Sigo pensando que el 15M
es lo más interesante y enigmático que nos ha pasado en el último medio siglo.
La Santa Transición sería una astuta obra de ingeniería política. La
reacción multitudinaria al 23F mostró al mundo que los españoles ya no deseaban las asonadas cuarteleras. El ingreso en Europa fue la culminación de un largo
anhelo histórico por hacer que está península demasiado cercana a África se
sintiera parte de la modernidad. La Movida Madrileña, los festivales de música,
la celebración olímpica o los éxitos deportivos nos convencieron de que
podíamos aportar algo al planeta... Nada de todo esto es despreciable, lo digo
sin asomo de sarcasmo. Sin embargo todo estaba de alguna forma en el guión,
todos estos acontecimientos sin duda luminosos formaban parte de un relato
previsible.
De acuerdo, es un relato repleto de sombras, contiene muchas mentiras y arrastra,
sin duda, efectos de manipulación orientados a despolitizar a las multitudes.
Pero es, pese a todo, muy consistente, aunque solo sea porque ha generado
cuatro décadas de paz en un país cuyo historial contiene demasiada sangre y
venganza. Nunca hay paz sin conflictos, somos seres humanos, no ángeles. Las
cosas no han estado bien en este tiempo y lo están menos ahora mismo. Pero en
estas horas vemos cómo legiones de desdichados se lanzan a nado desde las
playas del norte de África para llegar hasta nosotros. Algo habrá en nuestras
vidas de envidiable incluso ahora, cuando más agrietado se nos aparece el
dichoso relato y cuando más amenazantes se presentan los años venideros.
El 15M no estaba en el guion. Es un genuino acontecimiento en el sentido que
otorgan Alan Badiou o Slavoj Zizek al concepto. Por eso, de entre todos sus
eslóganes, el "Nobody expects the spanish revolution" se me antoja
como el más sugerente, seguramente por su polisemia. La gente llegó a las
plazas... eso ha ocurrido otras veces. Pero no se marchó. Y lo que hizo fue
recordar a quienes toman las decisiones que la democracia solo merece tal
nombre si la voluntad de la ciudadanía tiene alguna transitividad. Por eso nos
pusimos a deliberar. Nada incomoda más a quienes siguen pensando que la
democracia es una formalidad más o menos incómoda, una novedad extranjera que hubo que implantar
porque tener a un sátrapa vestido de militar -y que convirtió la nación en un
cuartel- empezaba a resultar muy poco presentable ante los tribunales de la
historia de Occidente.
"El 15M fracasó". Esta especie debe ser matizada, aunque contiene
mucho de verdad. Decía Joaquín Estefanía, uno de los pocos hombres de Prisa a
los que sigo leyendo, que las algaradas reaccionarias suelen suceder a las
revoluciones fracasadas. La historia le da la razón insistentemente desde la
Toma de la Bastilla o la proclamación de la Comuna. La durante años tan
esperada emergencia de la ultraderecha española puede ser hoy un síntoma de ese
efecto. Es el mismo que localizamos en el triunfo del descerebrado
de Trump tras los años de Obama. Volviendo a nuestro país, tampoco sorprende
que la caída del líder más significativo que ha dado la izquierda española en
el siglo XXI se interprete como el cierre del ciclo del 15M.
No estoy seguro de que sea tan sencillo. Podemos pensar que las aguas han
vuelto a su cauce y que, por ejemplo, el bipartidismo ha superado su peor
crisis. Pero sospecho que el vacío que se ha abierto en la confianza ciudadana
hacia los partidos políticos dista mucho de ser una herida restañada.
"No nos representan". Quienes ven a los Indignados de entonces como
un rescoldo de utopismo revolucionario más o menos estéril y desfasado no están
destinados a entenderlo, pero aquello no fue un movimiento de nostálgicos ni de
cándidos. Ni siquiera los códigos de inteligibilidad que articularon el Mayo
Francés son suficientes para entender lo que pasó en las plazas aquellos días
inolvidables. Más allá de ciertos gestos más o menos desesperados o radicales,
lo que de verdad unió a aquella diversidad de gentes fue la convicción de que
el sistema nos había estafado. Pocos hablaban en los
campamentos de 2011 del maoísmo, de la dictadura del proletariado o de nacionalizar los bancos. Lo diré de una vez: lo que de
verdad reunió a la gente fue el miedo a no tener una vida.
La indignación sacó a los ciudadanos de casa. La evidencia de que la crisis
se estaba resolviendo con un colosal traslado de riqueza a favor de las élites
confirmaba la evidencia de que el viejo pacto entre clases se había roto
unilateralmente. Algunos llaman a este fenómeno "la secesión de los
ricos". Me parece acertado. Algún allegado me dijo, al estallar la Gran
Recesión, que "han decidido exterminarnos". Es un sarcasmo, una
hipérbole arbitraria, sí, pero contiene un tercer sentido nada despreciable: el
capitalismo globalizado está haciéndonos sentir que sobramos, que se nos
permite vivir con tiempo prestado y que en el futuro ya solo podremos aspirar a
la precariedad. Que a un joven se le diga que lo mejor del bienestar ya lo
hemos quemado las generaciones anteriores resulta irritante; pero que mientras
se te dice que vas a tener una biografía repleta de amenazas haya centenares de
corruptos o las grandes fortunas aprovechen las penurias de la mayoría para
incrementar su poder y su riqueza... buff, si no entendemos que ante tal
panorama salga desacreditada la legitimidad de las instituciones es que no
entendemos nada.
Dijo Zizek no tener demasiada fe en el asambleísmo. "Yo no quiero
gestionar la polis, sería un esfuerzo penoso y sobrehumano. Prefiero que lo
hagan otros para yo poder dedicarme a escribir y a cuidar de mi casa." Hay
mucha carga de cinismo en este razonamiento, como siempre en Zizek, pero tiene
razón en lo esencial. Por eso yo reinterpretaría el eslogan central del 15M.
"No nos representáis"... "pues aprended a hacerlo, joder". En otras
palabras. El problema, al contrario de lo que piensan algunos antisistema
inconsecuentes, no proviene del fracaso de la representación, sino de que han
renunciado a representarnos, que es muy distinto. Yo sí quiero ser
representado; otra cosa es si lo estoy siendo o no.
Es esta la razón por la cual desconfío de quienes, como Amador Savater,
insisten en el riesgo de que los partidos políticos -y creo que piensa en
Podemos- secuestren el espíritu de las multitudes movilizadas para reificarlo
en una organización jeraquizada y, finalmente, integrada en el sistema. Lo que
consiguió el 15M -y yo creo que, con todos sus errores, Podemos ha aportado
mucho a ello- es convencer a una gran parte de la ciudadanía de que la
democracia tiene que abrirse paso día a día en medio de enormes dificultades.
Ello supone un gran esfuerzo, el que cada uno de nosotros ha de realizar
en su trabajo, en su barrio y en su casa para vencer a los intolerantes, a los
abusadores, a los corruptos...
Sí, diez años después quizá sea el momento de decir que el 15M ha
fracasado. Pero, yo siempre vuelvo a Antonio Gramsci, los campamentos han
extendido por la arena del debate público convicciones que hace solo unos años
producían sorna. Por ejemplo, la de que el capitalismo, liberado del control de las
instituciones democráticas, es una hoy una máquina destructiva capaz de
exterminarnos a todos.
Deberíamos deliberar sobre ello.
No comments:
Post a Comment