Me he peleado con Daniel Innerarity, respecto a cuyos méritos les he dado noticia a menudo. Leo a tipos moderados porque creo que el posibilismo y la cautela ganan más batallas que la histeria de esos radicales impostados que se niegan a negociar una sola coma de sus principios, seguramente porque en el fondo no quieren que cambie nada y lo que de verdad les gusta es tener parroquia que escuche sus despotriques.
Don Daniel es brillante pero humilde y poco asertivo en sus planteamientos. Nos ha enseñado mucho sobre la sociedad del conocimiento, el sentido de lo público, las finalidades de la Europa unida, los desperfectos de la globalización o la evolución de la ética en las comunidades tardoindustriales. Ha tenido incluso la honestidad de irrumpir -siquiera discretamente- en la política activa, por más que me cueste conciliar algunas de las ideas que presenta en sus libros con su adscripción al nacionalismo inspirado en Sabino Arana.
Pues bien, resulta que he leído La política en tiempos de indignación (2015), que confirma una teoría que vengo madurando desde hace tiempo: en España se conoce de verdad a un experto en ciencias políticas y sociales en función de la distancia que toma con respecto al 15M.
Hay dos cuestiones que atraviesan el discurso de Innerarity y a las que me opongo activamente. La primera tiene que ver con lo que sospecho que hay detrás de su ya célebre afirmación: "no debemos esperar demasiado de la política". Es un consejo muy razonable, pero, a medida que seguimos leyendo, uno llega a pensar que para el autor navarro no tenemos gran derecho a quejarnos. Si con frecuencia achacamos nuestros males a la incompetencia o la bellaquería de nuestros representantes no es porque con la misma frecuencia nos traicionen, sino por nuestra inconsecuente puerilidad.
Yo no tengo duda de que internarse en el laberinto de la gestión de la polis tiene algo de heroico, y que solemos exigir de los políticos virtudes casi angélicas que luego no nos autoexigimos. Ahora bien, quizá el sentimiento de que venimos siendo gobernados por bandidos y que el Partido Popular es una infamia para la historia de este país responda a mi puerilidad, pero hay momentos en los que indignarse y salir a la calle para echar a los malvados de las instituciones se convierte en una urgencia ética. No estoy entre quienes cuestionan la necesidad de tener representantes, pero no creo que sea la única forma de la democracia, como cree Innerarity En cualquier caso la cuestión es si cuando la corrupción se hace sistémica debemos seguir actuando como si fuera cosa de unas pocas almas descarriadas y no una cuestión estructural.
En ese sentido, me decepciona especialmente la actitud de Innerarity frente a la Indignación que tomó las calles de muchas ciudades de Occidente en el momento más crudo de la Gran Recesión, en especial respecto al 15M. Juzguen ustedes mismos:
"El problema es cómo nos enfrentamos al hecho de que lo que moviliza son energías negativas de indignación, afectación y movilización."
A continuación le ajusta las cuentas a lo que él llama el "asambleísmo" o, para que nos entendamos: la iniciativa ciudadana directa o no burocratizada ni mediada por profesionales de la política.
Bien, permítanme hacer dos consideraciones al hilo de la actualidad. Dado que Innerarity simpatiza poco con Podemos, supongo que en algún momento, y al hilo del casoplón, le recordará al dúo Iglesias-Montoro que la política es el reino de lo posible y que los maximalismos siempre terminan dándose de bruces contra el gélido muro de la realidad.
Diga lo que diga, yo aprovecharía el momento para explicarle al propio Innerarity por qué últimamente hay tanta desafección política entre los ciudadanos. A mí, lo reconozco, me cuesta dar crédito a tanta torpeza como han demostrado los dos líderes podemitas, al no entender que el último paso que podían dar era -por razones de todo tipo, y en especial estratégicas-, el paso que han dado. Ya era difícil de entender que, por razones de coherencia ética, se compraran el casoplón, para que después tuvieran la divertida ocurrencia de someter a las bases a un plebíscito sobre su liderazgo. Me suena a algo como esto: "¿Aceptas que sigamos siendo los jefazos de Podemos teniendo en cuenta que se ha descubierto que somos unos pijos y que con el tiempo nos vamos a ir pareciendo más y más a nuestros enemigos?"
Permítanme otra apostilla. Apenas unas semanas después de que cayera la Presidenta de Madrid fue detenido el ex-Presidente de la Comunitat Valenciana. Tan solo han pasado unos días y la sentencia de Gurtel condena no sólo a una serie de individuos sino al Partido Popular por financiación ilegal, un acto delictivo de enorme gravedad pero muy pequeño en relación a las implicaciones que de ella deduce cualquier ciudadano.
Lo siento, señor Innerarity, usted no creerá en mucho más que aquello del "vota y calla". Yo no, lo siento.
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