Wednesday, February 20, 2019

EL TRAMPOSO ERES TÚ

Explica Guy Debord en su célebre y profético ensayo que el espectáculo no es una simple representación, sino una Weltanschaaung o, para que nos entendamos, una concepción hegemónica del mundo y un vector básico de socialización. No es que las relaciones entre humanos amplíen su difusión mediante el espectáculo, sino que éste toma el lugar de aquellas, simula que son ellas, con lo cual consuma el perfecto asesinato de lo social, pues no se descubre su cadáver. Hemos sido engullidos por la pantalla, los media aniquilan las relaciones humanas, pero como todo transcurre ahora dentro de ella, creemos que lo social resplandece más que nunca. De esta forma, y dado que el espectáculo sólo es simulacro de socialidad, el cadáver teledirigido de lo social se apodera de la vida humana precisamente para neutralizarla, para desactivar sin solventarlos sus conflictos y contradicciones. 

Veamos. Programa "Chester in love", Antena 3. El presentador, Risto Mejide, que ha hecho fortuna en la tele por sus habilidades como impertinente fustigador de concursantes, es decir como showman, más que por sus virtudes como entrevistador, convoca a su sofá al "intelectual" Arcadi Espada. 

Que un personaje tan irrelevante obtenga líneas a menudo es de entrada preocupante. No estoy demasiado seguro de si Espada cree todas las barrabasadas que dice. De lo que no tengo dudas es de que ejerce de baladrón y bufón mediático porque con ello adquiere notoriedad y fortuna. Le va bien así, como le va bien a otros cuantos que deambulan por La Sexta, el diario El Mundo o similares con la misión de proporcionar titulares escandalosos y calentar al personal. Espada responde perfectamente al perfil habitual: antiguo militante de extrema izquierda, desencanto convertido en cinismo, el rechazo a la supuesta corrección política, desplazamiento hacia posiciones reaccionarias... todo muy previsible, muy aburrido incluso.  No hay más, son gente sin talento ni calidad humana para otra cosa que no sea hacer de tonto útil en las tertulias, generando la simpatía de los sectores más resentidos de la sociedad, o haciendo sentir a los "correctos" -léase Ana Rosa Quintana o el propio Mejide- que su conciencia es más limpia e higiénica. 

Como pueden observar, no soy sospechoso de afinidad con el personaje. Sin embargo, a los pocos minutos ya emerge la sospecha de que lo que le ha planteado Mejide es una encerrona. Comparece en representación del feminismo, del que Espada se presenta como azote, la veterana Lidia Falcón. Ridículamente encaramada a un púlpito en frente del sofá, reprocha al invitado sus supuestas intervenciones en favor de violadores, acosadores y maltratadores. Completamente alejado de la deontología del entrevistador, Mejide toma sistemáticamente partido en contra del entrevistado, acusándole de tramposo e irrespetuoso... No hay en Espada una sola subida de tono, es el contenido de sus intervenciones lo que el presentador considera repulsivo. La pregunta que uno se hace entonces es inevitable: ¿por qué entonces lleva al programa a un tipo que es célebre por defender ideas abyectas? 

El paroxismo de la espectacularización televisiva se desata a continuación. Se reprocha a Espada una intervención despreciativa frente a quienes a sabiendas traen al mundo niños con síndrome de Down. Se sube al dichoso estrado un señor afectado. Lloroso, apenas puede articular palabra. Cuando se otorga a Espada la oportunidad de contestar demanda al presentador que le deje hablar el tiempo que sea necesario sin interrupciones, exactamente igual que él ha hecho con el otro invitado. Mejide lo expulsa del programa. Cuando se marcha, Espada alega: "el tramposo eres tú". 

Miren, a mí me causan un profundo desprecio los tipos como Arcadio Espada. Hay algo muy turbio, muy tenebroso en esa mirada torva y ese hablar engolado. Es un indigente moral, y como todo indigente, produce una mezcla de asco y lástima. Reconozco en su porte algo que que proviene de los peores recovecos del corazón humano y que se manifiesta en el ideario que exhibe en diarios y televisiones.  Espada es un tipo dañado, uno de tantos que será olvidado y que irá a parar a la fosa común de la insignificancia a la que nos vemos abocados los que apenas hemos hecho nada en la vida. 

Pero no, no es el bueno de don Arcadio el desencadenante de mi escrito. ¿Nos damos cuenta de la naturaleza del show televisivo que se nos ofrece? Dice Mejide durante la entrevista que le "hierve la sangre" con las opiniones del entrevistado. ¿Por qué entonces -vuelvo a preguntar- lo sienta en el Chester? Yo contesto: para proporcionarnos el miserable espectáculo de su escarnecimiento. Espada es una patética criatura del show bussiness, pero Mejide también, y no de mejor calaña. Lo que intentaba Mejide con su entrevistado es lo que hace habitualmente en los concursos y realitys cutres en los que ejerce de "tribunal", es decir, humillar y pisotear a los desdichados que participan. ¿Qué nos hace pensar que en esos programas actúa y en "Chester" es el Risto de verdad? A mí me parece que en ambos hace lo que sabe hacer, que es triturar a la gente para quedar él por encima y, por ende, hacer sentir al espectador que también él es mejor. 

Al final del programa y tras haber afirmado que le llevó porque todo el mundo merece ser escuchado, expulsa a su entrevistado a modo de final feliz del bochornoso show que ha montado. "El tramposo eres tú", dice Espada, y por más que me moleste darle la razón en algo a semejante sujeto, qué quieren que les diga, tiene razón. 

Acabo donde empecé, en Debord. El espectáculo no nos ofrece realidad, si profundiza más y más en la lógica del reality es precisamente porque ha hecho desaparecer lo real, de ahí que, como lo echamos de menos, no haga sino ofrecérnoslo en versión simulada. Lo que vimos en Chester in love es una manipulación perfectamente tramada de lo que se presenta como una controversia ideológica, pero no hay tal, ya no la hay nunca en la tele. 

La tramposa es la tele. Y ahora viene la autopregunta: ¿por qué vi esa entrevista? Contesto: porque por la mañana Cuatro ya había extendido el rumor de que en el programa que se emitía grabado esa noche Mejide había expulsado a Espada. Ergo soy cómplice. Por cierto, durante la entrevista y hasta el momento culminante -que imagino que veremos repetidamente en programas de zapping- la cantidad de pausas publicitarias resultó insufrible. Insisto, soy cómplice. Temo que usted también.  

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