La inflación mediática
que padecemos es muy tóxica, ya lo sé, pero nos proporciona impagables momentos
de comicidad. El video de la mamá del "luisvi" parece extraído de El
Mundo Today, pero resulta que va completamente en serio. "No es para
tanto, cariño", le dice a la niña cuando sus lágrimas de emoción se hacen
incontenibles. ¿Como que no, majadera? Con lo que has pagado por el bolso
viviría una familia durante meses.
Teniendo en cuenta la cantidad de personas valiosas que a duras penas
llegan a fin de mes, que semejante tonta de baba nade en la abundancia invita a
imitar al Santo Job y, mirando al cielo, preguntar: "Tío, pero tú, ¿de qué
cojones vas?"
La humanidad tiene un problema muy grande con la riqueza. El imaginario
novelesco retrata a los antiguos mandarines como ridículos glotones, pero los
ricos de nuestro tiempo son aún más patéticos: basan su distinción en el
standing de las marcas que consumen. En mi juventud me causaba cierto apuro
denunciar la opulencia: temía ser acusado de envidioso. Ya no. Pasaron los años
en que me seducían personajes como el Gran Gatsby, el Ciudadano Kane o, por
aterrizar en la realidad, Richard Branson o Mark Zuckerberg, que por cierto me
parecen casi tan vacuos y tan gilipollas como nuestros Mario Conde, Jesús Gil o
Ruiz-Mateos. La realidad es que la inmensa mayoría de privilegiados que fabrica
el capitalismo contemporáneo son unos mierdas. Conozco infinidad de pijos
insufribles que no han tenido un problema en su vida y que jamás han hecho otra
cosa que obedecer a sus papis y seguir la corriente. Si yo fuera capaz de
escribir una novela sobre un héroe de verdad buscaría a un subsahariano que se
sube a una patera en Libia o pensaría en algunos de mis alumnos, de cuya
existencia sin padres y criándose en un hospicio me informan puntualmente los
servicios sociales del ayuntamiento de la localidad donde trabajo. (Fliparían
ustedes con algunos casos, se lo aseguro)
Recuerdo una conferencia del admirable economista Juan Torres que
denunciaba a los especuladores como "criminales". Cuando, atascada la
rentabilidad de sus inversiones en el petróleo, se inclinan al sector
alimentario, generan subidas en el precio de mercancías como el trigo que complican la
vida e incluso matan de hambre a cientos de miles de personas en los lugares
más pobres del planeta. Pero no hay que viajar muy lejos para encontrar infamias. La Gran Recesión, con
el consiguiente rescate a los bancos, es probablemente la mayor estafa de la
historia, y ha supuesto un traslado de riqueza a las élites y de consiguiente
desigualdad que no tiene precedentes. Es curioso que sean los reaccionarios que por pura estupidez
adoran a este tipo de bandidos los que más se quejan de la "blandura"
de las leyes con respecto a rateros y ladrones de poca monta, o los que
disfrutan gritando en los bares contra los inmigrantes.
¿Demagogia? Sí,
probablemente. Cioran afirma que debemos estar de lado de los débiles, "pero sin olvidar ni por un momento que están hechos de la misma pasta que sus opresores". También se me podría
objetar que yo soy, a fin de cuentas, otro privilegiado y que también aspiro a distinguirme de mis vecinos a través de mis elecciones como consumidor. Podríamos debatir
sobre el exceso de confort en que vivimos y la huella ecológica que dejamos,
pero me cuesta pensar que el opel corsa de 11 años que tengo y el piso de 70
metros en que vivo con mi familia son un ejemplo de obscena opulencia.
Lo diré de una vez: la feroz desigualdad que atraviesa este planeta es una
vergüenza para un tiempo en el cual somos capaces de modificar genéticamente
los alimentos, viajamos a Marte o fabricamos vacunas en dos meses que salvan
millones de vidas frente a una pandemia. En un momento en que las colas del
hambre están repletas, se desestructuran vidas a velocidad inusitada o se
incrementa hasta el 30 por ciento el porcentaje de niños en riesgo de
exclusión, insulta a cualquier conciencia mínimamente sensible saber que en
España el número de ricos se acercará a los dos millones de personas hacia
2025, lo cual explica por qué una de las pocas industrias que ha crecido en la
última década es la del lujo.
Por cierto, y a propósito de mi condición de docente, dos consejos a la
ínclita tik toker, quien por cierto dicen que tiene un millón de seguidores, lo
que me hace preguntarme si la mayoría no la siguen para reírse de ella.
El primero es que la próxima vez que una hija suya acabe "la sele" se
meta el luisvi por donde le quepa. Me ha costado un huevo motivar a mis
alumnos para preparar las pruebas EBAU hablándoles sobre un futuro
universitario y profesional en el que ni yo mismo creo demasiado. No sé si me
entienden.
El segundo: si quieres lucirte en youtube ten al menos la decencia de no
sacar a la niña, a la que has conseguido convertir en el hazmerreír nacional.
Con mofarnos de tu estupidez ya tenemos bastante.
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