 

En el documental, un ya anciano y retirado Friedkin, habla de Cristo y Hitler como los dos personajes más fascinantes de la historia. Uno fue capaz de llevar a sus semejantes hacia los cielos, el otro hacia los infiernos... los dos eran perfectamente comparables en su poder. Dentro de cada uno de nosotros hay un Cristo y un Hitler, quizá tenga razón. 


5. Concluyo el único libro de Francisco Umbral unánimemente respetado por la crítica literaria, "Mortal y rosa". Nunca simpaticé con él, siempre me dejaron un regusto extraño sus artículos, que me parecían astutos pero inútiles. Su envaramiento, que parecía imitado de Cela, le situaba a mis ojos como un tipo tan pagado de sí mismo, tan insoportable y en el fondo tan falto de humanidad como  su protector. "Mortal y rosa", impulsado por la tragedia que supuso la muerte por leucemia de su hijo de seis años, ha dinamitado mi percepción de Umbral como un escritor irrelevante. Al contrario que otros muchos de sus escritos, concebidos como crónicas la mayoría, "Mortal y rosa" no es un texto de ocasión y no parece tener la más mínima pretensión de ser masivamente leído. En un libro feroz, inmisericorde. El dolor se destila por cada una de las páginas con una belleza y una precisión ante la que resulta imposible no conmoverse. Más si uno ha sido padre. 

Pobre Umbral, los cuáqueros tienen razón: me faltaba escuchar su historia.  



Wednesday, November 20, 2019

VILLACAÑAS Y EL IMPERIO

Llevo meses con la idea de escribir sobre "Imperiofilia", el ensayo que Jose Luis Villacañas dedicó al último -y ciertamente exitoso- intento de revitalizar el ideario nacional católico: "Imperiofobia", de Elvira Roca Barea. No lo he hecho porque, finalmente, no he sido capaz de leer el libro de Roca Barea, y sospecho que no lo voy a hacer nunca. Lo he intentado, lo juro, pero me parece un ladrillo insoportable. 

¿Por qué entonces veintitantas ediciones?, se preguntarán entonces. Pues miren, deben ser las mismas razones, me temo, por las que se leyó tanto en su momento a Pío Moa. Hay muchos que se acercan a la historiografía, o a los impostores que dicen ejercerla, con la misma mentalidad con la que un hooligan lee la prensa forofista, esa en la cual te dicen lo que quieres leer, aunque sea mentira. Don Pío dijo, adoptando pose de circunspecto historiador, que Franco nos salvó del caos comunista; doña Elvira dedica su tocho a demostrar que el Imperio español era chupendi lerendi y los creadores de la Leyenda Negra un hatajo de envidiosos. El resultado es que muchos españoles se han sentido confortados al ver confirmadas todas las verdades que les transmitieron, junto a la lista de los Reyes Godos, en las escuelas de la Dictadura, ese próspero y pacífico periodo tan injustamente tratado por la "historiografía académica".  

Este panorama no es solo dañino para la ciencia historiográfica. Lo es para todos, pues en lo que entendemos por identidad colectiva nos jugamos muchas de nuestras posibilidades de convivir pacífica y respetuosamente en el futuro. 

No expondré pues mis impresiones del ensayo de Villacañas, que he leído detenida -y diría que apasionadamente-, pues su objeto es un libro que no he leído. Pero como sí sé lo que piensa la autora, como he leído su contestación a Villacañas y como sé lo que en distintos medios se ha comentado respecto al texto en cuestión, al menos me permitirán ustedes algunas valoraciones que prefiguran mi posición en la polémica que, con gran oportunidad, ha abierto "Imperiofilia". (O habría que decir que la ha reactivado, pues, no sé si lo han adivinado, estamos una vez más ante la grieta que divide a las dos Españas)

En primer lugar, el comentario que hace Javier Santamaría en ABC sobre el particular, definiendo el libro de Villacañas como "libelo",  falta a la verdad. Libelo, según la RAE, no es como él afirma un escrito breve consistente en criticar o difamar a otro autor. La definición de la RAE habla de "denigrar" o "difamar", pero no de "críticar", pues en ese caso casi cualquier ensayo caería bajo la calificación de libelo. Por cierto, el escrito de ABC, pese a su brevedad, sí consiste en denigrar al autor, en este caso Villacañas, cuyo libro me malicio que ha sido leído por el redactor del ABC tanto como el de Roca Barea por mí. Esto es por cierto lo mismo que hace la susodicha en su escrito de respuesta a "Imperiofilia", es decir, basa su defensa en presentar a Villacañas como un ignorante, además de un oportunista que intenta cobrar fama a costa de subírsele a ella a la chepa. 

Lo de la pequeñez intelectual de Villacañas tiene mucha gracia para alguien que, como es mi caso, sabe desde hace décadas de la reputación del personaje en los círculos universitarios, donde se le puede considerar sin hipérbole alguna como un auténtico coloso. Como ustedes son, supongo, ajenos al mundo de la filosofía académica, permítanme una sugerencia antes de seguir. Consulten -basta acudir a Wikipedia- el currículum de Roca Barea y, a continuación, échenle un ojo al de Villacañas. No pretendo que la brillante trayectoria universitaria y editorial de Villacañas sea suficiente para darle la razón. De igual manera, tampoco la evidente medianía de Roca Barea desacredita sus planteamientos. Ahora bien, si la trayectoria de doña Elvira es más o menos igual de cutre que la mía (con la particularidad de que a mí no me apoya Vox), lo que se me antoja como una osadía es replicar a Villacañas alegando que "es un ignorante" o que "busca notoriedad". 

Sin entrar en la polémica concreta entre los dos ensayos me permito unas cuantas consideraciones de pura higiene, aunque solo sea para marcar las distancias con todas estas celebridades del renacimiento nacional-católico, encargadas de suministrar inyecciones de autoestima patria a quienes son lo bastante obtusos como para no entender que aquello de "Una, grande y libre" era una majadería impuesta por un hatajo de patéticos émulos de Hitler . 

1. El nacionalismo español es un planteamiento reaccionario y excluyente. El aserto franquista -"Por el Imperio hacia Dios"- resulta cómico, pero su trasfondo es un esfuerzo insistente y siniestro a lo largo de la historia por estrangular las singularidades, la heterodoxia y el libre pensamiento. Quizá los nacionalismos periféricos vivan enclaustrados en el mito y el agravio permanentes, pero si hay un mito y una historia manipulada por excelencia en la península ibérica esa es la que los reaccionarios han forjado para España. No hay que alejarse de ella por antiespañolismo, sino porque es mentira. 

2. La Leyenda Negra está sin duda exagerada y responde a propósitos tendenciosos por parte de naciones que se forjaron en conflicto con el Imperio Español. Ahora bien, podemos creer si nos place que Fray Bartolomé de las Casas mentía cuando afirmaba que los colonizadores estaban devastando a las poblaciones indígenas en América, que los tercios de Flandes estaban repletos de heroicos Alatristes y no eran bandas de asesinos, o que este país no ha quedado marginado de la modernidad por culpa de la venalidad y la vagancia de las élites feudales y clericales. 

Podemos también ofendernos por ser considerados en la Europa del Norte como el país de la inoperancia (hacer las cosas "a la española" en Francia y otros lugares es hacerlas mal), o negarnos a aceptar que los cuarenta años de franquismo son la certificación definitiva de un fracaso histórico brutal. Quien tenga problemas de vocabulario puede llamarme anti-español, pero, tranquilos, me llaman lo contrario los secesionistas cuando digo estar orgulloso de los comuneros, de Lazarillo y el Quijote, de los erasmistas, de los ilustrados, de la Segunda República o del exilio español en México. 

3. (Tranquilos, que acabo... no me abandonen aún, que el asunto es importante). Villacañas es a menudo asociado a la defensa del luteranismo. Yo creo que lo poco de la modernidad que fue penetrando en nuestro país proviene de fuerzas como el protestantismo, el erasmismo o la Ilustración. A trancas y barrancas hemos alcanzado una democracia de la que no debemos avergonzarnos, lo cual no significa que no haya que cambiarla incluso en aspectos esenciales. Es posible que ser español no sea gran cosa, pero lo prefiero a ser yemení. Y no porque tenga algo contra los yemenís, es solo que prefiero no vivir en la Edad Media ni expuesto a los Señores de la Guerra. Son los esfuerzos de todos aquellos a los que los lectores de Roca Barea desprecian los que han servido para que esto deje de ser el país de "Los santos inocentes". 

Claro que acaso sea esa la España por cuya extinción gimotean los ideólogos de la ultraderecha, esa península extrema y pre-africana en la cual la frase recurrente de la mayoría de españoles era aquella de "a mandar, señorito, que para eso estamos".   








Thursday, November 14, 2019

GOBIERNEN... SI LES DEJAN

Vote al PSOE en las elecciones de abril porque entendí que existía una voluntad real por parte de Pedro Sánchez de formar un gobierno de mayoría progresista en acuerdo con Unidos Podemos. Me sentí traicionado. No albergo la más mínima duda respecto a la culpabilidad de la cúpula socialista en el fracaso de las negociaciones. Las evidencias al respecto me parecen incontestables. Aún no se me ha dado ninguna explicación convincente, y en un caso así uno tiene todo el derecho a pensar mal, máxime cuando se advertía la insistencia del líder socialista en obtener acuerdos con la derecha. Es ésta la razón por la que esta vez he votado a Unidas Podemos. No lo he hecho con entusiasmo, simplemente vi llegado el momento de echarles una mano. No soy del PSOE, tampoco de Podemos, lo que pretendo es que se gobierne desde la izquierda. 

Por qué esta primavera fue tan difícil el pacto. hasta el límite de lo imposible, y porque ha sido tan fácil ahora, es algo que se contesta de inmediato: tras las elecciones de abril Sánchez no quiso pactar, tras las de noviembre sí lo quería. Otra cuestión es saber a ciencia cierta por qué no quiso entonces y por qué sí quiere ahora. 

No voy a calentarme más la cabeza con ese asunto. Nos han hecho perder un tiempo precioso y lo han perdido ellos, que además han puesto en serio riesgo su credibilidad ante una ciudadanía que está harta de que le hagan ver que vota mal. Punto y aparte. Si Sánchez resuelve el crucigrama de la aritmética parlamentaria y logra la  investidura -cosa que está por ver- tendremos un cuatrienio de gobierno de izquierdas, lo cual, por cuatrienio y por izquierda, también está por ver, entre otras cosas por qué no está claro que le dejen. 


Ese es otro de los problemas. A la gente de izquierdas nos disgusta, obviamente, que gobierne la derecha, pero a los de derechas, al menos en este país, les pasa otra cosa: no soportan que gobierne la izquierda. No es solo un problema de los ultra, tan crecidos ellos, y que han hecho bandera de la debilidad de sus convicciones democráticas. Es la derecha española en general, creo que por un franquismo residual pero aún activo, la que no sabe encajar el derecho de quienes piensan distinto a aspirar a ser gobernados con criterios ideológicos que les sean afines. 

Van a verlo ustedes, en realidad lo están viendo ya: al nuevo gobierno le van lanzar a diario sapos y culebras tan solo por respirar. Recuerdo que en tiempos de ZP, seguramente porque yo mismo no creía demasiado en su equipo ni en la consistencia de su discurso, llegué a desear discretamente que cayera, pues se me hacía insoportable la presión a la que era sometido su gobierno. Recuerden las calumnias infames de El Mundo, la bronca y los pateos continuos en las sesiones parlamentarias, los insultos y las descalificaciones diarias. A Sánchez y a Iglesias les va a caer la misma a diario y desde antes de salir el sol. Los mismos que les acusen de una cosa les acusarán de la contraria media hora después. La emergencia de Vox no impondrá el mal estilo y la bronca como novedad, en todo caso garantiza que seguiremos por los mismos derroteros. Esta vez no voy a ser tan pusilánime... Que graznen los reaccionarios, ese será el mejor indicio de que vamos por buen camino. 

Como ven estoy perdiendo mi vocacional determinación a convencer a muchos de mis compatriotas. Hay gente que no tiene remedio. A Sánchez le va a tocar gobernar en favor de los intereses de todos pero en contra de los deseos de muchos. Que rabien. 

Permítanme que concluya con una confesión. Yo, como cualquiera, defiendo mis intereses. En este país, y como consecuencia de la crisis y de la hegemonía del credo neoliberal, se ha multiplicado por cinco el número de ricos. Ese proceso es paralelo al crecimiento exponencial de la cantidad de pobres, y el resultado final es la devastación del Estado del Bienestar y de las clases medias. Se ha aprobado una Reforma Laboral que naturaliza la precariedad. Se ha tolerado que los poderes financieros lleven a cabo la mayor estafa de la historia. Quiero una pensión digna cuando me jubile. Quiero que se entienda que hay que tomar medidas contundentes y de emergencia contra la catástrofe climática. Quiero servicios públicos justos y eficaces. Quiero poder acceder a una prensa independiente. Quiero una fiscalidad honesta y unas instituciones empeñadas en defender los derechos humanos. También para los extranjeros. Quiero que se afronte de una vez por todas el conflicto catalán sin hacer como si no existiera. No quiero vivir en un país que se parezca a China ni a Estados Unidos. Tampoco a Venezuela. Quiero estar más cerca de Dinamarca, de Holanda, de Francia, de Alemania. Quiero, en definitiva, ser gobernado por partidos que entiendan que el mayor mal del mundo es el crecimiento de la desigualdad. 


No se engañen, mi alma alberga sueños, pero no soy un iluso y ya peino algunas canas. El destino de un gobierno de izquierdas siempre es decepcionarnos. Posiblemente éste también nos decepcione. Lo que sí sé es que el país donde quiero vivir no lo van a construir las derechas. Me despido con una frase de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía:

"El modelo de feroz individualismo combinado con el fundamentalismo del mercado ha alterado no solo la forma en que las personas se ven a sí mismas y sus preferencias, sino también su relación con los demás. En un mundo de feroz individualismo, hay poca necesidad de comunidad y no hay necesidad de confianza. En ese orden el gobierno es un estorbo, es el problema, no la solución." 


Friday, November 08, 2019

¿CONTESTAR A VOX?

Son de puro cálculo estratégico las razones por las que los demás partidos no contestan a las provocaciones de Vox. Lo vimos la otra noche en el debate, en el cual estuve más pendiente de la gestualidad de los participantes que de prestar atención a unos discursos que cada vez me suenan más a hueco. Abascal se refirió varias veces directamente a Sánchez... Éste no solo no le contestó, ni siquiera le miraba, aunque conviene señalar que desde hace tiempo el líder socialista no mira a nadie que le increpe, ni en la tele ni en el Parlamento, como si creyera que quienes tenemos algo que reprocharle -seamos o no de Vox- no mereciéramos su consideración ni su respeto. En cualquier caso es muy lógico que uno no quiera entrar en el juego de la ultraderecha: como lo que pretende Vox es enfangar el espacio de encuentro, entrar en debate con ellos, por tentador que resulte, termina ensuciando al que lo intenta. 

Escuché a Pepa Bueno el otro día en la radio decir algo sumamente interesante al respecto: "Vox está cada día más cómodo porque, como todo el escenario político se aboca al infierno, resulta que él ya viene de allí." En este sentido, la formación ultra tiene cierto valor como síntoma, y no deberíamos dejar de atenderlo. Abascal  cuenta con la singularidad de hablar como quien aún cree en la política, como si desde un gobierno hubiera margen de acción para solucionar los problemas de la gente, aunque sea a base de delirantes atrocidades como las que propone. El problema de sus oponentes -y eso él lo sabe muy bien- es que se han ganado a pulso que no les creamos. 

Lo curioso es que Abascal miente incluso más que cualquiera de ellos. Él sabe perfectamente que ni es reversible el modelo autonómico, ni se puede declarar el estado de excepción en Catalunya, ni se puede exculpar a la Manada, ni se puede devolver a los gays al armario, ni se puede acabar con la inmigración... Esto también lo intuyen sus votantes, que es exactamente lo mismo que pasó con los electores de Trump, que sabían que no construiría el Muro con México. Pero es que tampoco se lo exigían, lo que querían es que tuviera huevos para decir que lo iba a hacer. Da igual que un tipo que dice que va a devolver a los inmigrantes a su país no vaya a ser capaz de hacerlo.  La cuestión, si odio a los inmigrantes, es encontrar alguien que sienta lo que yo y no se avergüence en esta plasta de la corrección política donde está mal rechazar a los negros, a los maricones o a las feministas y empiezas a ser sospechoso si te gustan la caza, los toros y los puti-clubs. 

Mi verdadero miedo no es al fascismo, a esa supuesta amenaza de involución que supuestamente afecta a unas sociedades posmodernas con problemas de orientación y de indiferencia política. Pese a la gran afición televisiva por los relatos distópicos, ni Hitler ni Stalin ni Mao van a regresar. No hacen falta, la democracia ha sido domesticada hasta tal punto que las élites pueden seguir felices y tranquilas porque nadie les va a tocar un pelo. 

En ese sentido, Vox no es otra cosa que la excusa que se dan los ricos de este país para llamar a los ciudadanos a la moderación y el pacto. La situación que se presenta es un "win win" para ellos. Si votamos para rechazar a los ultra lo haremos en favor de un gran acuerdo en el seno del bipartidismo para que no peligre la "normalidad"; si estamos tan enfadados que votamos a Vox para hacerles formar parte de un gran frente reaccionario, entonces sabremos que son más que un hatajo de fachas que han encontrado en la incorrección política el truco mercadotécnico para recoger los votos que la "derechita cobarde" se está dejando por el camino en estos tiempos convulsos. 

No se dejen engañar, con Vox no regresará Franco, solo regresará el aznarismo. ¿Bajarán los impuestos? Claro, a las grandes empresas. ¿Acabarán con el estado de las autonomías? No, pero protegerán el centralismo. ¿Acabarán con la escuela pública? No, pero la convertirán en una simple beneficencia para desdichados y protegerán los privilegios de la concertada. ¿Nos obligarán a rezar y llenarán los salones de cruces? No, pero la Iglesia Católica verá reforzados todos sus privilegios. ¿Echarán a los inmigrantes? No, pero los mantendrán en situación precaria, de manera que podremos abusar de ellos a placer sin tener que concederles ciertos beneficios sociales. ¿Acabarán con las ONGs? No, solo con Open Arms y con las que defiendan los derechos LGTB o combatan la violencia de género, que por cierto pasará a llamarse "violencia familiar". ¿Protegerán la familia? No, de hecho harán que la precariedad laboral se incremente, lo que se lo pondrá más difícil a la gente para tener hijos, pero intentarán promover leyes contra la interrupción del embarazo y prohibirán las clases de educación sexual. 

¿Mala gente? Desde luego, son la hez del país. Hace falta ser muy oportunista, muy rastrero y muy mierda para aprovechar la ira de tantos y tantos ignorantes que gimotean en los bares achacando sus males a los moros y a los maricones para crear un partido político cuya único auténtico principio es el del odio. Ya sé que Vox es votado por algunos a los que les va muy bien en la vida, pero sospecho que la mayoría son como ese vecino mío con trabajo precario al que dejó la mujer hace unos años y que se pasa el día enfadado con el mundo, ignorante de que el mayor causante de sus desdichas es él mismo. 

Por lo demás, nada nuevo bajo el sol. Vox es la derecha con otra cara, y su programa es simplemente el mismo que aplicaron en su momento Rajoy o Aznar. No temo más a Abascal, Ortega Smith o Monasterio que a ellos dos, o a Aguirre, a Wert, a Rato, a Zaplana, a Acebes... O a Trump, claro.


Friday, November 01, 2019

FRANCISCO

En una ocasión se me ocurrió, en una mesa repleta de votantes de izquierda, elucubrar sobre la pervivencia de las bases éticas del cristianimos en las desclericalizadas sociedades posmodernas. Un ortodoxo anarquista me reprochó la iniciativa. "La religión dominante no ha hecho", decía este revolucionario de tercera, "...sino aplanar las mentes, imponer la obediencia y estrangular otras creencias mucho más valiosas y creativas". 

Sin perjuicio del interés por ciertas espiritualidades históricamente minorizadas por la ortodoxia, creo que la controversia es particularmente estéril. Podemos compartir con Marx la especie de que la religión es el opio del pueblo. O hacer caso a Nietzsche y sospechar que el cristianismo triunfa como venganza de los débiles y los resentidos, enemigos de todo aquello que en el mundo es bello y tiene auténtica vitalidad. Sin embargo, y como Nietzsche sabía mejor que nadie, la base moral de la civilización europea es tan judía como grecolatina. Queramos o no, nos abrimos al mundo desde pautas que provienen del cristianismo, lo cual es independiente de si creemos en Dios o detestamos al clero. 

Este reconocimiento no es incompatible en mí con el hecho de que el Altísimo nunca tuvo a bien deslumbrarme con su Luz. Tengo la intención, cuando llegue mi hora, de afearle la conducta reprochándole lo mucho que ha hecho para impedirme creer en Él, pero como no existe... temo que el plan es en vano. No es solo que no le creo, es que la hipótesis misma de su Existencia me parece una contradicción en los términos... Dios no puede Ser, su Presencia no se me hace dudosa, se me hace inconcebible. 

Ahora bien, que yo tenga la plena certeza de que se trata de una leyenda no cambia la evidencia: somos cultural y moralmente legatarios del Crucificado. Me creo pues en la obligación de exigir a las autoridades educativas una reeducación en el hecho religioso, pero entendido en sentido cultural y no, como hasta ahora -y como pretende ese monstruo venenoso que es la jerarquía eclesiástica- como adoctrinamiento. 

Añado la petición a ustedes de autoridad para lanzar una pregunta: ¿podría el cristianismo haber tomado unos derroteros diferentes?

En los últimos días -no sé si es que presiento la cercanía de la Navidad- me he dedicado a leer sobre los cátaros, además de recuperar una de las grandes películas de Roberto Rossellini, "Francisco, juglar de Dios". Algún día les hablo sobre los cátaros, y por cierto no desde alguna de esas novelas tan leídas y tan olvidables que escriben, por lo general, tipos tan avispados y tan complacientes para el lector como el ínclito Dan Brown, ese que tan nervioso puso al Vaticano con sus gansadas sobre María Magdalena y los Illuminatti. 

Rossellini no decepciona jamás, tampoco el Santo de Asís. Ni desde el más desaforado de los cinismos podemos ignorar que en el franciscanismo la cristiandad encuentra la fórmula del amor puro. El amor como forma revolucionaria, pues, en la medida en que "il poverello" y sus discípulos se dedican sin titubeos ni excusas a su proyecto pacífico por hacer un mundo menos inhóspito, no hay manera de encontrar reproches como los que dirigimos a quienes ocultan su condición lobuna tras la piel del cordero. No hay hipocresía en San Francisco, lo cual le convierte en una anomalía salvaje dentro de un movimiento tan repleto de hipócritas como es el cristianismo. El de Asís sabe ser generoso con todos los seres de la Creación, hasta los supuestamente más insignificantes, precisamente porque también sabría cómo hacer el Mal. Conviene saber a este respecto que Francisco fue hijo de un rico mercader y entregó su juventud a una vida disoluta y hedonista. Después halló su verdadera vocación... y se entregó a ella sin remilgos hasta su última hora, llegando incluso a la temeridad de viajar a Egipto con la intención de convertir a los musulmanes. 

Siempre he sospechado que Francisco y su Orden fueron un incordio para la jerarquía vaticana. Un grupo de hombres viviendo en la pobreza y la mendicidad para cargar en todas sus consecuencias con el mensaje evangélico, qué escándalo. En los tiempos en que Francisco y sus fieles se dispersaron por el mundo para compartir con todas las criaturas la alegría de la fe, el clero afín a Roma ya había naturalizado la corrupción y vivía a lomos de unos diezmos que constituían, además de una estafa, una humillación. La aparición de las órdenes mendicantes fue aceptada en Roma a trancas y barrancas y, como insinúa Umberto Eco en "El nombre de la rosa", anduvo cerca del estigma de lo herético. 


¿Es Francisco el verdadero, y en cierto modo el único, seguidor de aquel Yeshua condenado por el Sanedrín? No sé si, como a Toni Negri, en mi opinión el más fascinante de los marxistas actuales, Asís es el lejano inspirador del comunismo en Occidente. Tampoco si, como interpretan muchos historiógrafos, las órdenes mendicantes surgidas en la Baja Edad Media recuperaron la autoridad moral de la Iglesia en un tiempo en el que la plebe empezaba a verla, con toda razón, como un poder venal y opresivo, más empeñado en extender su poder y cobrar abusivos diezmos que en predicar la paz y la pobreza. Lo que realmente me pregunto es si lo que puede quedar del mensaje franciscano está entre quienes hoy viajan a África para luchar contra el ébola, los adolescentes que se manifiestan contra el cambio climático o los activistas que continúan reuniéndose en los aledaños de las Cumbres de los amos del mundo para reclamar, pacíficamente, un mundo más justo y habitable para todos. 

Esa huella de Francisco sigue siendo incómoda. Por eso su espíritu no deambula entre claustros ni salones de sátrapas e intrigantes con sotana. No le busquen ahí, no le encontrarán.