VENDER EL ALMA
"Pues no, gilipollas", me contestó la señora que comparte el piso y otras cosas conmigo cuando le pregunté este martes si no experimentaba algo así como una descarga eléctrica por estar físicamente tan cerca de nada menos que David Beckam, quien pasó la noche en un hotel de la ciudad porque su actual equipo, el Paris Saint Germain, jugaba octavos de la Champions en Mestalla. Tampoco hace falta insultar, a fin de cuentas no hice sino imitar a Lex Luthor, que pregunta algo similar a sus secuaces -"¿no os conmueve pensar que estáis ahora mismo en la misma habitación que alguien como yo?"- tras idear uno de sus diabólicos planes para eliminar a Superman.
Regresando al mundo real, hubo una ocasión similar hace un par de veranos, cuando Benedicto XVI hizo el honor de visitarnos, algo por lo que los valencianos hemos quedado para siempre bendecidos, por más que tal cosa no se avenga con la evidencia de que aquella expedición pontificia se saldó con el enriquecimiento ilícito de algunos corruptos. No consta que a resultas hubiera muchas conversiones, aunque sí vimos a un grupo de ciclistas hostiles paseándose en pelotas para protestar, además de -esto sí llegó a generarme una irritación de cuyas ronchas tardé en recuperarme- aquellas legiones de jóvenes uniformados con aire de colegio de monjas que cantaban "¡Benedicto, equis, uve, palito!", o, aún más enternecedor y más guay, "Ese Papa como mola, se merece una ola, uuuuuuuhhh!"
Sí, hay que ser un poquito gilipollicas, desde luego. Hablando de estrellas del mundo del espectáculo, lo de Beckam tuvo gracia. El tipo, tan rubito e impecablemente vestido, salió dos minutos del hotel para que las fans acudieran en tropel a gritarle, y luego apareció en el graderío de Mestalla celebrando moderadamente los goles del PSG, como si le importaran mucho. Resulta que el muchacho no juega, en parte porque nunca fue gran cosa, y, sobre todo, porque teniendo 39 taquitos de vellón, si le han fichado es para que haga bonito y dé lustre a la entidad parisina.
No es que me dé rabia que ganará en Mestalla el PSG, a fin de cuentas jugó muy bien, pero no deja de sorprenderme este fenómeno tan extendido en el fútbol europeo últimamente, por el cual un club en quiebra es "rescatado" por un jeque árabe que le inyecta un pastón, y en cuestión de semanas se crea a golpe de talonario una escuadra poco menos que invencible. Ni deudas, ni mala gestión, ni trabajo de cantera, lo que se ha sembrado en el pasado y la justicia consiguiente -la que premia el esfuerzo leal y castiga la negligencia- salta por los aires, y dejan de importar lo méritos y deméritos, es el dinero el que lo determina todo, como si se empezara de cero. Lo más curioso es que ese fenómeno, el de algún Emir de las Mil y Una Noches forrado de petrodólares que se apodera de un club y lo llena de estrellas, es ahora mismo el sueño de la mayoría de sociedades anónimas deportivas, las cuales, estranguladas por su nefasta gestión y por la crisis, esperan con los brazos abiertos a cualquiera -moro o cristiano- que venga con pasta y evite la quiebra definitiva de la identidad y la desaparición o -quizá sea aún peor, es decir, más ruinoso y más ignominioso para todos- que las instituciones la salven a cuenta del erario público, como se ha hecho ya con tantas otras cosas, empezando por los bancos.
Me recuerda a esa peripecia tan socorrida en la tradición literaria del personaje que vende su alma al diablo, sea para conseguir conocimiento ilimitado, la seducción de una amada inaccesible, juventud permanente... Como aquella señorita de alta cuna que, arruinados sus padres, accede a someterse a los perversos anhelos sexuales de un burgués arribista, entregando su honra para salvar a su familia. Si el PSG ha pasado de ser un equipo pobre pero honrado a llenarse de estrellas de postín -algunas incluso cobrando sin jugar, solo por ser guapitos, no sé porque no fichan también a Victoria Beckam-, es simplemente porque ha aceptado prostituirse o, lo que es lo mismo, ha cambiado el curso justo de las cosas para obtener una fortuna repentina y ajena que su propia historia no le ha deparado.
Y ello no sucede sin consecuencias, el diablo regresa antes o después para recordarnos la parte del pacto fáustico que acaba con uno en los infiernos. En cualquier caso, lo que nos debería llamar la atención es que el PSG ha hecho lo que otros envidian y harían sin dudarlo, que es entregar la propiedad de una institución que puede ser gloriosa y centenaria a un tipo sin escrúpulos y que se meará encima de los valores espirituales del club en cuestión si le apetece, y cogerá la pasta y arreará en cuanto le venga bien, se le pase el caprichito o haya blanqueado el dinero que necesita blanquear. Si no sucede más no es porque clubs como el propio Valencia quieran preservar su autonomía y su identidad, sino porque, como dice Ricardo Darín en Nueve reinas, "no faltan putos, faltan financistas".
Y el Maligno no descansa, como bien sabían los monjes medievales, temerosos de que su hedor nefando apareciera por los corredores de la abadía y envenenara a los jóvenes novicios, los cuales, ante tan siniestra influencia, podrían perder algo más que el oremus. Piensen, por ejemplo, en Eurovegas. El asunto presenta algunos de los aspectos que reconocemos habituales de la ya extinta burbuja: recalificaciones, facilidades fiscales, edificación rápida y faraónica -además de hortera- y unos cuantos señores del ámbito financiero y del político que se lo llevan crudo. Y luego hay otros añadidos, claro, por ejemplo que van a sacarle la pasta a unos cuantos ludópatas, que grandes empresarios y otros delincuentes quedarán en el lugar para tramar cochinadas, que los empresarios del amor -léase chulos o proxenetas- encontrarán al fin su paraíso, que desfilarán por el lugar tipos con automóviles ruidosos forrados con piel de leopardo a las tres de la mañana... Todo ello al parecer por los puestos de trabajo que van a sacarnos de la crisis, por más que yo sospecho mucho sobre la línea de contratación que llevará a cabo el amigo Adelson, si bien al menos sus empleados cuando estén más jodidos siempre podrán fumarse un cigarro sin salir a la fría noche del patio trasero del casino, pues otra de las cosas que parece que va a conseguir el Mefistófeles de Las Vegas es que el gobierno de Madrid le conculque la Ley Antitabaco, una prueba más de lo rápido que se está abaratando la democracia en España.
También me llama la atención, una vez más, el silencio de la Iglesia. Va a ser inútil que, a este respecto, vuelva a explicar que si considero que ésta es la institución más hipócrita, dañina y corrompida, no es por rechazo a la fe ni a la prédica evangélica, es precisamente por lo contrario, porque nada me parece más alejado del mensaje del nazareno que entregarse con armas y bagajes al poder y el dinero, cuando no a cosas bastante más inconfesables.
En los últimos días hemos leído mucho sobre el Papa recién dimitido. Teniendo en cuenta que siempre le consideré el ideólogo de Juan Pablo II, cuyo nefasto pontificado me parece la solución final para las corrientes renovadoras que se respiraban desde Juan XXIII, Pablo VI y el Vaticano II, acaso Benedicto no haya resultado tan malo como esperaba. Es más, quizá quienes sean los poderosos conspiradores que, dicen, han conseguido agotarle, los verdaderos malos de esta historia.
El Maligno anda paseándose por las estancias donde se celebrará el próximo Cónclave, y no precisamente por culpa de los desnudos de Miguel Ángel. Siempre se cobra su tributo, no lo olvidemos. Que Dios nos pille confesados.
No comments:
Post a Comment