Wednesday, December 29, 2021

MIS CIEN PELÍCULAS PREDILECTAS

1.     




    The searchers. John Ford.

2.      El hombre que mató a Liberty Valance. John Ford

3.      El Padrino. (I) Francis F.Coppola

4.      Ciudadano Kane. Orson Welles

5.      El séptimo sello. Ingmar Bergman.

6.      Vértigo. Alfred Hitchcock.

7.      La noche del cazador. Charles Laughton.

8.      Con la muerte en los talones. Alfred Hitchcock.

9.      El Padrino (II). Francis F.Coppola.

10.   Apocalypse now. Francis F.Coppola

11.   Dublineses. John Huston.

12.   Esplendor en la hierba. Elia Kazan.

13.   Sunset boulevard. Billy Wilder.

14.   La vida privada de Sherlock Holmes. Billy Wilder.

15.   El cielo sobre Berlín. Wim Wenders.

16.   Delitos y faltas. Woody Allen.

17.   Blade runner. Ridley Scott.

18.   Sed de mal. Orson Welles.

19.   Encadenados. Alfred Hitchcock.

20.   Los siete samuráis. Akira Kurosawa.

21.   2001, una odisea del espacio. Stanley Kubrick.

22.   París-Texas. Wim Wenders.

23.   Cuentos de Tokio. Yoshihiro Ozu.

24.   Una historia verdadera. David Lynch.

25.   Un lugar en el mundo. Adolfo Aristarain.

26.   Eva al desnudo. Joseph L.Mankiewicz.

27.   El bebé de Rosemary. Roman Polanski.

28.   Salvar al soldado Ryan. Steven Spielberg.

29.   Amarcord. Federico Fellini.

30.   El arpa birmana. Kon Ichikawa.

31.   El mago de Oz. Victor Fleming.

32.   Los contrabandistas de Moonfleet. Fritz Lang.

33.   El verdugo. Luis García Berlanga.

34.   Terciopelo azul. David Lynch.

35.   Ocho y medio. Federico Fellini.

36.   Fresas salvajes. Ingmar Bergman.

37.   Recuerdos de una estrella. Woody Allen.

38.   Million dollar baby. Clint Eastwood.

39.   M. El vampiro de Dusseldorf. Fritz Lang.

40.   Rocco y sus hermanos. Luchino Visconti.

41.   Los pájaros. Alfred Hitchcock.

42.   Ed Wood. Tim Burton.

43.   El apartamento. Billy Wilder.

44.   Un sueño eterno. Howard Hawks.

45.   Alien, el octavo pasajero. Ridley Scott.

46.   La ventana indiscreta. Alfred Hitchcock.

47.   Cantando bajo la lluvia. Stanley Donen.

48.   Las uvas de la ira. John Ford.

49.   Los que no perdonan. John Huston.

50.   Río bravo. Howard Hawks.

51.   La diligencia. John Ford.

52.   Sin perdón. Clint Eastwood.

53.   Major Dundee. Sam Peckinpah.

54.   El camino a casa. Zang Yimou.

55.   Raíces profundas. George Stevens.

56.   Senderos de gloria. Stanley Kubrick.

57.   La ley del silencio. Elia Kazan.

58.   Melancholia. Lars Von Trier.

59.   Las aventuras de Jeremías Johnson. Sidney Pollack.

60.   Master and commander. Peter Weir

61.   Ser o no ser. Ernst Lubitsch

62.   Roma. Federico Fellini.

63.   El esplendor de los Ambersons. Orson Welles.

64.   Sopa de ganso. Leo McCarey.

65.   Corazones indomables. John Ford.

66.   El maquinista de la General. Buster Keaton.

67.   Tener y no tener. Howard Hawks.

68.   Tiempos modernos. Charlie Chaplin.

69.   Perdición. Billy Wilder.

70.   André Rublev. André Tarkovsky.

71.   Ladrón de bicicletas. Vittorio de Sica.

72.   Maridos y mujeres. Woody Allen.

73.   Fanny y Alexander. Ingmar Bergman.

74.   39 escalones. Alfred Hitchcock.

75.   Psicosis. Alfred Hitchcock.

76.   La quimera del oro. Charlie Chaplin.

77.   Dos cabalgan juntos. John Ford.

78.   La gran ilusión. Jean Renoir.

79.   Monsieur Verdoux. Charlie Chaplin.

80.   Cuentos de la luna pálida. Kenji Mizoguchi.

81.   El infierno del odio. Akira Kurosawa.

82.   La balada de Cable Hogue. Sam Peckinpah.

83.   Eyes wide shout. Stanley Kubrick.

84.   Paisaje en la niebla. Theo Angelopoulos.

85.   El caballo de Turín. Bela Tarr.

86.   La dolce vita. Federico Fellini.

87.   El tesoro de Sierra Madre. John Huston.

88.   Fargo. Hnos Coen.

89.   Los viajes de Sullivan. Preston Sturges.

90.   El halcón maltés. John Huston.

91.   Hiroshima mon amor. Alain Resnais.

92.   La gran belleza. Paolo Sorrentino.

93.   La linterna roja. Zhang Yimou.

94.   Uno de los nuestros. Martin Scorsese.

95.   Mistyc river. Clint Eastwood.

96.   Ciudad de Dios. Fernando Mereilles.

97.   Stalker. Andrei Tarkovski.

98.   Los cuatrocientos golpes. François Truffautt.

99.   El hombre que pudo reinar. John Huston.

100.                   El graduado. Mike Nichols.

 

 

1.     


Wednesday, December 22, 2021

SÍNDROME DE SUGAMO




Aunque tengan ustedes el buen gusto de no dirigir su atención hacia la información futbolística, es muy probable que hayan sabido en estos días de la monumental chapuza del sorteo de la Champions, que no hubo más remedio que repetir por una serie de errores particularmente ridículos. La UEFA mueve mucho dinero y muchas ilusiones, de manera que uno cree -o acaso es que me tranquiliza creerlo- que los señores trajeados y con casas y coches rutilantes que la dirigen son gente más diligente que yo. Por parafrasear a Groucho Marx, yo no confiaría jamás en una organización presidida por alguien como yo, que no sé anudarme la corbata, conduzco un Opel cutre y ceno croquetas en vez de langostinos. Cuando compruebo que el mundo está en manos de gente que es todavía más imbécil que yo me divierto unos instante, pero al poco lo que me produce el caso es acojono.


¿Se les ha ocurrido alguna vez preguntarse si el verdadero problema de nuestros líderes, más que si son corruptos o autoritarios, es si son imbéciles? Dirán  que es sesgo ideológico, pero fíjense en el líder conservador, Casado, y en la señora tan estrambótica que aspira a birlarle el sillón, ¿no deberíamos extraer conclusiones?


Una de las razones por las que desconfío de las hipótesis conspiranoicas es que arrancan de un supuesto que en el fondo es optimista: creen que somos dirigidos, o manipulados, por oscuras élites que lo tienen todo perfectamente calculado. Andan tan equivocados los teóricos de la conspiración que ni siquiera han entendido "Los Simpsons", a cuyo creador, Matt Groening, atribuyen condición de conspirador, pues supuestamente ha acertado con muchas de sus más delirantes predicciones. Curiosamente, lo que los guionistas de esta serie maravillosa llevan décadas haciendo es reírse de las fantasías conspiranoicas. Lo deseable es que Groening esté equivocado, pues sus presidentes andan siempre a punto de apretar el botón nuclear por confundirlo con el encendedor de sus puros habanos.


Piensen en el asunto del Club Bildenberg, formado por distintos miembros de la élite global, y que supuestamente deciden si un Rey ha de abdicar, si hay o no que propagar el covid e incluso lo que voy a merendar esta tarde. Lo siento, amigos, en el mundo hay minorías de explotadores, claro que sí, pero no tienen las cosas bajo control; muy al contrario, yo creo que las cosas andan bastante descontroladas y que es precisamente el desorden lo que permite a los poderosos seguir siéndolo. Este es un planeta lleno de abusos y violencias, pero quienes ejercen el poder, salvo cuando necesitan explotarnos como trabajadores o como consumidores, no tienen el más mínimo interés por "controlarnos"... No les interesamos y lo que de verdad desean es olvidarnos. A los estadistas, por más que los wikileaks de turno se empeñen en que nos tienen perpetuamente vigilados, lo que de verdad les tienta es abaratar costes abandonándonos. Esa, la del abandono y la exclusión, es la verdadera pesadilla contemporánea. Estamos más cerca de Malthus, aquel que soñaba con exterminar a la población sobrante y poco rentable, que de Orwell. 


¿Inquietante? Joder, ya lo creo. La perspectiva de que el timonel va borracho o es un simple farsante nos pone a temblar a todos. Piensen en las medidas, mejor dicho, en la carencia de medidas, respecto al cambio climático, que amenaza muy seriamente con destruirnos. O en la manera en que sucesivos gobiernos norteamericanos se las han arreglado para ponerle gasolina a los incendios de Oriente Medio. O en Trump, todo él. O en la destrucción del Amazonas. O en la mercantilización de las vacunas que cuesta millones de muertes. O en la corrupción. O en los pactos de los conservadores con los fascistas. 




No voy a olvidar nunca cierta conversación con una compañera sobre el pinchazo del boom inmobiliario y la inmoral política de depredación a la que se lanzaron los banqueros con cochinadas como las preferentes. "El Gobierno no les dejará estafarnos así", decía, ..."buscarán una solución para que la economía no se hunda". Ya entonces me parecía ingenua tanta confianza. Imagínense ahora. 


No sé si les suena un asunto que ocurrió hace años en Japón, concretamente en la ciudad de Sugamo. Una madre con cinco críos de entre cinco y doce años, le dejó dinero al mayor para largarse a vivir con un amante, quedando completamente abandonados a su suerte durante años. ¿Y si ya estamos ahí? ¿Y si dirigentes, magnates y potentados de toda ralea han decidido ya desprenderse de nosotros, que solo somos ya un fardo para el capitalismo contemporáneo? ¿Y si la verdadera secesión no es la de Catalunya sino la de los ricos? A lo mejor ya han huido del barco, se han ido a países con trabajadores más dóciles y lo que vemos en realidad solo son ya los hologramas. A resultas de todo esto, solo quedaría una solución, que es por cierto la misma de los niños de Sugamo: arreglárnoslas sin ellos.  


Vale, he visto demasiadas series distópicas últimamente. Solo es un delirio... bueno, o eso espero. 



Tuesday, December 14, 2021

NO ENTIENDO EL MUNDO

  


 Tengo firmemente asentadas dos convicciones. 


La primera es que no merece la pena tener fe en la humanidad. No es una baladronada, hace ya mucho que dejé de creer. Hay, ciertamente, bípedos excepcionales, gente gracias a la cual uno siente que merece la pena haber pasado por este sucio planeta: Marlon Brando, Keith Richards, Pau Gasol, Tintín y Haddock, el Juez Garzón, Lauren Bacall, Buenaventura Durruti... no sé, casos de esta índole, no son muchos pero a mí me sirven para no pensar en el suicidio. 


La segunda convicción, seguramente muy ligada a la primera, es que no entiendo el mundo. No es ya que no me guste -y en verdad no me gusta-, es que ya no sé muy bien de qué va la cosa. Bien pensado, eso es lo que le ha pasado siempre a los viejos. Mi padre, por ejemplo, que acaba de estrenar la condición nonagenaria, no sabe sacar dinero del cajero ni entra en internet, además de que muestra enojo ante la liviandad moral de los nuevos tiempos. No es que te vuelvas tonto con la edad; al contrario, se diría que el mundo se te hace altamente previsible, de lo cual se deduce que -aunque sea más por viejo que por diablo- la experiencia acumulada sirve para algo. Lo que ocurre es que el funcionamiento de las cosas va adoptando perfiles que te desbordan; las cosas funcionan de una manera que para ti son contra natura... Es eso lo que no entiendes. 


Cabe también la posibilidad de que me esté volviendo loco. No es descartable. Hace unos años pasé por una crisis personal de dimensiones considerables. Literalmente, me arrebató el sueño la convicción de que mis esfuerzos, los que había desarrollado a lo largo de mi vida, eran perfectamente inútiles. Y había algo peor, me asaltaba idéntica convicción con respecto a los de las demás personas, empezando por mis padres. No sé si he dejado de escuchar tales voces, quizá es solo que para poder dormir por las noches he optado por adaptarme a ellas. 


Si, bien pensado estoy bastante loco, pero eso no significa que haya perdido la lucidez. Lo diré de una vez: ¿y si es el mundo el que está enloqueciendo? ¿Y si por una vez el problema no está en mí sino en el exterior, es decir, en ustedes? 


Siempre he tenido dificultades para manejarme con las nuevas tecnologías. No es un problema de manejar el ratón, es que nunca acabo de entender la lógica de los procedimientos que últimamente se diseñan para gestionar necesidades y resolver problemas. O, para ser más preciso: cuando consigo al fin dominar un procedimiento, entonces lo cambian porque han encontrado "uno mejor".

Les relato un caso del que he sido víctima en las últimas horas. 

Ideo junto a un compañero una actividad extraescolar para mis alumnos. Necesito un espacio ajeno al Centro. De manera que pregunto en una de las salas que el ayuntamiento de la localidad donde trabajo dispone para todo tipo de actividades. El conserje, un tipo muy centrado, me informa de que él no puede tramitármelo, tengo que solicitar el espacio con las autoridades del consistorio. Me comunica que últimamente hay algún problema porque el concejal correspondiente está de baja. También me informa de que, debido a los protocolos covid, he de gestionar la solicitud digitalmente. Advierto que el espacio que he podido no aparece en la web del ayuntamiento (?), de manera que opto por solicitar otro espacio que no conozco demasiado, a riesgo de que no corresponda a mis necesidades. Cuando completo la solicitud, descubro que, como mi firma digital ya ha caducado, me obligan a firmar físicamente, de manera que para concluir la petición no me queda otra que pasar por el edificio consistorial y firmar físicamente. La administrativa me informa de que de inmediato me será enviado un mail comunicándome que el trámite está en marcha.

Ya en casa descubro que el solicitante tiene la posibilidad de seguir la "marcha de su solicitud". Es una página muy bonita que me hace soñar con que, consultándola a diario, podré saber "cómo va lo mío". Pasan los días. No hay respuesta. Se me echa el puente encima sin obtener contestación, de manera que me quedo sin tiempo para pedir a mis alumnos la autorización paterna para salir durante dos horas del Instituto. Tienen edad para leer a Stefan Zweig, hacer botellón y fumar porros, pero hay que pedir la dichosa autorización por si por el camino alguno decide lanzarse a las ruedas de un autobús y es aplastado. 


Falta un día para alcanzar la fecha prevista. Ya no hay tiempo. Acudo al local de la actividad. Otra simpática conserje me comunica que "si no te han contestado es porque no te lo conceden", a lo que contesto que "ya, pero si me dicen algo, por ejemplo que no, al menos yo puedo organizarme". Encogimiento de hombros por su parte. Me dice que debe anular la solicitud, pero que para eso necesita la contraseña de mi clave digital para el ayuntamiento. Le digo que no estoy seguro, que en mi PC la veo en mis cookies. Pruebe por favor con "perritojonnie", "cristianoronaldochulopiscinas", "besosconlengua25" y alguna otra de las que suelo utilizar... Me dice que lo siente, pero que ninguna de las contraseñas sirve. Le digo que puedo ir a mi casa y, con mi PC, encontrar la clave dichosa para anular la solicitud. 


De vuelta a casa procedo. Puedo efectuar una nueva solicitud para otro día, pero no anular la anterior. En cualquier caso debo volver al consistorio para firmar, pues mi firma digital sigue caducada. Acudo al ayuntamiento dejando a medias la salsa de tomate que he empezado a elaborar para hacer macarrones. Firmo la nueva solicitud y, como me han aconsejado, pido eliminar la anterior. Lo primero les cuadra, lo segundo les deja en shock. Una de las ujieres consulta a alguien que, por lo visto, es muy listo o tiene mucho poder. O las dos cosas. Baja ufana y me dice que el ayuntamiento no dispone de un operativo para cancelar solicitudes. "Vaya", contesto, y me voy pensando que me apetece mucho masturbarme, aunque antes he de concluir la salsa para los macarrones. Mi esposa me riñe, pero no por masturbarme, como ustedes se malician, sino porque esta vez no he puesto albahaca fresca en la salsa. "He estado ocupado", le contesto. 


Aún no me han contestado, pero la conserje del local destinado a la actividad ya me ha avisado de que no me preocupe  demasiado y que, aunque haya silencio administrativo, me presente el día señalado con mis chicos, debidamente autorizados por sus padres. 


No canto victoria, de aquí al día de la actividad pueden pasar muchas cosas. Tan solo me hago una pequeña pregunta: ¿de verdad hemos ganado mucho desde aquella época en la que un asunto así lo solucionabas con una simple llamadita telefónica? Mírenme a los ojos y digánmelo: "sí, el mundo funciona mucho mejor ahora, lo que pasa es que tú, David, además de estar loca estás envejeciendo".


 Ah, la actividad de los cojones se llama "Filosofía y conciencia ciudadana". Estoy pensando en cambiarle el nombre y llamarla: "Por qué Kafka era un visionario" 

Wednesday, December 01, 2021

OS ODIO

 


Ustedes me conocen y saben que soy persona de paz. Pero tengo mis límites. Si me hubieran visto en las últimas ocasiones en las que estuve en "mi" sucursal bancaria, creo que se habrían sorprendido."¡Solo sabéis robar!" Eso es lo que dije -o mejor, lo que grité- la última vez, cuando intenté que me solucionaran cierto problema insignificante. No me lo solucionaron, obviously.

Verán. Estoy pasando un calvario porque soy cliente de una entrañable entidad bancaria valenciana que en su momento se llamó Bancaja. Sus trajeados consejeros y ejecutivos eran básicamente una trama de facinerosos que, mientras se lo llevaban crudo, arruinaban a la corporación con sus irresponsables juegos especulativos, especialmente inmobiliarios. Para rescatar a sus ahorradores de la negligencia de estos caballeros, los españoles hemos tenido que abonar una enorme cantidad de dinero que ni nos han devuelto ni parece que tengan planes de hacerlo. 

La cosa tiene su comicidad. Los ineptos se forran y la ciudadanía les rescata. O, si lo prefieren, nosotros les damos el dinero que ellos han despilfarrado para que a continuación nos lo presten con interés. Si lo que toda esta gente nos ha robado se lo hubiéramos entregado a unos salteadores de caminos que me atracaran pistola en mano, los diarios más fachas aprovecharían para insistir en que "por-culpa-de-pedro-sánchez- la-inseguridad-callejera-domina-nuestras-calles". Como quienes de verdad nos roban a todos son estos hijos de perra con corbata... nada, a seguir pagándoles sus volquetes de putas, sus mariscadas y sus casoplones. ¿Demagogia? Sí, a la Verdad con mayúsculas le llaman demagogia quienes no están nada interesados en que sepamos lo que realmente está pasando.

 


Vuelvo al calvario. Bancaja se convirtió en Bankia -qué bien- lo que en su momento me causó alguna pequeña molestia. Lo bueno ha llegado ahora, cuando se han fusionado con la Caixa. Desde entonces no he parado de tener problemas estúpidos que me toca solucionar acudiendo una y otra vez a la sucursal correspondiente. Mi inclinación a desoír tales reclamos es vencida porque, sutilmente, me insinúan que si no acudo a firmar toda una larga serie de mierdas, van a robarme más en comisiones y otros inventos. Yo no les pedí que se unieran a la Caixa, pero han decidido que los desperfectos los resuelvan los clientes. Eso no les impedirá seguir practicando el filibusterismo financiero, que es lo que mejor se les da. Nada nuevo bajo el sol, acuérdense del pavoroso asunto de las preferentes, quizá el mayor fraude colectivo de la historia de España. 
 

Les informo: próximamente abandonaré Bankia.



Bien, ya he soltado unos cuantos espumarajos por la boca. Paso a ser práctico. Puedo entender que, por ejemplo un comunista, me diga que en un sistema capitalista debe haber entidades bancarias y que es intrínseco a su modus operandi que practiquen la usura y financiaricen la economía, generando el consiguiente escenario especulativo. Puede que tengan razón, pero mi problema con los comunistas es que son menos cabrones que yo, y no entienden que los malos se quedan muy tranquilos del estilo "necesitamos una revolución porque el capitalismo es irreformable". No se engañen: lo que de verdad temen los banqueros no son las improbables aventuras radicales, sino que les desmonten el chiringuito aquí y ahora, para lo cual hace falta una intensa presión legislativa.
 

Permítanme citar a uno de los tipos más sabios que conozco, el economista Joseph Stiglitz: “Los grandes bancos tienen una ventaja competitiva sobre los demás, que no se basa en una fortaleza económica real sino en las distorsiones provocadas por la garantía implícita del gobierno"

 Quizá esa frase lo explique todo, o casi todo. Y añade... (ojo a esto)

 “Si los fondos de bajo coste se hubieran empleado bien, por ejemplo, si hubieran ido a apoyar la inversión en nuevas tecnologías o la expansión de empresas, habríamos tenido una economía más competitiva y más dinámica.”

Acabo con otro premio Nobel, Paul Krugman, este por cierto especialmente odiado por los neoliberales y, muy en especial, por el trumpismo:

"¿Tendremos la fuerza de voluntad suficiente para llevar a cabo una reforma seria del sistema financiero? Si no es así, la crisis actual no será algo pasajero, sino el patrón que seguirán los acontecimientos venideros"

No sé si se dan cuenta, pero yo empiezo a tener claro que no se trata de encontrar formas inteligentes de hacer virar al capitalismo... Estas formas ya sabemos cuáles son, no son ideas lo que nos falta. Sospecho, leyendo a Krugman, que es una cuestión de coraje, de si vamos a tener agallas para ir contra nuestros verdaderos enemigos, que, por más que se empeñen algunos, ni son los inmigrantes, ni los funcionarios, ni las feministas... Adivinen a quienes me refiero.

Monday, November 22, 2021

FILO Y SU SECTA

 



Me ha escrito Filo. 


No sé si se hace llamar así por Teofila o -a su pesar- por Filomena. Pertenece a una congregación religiosa a la que pretende que me una. Para no despertar suspicacias, les llamaré "Remanente culpable", como la secta que protagoniza The Leflovers. Ellos, por cierto, niegan enérgicamente ser una secta. Yo le diría a Filo que ser secta no es necesariamente negativo. Contra el tópico novelesco, sospecho que las sectas hoy en día son más bien prosaicas. No te sodomizan, ni te esclavizan ni terminan sacándote las tripas y comiéndoselas en un sacrificio ritual, que es lo que de verdad mola para hacer pelis. Simplemente te cuentan unas cuantas monsergas que no se creen ni ellos y luego te van sacando la pasta poco a poco y sin que duela mucho, no sea que te des cuenta de que, como tantas otras cosas en el capitalismo, lo suyo es el bussiness. Ya ven, qué gris es todo: no hay manera de dar con algo que escape a la lógica del dolar. Da igual que predigan la cercanía del apocalipsis, condenen las violaciones de las gallinas por los gallos o se inflen con el agua con azúcar de los fármacos homeopáticos. Sigan la pista del dinero y hallarán las respuestas que buscan.


El problema conmigo, y es lo que le quiero explicar a Filo, es que están perdiendo el tiempo. Me haría de Vox o, lo que es peor, del Madrid, antes que de Remanente, pero lo que de verdad deberían plantearse antes de "contactarme" es si soy adecuado para ingresar en su club. No solo creo que los dioses son todos pura patraña. Es que ni siquiera me gusta la gente. Sí, como lo oyen, nada me parece más tedioso que reunirme con los demás miembros de Remanente los sábados y vagabundear en grupo por la ciudad o esperar juntos con la Biblia en la mano a la puerta del mercadona a ver si cae algún incauto. 

Claro que, como yo vivo en la prosa del mundo y lo ultramundano tiende a serme ajeno -digamos que no es mi terreno-, tampoco me cuesta plantearme que, después de todo, este tipo de agrupaciones sobreviven porque cubren algún tipo de necesidad real. 


Mirémoslo fríamente... La carta de Filo está escrita a mano y dirigida a mí personalmente. Por cierto, dice que desea que a mi familia y a mí nos vaya bien, algo que últimamente no me dice ni el conserje del curro. ¿Cuánto hace que no recibo una carta escrita a mano como las de las antiguas relaciones epistolares? Lo que intento decirles es que, en un mundo gélido, donde hasta las emociones se burocratizan, la oferta de calidez que dejan por los buzones de la vida los de Remanente resulta cuanto menos entrañable. Además, hay factores mucho más vinculados a la supervivencia que explican por qué este tipo de agrupaciones están desplazando en todo Occidente con rapidez a la vieja iglesia. En un planeta nómada y precarizado, donde se presiente por toda parte la falta de brújulas, la seguridad de una congregación que también estaba en la lejana ciudad de la que provienes es como el MacDonald´s o los Doritos: cuando te topas con algo que puedes entender porque es como en tu casa, sientes que no estás solo en este mundo tan amenazante e incierto. 

Después de todo, no está tan mal, ¿no?








Solo hay un pequeño problema: la felicidad que me prometen me parece... digamos que poco fundada. 

Podemos rezar juntos a voz en grito para que pase la pandemia, los políticos no se corrompan, el banco deje de estafarme o el Valencia gane la liga... peticiones todas ellas que, les aseguro, incrementarían mi paz y mi felicidad. Si quisiera tener muchos amigos sería buena idea sumarme a Remanente. Pero, la verdad, también están a gusto juntos los del club de dominó que hay bajo mi casa, y además, como ya les he dicho, no quiero tener amigos, la gente no me gusta. 

Se me ocurre que, pese al pesimismo que vive instalado en mi ADN, la historia demuestra que cooperando podemos mejorar nuestras vidas. Si quiero solucionar problemas que nos afectan a todos, normalmente debo buscar estrategias cooperativas. Por eso me reúno con mis vecinos, pese a que no me apetezca en lo más mínimo, me afilio a un sindicato o a un partido, elevo propuestas formales al ayuntamiento, acudo a manifestaciones, cuelgo carteles, discuto con mis conciudadanos en el metro o intercambio ideas a través de facebook o twitter. Entiendo que haya quien se desilusione de la política, de la cual es prudente no esperar nunca demasiado. El problema es que no conozco otra manera que el diálogo o, cuando toca, la pelea, que ayude a mejorar nuestras vidas. No fueron los rezos ni la lectura emocionada de la Palabra Revelada lo que libertó a los esclavos, sino el coraje de Espartaco y sus seguidores. No fueron las invocaciones de los nuncios de Dios sino las sufragistas las que empezaron a derrotar al patriarcado, entre otras cosas porque lo que aquellos pretendían era que las mujeres siguieran siendo siervas... No sé si me estoy explicando. 

 

Thursday, November 18, 2021

REMANENTE CULPABLE


No me duele reconocerle a la HBO que ha mejorado mi vida. Le debo joyas como "Los Soprano", "The Wire", "A dos metros bajo tierra" o "The Pacific". No soy muy de "Juego de tronos" y nada de "Sexo en Nueva York", pero con "The leftlovers", de la que recién concluyo la primera temporada, ha vuelto a cautivarme. Su creador, Damon Lindelof, fanático del inevitable Stephen King, fue ya en su momento el ideólogo de "Lost", aquella serie que movió multitudes y terminó narrativamente desbordada por sus desmesuradas ambiciones. Con "The Leftlovers" puedo afirmar, tras la primera de sus tres temporadas, que, pese a que se presiente la alargada sombra de Lost, ha superado todas sus contradicciones, logrando una obra maestra, un relato formidable por su madurez y su singular profundidad. 

 

He visto muy buenas series en los últimos años, pero ninguna se acerca a “Breaking bad”, quizá la última de las grandes teleficciones de la era dorada. Leftlovers sí se halla a ese nivel, o al menos se acerca. No es lo que comúnmente se define como un maelstrom, no es un producto masivo como en su momento sí lo fue "Lost". Pero da igual, ésta es mejor.


El acontecimiento que desencadena el interés por el después, pero también por el antes, de los numerosos personajes que deambulan por la pantalla, y que resultan todos -esenciales o secundarios- tremendamente atractivos, tiene un componente inexplicable o, si quieren, absurdo. Un dos por cien de los seres humanos del planeta desaparece misteriosamente y sin dejar rastro. No se buscan los porqués, nadie sabe si algún día regresarán. Lo que definirá la evolución de los personajes es la manera en que se ubican respecto a la secta del Remanente Culpable. Vestidos de blanco, autodestructivos, fumadores impenitentes, actúan siempre de forma ferozmente cohesionada con la determinación de convencer a sus conciudadanos de que la desaparición ha obturado todas las vías hacia una vida normal. No hay esperanza para ellos, el dolor por la pérdida de los seres queridos ha devastado sus almas de tal manera, que han llegado a la conclusión de que solo les resta homenajear a los ausentes hasta el fin de sus días, que parecen creer -y desear- que está muy cerca. No hay duelo ni rito funerario. Han decidido dejar de llorar e incluso de sufrir, tampoco creen ya en la posibilidad de un regreso. Los desesperados intentos de sus vecinos por seguir con sus vidas les parecen un autoengaño. Son insufribles, acosan a la comunidad robando y destruyendo las fotos de familia, esperan inmóviles a las puertas de las casas para convencer a la gente de que deben dejar de buscar esos motivos para vivir que, para ellos, son solo excusas y ficciones que se da la gente a sí misma para huir del dolor.



La actitud de Remanente Culpable me recuerda a cierta frase de Adorno, quien se preguntaba si tenía sentido seguir escribiendo poesías después de Auschwitz. Esta es una pregunta que, de igual manera, podría hacerse un superviviente de Hiroshima o, qué sé yo, cualquiera que haya pasado por una inmensa tragedia. Y todos sabemos que tragedias no faltan.


Yo me respondí hace mucho a la pregunta adorniana. No estuve en Auschwitz y no soy una persona particularmente dañada, creo que en general he tenido suerte. Pero cuando en algunos momentos de mi biografía el dolor me ha acompañado con tal energía que he llegado a preguntarme por la intención de seguir existiendo, me he terminado contestando que debía seguir, y que nunca necesitas tanto los poemas como cuando te sientes solo y derrotado.


No sé si la secta que protagoniza The Leftlovers tiene más razones para predicar la destrucción que cualquier otro de tantos grupúsculos que, en la vida real, se forman para convencernos de que debería darnos vergüenza pretender seguir viviendo. Escribir poemas, cenar en restaurantes, follar, traer niños al mundo, celebrar fiestas, trabajar como si con ello ayudáramos a la especie a prosperar… Nada vale ya la pena, aseveran los fanáticos con la aparente convicción de quienes de una u otra manera creen que solo se llega a Dios desde la sangre y el martirio. Lo que hacemos los demás... banales excusas que nos damos para intentar olvidar el dolor inmenso que nos precede. 

 

“Empeñarse en morir o empeñarse en vivir”… dice Andy Dufrenne al final de “Cadena perpetua” tras el suicidio de un antiguo compañero de celda. El mundo está más lleno de gente empeñada en morir de lo que creemos.


Los de Remanente Culpable no son asesinos, no exactamente, pero su rechazo a la existencia se nutre de la misma intuición básica que mueve a los que se estrellan con un avión contra un rascacielos repleto de inocentes: no merecemos la vida,y menos sus dones más placenteros.


Me opongo enérgicamente. Escribimos poemas después de la tragedia insoportable porque lo fácil, pese a todo, es convertirse en una vestal o un zombi que solo deambula por el mundo a modo de homenaje a los mártires. Y así, en silencio, fumando, esperan algunos la muerte que creen que todos merecemos. Yo les entiendo, pero no pienso seguirles. La vida siempre fue la anomalía, lo raro es vivir. Y debemos seguir, incluso con la compañía de las sombras de quienes desaparecieron sin motivo ni justicia. 

 

Así ha sido siempre, puesto que las tragedias no cesan y nunca estuvimos en el paraíso.



Wednesday, November 10, 2021

LOS MISERABLES

 


Repaso en youtube la formidable entrevista que Iglesias realizó a Carlos Fernández Lliria en La Tuerka. 

https://www.youtube.com/watch?v=kZMrO3fR9ps

Preguntado en las postrimerías de la entrevista por algunos personajes, me sorprende su contundencia al definir a Gabriel Albiac como un "estafador y un miserable". Dado que otorgo gran autoridad intelectual y moral al entrevistado, no tardo ni un minuto en ponerme a escrudriñar por internet, a ver que es en la actualidad del personaje aludido, entre otras cosas por qué hace ya veinte años que dejé de seguirle. En aquel entonces Albiac me parecía un tipo avispado y con una formación envidiable: Althusser, Negri, Foucault, la cultura judía... El problema es que, cuando le leía, ya presentía en sus textos cierto olor a confusión. Me pasaba como con los textos de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la gloriosa Falange, que tan pronto se expresaba como un musolini de segunda que parecía estar a punto de comandar una revuelta proletaria. No tardé en cogerle el truquillo: Albiac hacía uso de una formación inequívocamente marxista para terminar dirigiéndola contra sí misma, es decir, para arremeter contra todo lo que sonara a izquierda. 


A mí la trayectoria de Albiac no me deja lugar a dudas: es el típico ex-comunista que pasó de odiar el Régimen a terminar poniendo su experiencia y sus conocimientos al servicio de los reaccionarios de la patria. La lista de los que son como él resulta extrañamente amplia: Sánchez-Dragó, Jiménez Losantos, el ex-ministro Piqué, Moa... Podríamos meter en el saco a otros como Azúa, Savater, incluso, aunque sea peruano, a Vargas-Llosa. Ahora entiendo aquella frase atribuida a Palmiro Togliatti, quien afirmaba que "la última guerra será entre comunistas y ex-comunistas". 

A ver, si uno piensa en Borges, en Chesterton, Churchill, de Maistre o Carl Schmitt, puede hacerse cargo de que no necesariamente ser conservador equivale a ser gilipollas. El problema es pues intrínsecamente hispánico. Por razones que sería largo analizar pero que están ahí, la derecha española, más que burguesa, liberal o tradicionalista, es por encima de todo castiza y cerril, no pasa de reaccionaria y odia todo lo que suene a intelectualidad o apertura de mente. Por eso, cuando necesitan legitimarse, como no saben ir más allá de "los rojos también sois malos", recurren a ex-comunistas más o menos bien formados para convencerse. 


Es significativo que sea un tipo tan oscuro como Pío Moa quien ha removido las bajas pasiones de la derecha al "revisar" la Guerra Civil, de cuyo relato supuestamente se habrían apoderado los rojos, recordando que, a fin de cuentas, Franco fue lo menos malo que podía pasarnos. Es igualmente preocupante que durante tantos años nuestros conciudadanos fachas hayan convertido en referente  intelectual y moral a un fanático tan colérico, resentido y lleno de odio como Jiménez Losantos. Y el cóctel funciona. Ya sabemos: en las checas se torturaba a mansalva durante la guerra; Paracuellos debe ser continuamente recordado pero los que hablan de buscar en las cunetas y de memoria histórica son unos resentidos; la izquierda es connivente con los secesionistas, incluyendo a los batasunos; el comunismo es totalitario y genocida como Stalin, Pol Pot, Mao y Castro; el gobierno con Podemos es bolivariano; Zp echó al PP de la Moncloa gracias al 11M... Creo que no hace falta continuar, la lista de tópicos a los que la derecha se aferra para desacreditar cualquier discurso progresista es interminable.



Les explico cómo creo que funciona el negocio. 

Gabriel Albiac publica recientemente un ensayo sobre el Mayo Francés, en cuyas algaradas participó. Me llama la atención que el libro salga ahora, pues el aluvión de trabajos sobre el asunto vino con el 40 aniversario de la toma de la Sorbona, en 2018. (Aprovecho para recomendarles el excelente ensayo de Joaquín Estefanía, "Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía", donde el episodio francés es enmarcada dentro de la lógica del pensamiento antagonista del último medio siglo). Como no voy a leer el libro, pero conozco al personaje, me ceñiré a una entrevista que, a propósito del mismo, he consultado.

(https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-gabriel-albiac-ahora-vende-como-revolucion-populismo-201804150119_noticia.html)

La cosa es más o menos así, siempre según el interfecto. 

En general el 68 fue una impostura bastante mierder. Allá iban tirando cócteles molotov legiones repletas de fanáticos maoístas, hipócritas hijos de papá que terminaron bien colocados y malvados manipuladores como Sartre. En general, eran -éramos, dice don Gabriel- un hatajo de jóvenes que no tenían ni zorra idea de nada. Aún así, debemos ser indulgentes porque se trató de un movimiento potente e ilusionado que transformó muchos hábitos de pensamiento y conducta en Occidente. Lo realmente importante es que puso fin al mayor horror de la historia, el comunismo. Lo que a Albiac le parece relevante es que constituyó en realidad una explosión libertaria y heterodoxa contra el espíritu totalitario del marxismo, encarnado a la obediencia soviética que aún subsistía y que empezaba a ser sustituida por la de Pekín. Después de todo, aquella confusa correría juvenil y desnortada tuvo algo bueno: abrió el camino al fin de la fe comunista, lo que desembocaría más de veinte años después en la Caída del Muro. El mundo se ha librado de los catecismos marxistas y, por tanto, ahora somos razonablemente felices. 


No soy comunista y no tengo duda de que Stalin fue un psicópata y Castro un oportunista. Pero sí soy de izquierda y, sobre todo, creo que la experiencia del 68 arrastra valores transformadores sumamente influyentes. Su heterodoxia pudo ser una molestia para la izquierda autoritaria, pero, mucho antes que eso, Mayo constituye una llamada de alerta respecto al riesgo de esclerosis de los valores democráticos en un mundo regido por los valores mercantiles de la moral burguesa. Fracasara o no, que esa es otra historia, los movilizados de La Sorbona tuvieron la audacia de intentar llevar a la práctica la mayor de las promesas democráticas, la de la participación ciudadana, que veían seriamente amenazada... una intuición que ha resultado profética, como hemos ido comprobando posteriormente. 

No sé si ven a donde voy a parar. El mecanismo es siempre él mismo: yo fui de izquierdas, sé lo malos que son los rojos y lo peligrosa que es la tentación del comunismo. A partir de ahí, selecciono aquellos datos que me dan la razón y elimino torticeramente los que me la niegan, dibujando con ello el paisaje que colma los deseos de quienes me leen, es decir, reaccionarios bastante cerriles y con poca formación. 


Ojo, los datos siempre se seleccionan y responden a interpretaciones, pero se puede ser un manipulador o investigar de forma honesta. Lo primero, como diría Fdez Lliria, es propio de estafadores y de miserables.  

 

Monday, November 08, 2021

LOS FINES DE LA EDUCACIÓN (Y II)

 

 

 

 

¿Qué es una escuela? Siguiendo la denominación de Neil Postman, se me ocurre que es un “centro de atención”… O mejor, debe serlo, pues de lo contrario lo que tenemos es un “centro de detención”. La segunda opción suena fatal, pero no es descabellada. Alguien podría decirme: "bueno, la escuela socializa, como ha hecho siempre... y ahora además integra". La integración... sospecho que ese es el término clave del actual relato educativo. Suena bien, pero ofrece un problema: por muchos que sean los alumnos con problemas de integración que ingresan en un instituto, siempre son una minoría... Queda una inmensa mayoría silenciosa más allá del palabro dichoso. Si ocupan un pupitre es porque aspiran a obtener conocimiento. En cuanto a la minoría problemática... está bien que queramos integrarlos, pero ¿integrarlos a qué? Insisto en la pregunta: ¿cuáles son los fines de la educación?


Tengo encendidas las alarmas desde hace tiempo porque los niveles de hastío que presiento en el alumnado son casi dramáticos. Se diría que vienen, con una obediencia que me cuesta explicar, a fustigarse como penitentes durante seis o siete horas escuchando hablar de cosas que, por lo general, son incapaces de asociar a sus propias vidas. ¿Les sorprende que haya profesores desmotivados? Yo he oído decir a un compañero que jamás se sintió tan a gusto en un aula como cuando impartió clases a presos de la cárcel, pues "por primera vez en mucho tiempo he sentido que unos alumnos me hacían caso". A mí me ha pasado lo mismo con ancianos en una universidad popular. Pero yo educo a adolescentes, joder ¿qué está pasando? 


Voy al grano. Creo que falta un relato compartido, creo que la escuela lo tuvo y lo ha perdido. Existía ese relato en el franquismo. Era un relato repugnante, pero funcionaba a su manera. Existió en los primeros años de la democracia, durante los cuales los institutos públicos pasaron por una edad dorada que las sucesivas legislaciones, empezando por la logse, consiguieron destruir. El supuesto relato de la integración que hoy parece sustentar la escuela es una falacia. La prueba es que la misión de socializar o integrar a alumnos que lo necesitan por razones de extranjería, pobreza, disrupción o dificultades cognitivas, recae sobre los centros públicos. Las escuelas privadas, o mejor dicho, concertadas -puesto que las pagamos todos- no se dedican a integrar, más bien capturan al alumnado "deseable". 

Igualmente falaz es el relato de la revolución tecnológica, la innovación educativa o la última moda: las ciencias cognitivas. Como explica Neil Postman, "lo que no se ha podido solucionar sin  ordenadores tampoco va a solucionarse con ellos". No hay relato compartido para la escuela, por eso la ideología de trasfondo que se impone es la que domina el mundo tras los muros: productivismo, consumo, mercado. 

No sé si me explico. Cuando yo estudiaba se entendía la escuela pública, y muy en especial la entonces llamada enseñanza media, como "un ascensor social". Esa prodigiosa metáfora creaba un círculo virtuoso: la educación pública y de calidad es un vector de movilidad social. Deberíamos preguntarnos por qué la movilidad entre clases se ha paralizado en nuestro tiempo. Como en el franquismo profundo, si provienes de clase humilde en España envejecerás y morirás como persona pobre. Por eso, lo que conseguimos mis compañeros y yo en el Instituto es fabricar indiferencia. Trabajo en una localidad formada por clase obrera, con una legión de familias desestructuradas y niños con problemas que antes que de integración son económicos. Lo que estamos produciendo es, fundamentalmente, mano de obra barata. Lo que se me pide no es que enseñe los derechos humanos o a Descartes, lo que me piden es que haga de guardés del garaje donde los chicos pasan largas horas diarias. Si consigo que los más conflictivos no terminen siendo delincuentes, perfecto, si no lo consigo, al menos que no estén en la calle haciendo maldades durante unas horas. 


Me llama la atención el tiempo que se emplea en debates pedagógicos. Se critican las clases magistrales y la supuesta obsesión de los docentes por la carga memorística. No digo que no sea un buen debate, pero no es "el" debate. La verdadera cuestión, con independencia de la metodología que cada profesor emplee como buenamente pueda, es si la sociedad quiere que los niños aprendan algo. 

Miren, es mejor no buscar problemas inexistentes ni inventar bálsamos de fierabrás. Lo que hace un profesor, a veces por pura vocación, a veces por simple ánimo de supervivencia profesional, es civilizar a sus alumnos. Civilizar, en el sentido más ilustrado de la palabra. Llegar puntualmente a clase, sacar el cuaderno, aprender a escribir disertaciones, leer significativamente textos y analizarlos, guardar turnos de palabras, evitar abusos y acosos, multiplicar y dividir fracciones, visitar parajes naturales para aprender a amar el entorno... ¿De verdad creen que es muy diferente de lo que la escuela ha hecho siempre? Si además, y en esto los filósofos estamos especialmente alerta, de crear librepensadores o, si lo prefieren, ciudadanos con conciencia crítica, entonces es un diez. Si les hacemos sentir útiles a la comunidad, entonces matrícula de honor. 

Sentirse útiles a la comunidad, lo acabo de escribir con toda la intención. Hacerles entender que forman parte de la tribu y que habrán de heredad la responsabilidad de conservarla y hacerla crecer. Eso y la posibilidad de prosperar en todos los sentidos es el célebre relato. Lo demás es botellón, y drogas, y fascismo, y consumo, y teléfono móvil, y Vox...



Thursday, November 04, 2021

LOS FINES DE LA EDUCACIÓN (I)



¿Qué les hemos hecho?, pregunta mi compañero de Departamento en relación al enésimo ataque perpetrado a la enseñanza de la Filosofía. Reducción drástico de las horas en bachiller, eliminación en la ESO, supresión cuasi-absoluta de la Ética. Cada vez que el PSOE diseña una ley de educación, nuestra materia sale seriamente malparada. Bien visto, yo no creo que les hayamos hecho gran cosa a los socialistas. La ex-Ministra Celaà es demasiado estúpida como para diseñar tramas conspirativas orientadas a evitar que los alumnos cultiven el pensamiento crítico y todas esas cosas que los filósofos presumimos de enseñarles. Yo creo que en realidad es una mezcla de indigencia intelectual y tecnocracia. Para que parezca que hacen algo diferente, necesitan colocar en el currículo materias supuestamente innovadoras, por lo general con nombre rimbombantes con los que se pretende ocultar su vacío y su inutilidad. La consecuencia es que la pagamos, como otras veces, los de Lenguas Clásicas y nosotros. 


Voy a dejar pasar la tentación de defender aquí la importancia de las enseñanzas que vengo impartiendo desde hace casi tres décadas. Desempeño mi trabajo -y a mí por cierto nadie me regaló mi plaza- con ilusión y afecto, pero también con un creciente desaliento, pues compruebo en mi larga experiencia que no voy a convencer ni a las multitudes ni a quienes las gobiernan que lo que esta sociedad necesita es más Platón y menos Prozac. Además, tengo comprobado que este tipo de protestas, a veces incluso entre algunos compañeros, huelen mucho a defensa de intereses corporativos o sectarios.  


Ya que vamos a estrenar la octava ley de educación desde la llegada de la democracia, permítanme hacer algo más filosófico que defender mi carga lectiva. ¿Se han preguntado alguna vez cuál es la finalidad de la escuela? Quizá no se hayan percatado, pero en el fondo es la misma pregunta que esa que se hacen ustedes cuando con gran sensatez observan que cada gobierno suprime la ley vigente para imponer, normalmente sin acuerdo, una nueva y que lleva su sello. El disturbio consiguiente a pie de obra es fácil de imaginar. Eso a los políticos les importa bien poco. El PP considera enemigos a los docentes, en especial a los de la escuela pública; el PSOE piensa que somos mercado electoral cautivo, pues desoye nuestros consejos y nos engaña de forma sistemática, a pesar de lo cual -o eso creen en el Partido- se les sigue votando sin mayores resquemores. De otro lado, la política siempre tiende a ser cortoplacista. De lo que en educación planta un legislador ahora recogeremos frutos dentro de mucho, cuando a él ya nadie le pida cuentas, ni siquiera aunque esos frutos sepan a demonios o estén envenenados. Por eso, en ningún terreno se advierte con más claridad que en educación la conversión de la política en marketing o, como diría Baudrillard, en simulacro. Hay cambios continuos porque, en el fondo, no se quiere cambiar nada en profundidad... la comunidad escolar es rehén de una batalla partidista, por eso llevamos treinta años dando vueltas como una ratita en la rueda de la jaula, sin saber nunca ni siquiera bajo qué marco legal estamos agarrando una tiza. 


Insisto: ¿para qué enseñamos? ¿Por qué ustedes, señores ciudadanos, me pagan fielmente al final de cada mes? ¿Qué pretendemos conseguir cuando construimos un establecimiento educativo? Muy a menudo presenciamos debates sobre el modelo educativo. El diario El  País, por ejemplo, cuya empresa matriz sostiene grandes intereses en materia educativa, nos ilustra casi a diario con expertas apreciaciones sobre los más revolucionarios métodos para enseñar. Se nos habla de los grandiosos descubrimientos de las ciencias cognitivas, de lo sabios y felices que seremos cuando terminemos de informatizar las aulas, de la importancia de que los profesores nos reciclemos, de los premios que tal o cual banco o corporación de especuladores entrega con no sé muy bien qué criterios a cierto proyecto educativo que "va a revolucionar la docencia"... 


Imaginen la siguiente situación. En una oficina ferroviaria los supuestos expertos discuten larga y sesudamente sobre cómo incrementar la velocidad de los trenes. Al cabo de un rato ya han resuelto el problema: los trenes van a ir más rápido y van a ser incluso más bonitos y a servir café de más calidad... El pequeño problema es que nadie se ha preocupado de pensar sobre la dirección de dichos trenes. Irán muy rápido, pero no sabemos a dónde. 


Este es el gran problema actual de la educación: no sabemos cuál es su finalidad.  


(CONTINUARÁ EN BREVE)