Friday, November 08, 2019

¿CONTESTAR A VOX?

Son de puro cálculo estratégico las razones por las que los demás partidos no contestan a las provocaciones de Vox. Lo vimos la otra noche en el debate, en el cual estuve más pendiente de la gestualidad de los participantes que de prestar atención a unos discursos que cada vez me suenan más a hueco. Abascal se refirió varias veces directamente a Sánchez... Éste no solo no le contestó, ni siquiera le miraba, aunque conviene señalar que desde hace tiempo el líder socialista no mira a nadie que le increpe, ni en la tele ni en el Parlamento, como si creyera que quienes tenemos algo que reprocharle -seamos o no de Vox- no mereciéramos su consideración ni su respeto. En cualquier caso es muy lógico que uno no quiera entrar en el juego de la ultraderecha: como lo que pretende Vox es enfangar el espacio de encuentro, entrar en debate con ellos, por tentador que resulte, termina ensuciando al que lo intenta. 

Escuché a Pepa Bueno el otro día en la radio decir algo sumamente interesante al respecto: "Vox está cada día más cómodo porque, como todo el escenario político se aboca al infierno, resulta que él ya viene de allí." En este sentido, la formación ultra tiene cierto valor como síntoma, y no deberíamos dejar de atenderlo. Abascal  cuenta con la singularidad de hablar como quien aún cree en la política, como si desde un gobierno hubiera margen de acción para solucionar los problemas de la gente, aunque sea a base de delirantes atrocidades como las que propone. El problema de sus oponentes -y eso él lo sabe muy bien- es que se han ganado a pulso que no les creamos. 

Lo curioso es que Abascal miente incluso más que cualquiera de ellos. Él sabe perfectamente que ni es reversible el modelo autonómico, ni se puede declarar el estado de excepción en Catalunya, ni se puede exculpar a la Manada, ni se puede devolver a los gays al armario, ni se puede acabar con la inmigración... Esto también lo intuyen sus votantes, que es exactamente lo mismo que pasó con los electores de Trump, que sabían que no construiría el Muro con México. Pero es que tampoco se lo exigían, lo que querían es que tuviera huevos para decir que lo iba a hacer. Da igual que un tipo que dice que va a devolver a los inmigrantes a su país no vaya a ser capaz de hacerlo.  La cuestión, si odio a los inmigrantes, es encontrar alguien que sienta lo que yo y no se avergüence en esta plasta de la corrección política donde está mal rechazar a los negros, a los maricones o a las feministas y empiezas a ser sospechoso si te gustan la caza, los toros y los puti-clubs. 

Mi verdadero miedo no es al fascismo, a esa supuesta amenaza de involución que supuestamente afecta a unas sociedades posmodernas con problemas de orientación y de indiferencia política. Pese a la gran afición televisiva por los relatos distópicos, ni Hitler ni Stalin ni Mao van a regresar. No hacen falta, la democracia ha sido domesticada hasta tal punto que las élites pueden seguir felices y tranquilas porque nadie les va a tocar un pelo. 

En ese sentido, Vox no es otra cosa que la excusa que se dan los ricos de este país para llamar a los ciudadanos a la moderación y el pacto. La situación que se presenta es un "win win" para ellos. Si votamos para rechazar a los ultra lo haremos en favor de un gran acuerdo en el seno del bipartidismo para que no peligre la "normalidad"; si estamos tan enfadados que votamos a Vox para hacerles formar parte de un gran frente reaccionario, entonces sabremos que son más que un hatajo de fachas que han encontrado en la incorrección política el truco mercadotécnico para recoger los votos que la "derechita cobarde" se está dejando por el camino en estos tiempos convulsos. 

No se dejen engañar, con Vox no regresará Franco, solo regresará el aznarismo. ¿Bajarán los impuestos? Claro, a las grandes empresas. ¿Acabarán con el estado de las autonomías? No, pero protegerán el centralismo. ¿Acabarán con la escuela pública? No, pero la convertirán en una simple beneficencia para desdichados y protegerán los privilegios de la concertada. ¿Nos obligarán a rezar y llenarán los salones de cruces? No, pero la Iglesia Católica verá reforzados todos sus privilegios. ¿Echarán a los inmigrantes? No, pero los mantendrán en situación precaria, de manera que podremos abusar de ellos a placer sin tener que concederles ciertos beneficios sociales. ¿Acabarán con las ONGs? No, solo con Open Arms y con las que defiendan los derechos LGTB o combatan la violencia de género, que por cierto pasará a llamarse "violencia familiar". ¿Protegerán la familia? No, de hecho harán que la precariedad laboral se incremente, lo que se lo pondrá más difícil a la gente para tener hijos, pero intentarán promover leyes contra la interrupción del embarazo y prohibirán las clases de educación sexual. 

¿Mala gente? Desde luego, son la hez del país. Hace falta ser muy oportunista, muy rastrero y muy mierda para aprovechar la ira de tantos y tantos ignorantes que gimotean en los bares achacando sus males a los moros y a los maricones para crear un partido político cuya único auténtico principio es el del odio. Ya sé que Vox es votado por algunos a los que les va muy bien en la vida, pero sospecho que la mayoría son como ese vecino mío con trabajo precario al que dejó la mujer hace unos años y que se pasa el día enfadado con el mundo, ignorante de que el mayor causante de sus desdichas es él mismo. 

Por lo demás, nada nuevo bajo el sol. Vox es la derecha con otra cara, y su programa es simplemente el mismo que aplicaron en su momento Rajoy o Aznar. No temo más a Abascal, Ortega Smith o Monasterio que a ellos dos, o a Aguirre, a Wert, a Rato, a Zaplana, a Acebes... O a Trump, claro.


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