Friday, December 29, 2006


INOCENTES

No discuto la santificación de aquellos niños de Belén que fueron pasados a cuchillo por los sicarios de un Rey paranoico y enfurecido por las pupas de una terrible enfermedad. Claro que, después de todo, ser el bueno o el malo en las historias evangélicas suele ser cosa de suerte, y hay a quien le pasa por la cabeza de vez en cuando exigir a los burócratas vaticanos tramitar la santificación de Herodes ante la evidencia de que a la inmensa mayoría de nuestros niños los estamos convirtiendo en monstruos odiosos. Hablando de niños, no alabo el gusto de quienes consideran "Inocencio" un nombre digno para su vástago. Me parece tan insano como llamar a tu hija "María Virtudes", sobre todo teniendo en cuenta las virtudes de las que se trata en el universo cultural católico, más afecto a la sumisión y el recato que a cualquiera de las "perversiones" que han hecho que, desde hace milenios, valga la pena habitar este polvoriento planeta. Mi sugerencia sería la de bautizar a su próximo hijo como "María Vicios" o "Caín", pero como ustedes, amigos lectores, son un hatajo de cobardes, estoy seguro de que preferirán a "Marcos", "Martina" y mariconadas similares.

El 28 de diciembre suele crear una tensión psicológica particular: uno pasa el día pensando "aquí me la meten". Pero he llegado a la conclusión de que se han acabado ya los buenos tiempos para los bromistas. Me sucedió durante el telediario algo inaudito. El circunspecto y trajeado presentador nos anunciaba al ganador de un concurso mundial de skate-board a mano. Allí aparecía sonriente el freaky de turno realizando todo tipo de virguerías manuales con un diminuto monopatín. Supuse que era justamente esa la inocentada del telediario: "muy bien, ya no me pillan". Pero, de pronto, las dudas... Bien pensado, no había nada en aquella imbecilidad que no apareciera como noticia completamente seria en días no de Inocentes. Apenas un par de semanas atrás había visto a un cantante con peluquín llamado Dantés presentar su último disco. La aparente convicción con la que cantaba y bailaba el personaje no le restaba punta de broma al asunto, y sin embargo no era una inocentada. ¿Por qué entonces habría de serlo del monopatín manual?

De entre las bromas que no terminan de pasar como tales me quedo con el negacionismo. Los defensores de esta estrafalaria escuela de pensamiento niegan la realidad del holocausto, gigantesca mentira urdida por la conspiración judía internacional, cuyos líderes en la sombra serían los sabios de Sión, ahora guarecidos bajo el paraguas del lobby hebreo de Nueva York. La cosa podría quedar muy bien como inocentada, y recuerda incluso a cierto compañero de clase que tuve que decía que desde que se enteró de que los Reyes eras los padres no dejaba de pensar que toda la realidad era un sueño, lo cual no le impedía apartar la cara cada vez que Don Gregorio le soltaba una hostia en clase o gritarme ¡jódete, cabrón! cada vez que me metía uno de sus imaginarios goles. Lo inquietante es que tal impostura tenga repercusión, hasta el punto de que no sólo los cuatro descerebrados de turno con brazo en alto se tragan el discursito de marras sino que además surgen estrambóticas leyes en distintos países europeos contra quienes niegan el holocausto. Puestos a seguir en tal línea de corrección política, la cual es especialmente aficionada a las leyes mordaza contra la libertad de expresión, podrían ustedes salir a la calle gritando que Colón nunca existió y se le podría acusar de negar el genocidio cometido por los españoles contra los indios, a pesar de que para estos, los pobres, ya es demasiado tarde tal acto de justicia.

Por estos lares el negacionismo ha pegado llamativos coletazos. Hay quien dice que Franco fue un santo y Azaña un asesino de masas, que en el bombardeo de Gernika sólo murieron cuatro personas -sospecho que del susto- y que la Guerra Civil la empezaron los republicanos, que es más o menos lo mismo que cuando en Seguros Mapfre el accidentado manifiesta que "la farola se lanzó contra su coche", algo que luego da mucha risa pero que el interesado suelta a ver si cuela. No es sorprendente que el negacionismo, si se trata de ensalzar a Franco y demonizar a los rojos, triunfe en nuestro querido país. A fin de cuentas, Pedro Jota Ramírez está evitando la extinción de su diario gracias a la milonga del 11-M, una de las inocentadas más hilarantes del momento de no ser por lo repugnante que resulta jugar de esa manera con los muertos. Dice Canetti que hay un momento del camino en que uno corre el riesgo de dejar de saber qué es la verdad y qué la mentira. Es entonces cuando cualquier infamia, si sirve para destruir a nuestros enemigos, se da por buena, y cuando el más necio de los necios se cree con derecho a que le hagamos caso. Dejémosles el día de los Inocentes y olvidémosles el resto del año. Feliz 2007.

Thursday, December 07, 2006





NUEVOS EDENES






Visito a un primo lejano en su casa de la urbanización Nuevo Edén, lugar ideal para familias jóvenes, alejadas del tráfago hostil de las grandes concentraciones urbanas, situado en medio de un hermoso paraje natural y dotado con todo lo que usted y su familia pueden desear para una vida feliz. Me ha indicado cómo llegar, pero me pierdo, pues resulta que no hay un puñetero cartel que reconozca siquiera la existencia del lugar. "¿Por favor, buen hombre, Residencial Nuevo Edén, calle Los Fresnos?", pero el buen hombre, el único al que he encontrado deambulando a pie por los alrededores, también desconoce el emplazamiento. Horas después descubro que he estado dando vueltas en torno suyo, y que incluso he pasado por delante de casa de mi primo varias veces, pero ni siquiera a la entrada del paraíso en cuestión hay un cartel que indique que hemos llegado. ¿Por qué Calle Los Fresnos, si no veo más que diminutos naranjos para delimitar las plazas de parking? Supongo que alguien proyectó su existencia pero se les olvidó encargarlos cuando hicieron la calle. Claro que otros nombres hubieran caído probablemente en idéntica impostura.

El nombre de la Calle de La Paz en Valencia tiene sentido, es el producto del drama y de la historia, sus moradores han visto correr tanta sangre durante siglos que los adoquines saben que ese nombre significa algo, aunque sólo sea la proyección insensata de un deseo. Diré lo mismo de la Calle de las Barcas, por donde se trasladaban las embarcaciones que se dirigían a pescar a la Albufera, o la Calle del Gigante, o Comedias, donde la imaginación puede volar a cualquier gesta del pasado en busca de una explicación. Más difícil es saber como Nuevos Edenes se ha ganado el mérito de tener una Calle de las Libertades para designar al mayor de sus tentáculos, repleto a uno y otro lado de casas preciosas e idénticas, con su jardín y su casa del perro, todo repitiéndose sin fin como en las pesadillas.

La casa es muy mona, los interiores en rústica siguiendo las últimas líneas en decoración, a juego con el uniforme del colegio inglés al que van las niñas. "Las vistas al Montgó son preciosas, lo que tenemos delante está declarado parque natural", sí, pero las únicas pizcas de romanticismo las percibo al salir, cuando descubro que la Calle Los Fresnos está inconclusa y no parece llevar en medio de la noche más que a las tinieblas y a una espantosa soledad, hermosa torre de marfil accesible sólo en automóvil. Mi primo ha construido en ese lugar su paraíso. Es el señor de un castillo preservado de los males mundanos custodiado por un cerbero que muerde. Me pregunto qué sería de ese edén si de pronto, una mañana, se encontrara una nota pegada a la nevera: "me he enamorado de otro hombre, me marcho con los niñas, no trates de buscarme"

Tengo amigos a los que han acusado de locos por irse a vivir al centro de las ciudades. Hoy, para la burguesía, los barrios viejos son el lugar rebosante de residuos humanos del que conviene huir. El zoco inquieta porque es el corazón de la vida urbana, donde se cruzan todas las voces y los extraños acentos formando una algarabía sudorosa de la que nada se cuenta en las bibliotecas de los monasterios. Paseando por el Mercado Central, uno de los lugares más viejos de la ciudad, me viene a la memoria lo que me dijo una de esas personas respecto al secreto de su elegante vestir: "siempre llevo ropa de marca porque la compro en tiendas de segunda mano". Mi primera impresión fue de rechazo, pensé en lo poco que me apetecía ponerme los vaqueros de un yonqui. Rosa, que así se llama, me explicó que necesitaba sentir que aquella ropa no había empezado con ella, que tenía una historia, un poder misterioso que caminaría con ella desde que se la calzase. Quizá tenga razón, no sé a qué viene tanta obsesión por lo nuevo, por estrenarlo todo, como si pudiéramos deshacernos tan fácilmente del pasado, como si fuera tan sencillo blanquear la historia, como si apenas sin esfuerzo fuéramos capaces de esquivar los errores y las cobardías de quienes se criaron en estas calles antes que nosotros.

Parece fácil huir del tumulto de la urbe al que sólo se regresa los sábados del Corte Inglés y la dichosa Milla de Oro, mientras nos sorprendemos de que los inmigrantes, quienes aún reconocen el valor de los espacios de encuentro, se "apoderan" de los autobuses, los parques y las plazas, como si nos hubieran echado de allí, como si antes no hubiéramos abandonado nosotros esos lugares, declarando inhóspito lo que en otro tiempo fue el centro de la comunidad. Pero el automóvil lo justifica todo. Puedo estrenar casa si acepto vivir a 20 kilómetros de la ciudad. Con ello alimentaré la especulación inmobiliaria, las críticas al gobierno porque no construye más carreteras -todavía más-, las subidas de la gasolina, el deterioro medioambiental, la producción desaforada de automóviles...Entretanto, seguiremos alimentando las utopías sobre las que se construyen los nuevos edenes.