¿Qué es una secta? Tras ver “Wild Wild Country” no parecen
quedar dudas: una secta son los sannyassin, la comuna de adoradores de Osho que
se creó en los desiertos de Oregon y que, ante la explosiva colisión con las
formas de vida institucionalizadas, terminaron disolviéndose y desperdigándose.
Curiosamente, sigue habiendo practicantes de las doctrinas de Osho, por ejemplo
el neotrantrismo, que carga las tintas sobre la liberación a través de las
técnicas sexuales, pero como no tienden a formar comunas permanentes no se les
reconoce como secta. Bien mirado, el cristianismo primitivo tenía todos los rasgos
que constituyen lo que entendemos intuitivamente como secta: secretismo,
división entre “iniciados” y ajenos, sumisión a un líder con poderes mágicos,
sospechas de prácticas inmorales e incluso de terrorismo por parte del poder
establecido… en fin. Un cristiano me contestaría que la tendencia primitiva a
esconderse era consecuencia de la feroz persecución sufrida, y que la vocación
del fundador siempre fue ecuménica, es decir, universalista y, por consiguiente,
opuesta al designio de una secta. El problema es que, como los sannyasin y
tantos otros, pongamos por caso a los Testigos de Jehová, los mormones o la Cienciología, el objetivo es crecer,
extenderse a través de la prédica y la publicidad, y ganar adeptos y, por
tanto, poder. ¿Podemos entonces considerarlos sectas?
Habrá también quien me
indique que sectas, lo que se dice, sectas, solo son gente como la Familia
Manson, los casi mil adeptos del Templo del Pueblo que se suicidaron
conjuntamente en Guyana o el grupo aquel de japoneses que echaron gas sarín en
el metro de Tokyo. Vamos, que entonces “secta” sería un grupo de gente que está
como una cabra y hace barbaridades sin ningún motivo.
No pretendo vender el sofisma de que cualquier cosa es una
secta, entre otras cosas porque eso supone admitir con el mismo valor que nada
lo es. Lo que sí hago es prevenir respecto a un uso poco riguroso del concepto.
Y no es que trabaje para la RAE, es que creo firmemente que muchos de los
motivos que hacen que no nos entendemos son de raíz semántica. Eso explica también por qué sospecho que quien forma parte de una secta no la reconoce como tal. Y es incluso posible que ni siquiera se lo haya planteado nunca, hasta el punto que, para este individuo, sectas son lo que hacen otros.
Por eso, y como lo que me interesa es lo que plantea el
documental sobre Osho, Sheela y Rajnesspuram, desplazaré la cuestión hacia el
asunto del New Age …en mi opinión, uno de los conceptos que, junto a la
corrección política o la sociedad líquida, mejor define la condición
posmoderna.
El problema con este fantasmón impresentable y la psicópata de
su secretaria no es, como suponemos que hacen las sectas, que reclute a unos
cuantos incautos, los ponga a su servicio, les saque la pasta, los ponga hasta
el culo de peyote y, si se tercia, se los folle y hasta los destripe en una ceremonia
a imitación de los sacrificios mayas… No, la cuestión es que eso, en realidad
es la parte más residual y minoritaria del asunto de las sectas. Le va muy bien
a Iker Jiménez y truhanes similares para forrarse a costa de la tele porque es
muy espectacular eso de las sectas destructivas, pero, insisto, eso es solo la
crema del café.
Me explico. En estos momentos deben ser cientos de miles, a
lo mejor millones, los españoles que viven pendientes de toda suerte de
sabidurías místicas. Parapsicologías, pseudociencias, adivinación, pseudoterapias,
negacionismos, conspiranoia… Y así, podemos ir desde los chakras, el reiki, la
sanación tántrica, la reflexología, la gemoterapia o la homeopatía hasta el
aura, la ouija, la telequinesis o el movimiento antivacunas. Si les apetece,
puedo acudir a territorios aun más delirantes como las abducciones alienígenas,
los terraplanistas, las sirenas, los ángeles y la telequinesis (sí, aquello del
tal Uri Geller que doblaba cucharas)… pero es que me da la risa, conque mejor
lo dejamos. Por cierto, no me pregunten por qué no incluyo las religiones,
llevo toda mi vida destripándolas sin piedad, no soy sospechoso.
Miren, cuando yo veo “Wild Wild Country”, lo que de verdad
me fascina no es la ambición y la falta de escrúpulos de Bhagwan y Sheela. Gente
así siempre ha existido y seguirá existiendo, dentro y fuera del territorio de
las pseudociencias. Lo llamativo, siguiendo aquello de que para que haya un
listo ha de haber un tonto, es la devoción ilimitada que los habitantes de la
comuna tienen hacia el gurú. No son unos cuantos parias de la India sin escolaridad
los que acompañan masivamente a Bhagwan a Oregon, son occidentales con estudios
y, normalmente, con un buen status socio-económico. Puedo entender que mucha
gente, incluso gente a la que no parece irle mal, se sienta tentada por formar
parte de un paraíso terrenal lleno de paz y amor y donde hay líderes que
piensan por ti, de manera que tú solo tienes que mirar al maestro con devoción,
oler sus pedos y, en definitiva, entregarle tu dinero y tu fuerza de trabajo
para que el pueda comprarse Rolls Royces. En algún momento aparecerán en el
líder los rasgos de ser humano, demasiado humano, como decía Nietzsche… Pero tampoco
importa mucho, porque siempre habrá una arpía como Sheela a la que echarle las
culpas: “fue ella la que lo mareó”.
En cualquier caso, sigo pensando que las sectas destructivas
son un fenómeno residual… doloroso, sin duda, para quien lo sufre, pero
minoritario. Las sectas son en realidad otra cosa, y no son lo que imaginamos.
Verán. Tengo un viejo amigo que durante años, y a raíz de un
divorcio y un segundo matrimonio, empezó a acudir con frecuencia a “retiros” organizados
por círculos neotántricos, que por lo visto, están inspirados en las enseñanzas
de Osho. Imagínenlo así: un parejita con aires místicos te tienen entretenido
en una granja el fin de semana con charlas sobre energías de las que parecen
entender mucho, guían meditaciones, comes comida vegana con los demás miembros
del grupo, te hacen una sanación que debe consistir en hacer un poco el mono
con las manos y las pezuñas, te tocan un poco pero no mucho que te creces y,
cuando llega el domingo te abrazan con mucho cariño antes de irte. Tú vuelves a
la ciudad como nuevo, convencido de hallarte en un círculo de paz y amor,
espiritualmente sanado y dispuesto a soportar con mejor talante durante la
semana tu horroroso trabajo. Eso sí, tardas un poco en hacer otro retiro con el
grupo, pues nada más llegar a la granja -lo que va delante, va delante- te dejaste
una buena cantidad de pasta para la parejita mística, que por cierto tenían la
mesa llena de billetazos de todos los incautos que hicieron la misma gilipollez
que tú, es decir, pagar para no quedarte en casa el fin de semana viendo
partidos de fútbol, soportando a tu suegra y tus hijos o, simplemente, porque
no te gusta estar solo y a lo mejor pensaste que en un círculo neotántrico a lo
mejor se folla y lo de Badoo te parece demasiado obsceno. Semanas después la parejita te envío una foto que se hicieron de vacaciones espirituales con vuestro dinero en Bali, donde ella aparece tocándole los chacras a una estatua de Buda.
No quiero ser demasiado cabrón, yo soy mucho más ingenuo de
lo que parezco a primera vista y me han engañado infinidad de veces en la vida
los desaprensivos. Pero, joder, creo que algo he aprendido.
Podemos poner en cuestión los grandes relatos y entender que
el gran proyecto racionalista al que llamamos modernidad o ilustración ha
colapsado. Podemos pretender, como con aquello del buen salvaje, regresar a la
naturaleza, cuestionar la lógica clínica y farmacéutica o descreer de los
partidos. Ahora bien, que Dios e incluso la Razón se hayan bajado del trono no
significa que en él podamos poner al primer majadero que pasa por la calle,
hostia. Excúsenme si resulto prosaico y aburrido, pero ni Nostradamus predijo
el coronavirus ni nos vamos a librar de él con homeopatía. Mas bien lo
aconsejable no ir a ver al homeópata dichoso porque lo que hay que hacer es quedarse en casa. Es
la medicina la que nos está salvando el culo, como tantas otras veces. No encuentro
salvación fuera de la ciencia, la política y la ética, llámenme escéptico, pero lo que no soy es crédulo
Y no me olvido de la
estética, claro. Ayer mismo miraba con fascinación una de las exposiciones
virtuales que, para tiempos de confinamiento, están haciendo lo museos del
mundo. Me detuve un largo rato en unos pocos cuadros de Vermeer. En sus
retratos, los claroscuros de sus interiores o en sus paisajes está toda la
magia que jamás encontrará toda esa patraña del New Age.
2 comments:
Las sectas eliminan opiniones disonantes...
He buscado su respuesta en el articulo que publico sobre greta thunberg, pero no la he encontrado. Curiosamente también desapareció mi reply. Lo siento, era un tema interesante.
MA
Hola,MA. Hay dos razones. Una es que hace tiempo que no recibía comentarios, por lo que tengo la configuración de comentarios de blogger bastante descuidada. Hubo una época en que no filtraba comentarios. A raíz de un asunto desagradable, y en contra de mis primeros deseos, decidí, filtrar. Eso a veces crea algún problema, de hecho llevo un rato intentando publicar un comentario suyo y no sé por qué demonios no puedo. Voy a ver si lo copio, aunque parezca que lo he publicado yo.
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