Wednesday, February 06, 2019

LAGERTHA

Tras la batalla contra los daneses, Lagertha, que acaba de ver morir a su último amante, el Obispo Heahmund, desaparece y es dada por muerta. Semanas después regresa seriamente dañada a la Corte de Wessex, revelando que ha sido salvada y protegida por una bruja oculta en los bosques. 

-"¿Qué aprendiste cuando estuviste entre la vida y la muerte, Lagertha?"

-"Aprendí que la vida es sufrimiento, y que lo único que importa es cómo nos comportamos ante la adversidad", contesta la Reina escudera.

¿Tiene razón Lagertha? 

Otro de los personajes que han sobrevivido a las cinco temporadas que lleva la serie sobre la saga de Ragnar Lothbrok entre nosotros, Floki, nos invita a conclusiones similares. Después de una vida de guerras y saqueos, el viejo constructor de barcos ha decidido viajar rumbo al norte en búsqueda de ignotas tierras que descubrir. Llega a Islandia, donde funda una colonia. Floki, convertido en profeta de Odín y decidido a no seguir llenando su vida de sangre y muertes, cree haber hallado al fin la residencia de los dioses en aquella enorme isla helada. Pero la historia de la colonia que ha creado termina siendo una atroz sucesión de crímenes y venganzas fratricidas. Una mañana, cuando ya empieza a sospechar de su propio delirio, penetra en una cueva gigantesca donde espera encontrarse con Odín. Ya cree escuchar el martilleo de los enanos del Valhalla cuando topa con el símbolo que más odia, una cruz de piedra: el dios judío que se está apoderando de Europa ha invadido también hasta las tierras más inhóspitas del norte. La risa nerviosa en que estalla Floki corresponde al amargo descubrimiento de que toda su vida ha sido en vano. 

Disculpen si me pongo metafísico, pero ¿tienen algún sentido nuestros desvelos? ¿Hay algo más en nuestras vidas que unas pocas pausas de precaria felicidad entre horrores y tragedias?

Siempre me acuerdo de las escenas finales de Paquirri en la inmunda enfermería de Pozoblanco. En algún momento entendió que se estaba desangrando irremediablemente y que lo que estaba viviendo era su agonía. Nunca olvidaré sus últimas palabras: 

-"¡Tanto trabajá pa na!"

Yo entiendo muy bien la frase póstuma del matador. Como entiendo a Lagertha, aunque me malicio que así como el torero pasó su vida estoqueando a miles de ejemplares del animal más bello y noble que conozco, la dichosa Lagertha podría pensar en los muchos adversarios a los que se llevó por delante, a veces con indómita crueldad. Quizá Odín nos ha puesto aquí para vernos pasarlas canutas, sí, pero hay que ver lo mal que -sobre todo algunos- se lo hacemos pasar a quienes comparten el planeta con nosotros. 

En realidad, lo que pasa es que, además de muy quejicas, somos bastante cabrones. 


Puedo adivinar la violencia de algunas de las tempestades que se vienen encima, sabedor además de que hay otras muchas más esperando que no soy capaz de prever. No sé si, como pretende Lagertha, seré capaz de aguantarlas ni cuál será la que termine de descuajarme. De lo que no estoy nada seguro es de que con el consiguiente sufrimiento se escriba todo el tiempo que me quede por vivir. Me han pasado cosas, no todas buenas, desde luego. Aparte de asumir el grito de Nietzsche -"lo que no me mata me hace más fuerte"-  he descubierto con el tiempo que algunos acontecimientos que en su momento juzgué desdichados han terminado convirtiéndose en soluciones para los peores entuertos de mi biografía. 

De otro lado, y ya que nombro a Nietzsche, siempre me ha importunado ese tufo a convento de quienes se pasan el tiempo quejándose por la dureza de la vida. Algunos mienten, de lo contrario no se entiende por qué viven en casas más bonitas que la mí o se hartan de gambones en restaurantes a los que yo ni me acerco. Otros son simplemente unos tristes que, resentidos porque la vida no les ha dado lo que creían merecer o porque no follan ni con la lluvia, porfían sin descanso para convencernos a los demás de que deberíamos pasar nuestras horas lloriqueando a la espera del Juicio. 

Creo que son los genes de mi madre... tomé hace tiempo la firme resolución de divertirme sin mesura hasta el final de mis días. Me las van a dar de todos los colores, lo sé... Precisamente por eso no pienso perder ni un instante lamentándome. 

Les dejo, tengo mucho que hacer.  

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