Friday, May 04, 2018

ADIÓS

Recibo la noticia de la disolución final de ETA con un regusto más cercano al alivio que al triunfo. Siempre fui renuente a hacer lecturas políticas de la existencia de la banda, sobre todo a partir del momento en que la democracia, con mayor o menor calidad, era ya irreversible. Su supervivencia hasta ya avanzado el nuevo siglo me parecía una metástasis, un caso patológico de autorreproducción descontrolada mucho más que la expresión militar de una determinada aspiración política. 

En realidad el terrorismo que se fraguó en Europa durante los años sesenta se explicaba por una siniestra paradoja: decía surgir en representación de la voluntad popular, pero si ese pueblo hubiera querido la guerra, no habría necesitado ser representado, el Opresor habría caído por su peso ante la presión ciudadana. La banda no representó jamás a nadie porque ni siquiera los que la jaleaban querían la guerra, sólo querían que otros mataran en su lugar. 

Hay un momento en "Patria", la novela de Aramburu a la que ya es inevitable tomar como referencia del conflicto vasco, que resulta especialmente revelador. Dos etarras han tenido que huir de un piso franco y no encuentran otro remedio esa noche que pasar la noche a la serena entre los ribazos del monte Igeldo. A los pies de la montaña queda la dulce Donosti, en plena Semana Grande. La ciudadanía a la que los dos gudaris han jurado salvar se divierte allá a lo lejos... Y mientras ellos allí, pasando frío y sin un mal pote que llevarse a la boca. 

Me viene también a la memoria el etarra arrepentido que entrevistó Évole. Alguna vez, mientras se pudría en la celda, divisaba una pintada que decía "Eta, mátalos". 

-"Mátalos tú, cabrón", pensaba él, condenado a pasar casi el resto de su vida entre rejas. 


Les hemos vencido, sí... las instituciones han resistido y todas esas cosas, pero ¿cómo pudo durar tanto esta locura? Aún hoy tenemos que aguantar una carta de despedida delirante que daría risa de no ser por la sangre y el dolor infinito que deja detrás. No esperaba que la banda pidiera perdón, pues ello supondría aceptar algo peor que la derrota o el fracaso: negarse a uno mismo el derecho a formar parte del relato, de su lugar en la Historia, convertir toda la supuesta épica y las muertes en combate en una algarada absurda, indigna de ser siquiera recordada. En cualquier caso sonrojan las referencias políticas de la carta: quieren una sociedad "no patriarcal" (vaya, incluso ellos abrazan la corrección política), hablan del Euzkadi sometido al franquismo y al "Estado Jacobino" (¡hostias!)

A lo largo de mi vida he escuchado a muchos radicales hablar de la mentira de la democracia, de la hipocresía de las libertades que creíamos disfrutar mientras "los de siempre" seguían siendo dueños del país: "Nada ha cambiado"... "La dictadura sigue entre nosotros"... Trataban de justificar a Eta, claro. 


Y sí, la tentación totalitaria seguía entre nosotros, y la alimentaban los fanáticos. Soy el primero que se levanta a menudo por la mañana con serias dudas respecto a la salud de las instituciones democráticas...

Pero, verán. En el año 87 recuerdo haber experimentado una de esas crisis personales que a uno le sobrevienen cuando, recién traspasada la adolescencia, se encuentra sin armas bien forjadas con toda esa larga serie de problemas que ensombrecen el alma de los adultos. Una tarde, sintiéndome el tipo más desgraciado de la Tierra -cosa por cierto bastante petulante- atravesé la ciudad entera caminando sin rumbo. Al cabo de unas horas, exhausto, paré en un bar. La tele estaba encendida, transmitía imágenes de humo y cadáveres... Una voz daba cuenta de la tragedia sobrevenida en un centro comercial de Barcelona, Hipercor, una bomba con resultado de 21 muertos y 45 heridos. 

-"Con lo jodida que es ya de por sí la vida y estos locos de los cojones matándonos por nada, qué mierda, joder, qué puta mierda."

Es lo que dije en aquel momento, no es ejemplar, pero los héroes son otros.  Los héroes son aquellos que se atrevieron a manifestar su repulsa en la calle cuando todos los demás quedaban en casa. 

Adiós, hasta nunca. 

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