Friday, January 26, 2018

LA GENTE DE DAVOS

Samuel Huntington bautizó a los grandes líderes económicos, políticos o académicos del mundo globalizado como "hombres de Davos". A la reunión anual del Foro Económico Mundial acuden lo que Joaquín Estefanía describió en El poder en el mundo (2000) como tipos muy ricos, atentos a las innovaciones tecnológicas,  obsesionados con la evolución diaria del NASDAQ, con pinta de maniquíes -en algún caso muy pasados de moda- y la determinación a pasar unos gratos días de convivencia con otros caballeros que hacen la misma ostentación de riqueza que ellos. 

El Foro de Davos se creó en 1971. Tiene en su contra a mis ojos -ya saben que soy algo maniático- mi inquina hacia Suiza, organizadora del evento, una nación abyecta que ha construido su bienestar desde una hipócrita neutralidad y su condición de paraíso fiscal. Y el caso es que el programa del Foro invita a pensar en que allí se reúnen personas sesudas y filántropos dispuestos a fomentar iniciativas contra los males del mundo. Hay conferencias y debates sobre el cambio climático, sobre el paro, sobre el control de internet, sobre la miseria, el analfabetismo, la discriminación de la mujer... También hablan sobre los mejores destinos del capital especulativo o sobre la posibilidad de abrir nuevos nichos de combustibles fósiles en el Ártico... no todo va a ser preocuparse por los que sufren.

En la edición que se celebra estos días en el monte cercano a Ginebra donde Thomas Mann situó la trama de La montaña mágica ha intervenido la actriz Cate Blanchett, quien sin duda hizo correr algunas lágrimas en el auditorio mientras describía con su incuestionable talento dramático la situación de los refugiados sirios. También deberíamos percatarnos de un detalle: el progresista grupo de comunicación español PRISA ha enviado al mayor de sus adalides, Juan Luis Cebrián -más conocido en este blog como Darth Vader-. Podríamos presumir los españoles de estar bien representados... de no ser porque el ínclito Cebrián no tiene la más mínima intención de representarnos. 

Baja el entusiasmo cuando nos enteramos que personas y corporaciones pagan monstruosas cantidades de dinero para poder codearse con sus iguales, participar en cenáculos de oligarcas y enterarse de qué se cuece en los fogones de la hegemonía mundial.

El mundo no ha cambiado en algunos aspectos esenciales: sigue habiendo poderosos y oprimidos, reyes y parias... Creímos que la democracia ya había sido conquistada hasta que descubrimos que el gran sueño de los nuevos amos del mundo es el que siempre han tenido las élites, alejar a la ciudadanía de los centros del poder, o lo que es lo mismo, vender un simulacro de democracia para ocultar la despolitización de las masas. 

Hace unos años alguien intentó convencerme del inmenso poder del Club Bildenberg. Creía manejar pruebas irrefutables de que los misteriosos participantes en las secretas reuniones del Club decidían los destinos del mundo mundial, de ahí que guardaran celosamente en secreto sus conversaciones y llenaran los alrededores del recinto de policías para que los periodistas no osaran acercarse. Se enfadó ante mi escepticismo, pero creo que no me entendió, seguramente porque a todos los conspiranoicos, que son los mismos que ven ovnis los domingos o juegan a la ouija, prefieren lo del Bildenberg por el componente fascinante de todo lo que es secreto y clandestino. Y no, no es que no haya conspiraciones, le intenté hacer ver, haberlas haylas, pero no son secretas, no se disfrazan sus participantes con máscaras de cuervo ni destripan al final a un niño para comérselo crudo al final. No me hace falta Bildenberg, me basta Davos. 

A la sombra de la montaña mágica, cada año con menos nieve, se reúnen los tipos que dirigen el planeta. Dicen querer pensar juntos en las soluciones a los problemas que ya tenemos y a los que vendrán, pero yo creo que lo que pretenden es contestar a una única pregunta: ¿cómo hacemos para que las cosas sigan como hasta ahora, es decir, con nosotros mandando? Claro que aún hay quien espera que algún oligarca le salve. Fíjense quien gano las elecciones norteamericanas. Y sí, obviamente, el padre de Ivanka también ha ido a Davos. Qué miedo.     

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