Saturday, December 16, 2023

EN LA MUERTE DE TONI NEGRI

 




El shock que me produce la muerte de Toni Negri desata en mí dos ideas estúpidas. La primera es que si Negri se va es que se puede ir cualquiera, empezando por mí y siguiendo por Woody Allen o Mick Jagger. La segunda es una pregunta: ¿nos las podremos arreglar sin él? Es un tópico decir que una pérdida nos deja huérfanos. En mi caso es completamente cierto: Negri ha mejorado mi vida porque ha ayudado a afinar  mi pensamiento. No he recibido una influencia mejor que la suya a lo largo del siglo XXI, cuando empecé a someterle a una vigilancia insistente.

Antonio Negri nació en vísperas de la Guerra Civil Española y con Mussolini a punto de enviar a su ejército a invadir Etiopía. A finales de los años setenta fue acusado de implicación con banda terrorista e ideólogo y responsable moral del asesinato de Aldo Moro. Los presos de las Brigadas Rojas insistieron repetidas veces en la inexistencia de vínculo alguno con el filósofo y la ONU detectó toda suerte de irregularidades en su proceso penal. A pesar todo Negri hubo de vivir durante años en Francia, acogido a la doctrina Miterrand, y mantuvo problemas con la justicia italiana hasta 2004.

Yo empecé a entender la importancia de Spinoza gracias a Negri. Nietzsche ya había dicho en algún momento que encontrarse con este pensador judío del XVII le había reportado la enorme felicidad de dejar de sentirse solo. Pero lo más difícil lo hizo Negri, que encontró un hilo conductor a favor del pensamiento de lo inmanente en el holandés, al que, junto a Maquiavelo, consideraba un precursor genial de la obra de Karl Marx. Estos tres pensadores constituirían a su juicio el mapa oculto de la filosofía crítica europea, por oposición a la triada “oficial”, formada por Descartes, Kant y Hegel, cuyo pensamiento arrastra el peaje del culto a la trascendencia.

Sus estudios sobre Spinoza son la base de la insurrección filosófica que plantea Negri, pero son los trabajos con Michael Hardt en la trilogía Imperio lo que sitúa al italiano en primera línea de batalla ideológica del llamado “posmarxismo”.

 Estoy entre quienes reivindican  “Imperio”  como  el “Das Kapital” del siglo  XXI. Regresé al marxismo con esta obra porque en ella cobraban vida todas las viejas sombras que siempre me han fascinado: Marx, Nietzsche, Gramsci, Deleuze, Foucault… Y, sobre todo, valoro en esa obra la encarnizada lucidez con la que los autores analizan la singular deriva del capitalismo contemporáneo. Con la sustitución como clase protagonista del proletariado por las multitudes, los autores apuntan a la diversidad, frente al monolitismo de la clase revolucionaria del XIX, reivindicando con ello la pluralidad de las luchas y los espacios de resistencia. El precariado y el cognitariado aparecen como figuras protagonistas en las sociedades postindustriales, generando una sugerente expectativa de formas de trabajo y representación cooperativas y liberadas de la lógica mercantil. La imposibilidad de controlar los flujos migratorios masivos es interpretada en Imperio como otra las grietas destinadas a hacer saltar en pedazos la omnipotencia del capital.

No tiene sentido insistir con Negri, como han hecho algunos con todas las teorías tardomarxistas, en la inconcreción  a la hora de designar al enemigo: el Imperio son las grandes corporaciones, la ONU, los lobbies y el gobierno norteamericano, la troika europea.

Tras haber presenciado los debates con Zizek, Badiou, Laclau o Ranciere, autores de enorme talento a los que se vincula a un nuevo e insurgente marxista, supuestamente exitoso tras la Recesión y el descrédito del sueño de la globalización neoliberal, se me ocurre que la mayor de las críticas a Negri es razonable. Es plausible su teoría de las multitudes como poder constituyente, lo que nos saca de la excusa de la pasividad y recuperar el poder del pueblo y de los movimientos sociales como protagonistas de la historia. Pero el optimismo de Negri y Hardt a la hora de profetizar que dicho poder declinará en instituciones emancipatorias y sociedades más justas es cuestionable. De acuerdo, no hay manera de garantizar que las formas de insurrección que presenciamos hoy conduzcan a sociedad más igualitarias y libres… quizá nos traigan más xenofobia, más Trumps y Mileis, más violencia sobre las mujeres y nuevas guerras. Quizá, pero, como Francisco de Asís, cuya inspiración memorable comparto con Negri, la única manera de vencer a los malos es no sucumbir a la desesperanza.

Que la tierra te sea leve, maestro.

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