Saturday, June 23, 2018

ESPALDAS MOJADAS

Las imágenes que la brutal política "anti-inmigración" del Presidente Trump nos ha regalado en estos días arrastran alguna consecuencia positiva: evidencian para cualquiera que tenga un poco de humanidad y dos dedos de frente que sus enemigos no son los inmigrantes. En el histrionismo y la mezquindad de Trump debemos ser capaces de ver reflejados los pedazos del Trump que vemos a nuestro alrededor y que apareció entre nosotros estos días por la acogida española al Aquarius. Y no, no es una solución, como no lo es exigir al actual ocupante de la Casa Blanca que no trate a las familias inmigrantes como si hubiera vuelto Auschwitz, incluyendo las "medidas disuasorias" de separar a los niños de sus padres o de recluir a aquellos en celdas dignas de un zoológico.

Demos razones.  A lo largo de la historia los emigrantes fuimos nosotros o, en todo caso, fueron occidentales quienes organizaron -o forzaron- las migraciones de otros. Este proceso muta tras la Segunda Guerra Mundial, aunque particularmente a nosotros, los españoles, corresponde no olvidar que experimentamos un gran éxodo rumbo a las naciones europeas más avanzadas durante los años sesenta... Y eso si no nos da por analizar la cantidad de jóvenes que han emigrado a Europa en busca de oportunidades en este último gran ciclo de emigración forzado por la crisis. Sin olvidarnos del tema sirio, la cuestión humanitaria en Europa se plantea fundamentalmente con ciudadanos llegados de África. Las multitudes hambrientas que tientan la valla de Melilla o cruzan el Mediterráneo en precarios cayucos huyen de crueles conflictos armados, conflictos étnicos, desastres ecológicos y, por supuesto, situaciones de descomposición económica. 

Podemos pensar que basta con decirles "no" y, en nuestros momentos de mayor generosidad, enviar misiones humanitarias. Podemos creer en estrategias "disuasorias" a imitación de Trump... ¿Qué otra cosa son las concertinas, las devoluciones en caliente, los centros de reclusión y castigo o la persecución a las ONGs en el Mediterráneo?  En cualquier caso la acción las organizaciones solidarias no puede ocupar el lugar de la política. O, si me permiten la metáfora, no podemos pretender curar una enfermedad con aspirinas cuando lo que necesitamos son antibióticos. 

Dejemos de pensar como aldeanos: nos encontramos en medio de una revolución demográfica sin precedentes, y la lógica de la globalización neoliberal, según la cual el mundo ha de ser gobernado por el mercado y los Estados deben seguir debilitándose, está generando desigualdades insoportables. Necesitamos un enorme proyecto global, algo así como un Plan Marshall para el conjunto del planeta. Lo bueno de que Trump siente su culo en el Despacho Oval es que ayuda a muchos ciudadanos a entender que los problemas que se nos echan encima no se van a arreglar poniéndole puertas al campo. 

Permítanme, y disculpen por alargarme, que les cuente algo, proviene del interesante ensayo sobre la economía sumergida en los USA "Porno, marihuana y espaldas mojadas", de Erich Schlosser, que acaso les suene por su célebre "Fast food Nation".
   
Explica Schlosser que la enorme rentabilidad de la economía agraria californiana depende en gran medida de la disposición de mano de obra barata. Se calcula, aunque por razones obvias no hay cifras exactas, que más de la mitad de los inmigrantes que hay en California son clandestinos. Podemos ser tan cándidos como los electores de Trump, habituados a despotricar contra los extranjeros, "que vienen a dejarnos sin trabajo, a delinquir y a quedarse con las subvenciones sociales". Pero la realidad es que hay un mercado negro de mano de obra barata en el cual se sustenta la eficiencia de los cultivos de fresa, aguacate, ciruela y otros productos de alto rango. Y sí, antes el trabajo era desempeñado por jornaleros autóctonos, pero estos se creen con derecho a seguro médico, salario digno, prestación de paro estacional o seguridad social... Es mucho menos costoso un "trabajador invisible". 

Antiguos informes para el Gobierno investigados por Schlosser  indican que la economía norteamericana había dependido siempre de la "desgracia de la gente" para prosperar, y que cuando el nivel de desgracia nacional no era suficiente había que contar con las desgracias de naciones cercanas para seguir teniendo mano de obra emigrante. La conclusión de Schlosser es que el concepto de "trabajo temporal" es falaz, pues nada es más permanente que los trabajadores eventuales. Además crea un ciclo perverso. Según llegan nuevos clandestinos al campo californiano, otros ya instalados intentan ocupar sitio en el mercado de servicios o se desplazan hacia otros Estados donde trabajarán en granjas y latifundios, industria cárnica, industria textil o seguridad. No es osado concluir que la verdadera política migratoria de los EEUU se ha privatizado y está en manos de los empresarios agrarios de California. Estos, además de ingentes fortunas, tienen un considerable peso político. 

 Si, como ocurrió a tantos en los peores momentos de la Gran Recesión, un wasp se arruina o ve caer su nivel de bienestar, es posible que no piense en la corrupción y la negligencia de los agentes financieros como causantes directos de sus dificultades. El chivo expiatorio es un tipo moreno con jornadas de trabajo infernales y salario de miseria que duerme en el suelo porque pretende enviar la mayor parte de lo que gana a su familia. 


Sí, señores, Trump es un monstruo... el monstruo al que una gran parte de la ciudadanía norteamericana ha hecho Presidente. Su rostro es el reflejo de lo peor que hay en nosotros. Por eso las repugnantes imágenes de estos días tienen algo bueno... porque nos permiten entender hasta que profundas simas de corrupción moral podemos precipitarnos. 

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