Tuesday, December 14, 2021

NO ENTIENDO EL MUNDO

  


 Tengo firmemente asentadas dos convicciones. 


La primera es que no merece la pena tener fe en la humanidad. No es una baladronada, hace ya mucho que dejé de creer. Hay, ciertamente, bípedos excepcionales, gente gracias a la cual uno siente que merece la pena haber pasado por este sucio planeta: Marlon Brando, Keith Richards, Pau Gasol, Tintín y Haddock, el Juez Garzón, Lauren Bacall, Buenaventura Durruti... no sé, casos de esta índole, no son muchos pero a mí me sirven para no pensar en el suicidio. 


La segunda convicción, seguramente muy ligada a la primera, es que no entiendo el mundo. No es ya que no me guste -y en verdad no me gusta-, es que ya no sé muy bien de qué va la cosa. Bien pensado, eso es lo que le ha pasado siempre a los viejos. Mi padre, por ejemplo, que acaba de estrenar la condición nonagenaria, no sabe sacar dinero del cajero ni entra en internet, además de que muestra enojo ante la liviandad moral de los nuevos tiempos. No es que te vuelvas tonto con la edad; al contrario, se diría que el mundo se te hace altamente previsible, de lo cual se deduce que -aunque sea más por viejo que por diablo- la experiencia acumulada sirve para algo. Lo que ocurre es que el funcionamiento de las cosas va adoptando perfiles que te desbordan; las cosas funcionan de una manera que para ti son contra natura... Es eso lo que no entiendes. 


Cabe también la posibilidad de que me esté volviendo loco. No es descartable. Hace unos años pasé por una crisis personal de dimensiones considerables. Literalmente, me arrebató el sueño la convicción de que mis esfuerzos, los que había desarrollado a lo largo de mi vida, eran perfectamente inútiles. Y había algo peor, me asaltaba idéntica convicción con respecto a los de las demás personas, empezando por mis padres. No sé si he dejado de escuchar tales voces, quizá es solo que para poder dormir por las noches he optado por adaptarme a ellas. 


Si, bien pensado estoy bastante loco, pero eso no significa que haya perdido la lucidez. Lo diré de una vez: ¿y si es el mundo el que está enloqueciendo? ¿Y si por una vez el problema no está en mí sino en el exterior, es decir, en ustedes? 


Siempre he tenido dificultades para manejarme con las nuevas tecnologías. No es un problema de manejar el ratón, es que nunca acabo de entender la lógica de los procedimientos que últimamente se diseñan para gestionar necesidades y resolver problemas. O, para ser más preciso: cuando consigo al fin dominar un procedimiento, entonces lo cambian porque han encontrado "uno mejor".

Les relato un caso del que he sido víctima en las últimas horas. 

Ideo junto a un compañero una actividad extraescolar para mis alumnos. Necesito un espacio ajeno al Centro. De manera que pregunto en una de las salas que el ayuntamiento de la localidad donde trabajo dispone para todo tipo de actividades. El conserje, un tipo muy centrado, me informa de que él no puede tramitármelo, tengo que solicitar el espacio con las autoridades del consistorio. Me comunica que últimamente hay algún problema porque el concejal correspondiente está de baja. También me informa de que, debido a los protocolos covid, he de gestionar la solicitud digitalmente. Advierto que el espacio que he podido no aparece en la web del ayuntamiento (?), de manera que opto por solicitar otro espacio que no conozco demasiado, a riesgo de que no corresponda a mis necesidades. Cuando completo la solicitud, descubro que, como mi firma digital ya ha caducado, me obligan a firmar físicamente, de manera que para concluir la petición no me queda otra que pasar por el edificio consistorial y firmar físicamente. La administrativa me informa de que de inmediato me será enviado un mail comunicándome que el trámite está en marcha.

Ya en casa descubro que el solicitante tiene la posibilidad de seguir la "marcha de su solicitud". Es una página muy bonita que me hace soñar con que, consultándola a diario, podré saber "cómo va lo mío". Pasan los días. No hay respuesta. Se me echa el puente encima sin obtener contestación, de manera que me quedo sin tiempo para pedir a mis alumnos la autorización paterna para salir durante dos horas del Instituto. Tienen edad para leer a Stefan Zweig, hacer botellón y fumar porros, pero hay que pedir la dichosa autorización por si por el camino alguno decide lanzarse a las ruedas de un autobús y es aplastado. 


Falta un día para alcanzar la fecha prevista. Ya no hay tiempo. Acudo al local de la actividad. Otra simpática conserje me comunica que "si no te han contestado es porque no te lo conceden", a lo que contesto que "ya, pero si me dicen algo, por ejemplo que no, al menos yo puedo organizarme". Encogimiento de hombros por su parte. Me dice que debe anular la solicitud, pero que para eso necesita la contraseña de mi clave digital para el ayuntamiento. Le digo que no estoy seguro, que en mi PC la veo en mis cookies. Pruebe por favor con "perritojonnie", "cristianoronaldochulopiscinas", "besosconlengua25" y alguna otra de las que suelo utilizar... Me dice que lo siente, pero que ninguna de las contraseñas sirve. Le digo que puedo ir a mi casa y, con mi PC, encontrar la clave dichosa para anular la solicitud. 


De vuelta a casa procedo. Puedo efectuar una nueva solicitud para otro día, pero no anular la anterior. En cualquier caso debo volver al consistorio para firmar, pues mi firma digital sigue caducada. Acudo al ayuntamiento dejando a medias la salsa de tomate que he empezado a elaborar para hacer macarrones. Firmo la nueva solicitud y, como me han aconsejado, pido eliminar la anterior. Lo primero les cuadra, lo segundo les deja en shock. Una de las ujieres consulta a alguien que, por lo visto, es muy listo o tiene mucho poder. O las dos cosas. Baja ufana y me dice que el ayuntamiento no dispone de un operativo para cancelar solicitudes. "Vaya", contesto, y me voy pensando que me apetece mucho masturbarme, aunque antes he de concluir la salsa para los macarrones. Mi esposa me riñe, pero no por masturbarme, como ustedes se malician, sino porque esta vez no he puesto albahaca fresca en la salsa. "He estado ocupado", le contesto. 


Aún no me han contestado, pero la conserje del local destinado a la actividad ya me ha avisado de que no me preocupe  demasiado y que, aunque haya silencio administrativo, me presente el día señalado con mis chicos, debidamente autorizados por sus padres. 


No canto victoria, de aquí al día de la actividad pueden pasar muchas cosas. Tan solo me hago una pequeña pregunta: ¿de verdad hemos ganado mucho desde aquella época en la que un asunto así lo solucionabas con una simple llamadita telefónica? Mírenme a los ojos y digánmelo: "sí, el mundo funciona mucho mejor ahora, lo que pasa es que tú, David, además de estar loca estás envejeciendo".


 Ah, la actividad de los cojones se llama "Filosofía y conciencia ciudadana". Estoy pensando en cambiarle el nombre y llamarla: "Por qué Kafka era un visionario" 

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