Saturday, December 15, 2012





TINTÍN EN EL CONGO


En estos días hemos sabido que un tribunal belga ha desestimado la demanda de un hombre de origen africano contra el segundo de los álbumes de Georges Remi (Hergè) protagonizados por el joven periodista Tintín. El demandante, debido a los contenidos racistas de la obra, exigía la retirada del tebeo o, en su defecto, la inclusión en la cabecera de la edición de una advertencia para los lectores respecto a sus peculiaridades ideológicas, que ofrecen una visión propagandista del colonialismo completamente irrisoria medio siglo después de haberse descolonizado el continente africano. 

No perderé el tiempo ni el crédito descalificando a Bienvenu Mbutu Mondombo -y mira que sería fácil con ese segundo apellido-, ni siquiera le acusaré de oportunista por haber efectuado su denuncia cuando se estrenaba con honores mundiales el film de Steven Spielberg sobre Tintín. Podemos suponer que el caballero cree sinceramente que si el texto se prohíbe o, al menos, si se garantiza que ningún niño lo lea sin el asesoramiento previo de un adulto -me pregunto de qué manera se puede garantizar jurídicamente esto último- estaremos ayudando a que el planeta sea un lugar algo más justo y menos propenso a la discriminación, la exclusión y la violencia; pero podemos igualmente suponer que lo que pretendía era obtener notoriedad y quién sabe si algo de pasta por parte del propio Spielberg o de la empresa belga que usufructúa los derechos de las obras de Hergè para que retirara la denuncia y se esfumara. Da lo mismo, todo este asunto me parece igualmente una mamarrachada. 


¿Racismo y colonialismo en la visión que del Congo ofrece el cómic? Desde luego. ¿Paternalismo respecto a unos congoleños pueriles e ignorantes que parecen necesitar en todo momento la guía de un padrecito blanco? Sin duda. ¿Trato cruel y vejatorio con especies animales actualmente protegidas? Por supuesto. "Yo aún diría más..." -cito la célebre y repetidísima frase de los hermanos Dupont-: no tengo ninguna duda de que los crímenes cometidos por la metrópoli belga en el Congo convierten a su principal responsable -el Rey Leopoldo- en un inigualable inspirador de los genocidas posteriores, cuyos nombres reconocemos todos como parte esencial de la historia negra de la Europa moderna.

No, el problema no es que no tengan razón en sus argumentos contra el contenido del libro Mbutu Mondombo o las instituciones contra la discriminación racial que vienen denunciando su contenido racista desde hace décadas. El problema es que hayan trasladado a los jueces el contenido de un debate de ideas, y ello sin otra intención que la de que el libro se prohibiera. También tienen razones de sobra en su rechazo a ideologías repulsivas quienes -a veces con éxito- han exigido convertir en delito el negacionismo, lo cual supone que si a usted se le ocurre decir en algunos países que en Auschwitz no se asesinó a ningún judío puede acabar en la cárcel. El Holocausto es una infernal verdad del siglo XX, pero el hostigamiento contra el derecho a equivocarse o, lo que es lo mismo, la persecución de la libertad de expresión es igualmente una lacra. Negar el Holocausto es una estupidez o una odiosa manipulación, lo cual vale igualmente para algún supuesto historiador español que afirmó recientemente que en el bombardeo de Guernica murieron media docena de personas y el gato. Hay otros negacionismos, como el del cambio climático, sin olvidarnos de quienes afirman que el viaje a la luna del Apolo fue un montaje cinematográfico, o los que dicen que Marilyn Monroe fue eliminada por los servicios secretos de la CIA, o que Elvis sigue vivo en Argentina y forma parte de un programa de protección de testigos del FBI. 


Dijo Cioran que no habría constitución ideal mientras no contemplara la resolución de eliminar a los que nos caen mal. El mundo está lleno de idiotas o de sinvergüenzas que emiten visiones ridículas, dañinas o nefastas de la vida, pero no podemos prohibirlos, no se nos debe dejar siquiera albergar dicha expectativa. Y Cioran lo sabía cuando emitió esa humorada. Tintín en el Congo es un tebeo para niños, al contrario que, por ejemplo, la más grandiosa novela que he leído sobre África, El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad: simplemente creo que se deben leer ambos, cada uno en la época de la vida conveniente. 


No obstante, y antes de recluir a Tintín a la condición de héroe infantil, conviene efectuar alguna matización. Hergè tenía veintitres años cuando se editaron en papel las planchas del relato del Congo. Jamás había estado en la colonia del Rey Leopoldo. Tiempo después reconoció que su trabajo había respondido a las demandas de la revista ultraconservadora en la que intentaba abrirse paso, y que configuró su relato en base a los tópicos que circulaban por Bélgica sobre el África negra. Tras su siguiente álbum, Tintín en América, el serial de Hergè dejó de ser una publicación menor o infantil. Desde El loto azul encontramos una sucesión de obras maestras cuya influencia en la historia posterior de la novela gráfica es colosal. Stock de coque, Aterrizaje en la luna, El asunto Tornasol, Tintín en el Tíbet... 

Inútil continuar, las aventuras de Tintín y el Capitán Haddock constituyen una de las cumbres de la cultura europea contemporánea. Alguien dijo que el siglo XX irá asociado para siempre al jazz, al cine... y al cómic, no hay duda. Y de entre estos ninguno ha obtenido la repercusión de la serie de Hergè. Hay en ella algo del mejor Hitchcock, del surrealismo, del humor de Wilder, de Spielberg... Últimamente caen en mis manos algunas de las obras de Paco Roca, el más reputado de los ilustradores españoles actuales, y presiento por todas partes la alargada sombra del maestro belga. Me atrevo decir que Tintín es el personaje en que se resume lo mejor de la ética cosmopolita con la que los europeos han contagiado al resto del mundo. 


El viejo continente -bueno es saberlo, ahora que su lugar en la historia parece condenado a ir diluyéndose en la insignificancia y la melancolía- ha dejado en herencia a genios como Hergè o a ilustres carniceros como el Rey Leopoldo. Conviene precisarlo.

Pero de esto dudo mucho que diga algo la denuncia de Mbutu Mondombo


10 comments:

Ricardo Signes said...

A los que hemos aprendido a leer con Tintín nos enfadan especialmente estos despropósitos contra uno de los héroes de nuestra infancia por la imbecilidad que quieren implicar en el lector, incluso en el lector niño, a quien se le supone un riesgo de irse de mayor al Congo a cazar leones, ciervos y elefantes con la ayudada de unos cuantos asalariados negros. Pero, no amigos, tanto yo como mis cinco hermanos hemos devorado los álbumes de Tintín desde antes de que supiéramos leer, cuando valían 90 pesetas y eran regalo fijo en Reyes, y lo único que hemos cazado son renacuajos en el río.

David P.Montesinos said...

Fíjate, Ricardo, cuando yo y mis hermanos ya éramos expertos seguidores del joven periodistas me dio por coger por primera vez en mi vida un libro -de los que no tenían dibujos- de la estantería de mi padre. Se trataba de "Tartarín de Tarascón". Es una especie de quijote francés, un medianejo cazador de conejos- y de gorras- que decide impresionar a sus compañeros del bar del pueblo desafíandoles con la baladronada de que era capaz de cazar un león africano. La aventura subsahariana del caballero es esperpéntica, y la fiera que termina cazando es un león enfermo y desnutrido, un poco como dicen que fue el oso que cierto y campechano prohombre hispano cazó en Ucrania.

Yo tampoco cacé nunca más que escarabajos peloteros. Y últimamente, cuando voy a la playa, opto por perdonarles la vida, pobrecitos.

Anonymous said...


Se está usted posicionando en incomodas visiones europeístas.

No me lo puedo creer y de hecho no me lo creo todavía. Timtin no merece demasiado dar la cara, la cuna de casi todo por lo que merece un artículo como el que he leído, sí.

Ojalá no hubiese demasiadas matizaciones.

David P.Montesinos said...

No sé si le entiendo, y como me sugiere que no haga matizaciones, intentaré no hacerlas. Como de aclaraciones no me ha dicho nada, haré una: no he dudado ni por un momento de que Tintín en el Congo refleja una visión colonialista e ideológicamente rechazable. No es eso lo que yo critico,a lo que opongo es a la cultura de la corrección política, a la pretensión de judicializar la controversia y a la hipocresía que tales pretensiones arrastran.

Y sí, parece que llevo dentro un europeísta. Le daré mis razones, si usted lo desea.

Anonymous said...

No esperaba menos.

el problema es que quien denuncia las racistas viñetas de tintín sabe que en cierto mundo, el racismo, la apología del mismo al igual que las desigualdades que sugieren ciertos capítulos del susodicho son transgresión legal, pero aquí... aquí... donde se pone la denuncia, donde se puede denunciar.

Sospechosamente el lugar donde se puede demandar por la conculcación de ciertos derechos pasa por ser también el área legislado donde más fácilmente puede enajenarse el libre cauce de la misma. Me permitirá que discrepe en ciertos derechos de estructura nomotética que se contradicen a sí mismos pervirtiendo el principio que persiguen.

Europeísta... Ex. Europeísta etc. Si la Europa del siglo 21 se sostiene sobre gilipolladas tipo: "la raíz de 25 puede dejar de ser numero primo en tanto es discriminatorio respecto al número “x” que aún no se contabilizó en las cuentas de este continente pero algún dia puede que sí"... Europeísmo mercantil...

Europeismo estúpido…
Se pueden meter esta Europa en lo mas profundo de sus patrias, no me interesa. No me pertenece una Europa tan empachada de imbecilidad que no sabe distinguir a quien paraliza una tirada de "el jueves" o tintín del panfleto que glorifica al que ejecutó al que defendió una ley acordada por todos... (palmando asesinado)

Al tipo que denuncia las viñetas de Timtin le emplazaría a tomar cursillos de lo que supone uno de los pilares de este estupidizado continent: Libertad de expresión.

No pólice thought

Usted solo me permite leerle en tanto no se guarde nada. Partiendo de un límite más o menos tolerable estará tomando por gilipollas a sus lectores o aceptará que estos le tomen a usted por tal

Un saludo

David P.Montesinos said...

El Estado de Derecho ha convertido en delito la apología del racismo o del terrorismo porque los principios que lo configuran contemplan por encima de todo la defensa de los débiles.

Respecto a su denuncia de las contradicciones en que se incurre con tanta facilidad en las llamadas naciones civilizadas no tengo nada que objetarle. Me viene a la memoria algo que le leí recientemente a Naomi Klein, que denunciaba la encarnizada minuciosidad con la que en los espacios académicos de Norteamérica se perseguía cualquier síntoma de prácticas -especialmente lingüísticas- de patriarcado mientras la Universidad estaba siendo miserablemente vendida al capital privado. Pese a todo, la imagen de lo europeo que creo un deber defender es la que ha legado al mundo el derecho romano frente a la barbarie y la guerra total, la ciencia frente al mito, el laicismo frente al teocentrismo y los derechos humanos frente a la pura dominación. ¿Que la Europa de los mercaderes -esa en la que entramos en su momento tan ilusionados- se ha saltado olímpicamente ese legado? Sí, comparto esa impresión.

Si un lector me toma por gilipollas estará demostrando una gran perspicacia.

Anonymous said...

Diría que algunas lecturas infantiles velaron dulcemente tu perspicacia, amor a la libertad y a la justicia, por esta vez.
Creo que el Tribunal belga puede haber dictado una sentencia jurídicamente correcta pero moralmente no es justa ya que es cierto el racismo que trasluce el libro referido de HERGÉ.
El señor Mbutu Mondombo tal vez sea un oportunista pero su denuncia es bien válida y desde su negritud es absoluto su derecho a protestar.
Por otro lado no creo que HERGË sea una cumbre literaria del siglo XX, como no comprendo que algunos consideren a John Lennon el Beethoven del pasado siglo.
Hace años los duros comentaristas de mi tiempo llamaron a un sólido filósofo español emigrado a USA, Salvador de Merdariaga. No creo que fueras por ahí con el denunciante congoleño.
Y una pregunta indiscreta ¿porqué no compraron en tu casa El lazarillo de Tormes en lugar del simplón Tartarín?
Detella

David P.Montesinos said...

Querido Detella, claro que compraron el Lazarillo en casa, la edición aquella de Austral, claro, y fue el segundo que leí, bueno, el tercero, el segundo fue El viejo y el mar, de Ernest Hemingway.

Sospecho del denunciante, que no es sino una secuela más de larga secuencia de la judicialización de este asunto, porque me parece cuanto menos extraño que salga la denuncia justo cuando va a aparecer la película de Spielberg, cuyo guión por cierto escapa completamente a la vieja expedición congoleña del periodista. Repito: creo que es ridículo pretender que el tebeo en cuestión sea retirado de las librerías. Me pregunto si una brigada como aquella de Fahrenheit 451, la película en la que Truffaut avisa sobre la amenaza de un futuro donde los libros fueran prohibidos, no habría de entrar a saco en mi casa y llevarse los libros ideológicamente inconvenientes, no sea que cayeran en manos de mi prole. No he negado en ningún momento el contenido racista del libro, pero si el tribunal hubiera dado la razón a Mondombo, lo siguiente habría de ser prohibir "El hombre tranquilo", por machista... e imagine la interminable serie de candidatos a obra prohibible que sigue.

Siento que Hergè no le parezca como a mí, uno los genios del arte del siglo XX. Lo del apellido del denunciante es sólo una pequeña broma pueril, como dice el Gran Wyoming "soy cabrón, pero no tanto"
Lo que comenta usted de Madariaga me lo contó mi padre, que también lo escuchó en pleno invierno franquista con evidente indignación. Un paniaguado del Régimen aprovechándose de la impunidad que le otorgaba la Dictadura para insultar a un hombre al que él no llegaba ni a los talones, qué cutre.

Anonymous said...

La Europa que observa las reclamaciones de los proletarios tan legítimas como la de los patricios no es la misma que equipara la de los idiotas con las de los plebeyos.

La Europa de los mercaderes (no con mercaderes) tiene una estructura que no puede coexistir con la Europa evocada, no cabe entiendo su defensa si no su ataque, sin por ello dar un sable a los "enemigos de mi enemigo"


Para encontrar la calificación de ·gilipollas· hacia su persona, en la mayoría de los comentarios (incluidos los mios) que he leído en su blog, tal vez es mas necesario estar más provisto de suspicacia que de perspicacia, pero esto es solo una impresión que tal vez confirme mi situación es tal estado.

Un Saludo.

David P.Montesinos said...

Por mi parte creo que la suspicacia no es uno de mis defectos, asumí hace mucho que soy bastante risible, y desde entonces soy menos infeliz.

Pasando a lo que nos parece a ambos relevante, entiendo perfectamente la incompatibilidad a la que usted se refiere. Y sin embargo, aquellas invenciones genuinamente europeas a las que me refería no son una simple evocación, si por tal entendemos algún tipo de Arcadia perdida en un pasado remoto y que acaso no existió nunca. La Europa moderna es la de las grandes guerras y el neocolonialismo, pero también la inspiración para todos aquellos que a lo largo del mundo han peleado por los derechos civiles, la instrucción y la sanidad pública o el concepto de prosperidad como redistribución de la riqueza. En este sentido, el personaje de Hergè, viajando por el mundo para luchar contra sátrapas y mandarines, me parece un epítome del que los niños actuales podrían aprender mucho, más que seguramente jugando a la Play o escuchando las imbecilidades de Mourinho.