Friday, April 24, 2020

¿QUÉ LIBERTAD?


Si tuviera que dar un único consejo a un hijo… “No confíes jamás en alguien que siempre está del lado de los poderosos”. El documento que, contra el supuesto autoritarismo derivado del coronavirus, ha encabezado Mario Vargas-Llosa, no es solo un despropósito y una cadena de infundios, sobre todo refleja una mediocridad intelectual que me hace recordar aquello que decíamos en el BUP, que el más tonto y rancio de la clase siempre era el facha.



Ya hace mucho que dejé de hacerme preguntas respecto a la célebre esquizofrenia del Nobel peruano, que parece un talentoso profesional de la narrativa, pero que, cuando opina de política, es un ejemplo supremo de lo que Ignacio Sánchez-Cuenca denomina “desfachatez intelectual”. A fin de cuentas, Cela escribió un par de buenas novelas en su juventud, pero a mí siempre me pareció un absoluto impresentable sin pizca de gracia, a pesar de lo mucho que los españoles reían sus majaderías. A menudo los artículos de don Mario en El País alcanzan la categoría de infamia literaria: opiniones sin documentación ni rigor, despliegue de fobias sin más contención que la de su elegante pluma, argumentaciones tópicas y simplistas… A mí me parece muy bien que el diario El País albergue articulistas de derechas, aunque debería preocuparle que sus dos escritores mejor pagados, Javier Marías y Mario Vargas-Llosa, hayan extremado en la edad tardía los componentes más intolerantes y reaccionarios de su temperamento, pues creo que empiezan a perder algo tan imprescindible como es la lucidez. 


Fiel a su costumbre, el escrito que encabeza el peruano y que firman otras muchas personalidades de supuesto prestigio se basa en una idea-fuerza: los gobiernos de izquierda llevan el autoritarismo en el ADN, de ahí que estén aprovechando la crisis desatada por el Covid 19 para colapsar la actividad productiva. Con la excusa del confinamiento nos mantienen a todos paralizados y dispuestos a obedecer sumisamente las instrucciones del nuevo estalinismo. El escrito habla de gobiernos de izquierda con escasa distinción entre las actitudes de los dictatoriales de Nicaragua o Venezuela y los de democracias, entiendo que “secuestradas por la izquierda”, como España o Argentina… Es un poco como aquello del contubernio judeo-masónico… nadie sabía a quién se refería exactamente Franco con aquello, de lo cual se deducía que judeo-masónico era todo aquel que estuviera contra el Régimen. De las barbaridades de Trump no tenemos noticia en el escrito. Tampoco de Bolsonaro. Aunque, bien pensado, debe ser porque ambos, pese a la evidencia mortífera del virus, apuestan por dejar a la gente deambular libremente por las calles, pues, ya que vamos a morir, al menos que nos mate después la recesión económica. Además, y como ya se está viendo, los que mueren son sobre todo negros y habitantes de guetos y favelas.

Pero no me hagan caso a mí, que soy un tipo lleno de ira, lean, lean:

”A ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado. Queremos manifestar enérgicamente que esta crisis no debe ser enfrentada sacrificando los derechos y libertades que ha costado mucho conseguir. Rechazamos el falso dilema de que estas circunstancias obligan a elegir entre el autoritarismo y la inseguridad, entre el Ogro Filantrópico y la muerte. “

Me da un poco la risa, así que no me detendré mucho en lo del “Ogro Filantrópico” -así, con mayúsculas, como si fuera un señor con cara y ojos-. Se me ocurre preguntarle al señor Vargas-Llosa, así como a los ilustres españoles que figuran entre los firmantes, la mayoría vinculados al PP, empezando por José María Aznar, si cuando hablan de derechos y libertades no están pensando en la Ley Mordaza, que el Gobierno Sánchez ya debería haber derogado y que, vaya por Dios, resulta que fue cosa del gobierno popular. Lo demás, pese a lo groseramente que maneja los conceptos, merece un análisis más cuidadoso.

Hablan estos defensores de la democracia de “estatismo, intervencionismo y populismo” como características de todos los gobiernos de izquierda, elementos tóxicos que han empezado a imponer con la excusa de la pandemia para cargarse la democracia, o lo que ellos entiendo como democracia, es decir, el liberalismo y la sociedad de mercado.

Vamos a ver, gobiernos de izquierdas y de derechas en todo el mundo han decretado el confinamiento y la paralización de las actividades productivas no esenciales porque entienden que la prioridad es salvar vidas. Estamos como estamos porque no hay un tratamiento eficaz contra el virus, que es justamente lo que precisamos para que la gente, y en especial los ancianos, no se nos mueran a puñados. Si mañana un gobierno tan irresponsable como el de Johnson, el de Bolsonaro o el de Trump, decretara que, por ejemplo, se abrieran las escuelas, yo no acudiría a meterme con treinta personas en un aula porque no quiero coger el coronavirus ni mucho menos contagiar a mis familiares. Soy yo quien voluntariamente se ha confinado.

La pandemia es un desastre social sin precedentes cercanos en el tiempo. Nadie, ni siquiera China, es directamente culpable de la misma, pero son gobiernos como los que le gustan a los firmantes los que, por ejemplo en España, han devastado los servicios públicos, empezando por los sanitarios. De otro lado me hago un par de preguntas maliciosas. ¿No será que a los dueños de las grandes corporaciones, esos de los que tan amigos son Vargas-Llosa y compañía son tan amigos, les preocupa más mantener sus cuotas de negocio que velar por la salud de sus empleados? Seguramente por eso consideran que el coraje con el que gobiernos como el español han decidido hacer prevalecer la salud sobre la economía es un síntoma de su talante autoritario y leninista. Y otra: ¿no será que la pandemia, en vísperas de elecciones presidenciales en los EEUU, amenaza seriamente con echar a Trump de la Casa Blanca? En ese caso, no me extraña demasiado que el círculo internacional de sus partidarios haya decidido movilizarse en su ayuda.

Permítanme alguna que otra reflexión final.

La derecha arrastra un viejo complejo: la superioridad moral de la izquierda. Es algo que la propia izquierda ha problematizado a menudo, pero para la derecha es un demonio que necesita exorcizar. Por eso, como saben que -en relación a los ideales de la Ilustración- tienen perdida la batalla de la igualdad y de la fraternidad, acuden con frecuencia a la cuestión de la libertad, asociando toda forma de izquierda con el autoritarismo marxista. Creer que se es de izquierdas por talante liberticida me parece un síntoma de falta de lecturas. Léanse a Arendt, a Adorno, a De Beauvoir, a Sartre, a Benjamin, a Habermas, a Honneth, a Bauman, a Foucault…

Pero hay algo peor, porque además creo que contiene más mala baba que simple convicción doctrinal: confundir la capacidad para enriquecerse, sobre todo si es para unos pocos, con la libertad tal y como la entendemos en democracia es introducir un sesgo intolerable, pues nada es más dañino para la libertad que alentar las desigualdades extremas tan seductoras para los gobiernos de los amigos de Vargas-Llosa. Muro de México, rechazo a la diversidad sexual, fundamentalismo religioso, persecución de la inmigración, racismo, leyes duras de represión policial… admirable libertarismo el de la derecha, vaya que sí.
 




Permítanme una última consideración. Esta gente no tiene mal olfato. La mayoría de los firmantes son tipos viejos y rancios, algunos, como Savater, y no es el único, son intelectuales a los que ya nadie lee o, en todo caso, solo leen los zotes. Pero detectan un movimiento de profundo calado que se ha despertado en gran parte del mundo, empezando por los EEUU bajo el liderazgo de Bernie Sanders, y que está leyendo la crisis desde una óptica radicalmente contraria a la que defiende la vieja derecha. No sé si vuelve el socialismo, pero millones de personas, especialmente jóvenes, se están dando cuenta de que a los problemas colectivos no se le pueden dar soluciones individualizadas. Lo que los rancios del manifiesto dichoso llaman “intervencionismo” no es sino la exigencia de construir instituciones entre todos que defiendan los derechos de la inmensa mayoría. Tienen razón, algo está pasando y no me sorprende que no les guste.



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