Saturday, September 09, 2017

¿ABSTEMIOS?

A mí esto de la secesión me da un poco de rabia: joder, toda la vida esperando oír a alguien proclamar una república popular y va y resulta que a mí me excluyen; toda la vida esperando que los líderes de la revolución proletaria me salvaran y va y resulta que las chicas de la CUP dicen que no estoy invitado al paraíso que se prepara al norte de mis tierras. 

Chistes malos al margen, lamento no experimentar grandes convulsiones emocionales con este asunto. El amor que deparo a Catalunya se compensa con lo mucho que me fastidian muchas cosas que suelen hacer los catalanes, empezando por la inveterada costumbre de echarle a Madrid la culpa de todo lo que ellos hacen mal. Por otro lado, me resisto a pensarme a mí mismo descontando la lengua y la cultura castellanas, la Alhambra, los callejones colindantes a la sinagoga de Toledo, las pinturas del Prado o la magia del cante jondo. Pero el ardor patrio con que tales vibraciones podrían incendiar mis entrañas tiende a congelarse cuando me acuerdo tantas y tantas veces cómo a lo largo de mi vida he visto a los peores del país agitando con arrobo -henchidos los corazones, prietas las filas- la enseña rojigualda. 

Lean el artículo de Fernando Savater que les enlazo. Yo quise mucho a este señor, no me arrepiento, aún hay rescoldos de la admiración que llegué a entregarle por su coraje. Pero nada es incondicional, y no se puede aceptar un discurso tan venenoso, tan falaz y tan antidemocrático como éste, en el cual llama de forma más o menos eufemística cobardes a todos los que en este asunto -y supongo que en cualquier otro- no pensamos como él. (Insultar a los discrepantes se vende barato en las últimas semanas, desde que se inflamó al máximo el asunto catalán) 

Lean a continuación el del otro caballero, situado en la trinchera contraria, pero entregado a un discurso similar -ya se sabe que los extremos se tocan-: la izquierda española no se alinea decididamente con la secesión porque aún no ha entendido que España es la causa de todos los males y que los independentistas catalanes marcan la hoja de ruta de nuestra propia salvación. No comento más, es una argumentación demasiado cutre, pero si semejante sarta de gilipolleces le recuerdan a alguien a lo que escribe Savater es que el hombre que nos enseñó a Nietzsche y Cioran debería preocuparse. 

Abstemio, neutral, tibio... y por la misma cuesta descendente termina uno siendo cobarde, acomodaticio y cosas peores. El pequeño problema es que yo no soy neutral ni abstemio, simplemente no pienso darle la razón a quienes no la tienen, y ninguno de los dos autores que he linqueado la tienen porque su discurso, antes que anti o pro independencia, es profundamente antidemocrático. 

Miren, esto en realidad es sencillo. 

Yo no quiero que Catalunya se separe de España. Pero no soy idiota. Aunque sospecho que el porcentaje de catalanes que realmente desean la independencia es menor del que pretenden los defensores del "procés", es impresentable ignorar que las estadísticas demuestran que una mayoría arrolladora de catalanes desean un referéndum de autodeterminación, aunque sea para votar que no. Ya sé que no todo es voluntad popular mayoritaria y que no todo se soluciona organizando votaciones. Pero el imperio de la ley no es garantista si no admite la posibilidad de cambiar dicha ley cuando los derechos de personas y multitudes lo hacen exigible. Soy consciente de que un referéndum en Catalunya abre puertas peligrosas, pero habremos de prepararnos para un futuro en el que la unidad del Estado no sea incuestionable. Dice Rajoy que ser independentista es un derecho, pero si se arranca de raíz y sin debate posible la expectativa de que tal ideología pueda alguna vez traducirse en hechos, entonces ser independentista es un derecho tan intransitivo, vacío y estéril como ser partidario de que los templarios gobiernen el mundo o que las ranas críen pelo. 

No sé si me explico: no encuentro la manera legítima de decirle al ochenta por cien de catalanes que desean ser consultados que el referéndum no se va a hacer, ni éste ni ningún otro. A partir de ahí lo que yo sugeriría a todos los unionistas, entre los que me cuento, es que se preparen a trabajar para que gane el No. Ello no habrá de ser, por supuesto, en esta consulta del 1-O que, además de ilegal, es absolutamente tramposa y responde a una imposición hecha con especial mal estilo. Pero ¿y más adelante? No hablo de diez años, pienso en un periodo más corto y en un proceso con garantías similares al que se abrió en el Quebec o en Escocia. 

Claro que también podemos hacer como Rajoy y los demás patriotas no abstemios, decidir que las leyes no pueden cambiarse... excepto cuando le interese a la Troika o al IBEX 35, como ya se ha hecho.   

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