La polémica creada por las feroces críticas de Sergio del Molino, autor de "La España vacía", a “No mires arriba”, con salpicaduras a la serie “Black mirror”, me pilla cuando recién acabo “Contra la distopía. La cara B de un género de masas". Su autor, Francisco Martorell, cuestiona la actual inflación de relatos distópicos. Su diagnóstico es que la incapacidad para alimentar como en otros tiempos la expectativa de sociedades más libres, inteligentes y prósperas -lo que promovió la emergencia de grandes utopistas- responde en el presente a la indolencia con la que nos conformamos con el prejuicio de que ya solo nos puede ir peor. Para Martorell vivimos dominados por el sentimiento de la impotencia política. Narraciones aparentemente subversivas, en las cuales se nos alerta sobre amenazas ya existentes como el autoritarismo, el fanatismo religioso o la tecnología deshumanizadora, ocultan mensajes aquietadores, destinados a paralizar la voluntad a través del miedo.
Cuando leí el libro me atravesó a
menudo una sospecha: la inclinación a desautorizar a cualquier relato que
habite “Distopiland” empuja al autor a meter en el saco productos tan tramposos
como “V de vendetta” o “El juego del calamar” junto a otros tan valiosos e inteligentes como “Years and
years” o “The leftlovers”.
Acepto que se me invite a reflexionar
sobre esta creciente propensión a meterle miedo a la gente. A más a
más, quizá deberíamos preguntarnos por qué vemos tantas teleseries, aunque
solo sea porque alimentan un mal hábito como es el de no
salir de casa ni compartir lumbre y conversación con otras personas. En
cualquier caso, yo siempre he pensado que no queremos relatos para
entretenernos, sino porque los necesitamos. Y así ha sido desde que habitábamos
las cavernas. Hace quince años yo no veía series en la tele… las veo ahora
porque las hay muy buenas y aportan luces a mi vida. Por lo demás, es de
sentido común entender que, como en cualquier género, hay distopías buenas,
regulares y malas. Y cuando son buenas, y aquí discrepo de Martorell, no es
impotencia política lo que transmiten… La complejidad de The leftlovers o Years
and years no merece ser atendida con tales simplismos.
Esta reflexión a propósito de “Contra
la distopía” me lleva a la polémica creada por Del Molino a raíz de sus burlas al último gran éxito de Netflix. No creo que “No mires arriba” sea una
gran película. Estamos ante una parodia bastante ingeniosa, pero seguramente inane
en muchos aspectos y con considerables elementos poco creíbles y, en algún
momento, incluso gruesos. Si planeo no obstante ponérsela urgentemente a mis
alumnos es porque sitúa astutamente en el foco la posibilidad de que estemos
viviendo en algo así como un infierno imbécil.
Acepto que no es demasiado creíble
que el inminente impacto de un meteorito capaz de precipitar el fin del mundo
genere una reacción tan delirante en las fuerzas políticas, financieras y mediáticas como la peli plantea.
Y ello por no hablar parte de la candidez de una población que se deja
manipular por esos oligarcas a los que resulta que “no les interesa” que la apocalíptica amenaza descubierta por dos científicos desarrapados sea verdad. La peripecia me
recuerda a una célebre falacia, tipificada por la Lógica como “ad baculum”, por
la cual se declara la imposibilidad de una aseveración porque las consecuencias
de que sea verdadera resultan intolerables. Es demasiado horrible que el meteorito
impacte, luego no puede ser verdad lo que anuncian los científicos. Una vez
más, la posverdad: solo acepto como verdadero aquello que emocionalmente puedo asumir. Podemos no creernos que tal caso sea posible en los términos que
plantea “No mires arriba”, pero la abundancia de casos similares que se dan en
nuestros días, empezando por el negacionismo del cambio climático, invita a
pensar que la sátira es oportuna.
La película no es excelsa, desde
luego, ni siquiera es desternillante, aunque a mí me arrancó un par de
carcajadas, sobre todo con algunas intervenciones de esa Presidenta-pibonazo,
magníficamente encarnada por Merryll Streep, que a todos se nos antoja como una
réplica femenina de Donald Trump. De ahí a calificarla como “bobada”, “chorrada
manifiesta” o “cuñadez”… pues no sé, me parece que don Sergio se ha pasado unos
cuantos pueblos. Tampoco me parece oportuna la analogía con el éxito del decimonónico
Eugene Sue ni sé muy bien a qué viene acusar de pueril o adolescente
irresponsable a quien elogia la película.
Con todo, nunca me parece tan
desacertado como cuando habla en términos similares de “Black mirror”, que a mí
me parece una muy buena serie. Por su formato -a razón de una historia distinta
con director y personajes distintos por capítulo- es irremediablemente irregular
a lo largo de sus cinco temporadas. No obstante tiene media docena de episodios
brillantes, empezando por el primero, que me parece deslumbrante. Además no recuerdo
uno solo, incluso de los más flojos, que no contenga algún elemento
interesante.
Ni Del Molino ni Martorell me
convencen en su animadversión por “Black mirror”. No entiendo qué tiene de aquietador o inconformista advertir sobre los peligros del abuso tecnológico. Si en un “Black mirror” de
hace treinta años se nos hubiera presentado un escenario con calles repletas
de personas mirando un teléfono móvil nos habría parecido una jeremiada… Y ya
ven.
Trato con adolescentes a diario.
No sé si es una patochada pseudorrevolucionaria lo que voy a decir -seguro que
a Del Molino se lo parecería-, pero todo eso que mis alumnos hacen durante horas
interminables en el móvil -léase redes sociales y videojuegos- me parece el
soma con el que el neocapitalismo les proporciona la evasión estúpida que necesitan
para no convertirse en librepensadores, es decir, en ciudadanos.
Leí con placer “La España vacía”,
y personas en las que confío me han aconsejado sus novelas. No pido a su autor
que sea siempre luminoso o que comparta mis puntos de vista. Lo que sí le pido
es que argumente con cierto sentido sus opiniones y que se ahorre algunos calificativos
innecesarios. En cualquier caso puede escribir lo que le apetezca. Tanto como yo dejar de leerle.
Un consejo para acabar: vean la “No
mires arriba”, se divertirán, creo. Pero, sobre todo, vean “Black mirror” y “Years
and years”.
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