Thursday, June 17, 2021

NORUEGA. RAFAEL LAHUERTA.

 


Cuando supe que Rafael Lahuerta había llamado "Noruega" a su novela me picó la curiosidad. Bastó iniciar la lectura para confirmar lo que suponía, que Rafa sólo querría escribir sobre aquello que conoce perfectamente: Valencia. 


Conocí a Lahuerta hace algunos años. Creo que me tiene cierto cariño porque soy nieto de uno de los primeros héroes del club de fútbol que ambos amamos enfermizamente. En su primer libro, "La balada del Bar Torino", me sentí identificado con todo lo que relataba sobre la magia del viejo Mestalla, sobre el Matador Mario Kempes, sobre esa indescifrable pasión que hace temblar desde que, siendo niños, nuestros padres o abuelos nos llevaban al estadio. En aquel graderío aprendí cómo son los varones adultos cuando, abandonados el traje y las responsabilidades, se dejan llevar por sus pasiones más primitivas. Rafa es la única persona que recuerda perfectamente una anécdota que formará parte de mi memoria hasta el día que me extinga. Valencia-Sevilla... Kempes capturó el balón en área propia, lanzó el contragolpe, atravesó la inmensidad del rectángulo sin que ningún rival pudiera frenarle mientras el rumor en la grada se incrementaba, alcanzó la frontal y, contra toda prudencia, conectó un izquierdazo feroz que entró cruzado ante la inútil estirada del célebre portero sevillista, conocido como Super Paco. Un viejo que se sentaba siempre en primera fila saltó al campo... No era nada premeditado, fue el puro entusiasmo de un anciano que, acaso, vivió el último momento de inflamación pasional de su vida... Se abrazó sobre la hierba a Kempes, que, sorprendentemente, le abrazó también a él. Una comunión así entre un futbolista y sus fans me parece irrepetible, pero Mario era así. 



"Noruega" es una novela sobre el dolor de crecer, sobre la falta de delicadeza con la que la vida nos atropella. Y es, también, el relato entrecortado de una ciudad que se abrió a duras penas a la modernidad y a la posmodernidad, que aquí se dieron a la vez. 


"Tú, que eres joven y aún estás a tiempo, huye de aquí, márchate... Esta ciudad te matará", le dice Raúl Núñez, el flaco, al protagonista. 


Tiene razón en lo básico: Valencia es una ciudad criminal, aunque quizá lo sea toda ciudad donde uno nace y crece si cae en la imprudencia de amarla. Una mujer de Calabria me dijo hace poco que en Valencia se sentía como en casa. Aquello me hizo pensar en cierta frase de "Noruega" que cito de memoria: "Valencia es una ciudad italiana en el país equivocado". 

 


Valencia te mata, te mata lentamente porque es una ciudad que no tiene remedio. Nos aferramos con tal convicción a nuestras contradicciones que si en algún momento desfilara la Diosa Razón ante nosotros giraríamos la cabeza para no tener que verla. 

 

Resultado de un aterramiento interminable ganado a los pantanos, los cronistas romanos de los tiempos fundacionales describieron la desembocadura del Turia como un contorno de mosquitos y malaria. Como en la albufera, especies destinadas a sobrevivir en el fango chapotean respirando a duras penas y tratando de arrebatarle la pieza al vecino. No afirmo que en esta ciudad haya más hijos de puta que en ninguna otra... el éxito de bandidos y trileros atraviesa el conjunto de la civilización. Sin embargo aquí cualquier robaperas llegado de Murcia o de Madrid consigue hacer fortuna entre arrozales y naranjos. Es nuestro -y muy nuestro- esperar a que algún majadero descubra que basta con estimular astutamente nuestra ridícula megalomanía para cautivar nuestras voluntades. 


Valencia es una de tantas tierras de venas abiertas, un paisaje rico pero condenado a la explotación, casi siempre a la explotación extranjera. Hijos de Caín, nos enojamos de forma tempestuosa y pirotécnica cuando nos insultan desde Madrid o Barcelona, pero después somos nosotros los primeros en escarnecer a los nuestros cuando brillan. 


No sigo, se apodera de mí la melancolía y termino diciendo cosas que pienso pero que no debo decir. Es la misma melancolía, en dirección contraria, que me asaltó durante los años que viví fuera de Valencia. Soñaba con regresar, con trabajar para hacer una ciudad de la que dejar de avergonzarnos. 



He claudicado, mi melancolía era más profunda de lo que creí en aquellos años. No bastaba con regresar, salió mal y no fui feliz. No sé si aún estoy a tiempo de marcharme ni si seré capaz de hacerlo cuando  llegue el momento. 

Lean "Noruega". Gocen y sufran con ella, les prometo ambas cosas.




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