Thursday, April 09, 2015

MADRID

1. Estación del AVE, Valencia. Un envase de plástico para la cucharilla, otro para el café, otro para el azúcar, otro para el helado, otro para la almendra a trocitos... creo que me estoy dejando alguno. ¿Hemos aprendido algo de la crisis? No es ecologismo facilón, no podemos seguir viviendo así. Por la misma razón no es razonable una urbe repleta de tráfico privado. Si seguimos empeñados en no aprender nada, lo insostenible será pronto algo más que un concepto cool.

2. Mujeres manufacturadas por la cirugía estética, monstruos de la belleza. La cara del joker de Batman por todas partes, la piel estirada a medio camino entre el estrangulamiento del corsé decimonónico y las máquinas de torturar de la Inquisición. Paradójica uniformización, el fascismo del look: aquí y allá la misma pesadilla de la singularidad devastada. 

3. Defino "posmodernidad": estado de ánimo convertido en mantra filosófico por algunos escritores algo redichos que reaccionan ante el hecho de que, al entrar en una típica taberna de Madrid, lo que se encuentran no es a un camarero que se parece al antiguo defensa del Madrid Goyo Benito, sino a un matrimonio de chinos. La sensación surrealista termina de imponerse cuando lees la carta: callos, huevos rotos, cocido y jamón ibérico. 

4. El turista japonés es un buscador de tesoros. Su relación con las ciudades que con tanta convicción visita es fetichista, propia de quien entiende la cultura como coleccionismo. En su excursión el japonés trata de reconocer lo que ya había visto antes desde su casa. Todo lo demás, la intrahistoria de la ciudad, su trajín antropológico, lo único que merece ser llamado cultura le resulta completamente opaco. 
5. McDonald´s lucha desesperadamente por disociar su imagen de la uniformidad industrial que le ha caracterizado desde siempre. Pero este esfuerzo es inútil y apenas registra efectos cosméticos. MacDonald´s -y con ella todo el mundo macdonalizado- es una factoría y su éxito radica en su poder para taylorizar la restauración. 

6. El Louvre es una consecuencia de la Ilustración y, por tanto, de la Revolución, es decir, del esfuerzo de la burguesía por construir una identidad nacional, de ahí su carácter enciclopédico. En España la revolución burguesa es la historia de los sucesivos fracasos por librar al país de sus mandarines. Eso lo explica todo: el Museo del Prado es la donación graciosa de pinturas magníficas por parte de dinastías de caprichosos.

7. Sentado en un banco de la Gran Vía he dejado de pensar que cada tipo que pasa lleva barba hipster, ahora empiezo a pensar que soy yo el que no la lleva. Esa sugestión resume el sentido de la moda, sin duda una de las claves de la identidad del sujeto contemporáneo.    

2 comments:

Anonymous said...

Tal vez me arriesgue al decir que este post es uno de los más potentes que he leído en su blog.

En cierta ocasión le dije que Madrid "era una ciudad asquerosa" (no sé si literalmente) pero mi sentencia era fruto de la sustancia del post que acabo de leer en su blog.

Soy de Madrid de nacimiento y renacimiento -todos los antepasados de los que tengo noticia, eran de Madrid- por tanto uno de esos "a los que todo el mundo odia" como explico un día.

Creo que Madrid es un reflejo de toda la porquería que inunda este país, por suerte, en algunas cosas también es el "altavoz" de cosas más apetecibles. (No por los madrileños ni lo uno ni lo otro, por supuesto, ya que somos una minoría insignificante; aquellos del "no pasarán" y que finalmente se quedaron diezmados en una desbandada de gentes que regresaron a sus pueblos o se quedaron para colaborar para que "sí pasaran".

Madrid no tiene identidad, cosa de la que -viendo la facilidad con la que el fascismo galopante de los cacicuchos regionales logran penetrar en sus pueblos- me alegro. Pero tampoco tiene carácter... nunca impregnó después de la capitulación.

Madrid es una ciudad "asquerosa" pero los madrileños conformamos una sociedad cabizbaja y derrotada moralmente. Diana de un juego de poderes que han inculcado hasta la médula el concepto "Madrid" como el enemigo a batir.

No comparto aquello que dice: "En España la revolución burguesa es la historia de los sucesivos fracasos por librar al país de sus mandarines", en mi pensar, por este país jamás pasó la ilustración, los burgueses por tanto hicierón una revolución inversa, es decir, su revolución nuca tuvo el objetivo de librarse de sus mandarines, sino, seguir manteniendo -incluso aumentando- su poder sobre el pueblo. (privilegios de clase.

Si alguien ha luchado en este país por su clase han sido los burgueses.

Reitero que su post me hará pensar durante un tiempo, solo le transmito una respuesta repentizada.

Un saludo.

David P.Montesinos said...

Le devuelvo el elogio, también me ha hecho pensar su comentario. El antimadrileñismo español no me parece gran cosa si lo comparamos con el aura negra que por ejemplo tienen los parisinos a ojos de los demás franceses. Lo madrileño, como usted apunta, es tremendamente ambivalente. Hay un tipo de madrileño detestable que conocemos bien por el llamado "Levante" y que si ya es chulo de por sí, resulta insoportable si tiene un duro en el bolsillo. Y luego hay un Madrid acogedor y con una traza irreductible de ciudad abierta, como si en ella -al contrario de lo que a uno le suele pasar en Barcelona- uno pudiera quedarse sin sentirse jamás forastero.

Respecto a la Guerra, sí, fue derrotada, pero yo asociaré para siempre la imagen de la resistencia a esa ciudad. En ese sentido, Madrid -acaso ese Madrid extinto cuya pérdida usted lamenta- es un símbolo del antifascismo. También lo puede ser de los discursos de Franco en el Palacio de Oriente, pero lo propio de una gran capital, como he dicho, es la ambivalencia.

Respecto a las revoluciones burguesas, simplemente me refería a esfuerzos como los que llevaron a la Constitución de 1812 o al regeneracionismo de entre siglos, por no remontarme a los Comuneros... en fin, los historiógrafos pueden decir mucho más que yo a ese respecto.