Friday, April 09, 2010










EL CASO GURTEL
LO DESCUBRÍ YO





1. Tuve en la facultad un compañero –San Pancracio- cuyos vínculos con los sectores más rancios del poder católico hedían a kilómetros. No es que estuviera especialmente bien relacionado o procediera de algún linaje largamente amancebado a la familia apostólica. Tampoco es que destacara especialmente por su carácter piadoso, pues aprobaba los exámenes lamiendo culos por los despachos y se pasaba los viernes recordándonos las guarradas que pensaba hacerle ese fin de semana a su novia, todo lo cual no recuerda demasiado a las prescripciones evangélicas… Claro que siempre he sospechado que ciertos tipos que se ofenden mucho cada vez que te metes con algún pit-bull arzobispal, o acusan de “perseguir” a la iglesia a quien discrepa de su visión del mundo, serían los últimos en darle de beber a Jesucristo si lo encontraran sediento por polvorientos caminos.


Pues bien, en una ocasión en que varios estudiantes platicábamos en el bar sobre la negrura del futuro profesional que nos esperaba, Sanpan –con una frialdad estremecedora- afirmó: “yo acabaré trabajando en alguna escuela del Opus Dei”, y se fue tan ufano y absolutamente convencido de sus propias palabras. Insisto, no tenía ningún padrino especial que hubiera de facilitar su ingreso en la Obra, Sanpan simplemente creía en sus propios méritos: estaba convencido de que sus habilidades como tiralevitas terminarían catapultándole al éxito.

Este dulce recuerdo juvenil me lleva en mis momentos más fatalistas respecto a la simpática especie sapiens a la conclusión de que hay dos tipos de hombres: los que, por cinismo o ingenuidad, reconocen ser unos corruptos, y los que se recatan más en hacerlo, sea por doble moral o por esa incapacidad –humana, demasiado humana- de advertir en el propio cuerpo la infección que con tanta preclaridad detectan en el ajeno. Claro que tampoco siempre me levanto de la cama dominado por la negrura del pesimismo. Por ejemplo, recuerdo a otra compañera, ésta de talante y aspecto radicalmente alejado del de Sanpan, que hizo suya una frase que repetía con una insistencia casi delirante, amén de con un tono de voz ciertamente histérico: “¡Todos somos unos hijos de putaaaaa!”, aseveración un pelín nihilista que cortocircuitaba cualquier posible debate. Todos somos malos, luego es inútil intentar detener a los corrupto: los humanos no tenemos remedio y todas esas cosas que, en el fondo, parecen aprendidas ante el mismo púlpito que se empeña en hacernos culpables por aquella imprudencia a la que llaman el Pecado Original.







Que todos, ricos y pobres, mandarines y siervos de la gleba, estamos hechos de la misma pasta, es algo que he presentido desde siempre. Sin embargo nunca esa me pareció razón suficiente para abandonar el lado de los débiles, único en el cual, aunque sea por cuestión de elegancia, merece la pena ubicarse. La misma pasta, sí, pero no el mismo tejido moral. Mirémonos en el espejo: yo he sido un miserable cobarde y un rufián en más momentos de los que me gustaría recordar. Si soporto vivir con ello es porque a lo largo de mi vida he tenido la grandeza de amar sin condiciones o porque, en ocasiones, he sido capaz de proclamar en medio del ágora la inocencia de Sócrates y la mezquindad de la asamblea. El mismo hombre, sí, pero son nuestros hechos los que nos identifican, y estos provienen de profundidades del alma tan alejadas entre sí como las de un dinosaurio y una hiena. Si reconocemos que no hay hombre de una pieza, difícilmente podremos sostener que hombres distintos son al final exactamente iguales; difícilmente habremos de conformarnos con el simplismo de afirmar, ante la evidencia de la corrupción que “al final resulta que todos son iguales y que todos meten la mano en cuanto pueden”.


2. Desengáñese, no siga leyendo si cree que lo que voy a hacer es proclamar la superioridad moral de unos políticos sobre otros. Ni siquiera voy a salir con esa obviedad buenista de que “no todos son iguales”, o mucho menos con que la izquierda es honesta y la derecha está corrupta. Conviene no obstante al respecto hacer algunas precisiones.




¿Por qué la Asamblea de Madrid se descojonó estruendosamente el otro día en la cara de Esperanza Aguirre cuando dijo esa frase para la historia de “yo fui la primera en destapar el Caso Gurtel”? Al margen de que la Presidenta de Madrid tiene cierta gracia para mentar a la bicha allá donde otros callan como monjas con voto de silencio, lo que provoca hilaridad ante tal afirmación es la convicción de que el Partido Popular vive instalado en la cultura de la corrupción. Lo curioso es que esto lo saben incluso sus votantes. Algunos de ellos, ávidos lectores de tebeos tan ocurrentes como El Mundo o La Razón, se acuestan por las noches convencidos de que son todo mentiras del Grupo Prisa. Pero si la mayoría se limita a torcer la vista ante la evidencia y seguir votando a quienes roban o toleran a los que roban es simplemente porque son indulgentes con tales corruptelas. Si no penaliza la corrupción en la única cuenta de resultados trascendente para la empresa que es un gran partido político, es decir, en la cuenta electoral, ¿cómo sorprendernos que la mayoría de corruptos estén en la derecha?


Ahora bien, estoy muy lejos de considerar que tales vicios son ajenos a la izquierda, ni siquiera creo que la corrupción haya sido –concretamente en el PSOE-, un fenómeno anómalo o coyuntural. Hubo un tiempo, cuando el gobierno González alcanzó un poder casi omnímodo, en que un ministro de Economía dijo que España era “el país europeo donde más rápidamente puede una persona hacerse rica”. Y luego vino Filesa, y Mariano Rubio, y Roldán... en fin. Podría igualmente referirme a las tramas de corrupción, que casi siempre al socaire de las tenebrosas sendas del urbanismo local, han infectado el país y, muy especialmente, la costa mediterránea. ¿Son inocentes de toda esta lógica filibustera los ediles y consistorios de la izquierda? Créaselo usted, y siga creyendo también, si quiere seguir habitando en el País de las Maravillas, que el régimen cubano no persigue a sus disidentes, que el GAL fue un invento de Garzón, que hubo una conjura republicana contra el felipismo o que Corcuera y Barrionuevo fueron ministros con una gran fe en la libertad y la democracia.









El verdadero problema que tienen los corruptos para hacer nido cómodamente en la izquierda es que su electorado sí castiga el saqueo, así de sencillo. Es un problema similar al que tienen los dirigentes socialistas cuando gobiernan e intentan imponer medidas que a su electorado le parecen reaccionarias, oportunistas o simplemente anti-sociales: se lo hacen pagar en las urnas porque el elector de izquierdas –al contrario que el de derechas- no es un cliente fidelizado: no vota por obediencia, sino porque cree que la misión del gobernante es propiciar la redistribución de la riqueza, extender la cultura del derecho y evitar la impunidad en los abusos que los poderosos ejercen sobre los más débiles. Si el primer gobierno socialista cayó, cuando llegó a creerse invencible, es porque terminó por extender el desaliento entre quienes pensaban que ser gobernados por la derecha y por la izquierda NO ERA LO MISMO. En algún momento del camino esa convicción se perdió por el desagüe.





3. Mi conclusión es que –aunque de forma más atormentada en la izquierda- la corrupción habita las entrañas mismas del sistema partitocrático, y que quien prospera en el aparato de un gran partido político es sospechoso de estar dispuesto a tolerar o silenciar todas estas prácticas. ¿Cómo es posible que la ciudadanía no se rebele contra esta forma de oligarquía que agusana el sentido originario de los regímenes democráticos? ¿Cómo se explica que no broten aquí y allá movimientos de insurgencia civil frente a quienes, arrogándose el poder concedido como si fuera un patrimonio propio, secuestran las instituciones? Una de las voces más respetables del país, Josep Ramoneda, alude con frecuencia a un concepto inquietante, una nueva forma de totalitarismo, ahora viscoso y gris antes que solemne y genocida:

Me preocupa mucho el totalitarismo de la indiferencia, esta especie de fascismo sin galones hacia el que han evolucionado las sociedades del primer mundo. Creo que hay que denunciarlo y, finalmente, creo que hay que reivindicar la tradición ilustrada que sigue siendo el ideal más grande que los humanos nos hemos dado”.


En otro lado, el periodista parece querer aferrarse a la esperanza negra de Obama,:


“En este contexto, Obama representa la última oportunidad de una política que garantice la supervivencia de las sociedades democráticas. Si esta oportunidad fracasa, los Estados serán cada vez más Estados corporativos, marcados por el oscurantismo y la desinformación; la democracia evolucionará hacia el totalitarismo de la indiferencia, en que nadie es responsable de nada y el miedo reduce cualquier idea de espacio público; y, de vez en cuando, la política generará brotes de populismo como expresión de su impotencia.”


Ojalá la oportunidad no fracase. Pero mientras tanto, se me ocurren unas cuantas cosas. Dejemos de esperar que nuestro vecino tome las riendas cuando se trata de elevar una protesta al ayuntamiento. Dejemos de esperar a que los delegados sindicales se pasen por el trabajo para decidirnos a hacer huelga. Dejemos de exigir a los dirigentes de la oposición que estén en tal y cuál movilización civil y acudamos nosotros en su lugar. Dejemos de esperar que el tipo al que elegimos como director cumpla con sus obligaciones y dejemos de ampararnos nosotros en su indolencia para justificar la nuestra. Dejemos de ausentarnos del trabajo cada vez que nos duele una uña y así obtendremos autoridad para reprochar a algunos compañeros su escandaloso absentismo… Y, finalmente, ya que nos molestan tanto Gurtel y el Bigotes, dejemos de esquivar nuestras obligaciones, dejemos de robar, dejemos de eludir ciertas fiscalidades y de sentirnos estupendos cada vez que birlamos unas perras a cuenta del fisco, el lechero o nuestros supuestos camaradas. Quizá haya llegado el momento de dejar de reírse de aquel funcionario alemán incorruptible que firmaba con una pluma las cartas administrativas y cambiaba a la suya cuando se trataba de asuntos propios.




Yo no creo, como aquella vieja amiga, que todos seamos unos hijos de puta, no al menos que lo seamos siempre, pero digámoslo de una vez por todas. La gente no es inocentemente indulgente con los políticos corruptos. O construimos nosotros los ciudadanos los marcos de la convivencia o seguiremos al albur de los caprichos de aquellos en los que, por desidia, tendemos a depositar las responsabilidades que nosotros no queremos desempeñar, en cuyo caso, será cuestión de tiempo que antes o después nos pasen la factura.

…Y no siempre va a haber un juez Garzón para salvarnos.


6 comments:

Francisco Fuster Garcia said...

Amigo Montesinos: vuelvo a comentar en tu blog después de varias semanas (la tesis y Baroja me tienen absorbido) para apuntar un par de detalles al hilo de esta última entrada.

1.- Sobre Esperanza Aguirre, debo decir que es una mujer que me fascina. El otro día escuchaba a Vicente Vallés (ex presentador de "La mirada crítica" y ahora subdirector del Canal 24 horas de TVE), uno de los periodistas que más me gusta escuchar, decir que Aguirre tiene una extraordinaria capacidad para decir obviedades pero, al mismo tiempo, conseguir que éstas obviedades sean notícia. No lo decía, evidentemente, en referencia a esas declaraciones que citas sobre el caso Gürtel, sino a unas declaraciones que hizo el día en que se hizo público el sumario del caso y ella dijo que ahora todo los ojos estaban puestos en el contenido del sumario. Lo de que ella ha descubierto el caso Gürtel a míme suena a una provocación suya para quedarse con el personal y de paso, desviar la atención hacia su persona.

Y luego también me sorprende de esta mujer su capacidad para meterse en fregados y quedar siempre - sobre todo ante los madrileños, que son quienes le votan en masa - como una persona íntegra y sensata. Lo digo por el tema de haber declarado la fiesta de los toros como Bien de Interés Cultural y ahora amenazar con llevarlo a la Unesco para que la declaren Patrimonio de la Humanidad. Es una idea tan absurda como efectiva, puesto que logra poner en su bando a todos los aficionados que antes no le conocían esta devoción, y sólo queda mal con los antitaurinos, que ya antes no le querían por ser del PP.

2.- Sobre el tema de la corrupción, me quedo con una frase que le escuché el otro día a un contertulio de César Vidal en ese curioso canal que me ha brindado la TDT y que se llama Libertad Digital Televisión. Decía este hombre, y en eso le doy toda la razón, que todos estos casos de corrupción, local y nacional, sirven para entretenernos y para que muy de vez en cuando, alguien sea condenado y pague un fianza para no ir a la cárcel, con el dinero que previamente ha robado, pero que más allá de esto, no tiene ninguna repercusión a nivel electoral porque la gente va a seguir votando a quien pensaba votar. Defendía este hombre que la gente del pueblo llano ya tiene en mente que los políticos son corruptos por defecto y que si están ahí es para beneficiarse del cargo a nuestra costa, que por cada uno honrado que hay, hay cuatro o cinco sinvergüenzas. Por esto, a la gente le preocupa mucho más saber si va a encontrar trabajo para sus hijos o si va a poder cobrar la pensión (si hablas con la gente mayor uno se sorprende de las teorías que circulan al respecto por bares y tertulias de banco de plaza de pueblo) que el precio de los trajes de unos o de las escobillas de otros.

David P.Montesinos said...

Lo último que comentas me recuerda a un hombre del campo -con una considerable hacienda vitivinícola y muchos inviernos de curro brutal a las espaldas- que insistía en que los políticos eran todos unos sinvergüenzas y que no tenían más función que la de la rapiña. Su posición era extrema y destructiva, algo así como la de un "anarquista reaccionario", pues creía que había que hacerlos desaparecer a todos y suprimir las instituciones. Un día de vendimia le pregunté que pasaría si alguien atacase a su mujer o a su hija o si el territorio fuera atacado por una nación vecina, si no echaría mano entonces de esas instituciones cuya desaparición deseaba:
-"Si ocurre eso y vienen a por mis tierras, a por mi familia o a por mí, me basto solo yo con el fusil para hacerles frente y me cargo al que salga por delante."

Como ves, una concepción del mundo atávica y que radicaliza a Hobbes, pues parece creer que en el estado salvaje estamos mejor. En fin, yo sigo creyendo en la necesidad de formar parte de la res pública aunque sospeche de quienes se dedican a la política profesional -en esto soy platónico- y espero poquitas cosas del modelo de representación democrática tan oligárquico que nos domina en la actualidad.

Justo Serna said...

Sr. Montesinos: ha puesto usted un impresionante comentario en mi blog. Impresionante.

Ricardo Signes said...

ten mucho cuidado con las personas de que hablas, David. Te aviso. Esperanza Aguirre es la única política en activo con tintes shakespirianos del foro. Es tan ambiciosa, tan poderosa y tan descarada en su cinismo, que asusta -sobre todo a sus correligionarios-. Desde que has escrito este artículo empiezo a tener problemas con determinados ordenadores asociados a redes públicas para entrar en este blog. Mira lo que dice: No es permet l'accés a l'URL!!
http://lacuevadelgigante.blogspot.com

Motiu:
Límite de ponderación de frases excedido

Classificació
Pornografia (Espanyol) / Pornografía (Español), Paraules grosseres en espanyol / Palabras groseras en español, Pornography (Portuguese), Pornography, Pornography (Italian), Pornography (Malay), Bad words (Portuguese)

David P.Montesinos said...

Debe ser, querido Ricardo, por el uso de alguna palabra malsonante, dudo que la aparición del nombre de Esperanza Aguirre, hacia la que solo tengo palabras de profunda admiración, genere el problema al que te refieres.

R.S.R. said...

Sr. Montesinos solo pasé un momento para dejarle un saludo pero me he visto atrapada por la reflexión tan interesante que propone, al hilo de ello me surgen algunas preguntas que en mi opinión ,de ser satisfechas mejorarían el nivel democrático de este país ¿Para cuándo la mejora de los sistemas de participación democrática como antídoto contra la corrupción?, ¿para cuándo aceptar la iniciativas legislativas populares?¿ para cuándo listas abiertas?,¿para cuándo limitación de mandatos a los cargos públicos?, ¿para cuándo la obligatoriedad de declaraciones de bienes a los políticos al entrar y a salir de su ejercicio político? ¿Para cuándo tribunales de justicia independientes de la acción política?
Todo esto es antídoto contra la corrupción política pero….
Sin embargo yo creo que esa convicción de que no es lo mismo ser gobernado por la izquierda que por la derecha no se ha perdido Sr. Montesinos, los votantes de izquierdas seguimos pasando factura e indudablemente lo vamos a ver en las próximas generales, igual que vamos a ver que los votantes de derechas no pasan factura
Hoy viene en El país, en la sección de cartas al director, un lector anónimo que se pregunta cómo los políticos de la derecha se han degradado tanto en sólo treinta años de democracia.

Como siempre, un gusto entrar a su cueva.