Thursday, June 20, 2019

KOBA, EL TEMIBLE (Y II)

Recientemente, y con motivo de los cien años de la Revolución de Octubre, tuve el honor de participar en el número de la revista Saetabis que dirigió Justo Serna. Dos historiadores que me merecen confianza, Julián Casanova, entrevistado por Alejandro Lillo, y José Antonio Vidal Castaño, se pronunciaron en ese número de la revista sobre la experiencia soviética. Me he inspirado en sus palabras para efectuar algunas consideraciones que me parecen oportunas, mucho más después de leer "Koba, el temible", el estremecedor pero, en mi opinión, discutible libro de Martin Amis sobre Iosif Stalin.

1. La trascendencia de la Revolución Rusa es inmensa, incluso si damos por hecho que la Caída del Muro es el síntoma definitivo de un fracaso histórico gigantesco. Podemos pensar que la puesta en práctica del marxismo en la versión bolchevique en aquellos días "que conmovieron al mundo" no es más que un error, una impostura y una desdicha para el mundo. Limitarse a esta consideración, que tiende a explicarlo todo desde la maldad de ciertos personajes y el ADN criminal del comunismo, me parece tan zafio como aquella ridícula teoría de los noventa según la cual el final de la URSS demostraba la condición incuestionable del capitalismo demoliberal. 

2. Amis, y otros como él, tienen razón cuando acusan a la intelectualidad europea de izquierdas de haber guardado un vergonzoso silencio respecto a los crímenes del estalinismo, a pesar de que las informaciones sobre el Gulag y la institucionalización del terror llegaron a ser en los años sesenta lo suficientemente abundantes como para considerarlas simples efectos propagandísticos de la Guerra Fría. No puede extrañarnos que el crédito intelectual y ético de un gran sector del marxismo del siglo XX haya quedado seriamente malparado por aquella infamia. 

3. El zar pretendía ser un rey absoluto a la vieja usanza, de ahí que sintiera como una amenaza el inaplazable proceso de modernización del país. Así, Nicolás Romanov se refugió en valores tan obsoletos como la autocracia y la aureola cuasi religiosa del trono y la dinastía. El apoyo de la iglesia ortodoxa y la oligarquía terrateniente se volvió insuficiente ante el malestar de la población, en especial los campesinos. Como afirma Vidal Castaño, "La pobreza y miseria existentes, las hambrunas, las muertes provocados por epidemias infecto-contagiosas, etc... estaban presentes en las temáticas literarias de escritores como Gogol, Tolstoi, Chejov, Dostoievsky, Gorki..." Antes del estallido de 1917, conviene no olvidarlo, estuvo el de 1905.

4. El sistema no se desploma sólo por la agitación social interna. Además de acabar con el imperio prusiano y el austro-húngaro, la Gran Guerra castigó seriamente al imperio ruso y favoreció el descrédito de la democracia burguesa y el surgimiento de los totalitarismos. En los cuatro años del conflicto mundial Rusia movilizó cerca de quince millones de soldados, de los cuales perecieron o quedaron lisiados o heridos casi la mitad.   

5. Los gobiernos provisionales del Príncipe Lvov o del menchevique Kerenski fracasaron porque ya era demasiado tarde para su plan: sacrificar la monarquía para, a cambio de algunas reformas, mantener la guerra y aquietar la agitación revolucionaria. El conflicto entre pobres y ricos en toda Rusia era una herida que ya no podía suturarse, los soldados estaban agotados de la guerra... El país se encaminaba a una guerra civil y la venganza de los siervos, después de siglos de brutalidad y esclavitud, dejaba de parecer una utopía. El problema del proyecto reformista de importar de la Europa Occidental el modelo burgués parlamentario no se vino abajo por ser éticamente inferior a los soviets proletarios y campesinos que proponían los revolucionarios, sino porque el país no estaba estructuralmente en condiciones de asumirlo. 

6. En una situación tan extremadamente inflamable, los bolcheviques ofrecían soluciones, de ahí que se presentaran ante las masas como la alternativa más plausible. No puede extrañarnos que las promesas de colectivizar la propiedad agrícola, entregar a los soviets obreros la gestión de las industrias y poner fin a la guerra generaran tantas adhesiones y que el exiliado Lenin fuera recibido como un mesías al bajarse del tren en la Estación de Finlandia. 

7. En el origen del Estado bolchevique diseñado por Lenin encontramos el aparato de seguridad y coerción que alcanza su máximo desarrollo con Stalin. El liderazgo omnímodo de Koba y la aniquilación de todas las formas de democracia popular asociadas al periodo revolucionario desaparecen definitivamente para dar lugar al terror totalitario. La disidencia y la libertad de prensa son sustituidos por el partido único y una aplastante burocratización, lo que inclina a pensar que el componente más autoritario y liberticida del bolchevismo es el que a todos los efectos impuso su modelo. La persecución sistemática de los protagonistas de la revolución, empezando por Trotsky, es una de sus consecuencias. De ahí provienen los desplazamientos masivos de población, el exterminio de los kulaks, el Gulag, el KGB o la Stasi, la lógica de la Guerra Fría y el Telón de Acero, la corrupción de los nuevos oligarcas del apparatchik... 


Concluyo con dos preguntas: aún admitiendo que el modelo estalinista está de alguna forma contenido en germen en el programa de Lenin, ¿debemos entender el Terror como una desviación o es más bien el cumplimiento irremediable de las condiciones de desarrollo del Estado bolchevique tal y como lo concibió Lenin? 

Y la más importante, la única que verdaderamente me preocupa y que me ha animado a escribir este artículo: ¿demuestra el desdichado experimento soviético que el marxismo fracasa como teoría de la emancipación?

No es fácil contestar, lo sé, pero creo que esa es la gran pregunta.

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