Desde la Cueva del Gigante, lugar perdido en un territorio árido donde antiguamente se refugiaban los bandoleros, esta página intenta echar luz, y también alguna sombra, sobre los fenómenos sociales contemporáneos: las nuevas tribus, los simulacros culturales, los movimientos de masas, etc...
Friday, December 25, 2009
Friday, December 18, 2009
Es de Cioran, sí, diríase que hacer caso de esta idea habría de angustiarnos o deprimirnos, quizá debiéramos incluso encolerizarnos con su autor y dejar de hablarnos con él para siempre. Y, sin embargo, es una extraña paz la que me asiste cuando vuelvo a ella, como si, asumida la imposibilidad de encontrar respuesta a todas mis perplejidad, hubiera encontrado al fin la manera más distinguida y noble de expresarla. Feliz Navidad.
Friday, December 11, 2009
Empecé a tomarme en serio el tópico del Oro Catalán con apenas ocho años, cuando mi padre me llevó a Mestalla para ver un partido contra el Barça. Aparte de su vistosa camiseta, aquel equipo clasificado entonces en la zona baja de la tabla no había de transmitirme nada en especial... excepto por un detalle. Ese detalle terminó convirtiéndose en algo muy grande, y muy temible, como descubrí aquella noche: se llamaba Johan Cruyff. Era un tipo delgado y su corte de pelo tenía un aire pop que a duras penas copiaban los todavía algo paletos futbolistas españoles, criados en la posguerra a golpe de cartilla de racionamiento y con pinta de calzarse botas de fútbol solo después de haber abandonado el azadón. Cruyff me deslumbró absolutamente. Era como si jugara en otra liga, a otra velocidad, como un extraterrestre. Los defensas rivales no llegaban ni a verle, tenía una mente tan rápida y una cintura tan prodigiosa que no eran siquiera capaces de abatirle a patadas. Supe quien era cuando él sólo se cargó al Valencia con dos goles maravillosos. Los contrarios no llegaron a entenderle, pero en cuanto sus compañeros empezaron a acostumbrarse a jugar para él el Barça se salió. En su visita a Chamartín, esa misma temporada, causaron el destrozo más grande en la historia de ese estadio, con aquel holandés irritante liderando un 0 a 5 terrible ante la mirada asombrado del mismísimo Santiago Bernabeu y con medio país -la media España de fe madridista- ofendida ante tanta infamia.
Hubo un tiempo en que desde la dirección del Barça se advertía del peligro de que el club se "politizase". En realidad, lo que el President Núñez pretendía era defenderse de la estrategia envolvente que Pujol le lanzaba desde la Generalitat, preocupado como estaba porque la gestión de la institución con más valor espiritual del país -con permiso de la Moreneta- escapaba al control de los nacionalistas. "Haga como yo, no se meta en política", decía Franco. Con el desembarco de Joan Laporta se acabó esa doble moral: el Barça no se ha politizado, simplemente ha reposicionado ideológicamente su punto de mando, o -para ser más claro- se ha vinculado definitivamente a las fuerzas políticas hegemónicas del Principado.
Laporta no me gustó nunca. Sin embargo, entró con un alarde coraje político inimaginable por lo visto para ningún otro dirigente deportivo: echó a los ultras de su estadio. Hay clubs como el Real Madrid o el Atlético donde estos grupos de modales intimidatorios e ideologías antidemocráticos han sido no solo tolerados sino incluso protegidos y fomentados. Hay casos patológicos como el del Olympic de Marsella, donde la presencia de estos sectores, lejos de ser residual o minoritaria, parece ser constitutiva de la identidad misma del club. Con esta valiente decisión, Laporta cargó con la responsabilidad de acreditar el talante racional y civilizado del que siempre han presumido los catalanes.
Desde entonces, y sin olvidar que la gestión deportiva y económica del club habla de una eficaz filosofía empresarial, el laportismo ha dado demasiadas razones en contra de su propio prestigio. Suena a conspirativa la teoría según la cual Laporta fue desde el principio la punta del iceberg del proyecto del independentismo catalán para convertir al Barça en cabeza de puente de la secesión respecto al Estado español. Se trataría de escorar al club hacia las aguas de Esquerra Republicana, aprovechando el poder del escudo para rentabilizar electoralmente sentimientos anti-españolistas. No es ajeno a este plan la presencia activa del club en los foros de los clubes europeos más poderosos, deseosos de crear una gran Liga europea que desasiría a estas instituciones del poder de las federaciones estatales. Que clubs como el Inter de Milan o el Real Madrid tienen únicamente razones económicas para simpatizar con esta opción es evidente, pero en el Barça -al menos en el Barça de Laporta- no son solo económicas, desde luego.
No, no soy nacionalista. La tragedia del Sahara, incandescente estos días por la huelga de hambre de Haidar en Lanzarote, o la de Palestina, y son solo dos ejemplos, hacen que resulten risibles y obscenas las apelaciones del tipo "freedom for Catalonia" a las que la gente como Laporta es tan aficionada. Dado lo esperpénticos que han terminado resultando los distintos dirigentes de Esquerra Republicana, desde Colom a Carod, pasando por la televisiva Rahola, dado que el papel del partido en la Generalitat ha dado pocas razones a los ciudadanos catalanes para seguir confiando en sus dotes como estadistas, me preguntó si alguien como Laporta no sería después de todo un sucesor a la altura de las circunstancias. Bien pensado, lo tiene todo: ansia de protagonismo, un discurso de "resistencia" pueril pero eficaz, cierto glamour postmoderno del que carecían Nuñez o Pujol...
En fin, no veo en Laporta mucho más que a un oportunista cuya trascendencia se encargará probablemente la historia de poner a la altura intelectual y moral del personaje, es decir, bajo mínimos. Y sin embargo...
Más allá de los espantajos del futbol y de algún buscavidas, se me ocurre pensar si, más allá de lo que tiene de patochada, se entiende fuera de Catalunya por qué en ciento sesenta municipios del Principado va a celebrarse mañana una consulta sobre la autodeterminación. Cada vez que yo, que no soy nacionalista, explico a alguien que alrededor de la mitad de los catalanes no desean ser españoles, que piensan que les iría mejor sin el Estado español y que creen que el actual marco autonómico bloquea sus posibilidades de desarrollo social, cultural y económico, me pregunto si realmente los españoles se hacen idea de que el asunto va en serio, muy en serio.
Y no es un fuego que se vaya a apagar fácilmente. Ni siquiera con Raúl haciendo callar al Camp Nou.
Friday, December 04, 2009
Voy a conformarme con llamarlo Síndrome de Túnez, aunque no descarto cambiárselo por el de Síndrome del Turista Paleto. El descubrimiento proviene del relato de horror que escuché hace largos años sobre el viaje que hizo a Túnez un antiguo conocido. Desconozco las razones que empujaron a aquel cenutrio a embarcarse en una expedición a tierra sarracena, cuando muy bien hubiera podido hacer uno de esos viajes marujones al Vaticano con la parroquia, o uno de esos cruceros donde lo más emocionante que te pasa es que te vistes de bucanero gay -tu esposa de putilla de los Mares del Sur- en la fiesta de disfraces que celebra el Capitán. Pues no, señor, alguien le metió en la cabezota que en Morilandia no sólo había ladrones, terroristas y violadores... y como además salía bien de precio. El viaje le salió barato, sí, pero por lo visto también le dejó una huella profunda. Recuerdo la mirada de pavor con la que refería su odisea:
Debe ser intelectualmente confortable entregarse al juego de quienes padecen en algunos de sus tipos el Síndrome de Túnez, que consiste en seguir creyendo, mil años después de las Cruzadas, que la tribu de Ismael se extendió por el mundo para crear problemas. Yo creo que es bastante más sencillo: el Islam, al contrario que otras culturas no occidentales, es tenazmente refractario a los valores de Occidente -los buenos y los malos- y eso convierte al árabe en un personaje particularmente viscoso cuando emigra o cuando nos recibe. Como dijo un humorista de la tele: "¡Si quieren beber té que se vayan a su país!"
Por eso hay inmigrantes turcos en Suiza, no sé si nos acordamos. Y hablando de acordarse: ese país está lleno de hijos de la inmigración española. Por fortuna, las iglesias católicas no tienen minaretes como las mezquitas de Suiza. O las de Túnez.
Friday, November 27, 2009
Es sabido que mi generación quedo deslumbrada y definitivamente marcada por Nexus 6, el Replicante de Blade runner. "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser... todos esos momentos se perderán para siempre: es tiempo de morir". Quizá, como en aquel momento cinematográfico sublime, nuestro destino sea el de Deckard, el cazador que queda indefenso por sus propios excesos y termina siendo salvado por uno de los androides que le han ordenado retirar. Temo que haga falta demasiada ciencia-ficción para imaginarlo. El problema de Nexus 6 no es solo su condición de personaje de ficción... Lo peor es que ni siquiera es una computadora: es un ser humano. Por eso opta por resistirse a las indicaciones del programa; por eso busca a su creador y, cuando descubre que no es posible resistir a la muerte,se venga de él estrangulándolo: Nexus mata a Dios, en el sentido más nietzschano de la expresión. Nexus es en realidad un error, tanto como el simio loco y misteriosamente iluminado que somos los humanos.
Mi odisea de ayer en el instituto recuerda más al Profesor Bacterio de Mortadelo y Filemón que a un relato de Phillip K.Dick. Resulta que Jacinto -nombre de mi viejo portatil de seis años- eligió una manera de rebelarse más primitiva que la de Nexus, es decir, decidió no encenderse. No me estranguló ni me dijo que había visto naves ardiendo en la Constelación del Zorrillo, es más, fue tan bondadoso que apenas se le conmovieron los microcircuitos cuando, mientras era zarandeado por su emocionalmente inestable amo, hubo de soportar imprecaciones del tipo "enciéndete, trasto hijo de perra", a las cuales, ya rebasada la fase colérica inicial, sucedieron las súplicas melancólicas ante el allegado que agoniza: "no me dejes ahora, no te vayas, Jacinto". Pero Jacinto se fue. Resulta que a la mañana siguiente yo debía embutirles a mis queridos alumnos un examen de Psicología. Cinco preguntitas, apenas un cuartito de folio.
"Me voy pronto al insti y lo preparo allí antes del timbre", me dije, ante el cadáver aún caliente de Jacinto. Desde la soledad de Salaprof (nombre cibernético del lugar donde los profes nos reunimos para insultar a los alumnos de la ESO) yo aguardaba la hora fatídica del examen, prometiéndomelas muy felices: "ahora, icono de imprimir y a fotocopiadora". ¿Lo adivinan? Sí, lo adivinan, no funcionaba la impresora. Los primeros síntomas de acidez de estómago y algún pequeño amago de llanto que logré reprimir como un titán emergieron cuando comprobé que los demás ordenadores tampoco imprimían. En todo este proceloso trajín me entretuve durante algo más de media hora, lo que me hace pensar que si en Salaprof hubiera una modesta Olivetti, yo hubiera podido aporrear sus teclas -aquel hermoso sonido de ametralladora de oficina- y el examen hubiera estado listo en medio minuto... Pero no, la informática es como el mejillón cebra, que una vez se instala depreda a todos sus competidores, hasta el punto de que me extraña que todavía haya quien use bolígrafos.
No puedo evitar acordarme en estos casos de lo que ya escribía uno de mis grandes gurús de la profesión docente, Neil Postman, hace décadas, cuando nos recordaba una y otra vez que la sociedad tiende, en pro de una presunta "eficiencia", a olvidar que lo primero que necesita es tener bien definidos los verdaderos fines de la escuela. Como ese tren que, antes de pensar en cómo aumentar su velocidad, debe saber exactamente cuál habrá de ser su dirección, corremos el riesgo de ignorar que los males escolares que no hemos sabido solucionar sin ordenadores tampoco se solucionarán con ellos. Claro que esto es difícil de entender para todos aquellos que -con una actitud profundamente reaccionaria en el fondo- siguen creyendo que la escuela es, ante todo, una suministradora de información.
No sé si llegaremos a ver el instituto convertido en un gran paraíso cibernético, yo de momento me conformaría con que Zp me arreglase las putas impresoras.
*Pido perdón anticipado a Tom Cruise por haberle llamado "tontarras", que luego pasa lo que pasa.
Saturday, November 21, 2009
"¿Los políticos? ...Todos igual de sinvergüenzas".
Conozco a Paco Camps personalmente. Bueno, en realidad no, pero lo tuve un buen rato a medio metro cuando aún era un prometedor Conseller de Educación a las órdenes del Presidente Zaplana. Le montamos un pifostio tremendo un grupo de profesores cuyo cese estaba a punto de ser redactado y nos plantamos allí, unos ochenta, junto a su despacho, tras burlar con la osadía de los desesperados la vigilancia de los guardias de seguridad. Creo sinceramente que aquel atrevimiento le impresionó. Salió del despacho, se situó entre nosotros y nos habló con cierto además chulesco y autoritario, pero con aplomo y una seguridad en sí mismo que, ciertamente, le envidio. Incluso tuvo que contestar a alguna intervención exaltada sin huir ni descomponerse.
Por eso, y dado que el tonto del culo se fue a fumar porros, será cuestión de hacer caso al President, detenerse en medio de la calle y explicarle los sentimientos de muchos ciudadanos. Yo, en realidad, lo haría en forma de unas cuantas preguntas. Helas.
Saturday, November 14, 2009
"Acabarán con la familia". Como tantas veces sucede, se confunden causas y efectos. Sea o no deseable la subsistencia del modelo tradicional de familia, el problema no es que facilitar la libre disolución del matrimonio vaya a romper aquel modelo, es que hace mucho tiempo ya que la sociedad dejó de estar preparada para soportar los rigores de aquella cultura que, entre otros méritos, se sustentaba desde el principio patriarcal de sumisión de la mujer. Quienes siempre vieron con malos ojos los procesos políticos de emancipación femenina no se equivocaban cuando advertían que el feminismo pondría en crisis el matrimonio. Es lo que tiene la libertad, que se pone más difícil eso de obligar a alguien a hacer lo que no desea hacer. En cuanto a la familia... Me cuesta ver que quien decide disolver un vínculo que convierte una casa en un infierno cotidiano o quienes pelean por casarse y adoptar un niño siendo dos personas del mismo sexo sean los que van a acabar con la familia. Más bien creo que aquel votante de Fraga con vocación de terrorista moral que me dijo hace veinte años eso de "¡quien se equivoque, que se joda!" es el que pincha el globo de cualquier ilusión matrimonial.
Puedo insistir, llenar de razones al que abandona, seguir poniendo peros a la banalización que algunos fanáticos hacen al usar continuamente la palabreja de marras. Pero no, no voy a hacerlo porque, pese a todo, la traición se da. Y es terrible.
En los últimos tiempos no paro de encontrarme situaciones en que internet alimenta procesos de traición sentimental especialmente oprobiosos. No es culpa de internet, desde luego, pero repugna que alguien confíe sobre la pantallita de marras insultos y burlas terribles a un tercero sin rostro contra la mujer que, tras acostar al niño, le está preparando una tortilla a cuatro metros. Con o sin ordenador, es terrible que uno prepare durante meses el terreno para edificar su vida próxima junto a alguien "menos aburrido" mientras el otro permanece ignorante de que se trama su ruina y, en muchas ocasiones, su deshonra. Es desalentador haberse trabajado el amor durante años y años para que de pronto el primer recién llegado con cara de gilipollas se convierta en objeto de toda la pasión que uno se ha pasado años pidiendo sin éxito.
"Nuestros cónyuges no nos comprenden". He escuchado mucho esta frase entre amantes adúlteros. Pero nuestros cónyuges, en realidad, nunca nos comprenden. No saben lo que nos molesta que pongan mala cara por que su padre está en el hospital justo el día en que venimos contentos del trabajo, no saben cómo sufrimos porque no les gustan las mismas películas que a nosotros, no tienen ni siquiera la delicadeza de poner buena cara después de que miremos a la vecina con cara de "está más buena que tú". No nos comprenden, y para colmo, si les dejamos por un tercero, se pasan meses y meses llorando por las esquinas, para ponérnoslo difícil, qué cabrones son los cónyuges. Pero, ¿qué nos habíamos pensado que es esto del amor de lo que con tanta seriedad hablábamos cuando decíamos que duraría para siempre? Tenemos tanto derecho a amar como a dejar de hacerlo, no he hecho otra cosa en este artículo que intentar demostrarlo, pero dejar tirado en la cuneta a alguien que cumplió con el compromiso de lealtad que le exigíamos con vehemencia y que nosotros mismos hemos roto es terrible, no es un juego que se soluciona con un acuerdo favorable de divorcio.
La "biografía singular", concepto de moda en esa sociedad cada vez más entregada al culto al individuo -acaso porque no le queden otras cosas- colisiona cada vez más contra el viejo mecanismo de identificación suministrado por la familia. En un momento en que los hijos parecen ya convertirse en el último reducto de identidad emocional permanente, ¿será que la pareja se ha convertido definitivamente en una utopía? Vivimos en una sociedad que ha sustituido las viejas certezas por una interpretación del hedonismo en clave consumista. ¿Qué nos hizo pensar que la pareja se libraría de ser una mercancía más? Y como todo producto, aquel al que creemos amar puede ser devuelto si no nos satisface. Todo, también el amado, pasa a tener la fecha de caducidad escrita en la nuca.
Me preocupa poco si alguien confunde este mensaje con las cruzadas de los obispos contra el libertinaje y el desorden moral. No es mi matrimonio lo que pretendo proteger de los vientos de divorcio que soplan a norte y sur mientras el sol asoma con timidez en esta fría mañana. Es mi honor.
Friday, November 06, 2009
2. EN LA MUERTE de Claude Levi-Strauss... indulgencia para quienes, al enterarse, dicen eso de "pero ¿es que todavía estaba vivo?". Un hombre puede morir de vejez y, sin embargo, pertenecer a la generación posterior a la del anciano que agoniza al mismo tiempo en la habitación de al lado. El momento de máximo esplendor y poder del autor de Le pensament sauvage en París, más concretamente en el College de Francia, está tan lejos ya en el tiempo, que cuesta imaginar que un hombre haya sobrevivido tanto tiempo al declive de las propias ambiciones. La de Levi-Strauss es un biografía muy siglo XX. Judío belga y francófono de origen, se formó en La Sorbona, en la que ya empezó a trabajar como agregado con la edad de un inexperto estudiante. Después vinieron los nazis y los problemas serios. Huyó y alimentó su docencia como antropólogo en la Universidad de Sao Paulo pasando largo tiempo en el Mato Grosso junto a distintas tribus amazónicas. Pasó a Nueva York y, finalmente, para cerrar el círculo, todavía con todo por llegar, regresó a París, donde su trayectoria termina convirtiéndole en una de las mayores autoridades de la historia del pensamiento francés contemporáneo.
Insisto, no se trataba sólo de respetar a los indígenas -esos llamados "pueblos sin historia"-, aunque haya algo de eso en la herencia de este antropólogo. Sólo al regreso de la estancia entre esos hombres que llaman "estúpido" a quien no va tatuado, o ritualizan el nacimiento o la muerte como parte de un ciclo simbólico que nada tiene que ver con nuestra imagen científica del mundo, llegamos de verdad hacernos idea de lo que realmente hemos ganado: ahora puedo observarme a mí mismo como miembro de una "tribu", pueblo primitivo o salvaje en cierto modo, puesto que lo que entendí como "verdad objetiva", visión literal de lo real, se articula sin embargo como una densa red simbólica tan sometida al influjo de los mitos, los chamanes, el intercambio ritual o las fuerzas del destino como el de los nambikwara.