Tuve un amigo entrañable en los años de carrera. Le llamábamos "el Follaoret" porque presumía a menudo de sus portentosas facultades amatorias. No era guapo, era más bien lo que mi abuela denominaba "un mozo aseao", sobre todo porque se repeinaba escrupulosamente el escaso cabello que le iba quedando una vez superada la veintena. Se bañaba en Varón Dandy en fiestas de guardar, aunque la mayor parte del tiempo olía a sudor, que decía que era "un buen olor" cuando era de hombre, algo que muchos años antes, en mi niñez, me suena haber oído decir a Manuel Fraga. Era cazador, le gustaban los toros, el boxeo y las pelis del Oeste. Su ídolo era Mario Conde, decía que era la encarnación del "Superhombre de Nietzsche". Lo que decía detestar más en el mundo -se encendía de rabia cuando lo mentaba- eran las mujeres que no se depilaban.
En aquellos años noventa los tíos listos como el Follaoret especulaban con la posibilidad de pegar pelotazos y convertirse en "beautiful people", mientras la izquierda deambulaba desorientada en medio de la farsa mojigata de la corrección política. Repetía incesantemente la misma frase: "mujeres y maricones". Ese binomio, supuestamente empeñado en desplazar a los verdaderos amos del mundo, era para el Follaoret el epítome de una época "blanda", donde sólo los tipos como él parecían destinados a salvarnos de un destino del que culpaba a los varones como yo, es decir, es decir, sin atributos...
... "Mujeres y maricones".
Hoy me viene a la memoria el Follaoret y su mantra predilecto. Desde la poltrona de la empresa hotelera que dirige, seguro que con mano de hierro, deben estar revolviéndosele las gónadas. ¿Han visto el Gabinete de Gobierno que ha nombrado Pedro Sánchez?
Hace tantos años que empecé a deconstruir mi masculinidad... Es un problema que no haya quien confíe en mí si me toca ejercer de macho-alfa. Pero tiene algo bueno, que al menos Dios me pilla confesado cada vez que sobreviene un tsunami como el que acaba de provocar el nuevo Presidente. Ya pasó con Zp, que tuvo la ocurrencia de casar a los homosexuales... Con lo bonitas que son las bodas cuando son como Dios manda. Y ahora, un Consejo de Ministros contra Natura, es decir, repleto de estrógenos y de gays... Y no es que sea mala la homosexualidad, de hecho las sacristías y el PP la albergan a cascoporro, el problema de tipos como Grande-Marlasca es que encima parece que estén hasta orgullosos, joder.
Bromas aparte, cada hora que pasa me convenzo más de que lo de Pedro Sánchez es una obra maestra. No voy a entrar a juzgar cada decisión, pero incluso algo tan dudoso como poner en Cultura al tal Maxim Huerta tiene su enjundia, se trata de convencer a los millones de señoras mayores que aman a Ana Rosa Quintana... Y bien pensado no es mala idea.
En cualquier caso creo que hay algo más poderoso y seductor en todo esto: lo que Sánchez ha hecho es poner en valor ese concepto de Gramsci tan rehabilitado en los últimos tiempos, la hegemonía cultural. Sánchez ha entendido que el problema de Rajoy -y es, paradójicamente, el que explica su solidez electoral- es su olor a naftalina, su esclerosis, su pasividad. Lo que ha logrado Sánchez es capturar la iconografía y los aires de tendencias que han arraigado ya en la ciudadanía -en la vanguardia cultural si se quiere- y ha tomado la iniciativa de llevarlas a la Moncloa.
¿Puro marketing? Quizá. ¿Corrección política? Sí, también. Pero hay más. Si algo hay que reconocerle a este resucitado que es Pedro Sánchez es osadía. No debemos pedirle demasiado porque no va a disponer ni de mayorías ni de tiempo para introducir cambios realmente profundos.
...Claro que, quién sabe, nadie esperaba hace unos días el terremoto tras el que todavía intentamos recomponer la figura. De momento, se me ocurre una petición: acabe ya de una vez con la Ley Wert, señor Sánchez. Nos lo debe.
No comments:
Post a Comment