Thursday, June 16, 2022

EL RÍO




Una noche de primavera deambulaba por la plaza del ayuntamiento de El Pinós, pueblo alicantino de las comarcas del Vinalopó, cuando un caballero se me acercó para preguntarme por cierto personaje de la localidad. Le contesté a lo que me pidió y, a continuación, y en contra de mi natural timidez, le dije que le admiraba y que para mí era un referente porque había ayudado desde la política a mejorar mi vida y la de mis vecinos. 


Era Ricard Pérez Casado, alcalde socialista de los años ochenta en Valencia, y máximo responsable de la conversión del viejo cauce seco en el ahora llamado Jardín del Turia. 


No pretendo que Pérez Casado fuera el único padre de esa maravilla que es actualmente "el Río". Así lo llamamos los lugareños con evidente impropiedad, pues desde el Plan Sur, que desvío la desembocadura sin pasar por la ciudad para evitar inundaciones, lo que queda no es el río, sino más bien su ausencia y el recuerdo lejano de sus aguas y sus barcas. Pues bien, el viejo cauce fue durante décadas causa de polémicas. De haber sido por las autoridades franquistas, que pretendían una enorme autopista intraurbana de ocho carriles -qué chachi-, ahora no tendríamos el parque más grande de todas las capitales españolas, sino más ruido, más contaminación y menos conciencia cívica. Fueron los movimientos vecinales los que propiciaron aquel pequeño milagro, y fue uno de aquellos audaces ayuntamientos socialistas de la primera hornada el que le dio a la causa el empujón que necesitaba.


 No sé si aquel día en El Pinós entendió don Ricard el porqué de mi elogio, pero en casa me enseñaron a ser agradecido. 

Durante el mandato de Manuela Carmena en Madrid, la señora Aguirre, personaje tóxico donde los haya, habló de la fobia al automóvil de la alcaldesa. Llámenme tendencioso. A fin de cuentas, el propio Ribó, actual alcalde de Valencia, ha reconocido la contribución de Rita Barberá al desarrollo de las fases del proyecto que quedaron pendientes desde los años ochenta. Me pregunto que hubiera dicho la gente de Vox, si la polémica inicial -lo de autopista o jardín- la tuviéramos ahora. Pero ya saben, la izquierda propone las fórmulas para modernizar y mejorar las sociedades, y la derecha se opone hasta que ya no puede hacerlo... y entonces se suma e incluso se atribuye los méritos. Curiosidades de la política. 


Dos de las ciudades más interesantes del planeta a las que he viajado son El Cairo y Copenhague. El poder de seducción de la capital egipcia es colosal, pero su tráfico es demencial y la convierte en una ciudad inhabitable, por más que en ella sobrevivan millones y millones de personas. Copenhague... quizá no tenga el mismo hechizo, pero sueño con un gran ciudad como ésta por cuyas calles más céntricas pasa un automóvil cada muchos minutos... Les juro que así es, por increíble que parezca en nuestro tiempo. 


Dedico este escrito al Jardín del Turia y su 35 aniversario porque yo ya resolví hace mucho que prefiero parecerme a Copenhague que a El Cairo. La cuestión es cómo conseguirlo. Valencia tiene un alcalde al que le ha tocado una misión sumamente difícil. No es cómodo hacer entender a los vecinos que no deben coger el automóvil. No es fácil gestionar el espacio de tránsito para la diversidad de vehículos de los que la gente hace uso hoy en día para moverse por la ciudad. Doy fe de que algunos ciclistas y conductores de patinetes son tan incívicos, están tan llenos de desprecio al único habitante natural de la urbe, el peatón, que terminan aumentando el efecto de barbarie que los que promocionan dichos vehículos pretenden evitar. Y, aún así, con todas las dificultades que surgen -y lo que te rondaré, morena- creo que la dirección es la adecuada. 

No se engañen, quizá los daneses sean gente muy civilizada. Pero la razón por la que en Copenhague no hay apenas tráfico privado es que te multan y te crujen a impuestos. 

Podemos alimentar el estrés, el ruido, la contaminación y la violencia, o podemos mejorar nuestra vida y pelear contra el cambio climático. El automóvil habrá de ser un paréntesis en la historia urbana del planeta, un periodo que acaso necesitamos en algún momento pero que ya hace tiempo que en sociedades desarrolladas como la nuestra se mantiene solo por intereses de las grandes corporaciones vinculadas al petróleo y al motor, y por la estúpida hipnosis consumista en la que no nos resistimos a vivir. 


Me voy al Río a caminar un rato. 


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