Florentino Pérez piensa que todos somos unos mierdas. No
estoy en condiciones de aseverar que se equivoca. No lo ha dicho
textualmente, pero suponemos, en función de lo que dice en los célebres audios,
que si solo se refiere a Del Bosque, Cristiano o Casillas para defenestrarlos,
es porque no le da tiempo a crujirnos a usted o a mí.
Se trata de una conversación privada, claro. Si cuando el
tito Floren llama “tolilis” a los demás se aplicara un poquito el cuento,
quizá sería más precavido a la hora de confiar en indeseables y no se dejaría grabar conversaciones. Pero es lo que tiene ser un líder, que uno cree que
quien le mira embelesado solo es un fan y no un Judas en potencia.
Debemos ser sinceros. Yo, que no ostento cargos relevantes,
digo auténticas burradas de ustedes en mis conversaciones privadas. Si salieran
a la luz mis conversaciones, advertirían que a menudo me salen espumarajos por
la boca. Y no es para menos, porque ustedes, mis prójimos, son exasperantes, entre otras cosas porque se niegan contumazmente a plegarse a mis deseos.
No obstante, no deja de tener su gracia que un amplio sector
de la prensa deportiva se invista con los ropajes de la dignidad para negarse a
dar difusión a unas declaraciones obtenidas de forma ilícita. El caso de la
Sexta, el canal de Milikito y Ferreras,
que presume de independencia y desenfado pero que besa por donde pisa el
Presidente del Madrid, resulta especialmente significativo: ni una palabra en
el circo del Chiringuito para los audios robados al Gran Señor.
Lo primero que se me ocurre tras escuchar los audios es que,
de entre todos sus empleados, los únicos que merecen la pena son los que le
obedecen ciegamente. Eso no significa que no los desprecie. Piensen por ejemplo
en su portavoz, Butragueño, quien ya era un petardo como futbolista y que ahora
vive de lamerle el culo a quien él definió en algún momento como “un ser
superior”. (Sí, amigos, la miseria humana no tiene límites, ya ven lo que puede
llegar a reptar un ser humano por un buen salario). Seguro que de él también
piensa que es un mierda, pero un mierda que no crea problemas merece menos
palabras. Por el contrario, Raúl, Casillas, Del Bosque y cualquier otro que en
algún momento haya puesto en duda aquello de “sus deseos son órdenes” son reos de
toda suerte de crímenes. ¿Leyendas del madridismo? Desde luego, y personajes
mucho más nobles y valiosos que él en todos los aspectos. Por eso, porque lo
que necesitan los tipos como él son súbditos, terminó librándose de ellos tras
haber usado a sus tribunos mediáticos para desprestigiarles.
Floren es la perfecta definición del macho alfa hispánico.
Él siempre tiene planes geniales para salvar al mundo, y nuestra obligación es
“ayudarle”, es decir, ponernos a sus órdenes. Lo demás es poner palos en las
ruedas. ¿Y si esos planes incluyen mi destrucción? Es el coste de la prosperidad
y el progreso. ¿Y si un tipo así puede terminar causando la ruina general? Eso
es lo que profetizamos los agoreros que no entendemos de qué va esto del
capitalismo posmoderno.
Me contó un amigo en el que confío que asistió, junto a
Floren, a una reunión de alto standing en un banco. El aludido entró con una
botella de champán -del bueno- que descorchó con gran solemnidad para celebrar
que acababa de echar a trescientos empleados de alguna de sus numerosas empresas. Qué majo, ¿eh? Ignoro si dio rienda suelta al espumoso también el día que empezaron a temblar
las costas de Castellón por las prospecciones de Castor en busca de petróleo.
En España han triunfado muchos tipos así. Recuerdo las simpatías
que en su momento despertó el estrambótico Ruiz-Mateos, al que mi abuela quiso entregar alguna limosna para salvarlo de la ruina en la que le había sumido el malvado gobierno socialista. O lo gracioso que a algunos les resultaba Jesús Gil, uno de los
personajes más repelentes y tóxicos que he visto nunca. Italia, por ejemplo, ha
probado durante décadas de esa medicina con Berlusconi. Está bien que nos
quejemos porque en otros pagos europeos nos consideren países poco serios a los del
sur, pero hay que saber hacerse responsable de lo que uno apoya.
Floren parece menos esperpéntico que estos. Además sabe
mantenerse prudentemente alejado de los territorios anti-sistema que
frecuentaron otros. Pero en el fondo creo que no hay grandes diferencias. Son
personajes igualmente nocivos, oligarcas destinados a fomentar el capitalismo de amiguetes, destruyendo cualquier atisbo
de igualdad de oportunidades en el espacio empresarial, y a neutralizar la
acción política sometiendo -de grado o por la fuerza- la voluntad de los
gobernantes.
¿Moralismo?
A ver, dijo la bicha, es decir, el ex Vicepresidente Iglesias, que los amos financieros del país no son tan malos como él pensaba antes de gobernar, sino que aún “son peores”. El Real Madrid de Pérez se hizo inmensamente rico gracias a una operación inmobiliaria digna de una república bananera y que el Psoe no se atrevió a echar atrás porque el tito les advirtió que con el Madrid en contra jamás tendrían a Zp de Presidente del Gobierno.
En cualquier caso, uno debe saber deducir de cualquier buen texto de un economista, incluyendo a los más
izquierdistas, que el problema del capitalismo no se explica por la iniquidad
moral de los explotadores y por la inocencia de los explotados. Lo diré de una
vez: este país no es víctima de sus amos porque, a muchos de ellos, los ha
convertido deliberadamente en lo que son. Si ahora mismo a Floren le diera por
presentarse a las elecciones ocupando el trono de Pablo Casado estoy casi
convencido de que alcanzaría la Moncloa.
Explicando la trascendencia y la dificultad de la Ilustración,
dijo Kant hace dos siglos que llega un momento en que no es la crueldad y el
poder omnímodo lo que explica la fortuna de los mandarines, es más bien la
debilidad humana -la necesidad de amos- lo que les hace fuertes. “Es tan cómodo”,
dijo el de Konigsberg, “no estar emancipado”. Lo que no quieren saber los lacayunos, esos
españoles que siguen -a estas alturas, Señor- gritando aquello de “vivan las
caenas”, es lo mucho que sus líderes los desprecian.
“Solo sois unos tolilis”, dice. No hay más que servirle la segunda copita y arrimarle la grabadora. Y lo peor es que tiene razón, hay que ser imbéciles.
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