Thursday, November 14, 2019

GOBIERNEN... SI LES DEJAN

Vote al PSOE en las elecciones de abril porque entendí que existía una voluntad real por parte de Pedro Sánchez de formar un gobierno de mayoría progresista en acuerdo con Unidos Podemos. Me sentí traicionado. No albergo la más mínima duda respecto a la culpabilidad de la cúpula socialista en el fracaso de las negociaciones. Las evidencias al respecto me parecen incontestables. Aún no se me ha dado ninguna explicación convincente, y en un caso así uno tiene todo el derecho a pensar mal, máxime cuando se advertía la insistencia del líder socialista en obtener acuerdos con la derecha. Es ésta la razón por la que esta vez he votado a Unidas Podemos. No lo he hecho con entusiasmo, simplemente vi llegado el momento de echarles una mano. No soy del PSOE, tampoco de Podemos, lo que pretendo es que se gobierne desde la izquierda. 

Por qué esta primavera fue tan difícil el pacto. hasta el límite de lo imposible, y porque ha sido tan fácil ahora, es algo que se contesta de inmediato: tras las elecciones de abril Sánchez no quiso pactar, tras las de noviembre sí lo quería. Otra cuestión es saber a ciencia cierta por qué no quiso entonces y por qué sí quiere ahora. 

No voy a calentarme más la cabeza con ese asunto. Nos han hecho perder un tiempo precioso y lo han perdido ellos, que además han puesto en serio riesgo su credibilidad ante una ciudadanía que está harta de que le hagan ver que vota mal. Punto y aparte. Si Sánchez resuelve el crucigrama de la aritmética parlamentaria y logra la  investidura -cosa que está por ver- tendremos un cuatrienio de gobierno de izquierdas, lo cual, por cuatrienio y por izquierda, también está por ver, entre otras cosas por qué no está claro que le dejen. 


Ese es otro de los problemas. A la gente de izquierdas nos disgusta, obviamente, que gobierne la derecha, pero a los de derechas, al menos en este país, les pasa otra cosa: no soportan que gobierne la izquierda. No es solo un problema de los ultra, tan crecidos ellos, y que han hecho bandera de la debilidad de sus convicciones democráticas. Es la derecha española en general, creo que por un franquismo residual pero aún activo, la que no sabe encajar el derecho de quienes piensan distinto a aspirar a ser gobernados con criterios ideológicos que les sean afines. 

Van a verlo ustedes, en realidad lo están viendo ya: al nuevo gobierno le van lanzar a diario sapos y culebras tan solo por respirar. Recuerdo que en tiempos de ZP, seguramente porque yo mismo no creía demasiado en su equipo ni en la consistencia de su discurso, llegué a desear discretamente que cayera, pues se me hacía insoportable la presión a la que era sometido su gobierno. Recuerden las calumnias infames de El Mundo, la bronca y los pateos continuos en las sesiones parlamentarias, los insultos y las descalificaciones diarias. A Sánchez y a Iglesias les va a caer la misma a diario y desde antes de salir el sol. Los mismos que les acusen de una cosa les acusarán de la contraria media hora después. La emergencia de Vox no impondrá el mal estilo y la bronca como novedad, en todo caso garantiza que seguiremos por los mismos derroteros. Esta vez no voy a ser tan pusilánime... Que graznen los reaccionarios, ese será el mejor indicio de que vamos por buen camino. 

Como ven estoy perdiendo mi vocacional determinación a convencer a muchos de mis compatriotas. Hay gente que no tiene remedio. A Sánchez le va a tocar gobernar en favor de los intereses de todos pero en contra de los deseos de muchos. Que rabien. 

Permítanme que concluya con una confesión. Yo, como cualquiera, defiendo mis intereses. En este país, y como consecuencia de la crisis y de la hegemonía del credo neoliberal, se ha multiplicado por cinco el número de ricos. Ese proceso es paralelo al crecimiento exponencial de la cantidad de pobres, y el resultado final es la devastación del Estado del Bienestar y de las clases medias. Se ha aprobado una Reforma Laboral que naturaliza la precariedad. Se ha tolerado que los poderes financieros lleven a cabo la mayor estafa de la historia. Quiero una pensión digna cuando me jubile. Quiero que se entienda que hay que tomar medidas contundentes y de emergencia contra la catástrofe climática. Quiero servicios públicos justos y eficaces. Quiero poder acceder a una prensa independiente. Quiero una fiscalidad honesta y unas instituciones empeñadas en defender los derechos humanos. También para los extranjeros. Quiero que se afronte de una vez por todas el conflicto catalán sin hacer como si no existiera. No quiero vivir en un país que se parezca a China ni a Estados Unidos. Tampoco a Venezuela. Quiero estar más cerca de Dinamarca, de Holanda, de Francia, de Alemania. Quiero, en definitiva, ser gobernado por partidos que entiendan que el mayor mal del mundo es el crecimiento de la desigualdad. 


No se engañen, mi alma alberga sueños, pero no soy un iluso y ya peino algunas canas. El destino de un gobierno de izquierdas siempre es decepcionarnos. Posiblemente éste también nos decepcione. Lo que sí sé es que el país donde quiero vivir no lo van a construir las derechas. Me despido con una frase de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía:

"El modelo de feroz individualismo combinado con el fundamentalismo del mercado ha alterado no solo la forma en que las personas se ven a sí mismas y sus preferencias, sino también su relación con los demás. En un mundo de feroz individualismo, hay poca necesidad de comunidad y no hay necesidad de confianza. En ese orden el gobierno es un estorbo, es el problema, no la solución." 


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