Thursday, October 22, 2020

"DERECHITA COBARDE"


 Lo lamento por sus numerosísimos detractores y por algún amigo que ya he perdido por defenderle, pero Pablo Iglesias vuelve a tener razón: la culpa del ascenso de la ultraderecha la tiene, al menos en parte, el Partido Popular. 


Nada que objetar al comportamiento de Casado y su gente en relación a la moción de censura. Entendieron desde el principio que no iba contra el Gobierno sino contra ellos. Dado que la relevancia política del acontecimiento era nula -al menos si entendemos como político lo que afecta a los ciudadanos y no al interés de los partidos- no había otra que menospreciarlo en público y esperar a que escampara pronto y con las mínimas consecuencias. 


Nadie sino el PP podía salir perjudicado por estos días que han sido todavía más esperpénticos de lo que esperábamos. Sánchez sale reforzado mientras hay dentelladas en la derecha por encabezar la oposición, Iglesias revitaliza su perfil guevarista de luchador contra el fascismo y Abascal conforta a sus votantes demostrándoles que es igual que ellos, es decir, un tarugo. Solo el PP sufre con la comedia bufa de esta semana, y no le ha ido peor porque Casado ha entendido a tiempo, como advertimos en su discurso del jueves, que o marca las distancias con Vox o le hacen la pinza. 



Este procedimiento de pura supervivencia no salva a su partido, sin embargo, de las responsabilidades respecto al crecimiento de la bestia. O acaso no sea exactamente su partido, sino más bien la derecha española en general, la que debiera hacer un examen de conciencia respecto a la amenaza de que un grupo hostil a la democracia llegue a convertirse en una seria alternativa de poder. Alguien me podría decir que esto no ha ocurrido antes porque, en realidad, el PP contenía a esa derecha cerril, civilizándola en valores democráticos básicos y limando sus peores aristas. Esta hipótesis tiene a mi entender las mismas posibilidades de acierto que la contraria, es decir, que el PP ha mantenido en su seno el franquismo residual, protegiéndole de la extinción. 


En uno u otro caso, creo que estamos en un ciclo nuevo. A la sombra de Abascal se reaniman algunos viejos fuegos de nostalgia franquista, no hay duda. Pero el contexto es completamente diferente al del 23F y los nuevos incendios obedecen a causas nuevas, causas por cierto muy próximas a las que han animado a la derecha extrema en otras naciones europeas. 


De esa mutación, que afecta a todos los ámbitos de la sociedad y que no es nacional sino global, no tiene la culpa el PP. De lo que sí la tiene es de haber creído que podría usar ese nuevo impulso reaccionario en su favor, de ahí los numerosos pactos con Vox en diferentes gobiernos autonómicos y consistoriales. Ese cortoplacismo que lleva a obtener el poder donde sea y como sea, y la miopía estratégica de quien no ve que da de comer al monstruo que ha de devorarlo, lleva a la derecha a la circunstancia actual, la peor en que ha llegado a encontrarse desde los tiempos de Fraga. 



Pero creo que hay algo más, y es bastante siniestro. Si la ultraderecha ha tardado tanto en asomar en España no es porque no existiera, es porque estaba integrada en el sistema. Su electorado vivía satisfecho con los principios del aznarismo, sobre todo desde que don José María empezó a enloquecer y nos condujo a una guerra intolerable junto al zote de Bush. Siempre intuyeron que aquél era el partido de Manuel Fraga... Y tenían razón, la tenían incluso cuando se dedicaron a vender la panoplia del "partido centrado", que era desde luego una mentira pero que les sirvió para recoger a muchos votantes defraudados por abundantes razones con el felipismo.  


El deterioro económico, la revolución en los sistemas de información y comunicación, el proceso catalán, la inmigración o el creciente protagonismo de las mujeres o los homosexuales en la vida del país han propiciado una creciente irritación entre quienes no son capaces de asumir la complejidad de las sociedades contemporáneas. Quizá algunos hayan descubierto en estos días que Vox no tiene una sola propuesta factible o razonable. Ni es posible hacer lo que pretenden ni constituye solución a nuestros problemas. Por eso, si alguna vez alcanzaran el gobierno, no nos sacarían de Europa ni echarían al mar a los inmigrantes, aunque estos sin duda lo tendrían peor de lo que lo tienen. Lo que sí harían es lo que ya ha hecho Trump y lo que, en realidad, siempre hizo la derecha española y, con los matices pertinentes, el PSOE, es decir, proteger el capitalismo corporativo. O, si lo prefieren, el poder omnímodo del IBEX y del sistema financiero. 


Prefiero ver a Casado enviar a la mierda a Abascal que lo contrario. Pero ¿realmente los conservadores españoles están en contra de las ideas de Vox? En eso consiste el examen de conciencia que deben hacer. Otra cosa es que quieran hacerlo. 

 

Thursday, October 08, 2020

LIM


El Valencia es un club de fútbol con un siglo de existencia que despierta pasiones seguramente muy locales pero, acaso por ello, extremadamente exacerbadas. Sé por qué lo digo, he acudido desde los cuatro años a Mestalla y he estado en infinidad de bares donde la tele se corona con una bufanda del murciélago. Lo mío viene de familia, mi abuelo fue una de las celebridades fundacionales del club: un nieto de Arturo Montes deja de interesarse por el fútbol antes que dejar de ser valencianista. Conozco a muchos correligionarios. Y he descubierto que, en realidad, a todos nos viene de familia. Hemos presenciado noches gloriosas y también tumultos incendiarios. Somos, dicen, un pueblo entregado a la pirotecnia, pero yo creo más bien que lo que somos es pirómanos. En un momento de delirio, podemos pegar fuego a lo que más amamos, para de inmediato lanzarnos como bomberos suicidas para sofocar las llamas. 


Hace siete años, el valencianismo vendió su alma al diablo. A diferencia del pacto fáustico, en el cual se salta sin red con todas las consecuencias, las legiones que se entregaron con armas y bagajes a Peter Lim no quisieron asumir que Lucifer viene siempre a cobrar su deuda. El legendario club de la acequia árabe de Mestalla es ahora un ecce homo que se despeña hacia el infierno. Una deuda colosal en medio de una nueva crisis global ha convertido el Valencia en una sociedad anónima financieramente inviable. Si el sátrapa de Singapur aún no ha vendido es porque no hay quien compre semejante ruina. Ante tal escenario, el horizonte no puede ser más negro: ¿ley concursal y embargo de los acreedores? ¿Extinción societaria? 



"El Valencia es demasiado grande para caer", dicen algunos. Paco Lloret, uno de los chotos más razonables que conozco, inyecta ánimos a la tropa recordando que hemos salido de peores: "El Valencia sobrevivió a una guerra, a una gran riada y al descenso a segunda... Sobrevivirá también a esto". Creo que Paco peca de optimista. No sé de ningún gran club europeo que haya desaparecido por una guerra, por un desastre natural o por un fracaso deportivo, pero casos como el del Dnipro de Ucrania, el Parma de Italia, el Magdeburgo de Alemania, el francés Stade de Reims, los escoceses del Glasgow Rangers o, entre nosotros, el Real Zaragoza, demuestran que un colapso financiero sí puede conducir a un club a la desaparición o, en todo caso, a la absoluta irrelevancia. 


La forma más tópica de explicar esta catástrofe es aludir a la negligencia, cuando no a la deshonestidad, de una sucesión delirante de propietarios y gestores dignos de una comedia de Berlanga. La escena ha estado plagada de despilfarradores, megalómanos, trileros, farsantes e incompetentes. No todos los gestores del Valencia han sido nefastos, los ha habido honestos, laboriosos e incluso brillantes, pero han sido minoría porque, por sorprendente que resulte, cuando hombres buenos han dirigido el club siempre han proliferado turbas deseosas de destruirles, a menudo jaleados por algunos voceros mediáticos particularmente abominables. Un mito arrancado del Poema de Mío Cid gusta mucho a los celtibéricos porque les hace creer que son grandes vasallos y que quien no está a la altura es su señor. Pero no es cierto, el señor es un ilustre majadero, pero es el vasallo quien le puso la alfombra roja para que se adueñara del castillo. Este fenómeno en el Valencia no se inventó con Lim. Ya hubo anteriormente indeseables tiranos al timón... destrozaron en el club y eran valencianos; el de Singapur solo vino para liquidar lo que otros ya había dejado hecho jirones. Reconozcámoslo: fue el valencianismo quien aceptó una venta que equivalía a la prostitución del "sentiment" al solaz de un forastero cuyo aval era y únicamente su condición de oligarca financiero. 



Lim es una calamidad, ha mentido en todo, pero los primeros en mentir fueron quienes tanto se esforzaron desde el club por presentar su llegada como "la más grande operación económica de la historia del fútbol mundial". ¿Lo ven? Siempre la misma ridícula megalomanía. 


El futuro es negro, debo ser muy sincero y reconocer que ya no veo solución. Habrá quien siga esperando la venida de otro mesías financiero que nos salve; yo sospecho que antes o después habremos de pensar en la posibilidad de refundar el club. 


Todo esto a la mayoría de ustedes, queridos amigos, no les importa, pues o bien no son del Valencia, o mejor aún, tienen el buen gusto de no interesarse por este asunto tan baladí llamado fútbol. Permítanme por ello una reflexión al margen pero muy vinculado al asunto de este escrito. 



Si consultan wikipedia se harán una idea de cómo alcanzó Peter Lim la fortuna que le permitió aparecer en la lista Forbes de los tipos más ricos del mundo. Singapur, país que algunos consideran admirable por su capacidad competitiva y por su supuesta paz social, es en realidad un ejemplo de Estado autoritario. A lo largo de los últimos trescientos años los apologetas del capitalismo no han dejado de insistirnos en la asociación entre mercado y democracia. Mucho me temo que la emergencia del llamado "modelo asiático" le está dando una peligrosísima vuelta de tuerca a la historia del capital. Nunca fue un camino de rosas, pero si el capital siempre ocultó siniestras prácticas de dominación, el capitalismo asiático -ahora mismo liderado por China- implica el desenmascaramiento definitivo de los rasgos más autoritarios y feudales del juego del dinero.  


¿Saben por qué Peter Lim ha decidido liquidar el Valencia? Porque aún no hemos entendido que no somos eso a lo que se llama el "respetable público"... Somos sus siervos, o eso cree él. 


No sé si se dan cuenta de a qué nos enfrentamos. Lim desaparecerá y le olvidaremos. Es algo mucho más serio que un club de fútbol lo que corre peligro. 

Thursday, October 01, 2020

QUINO O MAFALDA


Diría que Mafalda nos ha dejado huérfanos con la muerte de su creador de no ser porque, en realidad, sus tiras cómicas dejaron de dibujarse hace más de medio siglo, cuando Quino era todavía un hombre joven. Esto no lo sabe mucha gente porque las tiras cómicas protagonizadas por esta niña argentina nos han venido acompañando después de distintas formas, sin llegar nunca a desaparecer del todo. Muchos creían, cuando se encontraban en un diario una tira que no habían visto antes, que era nueva y que Quino continuaba produciéndolas. Curiosamente, y pese a que Mafalda es considerada una de las bestias negras de la siniestra dictadura de Videla, Quino dejó de dibujarla en el 73, cuando, en cualquier caso, Argentina vivía igualmente sometida a uno más de los regímenes militares que han destruido una de las naciones potencialmente más ricas del mundo. Parece atravesar toda nuestra vida, pero, dado que empezó en el 66, puede decirse que tan solo vivió siete años. Antes y después de ese breve periodo Quino dibujó mucho, pero la mayoría solo somos capaz de reconocerle por Mafalda. 



Bien. Lo primero que se me ocurre es una pequeña maldad. Dada la epidemia de tristeza que ha causado en todas partes la desaparición del dibujante, me pregunto si no debería ir siendo hora de que los argentinos redefiniesen seriamente sus contribuciones al resto de la humanidad. La misma tierra donde se venera religiosamente a Perón o a Maradona ha dado a luz a personajes como Borges, Cortázar, Aristarain, Luppi, Darín o Quino. En cualquier caso es un problema que tienen ellos... Quino ya es universal. Y sus dibujos, por cierto, hablan español. 


Lo segundo que me interesa traer a colación es la célebre frase del citado Cortázar cuando le preguntaron qué pensaba de Mafalda: "Lo importante no es lo que pensemos de Mafalda, sino lo que Mafalda piensa de nosotros". Como mago del pensamiento a contra corriente, el autor de "Rayuela" capturó el quid de la cuestión: Mafalda es nuestra propia conciencia, el grito de asombro de aquel niño razonable que aún llevamos dentro ante lo absurdo del mundo que hemos construido como adultos. 



Mafalda mira el mundo con asombro e ironía,  filosofa, se hace preguntas, nos inquiere... También a los gobernantes, pero sin olvidar nunca que el escenario dentro del cual se mueven con tanta desfachatez lo hemos levantado entre todos. Esos gobernantes, amparados en la pueril magia del carisma, son venales, violentos, contradictorios, ciclotímicos... Más o menos igual que quienes les condujeron entre vítores al poder. Mafalda pregunta a los argentinos a qué carajo juegan, qué país quieren construir... Reconoce en su patriotismo desaforado los resortes de una sobreactuación tras la no hay sino el vacío moral, la injusticia, el fracaso colectivo, la traición de la modernidad. Mafalda no entiende a Susanita, que solo quiere ser una fémina como Dios manda y casarse, pero le perdona, no da más de sí. Pero es nuestra conciencia la que en la imagen de Quino no tiene derecho a encontrar paz. 


En cualquier caso, insisto, el país ya no está a tiempo de reclamar la propiedad de Mafalda, pues Mafalda es universal... o mejor: Mafalda encarna las contradicciones y las debilidades de las clases medias del mundo. Nos reconocemos en ella, o mejor, nos reconocemos en Dieguito, en Susanita, en los padres de Mafalda...


Tras la impertinencia, exquisitamente educada casi siempre, nos encontramos la voluntad de comprender... y acaso de perdonar. Mafalda -por contestar a Cortázar- piensa mal de nosotros, pero está dispuesta a ser condescendiente con nuestros pequeños vicios, nuestra cobardía, nuestra torpeza. Mafalda desde su "no puedo entenderos", sabe en realidad muy bien lo que se está cociendo. Su permanente perplejidad responde a que sigamos adelante con ello. 


Dijo Zygmunt Bauman que el mundo contemporáneo había sustituido el dolor de la represión por el de la esquizofrenia, mucho más acorde a la lógica de la posmodernidad. Superado el victorianismo, nuestra neurosis ya no proviene, como antes, de la represión de los instintos, sino de la desorientación, del vértigo que produce no saber quiénes somos. 



No lo saben los argentinos y no lo sabemos los españoles, aunque ambos hemos ganado mundiales de fútbol. Lanzados a una modernidad ultratecnificada, intentamos olvidar cuanto antes que somos dos pueblos de cabreros, falsos hidalgos famélicos que presumen de blasones que nunca tuvieron o que, en todo caso, se acompañaron siempre de hambre, de fanatismo y de violencia. 


Acaso es que aún no hemos aprendido a aterrizar. Es lo que Mafalda diría de nosotros. Me parece a mí, vamos.