Sunday, September 03, 2017

LA HIPOTECA

No contiene otro objetivo este escrito que darles envidia, ¿por qué? porque yo lo valgo, como las celebrities de L´Oreal. Resulta que tras un mes en una playa mugrienta he regresado con las trazas de un galán maduro, o al menos eso es lo que al ver mi piel morena y mis andares gallardos aseveró mi madre, cuyas opiniones sobre mí son altamente fiables. 

No me han pasado este mes vacacional cosas demasiado reseñables. Me pinzó un dedo del pie un cangrejo al que, tras la cólera inicial, decidí perdonar la vida, qué vamos a hacerle, soy un blando. 

Ah, sí, hubo un tipo que, tras conocer mis opiniones sobre la secesión catalana me envió a que me follara un pez-polla, cosa que no sucedió, por más que me sumergí varias veces desnudo en el mar para propiciarla. 

Sin embargo, de regreso a la urbe -y éste es el verdadero motivo por el que pretendo amargarles el día con mi felicidad exultante- me encuentro en el buzón con la noticia de que he completado el pago de mi hipoteca. O sea, que soy libre, la gran cadena se ha roto, he sobrevivido a los dieciocho años de usura con los que el banco ha estado viviendo sin pegar palo al agua a costa del sudor de mi frente... simplemente ha tenido que girarme un simpático recibo cada mes. Aún recuerdo las palabras del señor director cuando firmé: "Felicidades, ya es usted propietario... aunque en realidad la casa no es suya, es del banco, je, je, je..." 

Creí entender el sarcasmo, pero sólo he terminado de capturar su auténtico sentido con el paso de los años, cuando me fui dando cuenta de que la oligarquía financiera es la verdadera dictadura de nuestro tiempo. 

En estos dieciocho años han pasado muchas cosas. Hemos cambiado de milenio y de moneda, el yihadismo se ha convertido en la peste negra de nuestro tiempo, y nos hemos instalado en una recesión económica que nos ha recordado a los españoles quienes somos y de donde venimos. Mi amado prestamista ha hecho con mi dinero toda suerte de cochinadas: ha especulado a saco con el mercado inmobiliario, ha estafado a sus clientes veteranos con un diabólico producto financiero llamado "preferentes", ha financiado los proyectos más delirantes de nuestros políticos, ha deshauciado hasta a su madre, ha amparado la corrupción, se ha pegado tournés estupendas por paraísos fiscales, ha cerrado sucursales donde atendían al cliente sustituyéndolas por centros donde sólo hay comerciales, ha echado a empleados a miles y a algunos los han recontratado porque les salía más barato... incluso ha financiado la quiebra de clubs de fútbol arruinados por la rapiña y la negligencia de sus directivos...

Esta pintura, claro, es muy tendenciosa y responde a una pulsión vengativa muy del neanderthal que llevo dentro, vale. Pero déjenme contarles un par de cositas. 

En lo peor de la crisis, con el Estado quebrado y al borde del rescate, pregunté a una allegada empleada de banco cómo era posible que mientras todo se iba a la mierda su empresa anunciara ganancias nada despreciables: "Es que los bancos", me contestó, "siempre deben ganar". Al fin lo entendí: es cuestión de interés público que los bancos ganen, ya puede hundirse el país entero que los bancos han de estar siempre a flote. Eso explica lo que me dijo otro banquero en los tiempos en que yo buscaba prestamista: "en fin, usted ya sabe que los banqueros estamos para robar a sus clientes".  Toma ya, me lo dijo un tío que no me conocía de nada y al que yo estaba a punto de elegir para que financiara mi casa: cinismo en estado puro.

Soy feliz, ya lo ven, tengo motivo. Soy libre como Nino Bravo y muchos de ustedes no, es muy pueril, pero me divierte bastante. Bien pensado -y ahora que he sobrevivido a ese hatajo de bandidos- se me ocurre que han jugado bien sus cartas, como un vendedor de alfombras marroquí que me timó en Marrakesh. 

Claro que hay una pequeña diferencia, el marroquí jugó conmigo noblemente, le respeto por ello. En cuanto al Banco... Hay algo que no le voy a perdonar mientras viva. Los agentes financieros de este país - y en general del mundo globalizado en que vivimos- se pasaron décadas repitiendo el mantra thatcheriano de que el Estado es el Mal de la economía y que la condición esencial del progreso es jibarizarlo hasta niveles mínimos, prohibiéndole cualquier tentación de intervención, sobre todo económica, en los asuntos de lo que llaman la "sociedad civil". Después, cuando por su propia codicia y negligencia se arruinaron, corrieron como conejitas hacia el regazo de Papá-Estado para que les sacase del atolladero con mi dinero. 

Me robaron dos veces los muy hijos de puta. Prefiero al alfombrero de Marrakesh.

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