Friday, November 02, 2012





EL PSOE

Justo Serna proyecta estos días en su blog su afinada mirada sobre la única gran organización política que en España ha sido capaz de aglutinar la voluntad de los electores de izquierda moderada, un espacio al que a lo largo de los últimos sesenta años ha correspondido en la Europa moderna cerca de la mitad de la masa electoral. He titulado a mi post exactamente igual que lo ha hecho Serna, no por intención plagiaria, sino porque no veo otra manera de atacar la cuestión que enfocar directamente sobre esta veterana organización, un Partido Socialista que soporta una amenaza casi inimaginable hace apenas unos años: volverse residual, convertirse en una más de esas irrelevantes minorías que pululan por el arco parlamentario y que suelen lamentarse por el bipartidismo auspiciado por las leyes electorales; ironías del destino, a este paso el PSOE, tradicionalmente encantado con dichas leyes, quizá termine reclamando su abolición. Tendrá que hacerlo con firmas en la calle, pues a sus escasos próceres parlamentarios no habrá quien les haga caso. 



En este momento la derecha gobierna con mayoría absoluta en el Estado y en la mayor parte de las circunscripciones locales, lo cual incluye todo el laberinto de autonomías, diputaciones y ayuntamientos. Hasta sus más acérrimos intuyen que las recetas del PP para corregir los efectos de la crisis sobre la nación son estériles, suponiendo que dispongan de algo a lo que podamos llamar "recetas". Ante tal situación, lo previsible sería que un partido laborista con una organización sólida y una implantación tradicional en los distintos feudos territoriales pudiera presentarse como alternativa plausible ante los ciudadanos. Pero no es así. Las últimas citas electorales autonómicas no dicen demasiado sobre el desgaste que en un brevísimo pero intenso periodo de gobierno ha sufrido el partido de Rajoy; lo que sí dicen es que los graneros electorales del socialismo avanzan en su descomposición. Quien intuye que el PP es un peligro ya se ha pasado a Izquierda Unida -un conglomerado de inspiración comunista y que estuvo al borde de la extinción-, al partido de Rosa Díez -cuyo astuto sentido de la oportunidad le ha servido para adquirir notoriedad sin que se termine de saber muy bien de qué palo va- o a las organizaciones nacionalistas -las tradicionales y las emergentes-, cuyo horizonte en Euzkadi o Catalunya es cada vez más decididamente secesionista.


¿Por qué se preocupa Serna? ¿Por qué habría de preocuparme yo? Pasé mi juventud negándome sistemáticamente a votar al PSOE. No les secundé ni siquiera cuando empecé a intuir lo peligroso que podía resultar para este país el conglomerado de oligarquías económicas y mediáticas que convirtieron a José María Aznar en la herramienta predilecta del reaccionarismo en España. Acaso me faltó visión, probablemente, pero no consigo sentirme culpable por no haber arrimado el hombro entonces en favor de una fuerza política que demandaba una fidelidad cuyos créditos había dilapidado miserablemente. El terrorismo de Estado, la corrupción, el clientelismo, la artera manipulación de la opinión pública con asuntos como el de la OTAN, los ramalazos de autoritarismo con aquello de la "patada en la puerta", las monterías de medios discrepantes o la colonización partidaria de los medios informativos públicos... ¿Quieren que siga? Quizá, por refrescar un poquito la memoria, convenga recordar que fue un ministro de Economía socialista quien dijo aquello de que "España es el país donde uno puede hacerse rico en menos tiempo". Es la repugnante ideología que hay detrás de aquella golfada lo que ha desencadenado la Gran Recesión, un drama cuyo mecanismo consiste en enriquecer a una minoría a costa de la especulación financiera para que los pobres y los parados se multipliquen. 

Visto con frialdad y desde la distancia, el "felipato", como lo denominaba Vázquez Montalbán, sirvió para modernizar la administración del Estado, potenciar las competencias autonómicas, europeizar la red de transportes -en especial las carreteras-, reforzar las estructuras de recaudación fiscal o transformar el sistema educativo. Temo que este último aspecto, que conozco bien, ofrece los síntomas más rotundos del problema que afecta al PSOE como partido de masas con vocación gubernamental: lanzó una reforma de enorme calado y con un amplísimo recorrido, pero la dejó a medias, quiso contentar a todas las partes, incluyendo a la Iglesia, y terminó montando un empastre fastuoso cuando se cortó la financiación o se llenaron los cuadros de mando de burócratas, paniaguados e incompetentes. Tan felipista  fue una cosa como la otra, es decir, conceder dádivas a sus afines por una parte y, por la otra, legislar sin contar jamás con la gente. Las sucesivas reformas educativas implementadas en los distintos niveles, desde el preescolar hasta la universidad, fueron concebidas y administradas reiteradamente por supuestos técnicos, jamás se preguntó ni a profesores ni a alumnos qué modelo deseaban. Sospecho que esta propensión a gobernar para el pueblo pero sin el pueblo ha sido vocacional. 

¿Y el segundo gobierno socialista? Cada día se agranda más en mí la sensación de que el equipo de Rodríguez Zapatero que dirigió este país durante ocho años no tenía un verdadero proyecto de país, algo que, para bien o para mal, no puede decirse ni del felipato ni -sigo con los neologismos de Montalbán- de la aznaridad. Así de sencillo y así de triste. Se diría que no ha quedado nada de Zapatero ni de quienes le acompañaron. Nadie se pregunta qué piensan él o la en su momento supuesto cerebro gris de su gobierno, Fdez de la Vega, sobre la delicada situación actual que atraviesa el país: todos sospechamos que no la entienden ni disponen de claves para descifrarla. Al contrario que Felipe González, cuyas apariciones dejan siempre poso, Zp y los suyos se han disuelto en la irrelevancia más absoluta. Exhibían determinación y "talante" cuando casaron a los homosexuales o diseñaron la dependencia; después, cuando de verdad tocó gobernar en serio y agarrar fuerte el timón ante la tempestad, se disolvieron como un azucarillo, presas de un desconocimiento atroz y una irresponsable ingenuidad que les volvió incapaces de entender que la buena fortuna se había acabado y que había que echarle mucho coraje al asunto. ¿Les hablo de educación? Nada, no hicieron nada, diseñaron una ley inane y ambigua que ni siquiera fueron capaces de aplicar y nos entretuvieron una temporada con el espantajo de la Ciudadanía. Aquello fue el escenario perfecto para la simulación de un conflicto con los sectores reaccionarios del país. Mientras tanto, los problemas esenciales de la escuela pública quedaban intactos. Ocho años perdidos.


Soy un socialdemócrata algo raro: no creo en el PSOE, como es fácil colegir de todo lo anteriormente expuesto, que tiene mucho de catálogo de errores, por no decir de horrores. ¿Por qué sufrir entonces ante la evidencia del fracaso estrepitoso? Como pueden imaginarse, que algunos señores vean entorpecida su decidida intención de vivir de la política me trae bien a la fresca. No es ésta la cuestión, el verdadero problema es que no veo fuera de la socialdemocracia un espacio de gobernabilidad que no refuerce las tendencias actuales, es decir, el agrandamiento de la brecha social, sea, como en la derecha, por voluntad directa de apoyarlas, sea porque, desde radicalismos intransitivos y mal entendidos como los de la izquierda de inspiración revolucionaria, no se dispone de armas eficaces para neutralizarlas. 

Lejos de las acusaciones de cobardía o pactismo de los iluminados de izquierda a la socialdemocracia, yo creo que nadie está mejor equipado que el laborismo para denunciar la acrítica exaltación de los mercados y la retórica del crecimiento perpetuo, o lo que es lo mismo, defender la redistribución de la riqueza y la intervención institucional sin olvidar que la libertad es un bien máximo y que la iniciativa económica privada es el motor histórico de la prosperidad. La razón es que la socialdemocracia ya ha demostrado con la experiencia de los Estados del Bienestar que puede crear sociedades más justas sin caer en el autoritarismo. Dice Tony Judt: "Los mercados no generan automáticamente confianza, cooperación o acción colectiva para el bien común. Todo lo contrario: la naturaleza de la competencia económica implica que el participante que rompe las leyes triunfa -al menos a corto plazo- sobre sus competidores con más sensibilidad ética." (Algo va mal, 49)


Ahora bien, la naturaleza ética de esta empresa política requiere hombres y organizaciones que estén a la altura. Eso no sucede actualmente. Los actuales socialistas pueden pasar los días lamentándose porque su electorado no le guarda la fidelidad que las derechas guardan a los suyos, pero mientras sigan en ello o se limiten a cambiar de líder -como ahora se sugiere- seguirán dando vueltas como un tigre enjaulado sin avanzar un metro y sin saber por qué siguen perdiendo votos a mansalva. El problema del PSOE es que su electorado sigue hallándose a la izquierda, y el ciudadano progresista cuestiona por definición el modelo de representación en el que ha hecho fortuna el socialismo desde los tiempos del carisma de Felipe, lo cual vuelve el voto de izquierda condicional y tornadizo. Si no hay una grandeza de miras en los socialistas actuales, si el aparato sigue transmitiendo la sensación de estar completamente desconectado de los problemas -cada vez más angustiosos- de la gente común, si no hay capacidad para proponer opciones de gobierno auténticamente alternativas a la derecha, u honestidad al menos para reconocer que no siempre puede hacerse desde el Poder lo que el electorado de izquierda desea... si, en definitiva, se sigue transmitiendo a quienes queremos derrotar a la derecha la impresión de que lo que tiene ocupados a los socialistas actuales es garantizar que van a seguir viviendo de la política profesional, entonces estarán enviando a la basura el presente y, sobre todo, el futuro de un partido con más de un siglo de historia. 

Un laberinto, sí, desde luego, un problema que la derecha no tiene, porque el electorado conservador jamás castiga a sus representantes, les perdona la corrupción, el servilismo a las naciones extranjeras -ellos que eran tan patriotas- y hasta que, pensemos en Italia, se vayan mucho de putas. Dice Judt: "Sin idealismo, la política se reduce a una forma de contabilidad social, a la administración cotidiana de personas y cosas. Esto también es algo a lo que un conservador puede sobrevivir muy bien, pero para la izquierda significa una catástrofe".(139)

10 comments:

Anonymous said...

Un artículo tremendamente interesante. Demasiado como para no ser polémico.

No tengo claro si discrepo en algo pues no estoy seguro de entender plenamente si la señal de alerta es para la sociedad o para el PSOE.


Coincido en que la derecha no castiga a los suyos, pero los "socialistas" tampoco. No creo que ni unos ni otros lleguen al poder gracias a sus incondicionales.

Me parece un tanto benevolente aquello de la intranscendencia del zapaterismo. No tener un proyecto de país es en sí mismo un proyecto.Los intereses corporativos se proyectan estupendamente en ausencia de un poder con las ideas claras.

El zapaterato no solo es responsable de que este país esté como un descampado´, además ha dejado el partido a cargo de unos infumables pijo repelentes tras cargarse a los intelectuales más valiosos.

Por más que me lo explican sigo sin entender que tiene que ver la izquierda con la social democracia. No digo si una opción es mejor que la otra, pero no creo que guarden ningún parentesco. Desde mi punto de vista es una construcción donde se impone la necesidad a la verdadera convicción; se destinan subsidios, ciertas ayudas sociales a cambio de mantener los privilegios de ciertos estamentos, clases.
No creo que un modelo así pueda sostenerse en el tiempo aunque no dudo pueda ser una solución transitoria. Me recuerda al tipo este que hacia arreglos en plan popero de ciertas obras clásicas y que solo vendía discos a los que ni les gustaba la música clásica ni el pop. Se me atraganta un tanto aquello de la coexistencia de comedores sociales y SICAV.

Un saludo.

David P.Montesinos said...

Interesante reflexión.

El mensaje es para el partido, entendido como un organismo de representación en el sentido en que se entiende la representación en las democracias parlamentarias, pero también es para el conjunto de la sociedad. La coyuntura internacional refleja una convergencia de factores sumamente inquietante. El auge arrollador del modelo de capitalismo asiático; el debilitamiento de las instituciones de regulación de los movimientos de capitales, personas y mercancías que encuentra su condición de posibilidad ideológica en el reagan-thatcherismo de los ochenta; la precarización generalizada de los empleos; el arrinconamiento de la economía real en favor de los poderes financieros y especulativos, la progresiva insignificancia de las organizaciones partidarias y sindicales que contrapesaban la relación de clases... Todas estas corrientes apuntan en la misma dirección: la política pierde su lugar en favor de la economía. Las consecuencias son nefastas: las ganancias se privatizan mientras las pérdidas se socializan, las biografías responden a un proceso general de individualización donde parece que cada uno de nosotros queda aislado ante sus problemas, sin los elementos que necesitamos para buscar colectivamente soluciones a problemas que, en cualquier caso, nos afectan a todos.

No creo que discrepemos en esta apreciación general. Hablemos de la socialdemocracia. Las condiciones históricas que propician su éxito en Europa son coyunturales, de acuerdo. Estamos ante un cambio de época, pero hay aspectos esenciales del discurso original de la socialdemocracia que continúan pareciéndome valiosos. Las claves del Estado del Bienestar han propiciado la era más próspera para la mayoría de la población que jamás ha conocido el mundo. Al contrario de lo que sucede en los EEUU, en la Europa desarrollada se generalizó el acceso a los servicios médicos, se creó un sistema de pensiones como no se ha conocido, unos derechos en el desempleo esenciales para la supervivencia y la paz social, una educación pública de razonable cualidad.

No estoy nada seguro de que el "zapaterato" haya servido para resguardar estos territorios, ni siquiera lo estoy de que el actual socialismo tenga una idea clara de cómo adaptar sus propósitos históricos a una situación social tan compleja y tornadiza como la actual. Pero verá, no pienso resignarme sin luchar a que todo este entramado tan valioso salte en pedazos o simplemente fenezca a golpe de crisis o de legislaciones bochornosamente favorables al capital.

No creo que este modelo responda en suma a una solución transitoria. Si acepto que lo es, estaré cargando de optimismo a quienes están empeñados a convertir el estado social y de derecho en un residuo del pasado. Y no veo otras alternativas, al menos otras alternativas que no den pavor.

Anonymous said...


Europa ha experimentado un gran avance en protección social. Los partidos social burócratas son en gran parte responsables de una evolución positiva de las condiciones de bienestar social pero también de haber creado una colosal estructura burocrática. Este sistema está casado con el turbo capitalismo.

Se suele pasar por alto que la consolidación de la socialdemocracia es la derrota del socialismo ante la derecha capitalista. Este sistema ve luz verde cuando los holding se hacen eco de las reclamaciones de la industria sobre la necesidad de formar trabajadores así como "aumentar su vida útil" en plena revolución industrial. Por supuesto los costes deberían correr a cargo del estado.

Sinceramente... no creo que ni el PSOE ni la social democracia tengan mucho más recorrido. Con cada intento evolutivo no han hecho otra cosa que convertirse en "el ala revoltosa de la derecha". La tercera vía supone el reconocimiento de imposibilidad de proponer una verdadera alternativa. Diferencia cosmética.

Aun así los partidos socialdemócratas son ya una marca constituida que por supuesto genera grandes beneficios. El político se marcha, queda el ejecutivo. Como si el departamento de publicidad de una marca de coches siguiese lanzando slogans aun cuando no tuviesen ingenieros para desarrollar la tecnología que prometen en su publicidad.

La tierra es del viento...

"La realidad aunque negra mejor verla". Tanto derechones como social burócratas están realizando exactamente las mismas maniobras para navegar el temporal. Que les pregunte a los franceses por qué cada vez les cuesta más acordarse de si su actual presidente es Hollande o aun continua Sarkozy. ¿Podría ser diferente?

Tal vez si France telecom, Loreal o Sovay tuviesen menos poder al igual que, Telefonica, Santander o Gas Natural aquí, puede que sí.

Se privatizan los beneficios y se socializan las perdidas. Este es uno de los pilares de la social democracia. Un sistema que deja en manos de las grandes corporaciones privadas el empleo, el sistema financiero, la generación y distribución de energía, la investigación, el desarrollo etc. no tiene otro remedio que socializar las perdidas si las hubiere. Pagarlas supone joder vivo al pueblo, no pagarlas además de joderle dejarle sin estructuras.

Este es el auténtico sistema. Refrendado por los votantes tanto cuando gana el PP como cuando gana el PSOE.

Yo tampoco estoy dispuesto a contemplar impasible como desmontan el chiringo que nos impide caer en la indignidad de una sociedad que debe prepararse para convivir con la miseria como algo normalizado. Por esto mismo los complacientes ejecutivos del PSOE (Actual) deberían de retirarse a disfrutar del pastón recaudado. Al menos dejarían de ser el mejor candidato de la derecha oficial.

Si el fin son las personas, todo sistema pasa a ser automáticamente circunstancial.

Un saludo.

David P.Montesinos said...

Le leo con atención y le vuelvo a agradecer la valentía y la coherencia de exponer sus ideas. Puedo compartir el fondo de su malestar y su decepción con los sucesivos gobiernos socialistas que ha tenido el país. Como usted ha visto, he expuesto las razones de esa decepción en el post, que no creo que haya sido nada amable con los laboristas españoles.

Algunas matizaciones a su intervención. La tercera vía es un conjunto teórico complejo y heterogéneo, designa posiciones tan diversas que la denominación común casi parece más un obstáculo teórico que una manera de elucidar los problemas. Por eso soy muy prudente en su uso. Ante el concepto me vienen siempre dos nombres a la cabeza, un teórico, Anthony Giddens, y un político, Tony Blair. Mi sensación ahora mismo es que la tercera vía ha anunciado su intención de proteger las instituciones del bienestar para lanzarse a una praxis gubernamental de desregulación y disminución impositiva. Esto tiene poco que ver con el ideario socialdemócrata, suena más bien a disfraz reaccionario. La actitud de Blair con respecto al asunto de la Guerra de Iraq y sus ideales económicos le convierten en un socialista muy sui generis, no me extraña que en FAES cayera bien. Creo que no es la social democracia sino esta tercera vía lo que carece de recorrido.

No me parece justo decir que la socialdemocracia es derecha, ni siquiera "derecha revoltosa". La implementación de estructuras burocráticas no es mala de por sí. El Estado español necesitaba modernizarse, y esta función la acometió el PS durante el felipismo. De aquellos años derivan implicaciones muy negativas, pero no creo que medidas como la de ajustar y perfeccionar el sistema fiscal, que en este país era todavía casi propio del siglo XIX, fuera simple burocratismo destinado a paniaguar a la gente del Partido y sus adláteres. Pienso lo mismo respecto a la universalización de las pensiones, la educación o la clínica. Soy muy crítico con el socialismo español, precisamente por eso no quiero negarle los méritos que sí ha contraído y de los cuales nos hemos beneficiado.

No confío en los actuales dirigentes socialistas, ni en los que parecen agotar su mandato ni en los que se presentan ahora como figuras emergentes. Sin embargo, me parece peligroso que ya no hay sino simples ejecutivos al servicio del capital o de la maquinaria de autorreproducción partidaria. Creo como Tony Judt que hay una difuminación de ideales y una falta de coraje que proyecta la amenaza que usted da por hecha, pero si creyera que los socialistas actuales son lo mismo que la gente del PP yo no escribiría nunca sobre este asunto. No son lo mismo, no podemos tolerarles que lo sean.

Creo que debemos darle tiempo a Hollande. No es un héroe, es un hombre como usted y como yo y se sustenta en un partido cuyos votantes tienen miedo a que su vida empeore. Prefiero a Hollande sobre Sarkozy, prefiero un electorado a favor del laborismo que una clase obrera entregada a la causa del racismo y la xenofobia como la que vota a Le Pen. De igual manera prefiero a Obama sobre Bush y, por ende, sobre Romney. Creo que al mundo le va, cuanto menos, un poco menos mal con Obama que con su nefasto antecesor. Y creo sobre todo que un tea party con el mayor poder es un peligro para todos.

David P.Montesinos said...

(Sigo, si blogger me deja)

La socialización de las pérdidas es un mecanismo ideológico del capital, no de la socialdemocracia. Si ésta no ha sabido oponerse a ella es justo que la izquierda le castigue negándole el voto. Acepto que hay una lógica siniestra que enlaza los intereses de los bancos con los mecanismos de financiación de los partidos, lo cual conduce este debate hacia la necesidad de reformar seriamente la legislación de partidos. Pero insisto, es el capital el que quiere que le vendan baratas las empresas públicas una vez hemos pagado entre todos sus deudas. Nada me parece menos socialdemócrata que eso.

Si algo ha demostrado esta crisis es que el concepto de globalización a la luz del ideario neoliberal conduce al desastre. Los mercados, entronizados como si fueran capaces de conducirnos a una prosperidad indefinida, llevan a desastres como el que vivimos si la política no regula su funcionamiento, lo cual requiere instituciones nacionales con un margen de acción amplio, a lo que se deben sumar espacios de intervención económica a nivel transnacional. Este es el gran desafío de nuestro tiempo, necesitamos una gran ONU que traslade el derecho internacional y las fuerzas de paz a los mecanismos de la economía. Estamos ante una oportunidad histórica.

Anonymous said...

Sr. Montesinos, le agradezco su referencia a mi blog, al post en donde también hablo del PSOE. Es usted muy razonable, muy razonablemente escéptico ante la situación de dicho partido. Creo que es una rémora el burocratismo. Pero peor aún el personalismo ventajista de ciertos dirigentes que se instalan en una cómoda situación de derrota parcial, de segundo puesto. Algunos creen que son el Poulidor del ciclismo político. Y esos mismos creen que llegarán conforntablemente a la meta en segundo lugar, cosa que les garantiza un puesto en el pódium. Pero con esa actitud la derrota está garantizada. Mi columna de El País, de esta semana, trata de esto mismo y con brevedad lamento esta circunstancia por la que atraviesa este partido. La crisis política no se debe sólo a Rodríguez Zapatero o la depresión económica. Se debe también al ventajismo y al clientelismo que hay entre ciertas familias del Partido Socialista.

Justo Serna.

Anonymous said...

A mí sin embargo me viene a la cabeza la sobada pero siempre vigente sentencia de Marx: estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros.

Son precisamente las conclusiones del señor Judt las que me hacen sospechar que no será suficiente un simple lavado de cara para que esta opción lo siga siendo.
La claridad con la que este autor identifica las incoherencias socialdemócratas colisiona de frente con las soluciones que propone para salir de ellas.

Cuando dice que los socialistas actuales no son lo mismo que los ppros no le falta razón. Tampoco es lo mismo la cruz y la cara de una moneda. El propio Judt lo insinúa sin muchos rodeos.

Yo tampoco quiero una clase obrera ni ninguna otra clase entregada a la causa del racismo. Lo que sería bueno saber es si el racismo es una especie de trauma sobrevenido o una tara mental de nacimiento.
Desde luego si es lo primero la socialdemocracia se está luciendo. Es este precisamente uno de los asuntos capitales para los que no han tenido respuesta.
La globalización como meta final capitalista supone poner en competición directa a más de 3000 millones de trabajadores. Se deslocalizan empresas. Se introduce mano de obra de forma salvaje.
Los beneficiarios directos del sistema capitalista se están pegando un festín mientras los costes de este invento son sufragados directamente por la clase obrera.
Lo más delirante es que ante la falta de argumentos que justifiquen esta bochornosa desprotección a los trabajadores no tengan otra ocurrencia que coartar cualquier posible debate diagnosticando el probable racismo de quien no entiende lo que está pasando. Es decir, si te sientes perjudicado te callas o además te insulto.

La socialización de las pérdidas no es algo a lo que simplemente no se hayan opuesto. Al aceptar la entrada de capital privado en los sectores estratégicos de la economía no existe otra alternativa.Sería bastante complicado endosar la gestión a un actor cuya única motivación es el beneficio económico, además, en último término la empresa podría asumir pérdidas pero la sociedad no el cese del servicio.
El carbón, las autopistas, el transporte, la energía etc. Tampoco he percibido muchas objeciones cuando se firman los ERE, y son ya unos cuantos cientos en estos años.

Estoy totalmente de acuerdo en que estamos ante una oportunidad histórica, para el desastre, tambien.

David P.Montesinos said...

Desde luego que sí, pero a lo último, es decir, el desastre, parece que ya nos hemos habituado, en ello ya estamos, y por lo visto prolongando la caída. La crisis que padecemos, cuyas consecuencias las vive dramáticamente la gente, con unas cifras de paro intolerables y con un deterioro galopante de las garantías sociales, es producto de un plan que se gesta en los años ochenta cuando gobiernos conservadores en países centrales alcanzan el poder bajo la promesa de aligerar los costes de unos estados supuestamente ineficaces cuyos gastos son insoportables y lastran la economía. El desarrollo de esta ideología, que recupera planteamientos como los de Friedman, que había estado desacreditados en Europa durante décadas, ha tenido las consecuencias nefastas que conocemos: más brecha social, más inmigración incontrolada, más evasión fiscal, etc...Creo que en la descripción general de este paisaje podemos converger.

La discrepancia -no estoy seguro de que sea radical- está en el papel que otorgamos en todo este asunto a la socialdemocracia, al que ha jugado y al que puede jugar. Mi opinión es que la socialdemocracia no es partera del problema, pero tampoco lo ha sabido ser de las soluciones, en parte porque la ciudadanía no ha sido capaz de exigir a los partidos que lo fuera. Mi alusión al racismo va por ahí. Si las masas obreras de territorios como Francia, pongamos por caso, asumen que su problema es la competencia de los trabajadores integrantes, y no las maniobras del capital para precarizar el trabajo, lesionar derechos laborales e incrementar con ello la rentabilidad de sus inversiones, entonces tenemos ultraderecha y populismo.

Concluyo citando a Judt: "A todos nos gustaría tener un bonito campo de deportes en el pueblo, lo mismo que nos gustaría tener un buen servicio de trenes a la ciudad más próxima, comercios que vendan los productos que necesitamos, una oficina de correos bien ubicada y así sucesivamente. Pero la única forma de que todos -incluidos los gorrones- paguemos por esas cosas es mientras los impuestos universales.A nadie se le ha ocurrido una idea mejor para sumar los deseos individuales en beneficio de todos. Parecería que la "mano invisible" no sirve de mucho cuando se trata de legislación práctica. Hay demasiados ámbitos en la vida en que no podemos confiar en que hacer lo que más nos conviene a cada uno de nosotros sea la mejor manera de satisfacer nuestros intereses colectivos. Hoy, cuando es tan evidente que el mercado y el libre juego de intereses privados no redundan en beneficio colectivo, tendremos que saber cuándo intervenir."

No sé si esto es socialdemócrata, sí sé una cosa: es en lo que yo creo. Firmemente.

David P.Montesinos said...

Estoy de acuerdo con la crítica del ventajismo y la pequeñez de las familias, señor Serna. Por desgracia, cosas que venimos observando en el País Valenciano desde hace ya muchos años se han terminado extendiendo, como una bacteria maligna, a la generalidad del Estado. No asisto con indiferencia a este dislate, me parece nefasto para todos.

No sigo, paso a leer su artículo.

David P.Montesinos said...

Donde digo, en mi penúltima intervención, "competencia de trabajadores integrantes", me refiero, como es fácil deducir a "trabajadores inmigrantes"