Thursday, February 25, 2021

DE HIERRO

 


He leído por ahí que a Isabel II ya no le gusta The Crown. Es muy probable que en Buckingham Palace no haya sentado bien el tratamiento que la serie otorga al caso Lady Di. Ella queda como una suegra gélida y sin entrañas ;  su hijo Carlos, como un niñato veleidoso, irresponsable y envidioso, cuyo mayor problema -Camilla Parker al margen- es que jamás soportó la popularidad de su joven esposa. 


Se rumorea que tampoco han sido de su agrado las insinuaciones que deja caer la serie respecto a las infidelidades de su esposo, Felipe de Edimburgo. Curioso ataque de cuernos, nunca mejor dicho, teniendo en cuenta que el asunto es vox populi en las islas desde hace una eternidad y que Isabel nunca ha sido una mujer mal informada.


 Como sospecho que la Reina, pese a su edad, anda todavía bastante lúcida, se me ocurre que sigue viendo la serie a escondidas, pues The Crown, sin perjuicio de su enorme calidad como teleficción, hace mucho por blanquear la imagen de los Windsor, muy especialmente la suya como monarca con setenta años de reinado a cuestas.



En relación a esa cuarta y hasta ahora última temporada -la serie seguirá, no tengo duda-, tanta relevancia como Diana adquiere Margaret Thatcher, que fue Primera Ministra durante once años, lo que es un record para Downing Street. Los guionistas han sido listos. Es sobradamente conocida la falta de sintonía personal entre Thatcher y la Reina. Digamos que no han tenido grandes apuros en defenestrar a la canciller, presentado como un personaje autoritario, despiadado y espantosamente terco, a cambio de salvar la imagen de Isabel como defensora 
del bienestar de sus súbditos. 


Personalmente, y teniendo en cuenta cómo es la sangre azul, intuyo que Su Majestad siempre vio en Mrs Thatcher a una rival, una pueblerina con cierto aire teatral y afectado que se arrodillaba ceremoniosamente en sus audiencias privadas pero que después se negaba sin contemplaciones a aceptar cualquier consejo Real que distrajera en lo más mínimo su agenda política. Como ven, no tengo gran interés en revindicar a la Señora Windsor ni a sus consanguíneos, pero debo decirlo: Thatcher fue tan mala gente que incluso una monarca más o menos tradicionalista y estirada tuvo que parece un poco “de izquierdas” para recordarle a la jefa de su gabinete que con la inflexibilidad de sus decisiones podía estar causando el sufrimiento y la desdicha de muchos de sus súbditos.

 

No voy a entrar en profundidades. Un breve repaso a la biografía de Thatcher permite definirla sin ambages como una conservadora autoritaria, dueña de una moral inspirada en el victorianismo en su versión más represiva y despiadada. No es cierto que Thatcher no creyera en el Estado y que amara eso a lo que llaman la “sociedad civil” los neoliberales, y que se suele reducirse a la libertad para hacer negocios sin pagar impuestos. Thatcher odiaba a los sindicalistas, por eso fue a la guerra con ellos hasta destruirlos. Entendió que la capacidad productiva del país no daba para mantener la opulencia de una nación puntera, y dio por ello un espaldarazo definitivo al sector financiero, que convirtió a la City en uno de los centros de la especulación mundial... Siguiendo a sus héroes, el viejo Hayek y su coetáneo Milton Friedman, envió a cientos de miles de mineros al paro bajo el supuesto de que ciertas industrias ya no eran rentables, y privatizó servicios públicos esenciales. Con ello no redujo el tamaño del Estado, lo que sí se propuso es reducir al mínimo su poder como regulador de los intercambios económicos, concentrando sus esfuerzos en la misión de gendarme con especiales atribuciones a la hora de reprimir huelgas y disidencias. Su supuesta austeridad como gestora no le impidió gastar una monstruosidad de libras esterlinas en la ridícula y anacrónica Guerra de las Malvinas, que por cierto le sirvió para incrementar su popularidad en sus peores momentos. Podríamos hablar del problema irlandés... En fin. 

 


Así era Margaret Thatcher, o mejor, así es el actual Reino Unido. Hay un legado Thatcher, no tengo ninguna duda, y lo advertimos recientemente con el Brexit. Thatcher creyó en Europa menos todavía que su supuesto espejo inspirador, Winston Churchill. “La sociedad no existe, sólo existen los individuos y sus familias”. Esa frase no es un error, es una infamia. Y el daño que le ha hecho al mundo la concepción que la sustenta se demuestra en el fracaso que la agenda neoliberal para la globalización ha registrado. Tenemos una civilización más productiva, más tecnológica… deberíamos ser más fuertes que nunca, pero la desigualdad no hace sino crecer en el planeta, la mitad de la riqueza mundial se concentra en una cantidad obscenamente reducida de personas y los viejos conflictos se recrudecen y aparecen otros nuevos. La Revolución Conservadora liderada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan es probablemente la peor plaga de los últimos cuarenta años, un error colosal que no supimos frenar a tiempo y cuyas consecuencias van a dificultar nuestras vidas durante todavía muchos años.

 

“No hay alternativa”, dijo Mrs Thatcher. Tiene que haberla, porque bajo su visión del mundo lo que nos espera es el horror, un mundo repleto de parias y excluidos cuyos líderes políticos dejarán abandonados a su suerte.

 

Concluyo. No sé si les dice algo el nombre de Michael Fagan. Les sonará más si les digo que es el tipo que entró en el dormitorio de la Reina hace como unos treinta años. Por lo visto ya había conseguido burlar la vigilancia para acceder a las dependencias de Buckingham en una ocasión anterior. Entonces se trasegó una botella de vino de la bodega Real -parece que el caldo no era gran cosa- y pasó un rato sentado en el trono. (Desconozco si también se probó la Corona) El caso es que, por inaudito que resulte, consiguió acceder por segunda vez, en este caso logrando el objetivo de alcanzar el dormitorio de la monarca. Abandonado por su mujer, privado de la custodia de sus hijos, en paro, alcoholizado, con episodios de notable violencia … Fagan está a medio camino entre un personaje de las películas de Ken Loach y los gags de Benny Hill. Sólo la Reina sabe de qué hablaron exactamente durante aquel cuarto de hora en que Fagan empezó pidiéndole un cigarrillo, a lo que ella repuso que el tabaquismo es una “perniciosa costumbre”. Según The Crown, no sé en qué se basan, hablaron de la Primera Ministra.

 


No estoy seguro de que la culpa del desorden de la vida de Fagan fuera de terceros, vamos, que seguramente el fulano se buscó su miseria. Pero Fagan le dijo a la señora Windsor que Thatcher era un monstruo. Era un loco, claro.

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