Friday, May 06, 2022

LOS FEROCES NOVENTA



Reconozcámoslo: la cagamos en los noventa.


Hemos asumido que los males del nuevo siglo provienen de los años ochenta, cuando de la mano de Thatcher o Reagan estalló la llamada revolución conservadora o, lo que es lo mismo, se implantó la hegemonía neoliberal. Yo creo, pese a todo, que lo que de verdad estalló en aquellos años fue un debate urgente y apasionante: ¿era sostenible el Estado del Bienestar, característico de las naciones más avanzadas desde el final de la 2ª Gran Guerra?

 

 Es en los noventa cuando llega el momento de elegir... y elegimos mal. La Caída del Muro generó una euforia perfectamente lógica pero que no supimos digerir. Ideologos tan vacuos como Fukuyama extendieron el mantra de que la era de los conflictos políticos había tocado a su fin y que llegaba el momento para el libre comercio global sin hipotecas autoritarias. 


La cagaron tipos como Miterrand, Blair, González o Clinton... O mejor, la cagamos todos porque les creímos. Su herencia la tenemos ahora mismo extendida como un cadáver sobre la mesa: hace ya mucho que nadie cree seriamente en el poder del socialismo para imponer desde las instituciones una verdadera transformación de la sociedad. 



Pero no nos engañemos. Aquel hatajo de farsantes nos engañaron porque de alguna forma les pedimos que lo hicieran. El llamado pensamiento único era lo que se respiraba en el ambiente. Y la razón es sencilla: nos iba bien, o, al menos, eso queríamos creer. El engorde rápido producido por la explosión cibernética y la globalización estaba generando colesterol suficiente para terminar enfermándonos. Pero eso en aquel momento no nos lo planteábamos, y ni siquiera los más respetables economistas, salvo honrosísimas excepciones, fueron capaces de advertirlo. Simplemente el capitalismo había vencido y había que saber ajustarse a un orden en el que no se concebían ya las alternativas. Lo del batacazo... bueno, eso vino después y nos dejó a todos con cara de tontos.



Dice Ramón González Ferriz en "La trampa del optimismo" ("Cómo los años noventa explican el mundo actual"), lúcido y oportuno ensayo que inspira mi reflexión: 


"El mundo actual, el posterior a la crisis, puede interpretarse como una consecuencia imprevista, accidentada y contradictoria de las decisiones que tomaron los líderes políticos y económicos de la década de los noventa. Es posible afirmar que la crisis económica de la última década, que hasta ahora ha supuesto para mi generación el momento central de nuestra experiencia como adultos con deseos de trabajar, progresar y, con suerte, asentarse, tuvo sus inicios en decisiones tomadas en los años noventa en ámbitos como el financiero, el monetario o el regulatorio"

 

Hay un pasaje del libro que me ha llamado especialmente la atención, el dedicado a la serie "Friends", tan amada y añorada por los boomers, por más que en mí jamás desató ni la más mínima emoción. Los seis protagonistas eran guapos y trendy... algo tontos, sobre todo ellos, pero a veces un poquito pillos, sexuales pero sin sexo, activos pero sin que se supiera muy bien de qué vivían, deseosos de integrarse y fundar una familia pero bloqueados en una especie de permanente adolescencia. Rachel, Phoebie y Mónica eran modernas e independientes, pero cuando estaban tristes se vestían de novias para animarse. 



"Friends" fue la perfecta caja de resonancia del clintonismo. Bill no era rancio, como suelen ser los republicanos, pero durante su mandato se gestaron algunas de las barbaridades por las que crucificaríamos a los presidentes conservadores. Y no me refiero al asunto Lewinsky, que a la postre fue lo que propició su impeachment. Lo peculiar fue la habilidad para ocultar que en aquellos años de bobalicón optimismo, se engrasaron todos los mecanismos del modelo de globalización que finalmente ha impuesto su hoja de ruta al mundo entero. Las consecuencias las sufrimos ahora. Dice González Férriz:

"En los años noventa, tras la Caída del Muro y la desaparición del bloque comunista se pudo pensar, y de hecho así se hizo, que Occidente ya no sufriría algunos de lo males políticos y morales que todavía estaban presentes en los países que seguían viviendo en la historia. Pero aquí están: han vuelto el populismo, las políticas radicales de izquierda y de derecha, un racismo legitimado por el establishment político, el recelo ante la democracia representativa y el nacionalismo en todos sus grados y formas y con todos sus peligros potenciales. Hemos sucumbido a una trampa del optimismo; la de creer que determinadas expresiones políticas estaban en el basurero de la historia y no podrían volver, y que la tecnología era el camino hacia un mundo al mismo tiempo más democrático y fiable. Pero, como zombis, los fantasmas del pasado, aunque transformados y probablemente menos peligrosos, han vuelto."

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