Friday, February 23, 2018

FORGES


Llega la muerte y... te deja frío, habría de decir, pero a mí más bien me deja con cara de idiota. En eso supongo que consiste, el anonadamiento, como si te robaran el aliento y la última emoción intensa fuera la consternación. Pero la extinción tiene un enemigo, la memoria. 

No me puede ser indiferente el fallecimiento de Forges porque forma parte de mi vida, de toda mi vida. Desde que me conozco estaban sus chistes gráficos en mi casa. Recuerdo siendo crío chistes forgianos del tardofranquismo que no acertaba a entender. Un tipo con visera aparecía junto a un montículo del que se había apropiado. Cobraba por subirse al montículo por "mirar a Europa dos minutos", añadiendo un plus si durante su vistazo el cliente se permitía poner rictus de melancolía. Es un chiste glorioso, pero hace falta haber sabido muchas cosas para asumir su frustración, su sarcástica tristeza. En entender a un humorista gráfico de los grandes puede uno tardar la vida entera. Forges puso su tiempo en dibujos, sus personajes fueron testigos y víctimas de una traumática y a la vez emocionante transformación. 

No era radical ni pesimista, pero tuvo coraje para burlarse del Tirano sin que éste se percatara demasiado, que es lo que mejor han hecho siempre nuestros humoristas. No se creía en condiciones de pontificar, pero tenía principios y pensaba que sus dibujos servían para mostrar que las cosas no van tan bien como pregonan los mandarines. Amó mucho la democracia, pero no titubeó en exhibir sus miserias. Cargó contra los políticos, es verdad, pero no dejó de denunciar la mezquindad moral de una ciudadanía acomodada a la sopa boba del consumo, la insolidaridad y la indiferencia. 

Antonio Fraguas se sentía español... con todas los complejos a cuestas, con toda la ironía y sin autoindulgencia. Vivía en la capital del Imperio, y sabía que entre los rascacielos del desarrollo uno olvida que casi todo el país es un medio yermo de color marrón. "Algún día, Blasillo, todo esto será tuyo"... y en el horizonte Blasillo sólo divisa el desierto. Sabía que tras cada exceso de prepotencia varonil de Mariano había una Concha burlándose a escondidas, que tras cada triunfo que celebrábamos en el camino hacia la modernidad y la opulencia dejábamos tras nuestros pasos -como si nunca hubieran existido- mucha miseria, mucho feudalismo, la humillación de muchas generaciones de servidumbre. 

Tengo la impresión de que nos ha dejado un alegre compañero que nos guió en un largo trecho del camino, alguien que nos enseñó cómo sobrellevar sus dolores y asperezas. Y haciéndonos reír. Eso sobre todo. Incluso en los momentos de las lágrimas. Como ahora. 

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