Friday, April 30, 2021

LA MIRADA DE FRANCES

 


El anarquista que llevo dentro sucumbe con facilidad a la tentación de alejarse de la refriega electoral. 


Ayuso, ay... Me cuesta mucho entender por qué a tantos madrileños les gustan estos personajes que parecen sacados de una sit com. De hecho, cada vez que la moza aparece intentando poner cara de emoticono para anunciar que ella representa "la Libertaz frente al comunismo", uno presiente la carcajada del público. Y si Ayuso es la tonta, Monasterio es la mala... esa amiga mezquina, desalmada, envidiosa e intrigante que no dudara en robarle el novio a la protagonista en cuanto se descuide. No es difícil preferir a sus oponentes. A Gabilondo, pese a su aire de ser el hombre del traje gris, le respeto ética e intelectualmente; la candidata de Más Madrid parece presentable... En cuanto a Iglesias, no digo nada a su favor que luego algunos de ustedes me niegan el saludo. Quisiera entusiasmarme, pero tras el escenario no parece haber gran cosa... Hay que resistir al fascismo y todas esas cosas, muy bien, pero, qué quieren, me estoy haciendo mayor y cada día estoy más convencido de que esperar gran cosa de la política es de ilusos. 


Vale, ya he lanzado el preámbulo pesimista. Voy teniendo años, creo que al menos me he ganado el derecho a ser escéptico. Y sí, me encuentro algo cansado. No es grato arrimarse a la vejez con la sensación de que la humanidad no escarmienta y que problemas que parece fácil solucionar con un poco de buena voluntad permanecen enquistados. 



Pero no me rindo, voy a intentar explicar por qué creo, pese a todo, que hay que parar a los malos y que ahora mismo el asunto pasa por las urnas. En otras palabras: los madrileños sensatos deben evitar que gobierne la ultraderecha. Habla Ayuso de "perder el miedo", obviamente en relación a la más que probable circunstancia de que le toque gobernar con Vox. Les diré por que creo que hay razones para el miedo... además de para el asco, claro.


Olviden por un momento todas las soplapolleces del Madrid de Ayuso sobre la felicidad de tomar cervezas, no encontrarte con tu ex o vivir "a la madrileña" (?) Fíjense en el cartel electoral de los próximos socios de Ayuso para gobernar Madrid: "Un mena 4700 al mes; tu abuela, 400 de pensión". Lo que dicen no solo es mentira, sobre todo es repugnante porque constituyen una invitación al odio, ese odio que los reaccionarios acostumbran a encauzar hacia los más débiles. Lo curioso es que la mentira no está en lo de las pensiones, hay muchas pensiones de miseria en este país; lo repugnante es que un aspirante a gobernante explique semejante injusticia por el supuesto de las ayudas a la inmigración, que él sabe que es falso, pero que está en lo más sucio de la mente de los ciudadanos más furiosos. 


No sé si conocen el chiste. En plena noche un tipo pierde las llaves. Se pone a buscarlas bajo una farola. Su acompañante le indica que no entiende por qué las busca ahí, pues es evidente que no están en ese lugar. El primero le contesta que ya lo sabe pero que prefiere buscarlas bajo la farola, pues ahí al menos hay luz. Podría decir que tras el fascismo solo hay odio, violencia, racismo... Pero no daríamos con la solución aseverando tales cosas, pues por más que sean verdaderas, lo que inclina a muchas personas no necesariamente malvadas a votar a gente como Ayuso o Monasterio no es la crueldad o la falta de humanitarismo, sino la angustia que produce no entender lo que pasa y saber que los ultras, al menos, te dan respuestas cómodas y comprensibles... ¿Falsas? Claro, los menas no tienen la culpa de que las cosas vayan mal para la mayoría. Como tampoco las feministas, ni los gays, ni los catalanes, ni siquiera el sabihondo de Pablo Iglesias. Pero es esto lo que significa la posverdad: no quiero que me digan que las cosas son complicadas, votaré a quien me diga que son sencillas, aunque sepa en el fondo que mienten. Las llaves no están bajo la farola, pero solo quien me permite ver con claridad, aunque sea la nada, está cuidando de mí, pues al menos me dice lo que quiero oír.  



Es más fácil decir que está bien ir de putas, quemar gasolina y quitarte la mascarilla cuando te salga de los cojones que invitarnos a prescindir del automóvil para luchar contra el cambio climático, multarte por no guardar las precauciones sanitarias o atender los derechos más básicos de extranjeros que llegan huyendo de guerras exóticas. Siempre fue más fácil ser un reaccionario. Pero, verán, ayer vi "Nomadland"... Quizá no venga al caso. Pero lo que esa maravillosa película te está explicando es que las cosas son difíciles, que la vida en común es un laberinto, que debemos construir entre todos y con penosos esfuerzos las condiciones de una vida digna, que los verdaderos héroes están a menudo donde menos esperamos encontrarlos, que no es fácil identificar a priori a quienes habrán de ser tus aliados ni a quienes serán tus enemigos, que el camino es largo y espinoso, que nunca estamos seguros...


Miro al rostro silencioso de Frances McDormand rodeada por todos esos ancianos que han tenido que abandonar sus casas, nómadas de América que se ayudan y animan unos a otros tratando de sobrevivir a duras penas en medio de un capitalismo feroz y criminal que los ha abandonado a su suerte... Que lejos está la profundidad de esa mirada de Ayuso y Monasterio... qué lejos, Dios. 



Saturday, April 24, 2021

LA SUPERLIGA EUROPEA

 


No debería sorprendernos que los malos actúen como lo que son. Otra cosa es que todos sepamos identificarlos. Y disculpen la soberbia, pero yo supe desde el primer momento que lo que fuera bueno para Florentino Pérez sería malo para mí y, por ende, para la inmensa mayoría. Lo laberíntico del enjambre humano es que si el Tito Floren se presentara a unas elecciones generales probablemente las ganara. Yo ni siquiera estoy ya seguro de que sea un tipo inteligente o de que lo haya sido alguna vez. En sus últimas declaraciones al hilo del escándalo de la Superliga argumenta con poca fluidez y adopta cierta irritabilidad paranoica ante el entrevistador, sea quien sea, como si cual Kublai Khan imaginara que dar cuenta pública de sus actos es una concesión fastidiosa y que probablemente no nos hemos merecido. 


Entiendo que se le tenga miedo. Como para no tenerlo, habida cuenta de las atrocidades que es capaz de perpetrar, incluyendo terremotos en la costa de Castellón, por cierto con absoluta impunidad. Pero ese miedo arrastra también una consideración errónea: si está donde está es porque es un genio… Falso, si evaluáramos el nivel de inteligencia de muchos de los habituales de la Lista Forbes nos sorprenderíamos… Y acaso nos diera para reflexionar sobre el valor de la promesa meritocrática del capitalismo contemporáneo: los actuales dueños del mundo son, en muchos casos, absolutos irresponsables sin empatía ni más dios que la codicia. Con eso y con la evidencia de que la ancianidad no sienta bien a muchos, se explica el dislate del dichoso invento futbolístico. 



Hay que cargarse mucho cinismo a las espaldas y suponer una profunda estupidez en la audiencia para difundir la especie de que un proyecto de secesión de las élites como la Superliga europea es en realidad un operativo para “salvar el fútbol”. El razonamiento, no por habitual en estos casos deja de evidenciar una profunda zafiedad: si los ricos nos enriquecemos todavía más, los pobres se terminarán beneficiando por "capilaridad". Y si no, tranquilos, nosotros seremos solidarios y dejaremos caer alguna limosna. Capitalismo compasivo llamaba a este truco barato aquel prodigio intelectual del reaccionarismo llamado George Bush jr. 

 

El periodista Vicente Verdú dijo hace dos décadas que Florentino Pérez había inventado el Madrid de la posmodernidad. El club no se debía ya a sus seguidores, esos que llenan el campo y compran el AS... ni siquiera tenía que esforzarse por estar a la altura de su leyenda. El Madrid es una “lovemark” y el objetivo no es otro que explotar económicamente la magia del logo. Como tantas otras majaderías del neocapitalismo, se trataba de consagrar la plutocracia y consolidar las estructuras de reparto de dividendos que hacen ricos a intermediarios, agencias de representación, banqueros y medios de difusión… Se trataba en suma, de asumir hasta las últimas consecuencias que el fútbol ya no es otra cosa que un negocio.

 

El objetivo de la Liga Europea, que no por casualidad llega en un momento crítico para la viabilidad financiera de los clubs, no es otro que separar definitivamente a las grandes franquicias del fútbol de los clubs locales. Da igual que te llames Atlétic de Bilbao, tu historial sea admirable y tengas una repercusión social considerable… Has de ser abandonado a tu suerte porque no se sabe que tengas millones de  seguidores en Asia, donde solo quieren comprar los partidos del Barça y el Madrid. Con la Superliga, no es solo el organigrama de la UEFA lo que resulta devastado, son los clubs de fútbol en general los que quedan automáticamente relegados a la ruina y a la insignificancia.


Les alabo el gusto si desprecian el fútbol, aunque hay cosas peores que aficionarse a este juego al que algunos les debemos algunos de nuestros más hermosos recuerdos infantiles. He jugado al fútbol en solares infectos, en el patio de un colegio donde se disputaban seis partidos a la vez y tenías que esquivar balonazos de enfrentamientos que no eran tuyos... he jugado en parques de donde te echaban, en campos de tierra, en la calle -donde parábamos el match para que pasara el automóvil de turno-. El recuerdo de mis visitas con mi padre y mi abuelo a Mestalla forman parte imprescindible de mi educación sentimental. Tengo grabada a fuego la mirada eufórica de Kempes a la grada celebrando un gol a tres metros de mí... tanto como la frustración de ver a Iríbar parándoselo todo al Valencia para que el Atlétic se llevara el triunfo de Mestalla. 


Entiendo perfectamente que haya un grupo de facebook llamado "Odio el fútbol moderno", con el cual he colaborado en distintas ocasiones. Sospecho que hacerse mayor consiste en eso, que cunde en lo más profundo de tu alma la desafección por cosas que has amado y a cuyo deterioro asistes impotente. Que el fútbol se vaya a la mierda por culpa de sujetos como Florentino Pérez, y los muchos que le creen, no es demasiado preocupante... solo es un juego insignificante. El problema es que veo que esa secesión de las élites de la que se ha convertido en adalid es todo un signo de los tiempos. 


Dicen que es cuestión de tiempo que los trasatlánticos del fútbol europeo terminen formando una gran liga europea que, obviamente, herirá de muerte a todas las competiciones nacionales, empezando por la liga española, cuyos históricos clubs se marchitarán en la insignificancia. Curiosa manera de entender el patriotismo la de algunos reaccionarios, esos que inflaman el pecho con la bandera y la Corona pero en cuanto pueden arruinan a sus compatriotas, por ejemplo esquivando impuestos o, como en este caso, haciendo trampas y reventando el mercado para no tener que competir con las demás empresas nacionales. 


Pues será así, pero no es fácil que Floren lo disfrute. Esta vez ha  perdido y ya es muy viejo. Se siente.  

Friday, April 16, 2021

TODO IBA A SALIR BIEN


Reconozcámoslo, nos están dando por todos lados y hay momentos en que no sabemos ni por donde nos vienen. No me quejo, yo tengo suerte, no voy a entrar en un ERTE y, a día de hoy, no he contraído la dichosa plaga. Pero no estoy hecho de chapa: los tiros pasan cerca, biografías que parecían bien encarriladas se caen a pedazos a tu alrededor... Siempre vimos colas del hambre, pero no imaginábamos a ciertas personas -esas que decimos que "son gente normal, como nosotros"- formando parte de ellas. 

 En estas horas arrastra alguna connotación sarcástica aquella frase que las familias con niños dibujaban en grandes carteles para colocarlos en los balcones y contagiar su esperanza a los conciudadanos: "Todo va a salir bien". El optimismo es a veces necesario, pero si carece de fundamentos serios termina produciendo el efecto opuesto al que pretende: cuando la realidad te atropella, lo que se enseñorea del territorio es el sentimiento de impotencia. 


Hablaba Gramsci del pesimismo de la realidad y el optimismo de la voluntad. Me pregunto si no hubiera sido más honesto evitar las apuestas tranquilizadoras y tan solo proponernos a nosotros mismos hacer todo lo posible por resistir, aunque solo fuera para que el desastre no alcanzara proporciones cataclísmicas... Algo así como lo que dijo Churchill cuando Hitler lanzó sus aviones a bombardear Inglaterra: "We will defend our island". Es eso, se trata de encontrar las fuerzas y la determinación para afrontar valerosamente como colectivo el envite de un enemigo encarnizado. 


El problema es que Churchill disfrutaba de una certeza de la que nosotros carecemos: una nación unida, una colectividad perfectamente cohesionada bajo un objetivo común y con la firme determinación de arrimar el hombro para salir adelante, todos juntos, frente a un enemigo cuyo poder de destrucción nadie titubearía en reconocer. 


Temo que, más allá de slogans de optimismo, nada de todo aquello nos asista ahora mismo. Ante el circo montado por la partidocracia, con sujetos espantosamente zafios chapoteando en el barro de la contienda por el poder, me pregunto si tenemos derecho a esperar de los gestores de la pandemia algo más que palos de ciego y guerrillas de rapiña.

Sé, no obstante, que gobernar una situación tan imprevista y compleja es difícil. Casi tan difícil como conducir a una ciudadanía a la que le sigue costando horrores entender que estamos en guerra. Sí, en guerra, han oído bien. Hace un año se extendió la idea de que la terminología bélica era  poco recomendable para afrontar la pandemia. Yo no le veo nada de malo; al contrario, es esclarecedora. El enemigo planea destruirte; hay personas que trabajan sin descanso para contenerlo y, si es posible, acabar con él; el esfuerzo de cada ciudadano pasa a sustentarse en un plan solidario; las instituciones deciden bajo la amenaza y la urgencia; tus hermanos caen bajo el fuego enemigo; gestionamos el miedo e incluso la nostalgia de aquella normalidad a la que ahora soñamos con regresar...



Podemos seguir creyendo, como lo veníamos haciendo desde los años noventa, que esto es un "sálvese quien pueda" y que, como decíamos de críos, "el que no se ha escondido tiempo ha tenido". Pero la cruda realidad hunde en el más espantoso de los ridículos esa ficción del individualismo en la que nunca creyeron ni sus más ardientes defensores, entre otras cosas porque para defenderse solo de verdad hacen falta muchas más agallas de las que la mayoría tenemos. Puestos a hacer el ridículo, podemos también prestar oído a las majaderías del panoli narcisista de Miguel Bosé o las bravuconadas de los ultras. 


La historia demuestra que, desgraciadamente, los seres humanos necesitamos una gran convulsión para reaccionar como sociedad y coger por los cuernos el toro de las amenazas que pueden exterminarnos. Ojalá la pandemia sea suficiente. 



Fuiste libre hasta el último instante. Por eso y por tu generosidad te quisimos tanto.

Wednesday, April 07, 2021

DIAKHABY


El asunto se explica rápido. Una insignificante refriega en el área genera un  intercambio de palabras entre el jugador del Cádiz Cala y el valencianista Diakhaby. Repentinamente, y ante la sorpresa general, Diakhaby parece enloquecer y sale disparado hacia Cala generando una trifulca general que acaba con el Valencia en el vestuario y negándose a continuar el partido. Finalmente, y tras las advertencias arbitrales, el grupo regresa al terreno de juego y la contienda prosigue, aunque ya sin Diakhaby, que ha sido sustituido por su entrenador. 

Cualquiera que haya jugado al fútbol, aunque sea mal, como en mi caso, sospecha que Cala miente. Es inimaginable que Diakhaby monte semejante circo para conseguir no se sabe muy bien qué... tanto como que ande tan duro de oído como para confundir "Negro de mierda" con la frase que Cala dice haber pronunciado: "Déjame en paz". De ser así, y hallándome yo en el lugar del acusado, no tardo ni dos minutos en comparecer ante los medios para defender mi honor, que acaba de ser manchado para siempre por unas acusaciones muy graves. Sorprendentemente, Cala tarda dos días en comparecer con su versión, de lo cual algunos maliciosos deducimos que es el tiempo que necesitaba para asegurarse de que no iban a aparecer imágenes que permitieran leer sus labios. 



Creo en la presunción de inocencia y -en esto sí que no tengo duda alguna- ningún tribunal puede condenar sin pruebas, ergo Cala debe salir impune de su affaire con Diakhaby, al menos mientras no se encuentren evidencias de que profirió el insulto en cuestión. No debemos confundirnos aquí. La presunción de inocencia prevalece siempre ante un juez.  Pero esto no es óbice para que yo, como simple ciudadano, tenga derecho a expresar mi creencia de que Diakhaby no miente... Es el mismo derecho de este ciudadano a no quedar indefenso ante una agresión que afecta a derechos humanos básicos. De igual manera que una mujer que denuncia una agresión machista que no puede probar tiene derecho a ser creída y acompañada, me siento perfectamente autorizado para decirle a Diakhaby que no está solo y que la lucha contra el racismo es una causa noble a la que hay que entregarse de forma incansable. 


Bien. Y ahora acudo a las cuestiones que se agitan en el trasfondo y que explican por qué hay tantos que se agitan con furia ante el escándalo que, con su reacción, ha provocado Diakhaby. 


En los años noventa, el actor Charlton Heston, por aquel entonces Presidente de la norteamericana Asociación del Rifle -una institución muy edificante y seguro que repleta de buenos norteamericanos- aseveró que "La corrección política está destruyendo a América". 



Yo no tengo ninguna duda de que tenemos un problema con la corrección política y sus excesos, algunos verdaderamente ridículos y gestados por almas cursis y políticos oportunistas. Pero, verán, esto es como lo de los ecologistas. Algunos son muy pesados, pero mucho me temo es que el problema del mundo no son los ecologistas atorrantes, sino el cambio climático, la feroz deforestación, el deterioro de la calidad del aire, la masiva extinción de especies, la crisis de la biodiversidad, la destrucción de los océanos... De igual manera, mucho me temo que el problema de América no son los pacifistas que piden al Gobierno la restricción del uso de armas. Los problemas son la violencia, el racismo, la desigualdad... Supongo que se ve a donde voy a parar. Pretender que en el escándalo del estadio Carranza hay una serie de sobreactuaciones oportunistas, con políticos incluidos, que Diakhaby es un "llorón" y que, en definitiva, los delirios de la corrección política llevan situaciones "cotidianas e insignificantes" a los extremos de la histeria, implica pasar por encima de un drama social cuyas implicaciones no llegamos a entender por completo porque no nos toca sufrirlas.


Claro que uno siempre puede no sentirse aludido y quedarse tan feliz. El racismo tiene la singularidad de ser una de esas lacras que uno tiende a ver siempre en los demás. Quizá porque en el fondo lo que la gente odia en ciertas etnias no es su tono oscuro, sino lo que se asocia a ella, la pobreza, esa que no afecta a Diakhaby pero sí a tantos que tienen a nuestros ojos su mismo aspecto. Pero el racismo existe. Está en esas siniestras concertinas que Rajoy le puso a la valla de Melilla, en la asquerosa palabra "panchito" con la que algunos denominan a los sudamericanos o en la evidencia constatable de que son en gran medida mujeres inmigrantes las que, sin contrato y a bajo precio, están cuidando de cientos de miles de ancianos en España.   


Seguramente la realidad no da para el optimismo, casi nunca lo hace. Pero, al menos, creo que Diakhaby y sus compañeros nos han enseñado algo: la violencia y el fascismo no se combaten solo con slogans publicitarios más o menos ocurrentes... 


Hay que actuar. Y eso requiere atrevimiento. 


 

"SON TODOS UNOS TRUHANES"


 "Son todos unos truhanes", dijo de los políticos Juan Antonio Rallo, un neoliberal español con muchas presencias en las noches de La Sexta. La afirmación refleja un estado de opinión muy extendido entre la ciudadanía, especialmente en los sectores más conservadores. Cuando a un facha le fallan esos políticos a los que vota cada cuatro años con la fidelidad de un soldado, entonces arguye que la política es un lodazal, lo cual no le hará cambiar de voto en los siguientes comicios, salvo que, como últimamente sucede, le dé por votar a unos todavía más reaccionarios. 


Este mecanismo mental tiene causas profundas. Para los autodeclarados "liberales", la sociedad civil -que ellos asocian al parque empresarial y al mercado libre- es el círculo virtuoso desde el que se construyen la prosperidad y las libertades. Más allá de ese espacio arcádico solo están los burócratas, los sindicalistas y los políticos, un hatajo de chupópteros entregados a la teta de Papa Estado cuyo único objetivo es medrar y que se dedican a trabar el comercio con laberínticas regulaciones. Como siempre han dicho los Republicanos de Norteamérica -por cierto con la paradójica intención de apoderarse de las instituciones públicas- "El Estado es el problema". O también -supongo que lo habrán escuchado- la recurrente frase despectiva referida a "todos esos burócratas de Washington".


 En España tenemos versiones muy castizas del asunto. Franco por ejemplo aconsejaba hacer como él, es decir, "no se meta en política". O aquello que de vez en cuando nos recuerdan los patriotas del Poema de Mío Cid: "Qué gran vasallo si hubiera gran señor"... Es como decir que nuestros gestores jamás estuvieron a la altura del honesto y esforzado ciudadano. La caracterización del viril novelista Pérez Reverte de su héroe de los Tercios de Flandes, el Capitán Alatriste, navega por esos derroteros... A los españoles nos encanta creer que la culpa de los males históricos de la nación la tienen los capataces, apoderados y mandarines, entregados a la rapiña de la riqueza que el heroico pueblo celtibérico genera por doquier.  


Todo esto es, obviamente, una falacia, y además una falacia cutre.  No estoy diciendo que los líderes no hayan sido a menudo un hatajo de indeseables; no hay más que pegarle un vistazo al papel de la aristocracia o el alto clero en el desenvolvimiento histórico del país. Lo que yo digo es que es tramposa y oportunista la especie de que el Estado es el problema. El Estado funciona regular y a veces mal, pero si hay algo peor que un Estado que flojea en sus obligaciones es un Estado inexistente. En otras palabras, sin instituciones no podríamos vivir. Y las instituciones requieren gestores. Cuando estalla una crisis -lo hemos visto en las dos últimas de las que no terminamos de salir- los mismos oligarcas financieros que acusaban al Estado de de ser una carga insoportable para sus actividades, acudieron lloriqueando histéricos a él para que les rescatase de los desmanes que ellos mismos habían llevado a cabo. Y ya saben lo que eso significa: se quedaron con una monstruosa cantidad de nuestro dinero después de haber sido ellos mismos quienes provocaron el desastre, cual no les impidió, con una desfachatez tremebunda, advertirnos después que "vivíamos por encima de nuestras posibilidades".

 

Hay otra razón, ya que hablamos de Franco. La derecha española jamás ha aceptado incondicionalmente la democracia. Los conservadores españoles son franquistas o post-franquistas porque lo son sus electores. Esta determina una tendencia viscosa a no aceptar más que a regañadientes la discrepancia y a considerar el poder político como un patrimonio propio, lo cual explica por qué cada vez que la izquierda gobierna ejercen una oposición feroz y desleal, sirviéndose además del mal estilo parlamentario -¿no erais tan "caballerosos"- y convirtiendo en ideólogos de cabecera a auténticos pitbulls mediáticos como Federico, Inda y otros de similar pelaje. 


Voy a las conclusiones. Soy perfectamente consciente del callejón sin salida a la que parece conducir mi argumentación: los políticos profesionales, y tal cosa afecta tanto a la izquierda como a la derecha, suelen ser lo peor de cada casa. Cuando en el ámbito reducido de localidades donde he vivido o trabajado, observo la trayectoria que algunos políticos han llevado desde jóvenes, la impresión pesimista se confirma: las organizaciones partidarias están sometidas a un stablishment despiadado que tritura a las personas honestas y a los librepensadores. Esto es lo que los neoliberales no dicen, pues les interesa deteriorar la imagen de la política, pero los partidos funcionan como corporaciones perfectamente adiestradas en la lógica de la competencia, el marketing y la jerarquización de las instrucciones... vamos, que la lógica del mercado que tanto gusta a aquellos es lo que, por desdicha para la democracia, construye la lógica de la contienda política, convertidos los partidos en organizaciones con un único fin, que no es la representación de la ciudadanía ni el gobierno justo de la polis, sino su propia autorreproducción en tanto que empresa que otorga puestos de trabajo. 


Lo he contado muchas veces. He tenido miles y miles de alumnos a lo largo de mi trayectoria profesional. Desdichadamente no son los mejores de entre todos ellos los que han hecho carrera política, y los que sí lo eran y lo intentaron, salieron espantados del trance. Eran personas honestas, creían -con razón- que desde la política se podía trabajar por la justicia social. Salieron aburridos del laberinto, o los echaron a codazos porque estas organizaciones están repletas de personas mediocres, mezquinas y con proyectos personales perfectamente tramados cuyo fin es, en el mejor de los casos, obtener fama, poder y fortuna, y en el peor, vivir sin trabajar. 


Insisto, ¿cómo salimos de esta lógica sin duda deprimente? Es más deprimente todavía cuando observamos que la misma atraviesa las filas de infantería de los partidos se encuentra por doquier en otras muchas organizaciones, a veces hasta las más básicas y pedestres. Les sorprenderá lo que voy a decirles, pero yo he visto manejos muy turbios en sindicatos, en asociaciones de vecinos, en clubs excursionistas, en asociaciones de padres de alumnos, en colegios... Estamos como ciudadanos absolutamente expuestos a la picaresca de quien, sin ningún escrúpulo, se presenta en el lugar oportuno para apoderarse del cargo que los demás no queremos ocupar... Y ahí es donde empieza el mal, pues al dejar la gestión de lo que a todos nos afecta en manos de un buscavidas, es cuestión de tiempo -de muy poco tiempo a veces- que le dé por poner la mano para sacar tajada. 


Hay un primer amago de solución, o por lo menos, una forma de enfrentarse al problema sin desviar atenciones: debemos dejar de votar a partidos que normalizan la corrupción. Pensarán ustedes que me refiero al PP. Y sí, este es un partido que, al menos en sus delegaciones de Madrid o Valencia, debería haber sido impugnado jurídicamente en su totalidad, por haberse convertido en una organización destinada al bandidaje. Pero pienso también en el PSOE de los peores tiempos del felipismo o, más recientemente, en el de Andalucía, si bien el abandono progresivo de sus electores es ya una parte de la justa penitencia. 


El problema es que no basta con una decisión ante la urna. Debemos exigir cambios muy profundos en los reglamentos que regulan las organizaciones de representación. Pienso en cuestiones como las listas cerradas o la elección de los tribunales, entre otras muchas. Pero quiero ir a parar a otra cuestión más profunda, casi antropológica, pues tiene que ver con la cultura democrática de este país, que intuyo es todavía bastante inmadura, desdichadamente. 


A lo largo de mi vida he ejercido cargos de representación unas cuantas veces. Siempre fue sin vocación y sin la más mínima esperanza de obtener el mínimo bienestar personal. En este país es casi suicida ostentar alguna representación porque los supuestamente representados unen la comodidad de dejar que sea otro a una  actitud de sospecha permanente hacia el elegido, a veces con más saña en la medida en que dicha persona es más honesta y bienintencionada. 


Viene ahora la conclusión: debemos ocupar los cuadros de mando. No hablo de hacerse profesional de la política, ni de la dirección de escuelas e institutos, ni de la condición de liberado sindical...Hablo de que, temporalmente, todos debemos aprender lo que significa gobernar, por pequeño que sea el espacio que gobernamos, y no hay otra manera de hacerlo que cargando con la responsabilidad correspondiente. 


Perdonen si adopto un estilo simplista y casi bíblico, pero esto es en realidad muy sencillo: no podemos dejar los cargos en manos de los malos. Ya sé que, en mayor o menor medida, nadie somos santos, pero yo creo que ustedes me entienden. En el mundo hay aprovechados profesionales, manipuladores, demagogos, pícaros y buscavidas de toda ralea que deambulan por ahí a la espera de encontrar una organización de incautos dispuestos a pagar a alguien por asumir la responsabilidad y a mirar a otro lado cuando empiecen las corruptelas. Si esperamos que los hijos de perra desaparezcan de la Tierra estamos aviados. 


Lo siento, hay que derrotarles.