Friday, May 25, 2018

UN CASOPLÓN EN LA CIÉNAGA

Me he peleado con Daniel Innerarity, respecto a cuyos méritos les he dado noticia a menudo. Leo a tipos moderados porque creo que el posibilismo y la cautela ganan más batallas que la histeria de esos radicales impostados que se niegan a negociar una sola coma de sus principios, seguramente porque en el fondo no quieren que cambie nada y lo que de verdad les gusta es tener parroquia que escuche sus despotriques.

Don Daniel es brillante pero humilde y poco asertivo en sus planteamientos. Nos ha enseñado mucho sobre la sociedad del conocimiento, el sentido de lo público, las finalidades de la Europa unida, los desperfectos de la globalización o la evolución de la ética en las comunidades tardoindustriales. Ha tenido incluso la honestidad de irrumpir -siquiera discretamente- en la política activa, por más que me cueste conciliar algunas de las ideas que presenta en sus libros con su adscripción al nacionalismo inspirado en Sabino Arana. 

Pues bien, resulta que he leído La política en tiempos de indignación (2015), que confirma una teoría que vengo madurando desde hace tiempo: en España se conoce de verdad a un experto en ciencias políticas y sociales en función de la distancia que toma con respecto al 15M. 

Hay dos cuestiones que atraviesan el discurso de Innerarity y a las que me opongo activamente. La primera tiene que ver con lo que sospecho que hay detrás de su ya célebre afirmación:  "no debemos esperar demasiado de la política". Es un consejo muy razonable, pero, a medida que seguimos leyendo, uno llega a pensar que para el autor navarro no tenemos gran derecho a quejarnos. Si con frecuencia achacamos nuestros males a la incompetencia o la bellaquería de nuestros representantes no es porque con la misma frecuencia nos traicionen, sino por nuestra inconsecuente puerilidad. 

Yo no tengo duda de que internarse en el laberinto de la gestión de la polis tiene algo de heroico, y que solemos exigir de los políticos virtudes casi angélicas que luego no nos autoexigimos. Ahora bien, quizá el sentimiento de que venimos siendo gobernados por bandidos y que el Partido Popular es una infamia para la historia de este país responda a mi puerilidad, pero hay momentos en los que indignarse y salir a la calle para echar a los malvados de las instituciones se convierte en una urgencia ética. No estoy entre quienes cuestionan la necesidad de tener representantes, pero no creo que sea la única forma de la democracia, como cree Innerarity En cualquier caso la cuestión es si cuando la corrupción se hace sistémica debemos seguir actuando como si fuera cosa de unas pocas almas descarriadas y no una cuestión estructural.

En ese sentido, me decepciona especialmente la actitud de Innerarity frente a la Indignación que tomó las calles de muchas ciudades de Occidente en el momento más crudo de la Gran Recesión, en especial respecto al 15M. Juzguen ustedes mismos:

"El problema es cómo nos enfrentamos al hecho de que lo que moviliza son energías negativas de indignación, afectación y movilización."

A continuación le ajusta las cuentas a lo que él llama el "asambleísmo" o, para que nos entendamos: la iniciativa ciudadana directa o no burocratizada ni mediada por profesionales de la política.

Bien, permítanme hacer dos consideraciones al hilo de la actualidad. Dado que Innerarity simpatiza poco con Podemos, supongo que en algún momento, y al hilo del casoplón,  le recordará al dúo Iglesias-Montoro que la política es el reino de lo posible y que los maximalismos siempre terminan dándose de bruces contra el gélido muro de la realidad. 

Diga lo que diga, yo aprovecharía el momento para explicarle al propio Innerarity por qué últimamente hay tanta desafección política entre los ciudadanos. A mí, lo reconozco, me cuesta dar crédito a tanta torpeza como han demostrado los dos líderes podemitas, al no entender que el último paso que podían dar era -por razones de todo tipo, y en especial estratégicas-, el paso que han dado. Ya era difícil de entender que, por razones de coherencia ética, se compraran el casoplón, para que después tuvieran la divertida ocurrencia de someter a las bases a un plebíscito sobre su liderazgo. Me suena a algo como esto: "¿Aceptas que sigamos siendo los jefazos de Podemos teniendo en cuenta que se ha descubierto que somos unos pijos y que con el tiempo nos vamos a ir pareciendo más y más a nuestros enemigos?" 

Permítanme otra apostilla. Apenas unas semanas después de que cayera la Presidenta de Madrid fue detenido el ex-Presidente de la Comunitat Valenciana. Tan solo han pasado unos días y la sentencia de Gurtel condena no sólo a una serie de individuos sino al Partido Popular por financiación ilegal, un acto delictivo de enorme gravedad pero muy pequeño en relación a las implicaciones que de ella deduce cualquier ciudadano.  

Lo siento, señor Innerarity, usted no creerá en mucho más que aquello del "vota y calla".  Yo no, lo siento.

Saturday, May 19, 2018

ADOCTRINAMIENTO

El PP valenciano ha lanzado una iniciativa que invita a los estudiantes a denunciar las situaciones de "adoctrinamiento ideológico" que pueden estar sufriendo. Para ello facilitan un cuestionario en el que piden a la víctima que delate al profesor adoctrinante. En última instancia, los populares descargan sobre el Tripartito el supuesto incremento de casos de esta índole, pues entienden que los autores del Pacto del Botánico han lanzado una ambicioso plan para catequizar a nuestros chicos en atrocidades como la ideología de género, el laicismo o el ecologismo. 

No se me escapa que estamos ante una continuación valenciana de lo ocurrido en Catalunya, donde los populares han denunciado situaciones abusivas o de acoso por parte de profesores secesionistas sobre algunos alumnos. Parece razonable, pero lo es menos que -bajo el discutible supuesto de que los firmantes del Botànic simpatizan con el Procés- sufra persecución cualquier profesor sospechoso de "catalanismo", un viejo fantasma que reaparece de vez en cuando en el País Valenciano como reclamo electoral contra la izquierda.  

En cualquier caso, y como sostengo que muchos conflictos se sustentan en equívocos semánticos, creo que sería bueno aclarar de qué hablamos cuando hablamos de adoctrinar. Dícese con tal vocablo del hecho de inculcar determinado cuerpo de ideas con la intención de obtener partidarios. Se define también como dar instrucciones a alguien respecto a cómo tiene que comportarse. 

Si no precisamos, puede entenderse que adoctrino cuando digo a mis alumnos que mantengan limpia el aula o que cierren las ventanas cuando está puesta la calefacción... son instrucciones de conducta y tienen una base ética, como el valor de la propiedad pública o la lucha contra el cambio climático. Sucede lo mismo  cuando les prohíbo que maltraten a un compañero por el hecho de ser gay, mujer o palestino, o cuando de mis explicaciones infieren que prefiero darles a leer textos de Luther King o Lincoln antes que de Hitler o José Antonio Primo de Rivera. 

En mi Centro celebramos el Día Mundial de la Mujer y vemos con simpatía que las parejas del mismo sexo expresen su amor con la misma libertad con la que lo hacen las heterosexuales. Espetarle a un ecuatoriano "vete a tu país" o llamar "puta" a una compañera es sancionable en nuestro reglamento.  Adoctrinamiento puro, supongo, pero convendría recordar a los señores del PP que para trabajar en una escuela pública hay que jurar la Constitución, y que ésta se sustenta nada menos que en la Declaración de Derechos Humanos, la cual protege todas esas maliciosas formas de vida y pensamiento por razones de libertad y dignidad humanas. 

Claro que también podríamos proceder como en esos colegios privados -normalmente propiedad de la Iglesia Católica aunque sufragados por la ciudadanía mediante conciertos- en los cuales se segrega a varones y mujeres y se limita o evita la presencia de alumnos inmigrantes, minusválidos, económicamente deprivados o con serias dificultades de aprendizaje. El PP defiende a muerte tales prácticas, y a la segregación educativa que fomentan le llaman "libertad de elegir". Y, claro, en esos coles no se adoctrina, fundamentalmente porque en ellos se fomenta la ideología que a ellos les gusta.

Si entendemos "adoctrinamiento" como imposición ideológica, entonces podemos convenir en que algunos profesores adoctrinan, pues imponen, con evidente malicia y deshonestidad, una visión sesgada, partidaria y no objetiva de las cosas. Conviene no obstante plantearse que, para un Testigo de Jehová o para un habitante de Utah o Yemen, el darwinismo que explican los ultramontanos compañeros de Ciencias Naturales debe constituir un caso de adoctrinamiento. Pero quiero pensar que somos serios, y que el riesgo se halla en, por ejemplo, un profesor que obliga a sus alumnos a compartir su ideología. Ese profesor podría suspender a todo aquel que no dijera que el bando Republicano era el de "los buenos" en la Guerra Civil, a quien se considere católico o a quien defendiera que mola más escuchar a ACDC que a Brahms. Sería un mal profesor, desde luego, no por tener cierta ideología -que todos la tenemos, obviamente- sino por no entender de qué va esto de la democracia. Lo procedente es que ese profesor fuera apercibido y, si procede, sancionado. El problema es que yo conozco a pocos adoctrinadores, conozco a bastantes más que lo que promueven en el aula es el hastío y la indiferencia. 

Miren, yo creo que el verdadero problema es que partimos de un supuesto falaz. 

El supuesto falso es que educar significa "informar" a los alumnos de una supuesta verdad literal o neutra, "hechos, no interpretaciones"... como si lo que llamamos conocimiento fuera tan sencillo como decir que blanco es blanco y dos más dos son cuatro. La verdad siempre es una construcción, una proyección de sentido que el alumno debe ir forjándose al contacto con profesionales que, honestamente, le ayuden a pensar por sí mismo sin tener miedo a ofrecer su propia opinión siempre y cuando aclaren que, en determinados momentos, están opinando. ¿Influir en sus alumnos? Sin duda, pero si unos padres no quieren que sus hijos reciban influencias "externas" lo que deben hacer es no solo no llevarlos a clase sino además encerrarlos en el dormitorio.

Sólo desde una profunda torpeza, en muchos casos malintencionada, se puede confundir esto con el adoctrinamiento. Yo creo que se adoctrina mucho más cuando se dan por incontrovertibles verdades oficiales, como si no hubiera conflicto ni parcialidad tras ellos, como si la unidad de España, la diferenciación entre los sexos, la bondad de la monarquía o la uniformidad del modelo familiar -verdades santas en las que se me educó sin derecho a réplica- fueran la versión "literal" de la realidad y lo demás fueran solo opiniones. 

Lo diré de una vez: el problema de la derecha es que después de tantos años adoctrinando en nuestro país desde el ejercicio del autoritarismo, cada vez que alguien ofrece otra versión de las cosas lo llaman adoctrinamiento. "La culpa de todo...", como dijo una vez un concejal asturiano, "...la tiene la puta democracia".    

Tuesday, May 15, 2018

MAYO DEL 68 (I)

Para ser una insignificancia sobrevalorada, un bluff políticamente intransitivo o una ficción romántico-burguesa, hay que reconocerle al Mayo Francés que es una mentira con mejor salud que muchas verdades. 

La tradición nos lega dos enfoques aparentemente opuestos para juzgar los acontecimientos de París en la primavera del 68. Para los reaccionarios más rancios, Mayo y otros "desórdenes" juveniles característicos de la década de los sesenta son los causantes de la corrupción moral que erosiona las comunidades tardoindustriales. Alejados del ascetismo moral y los templos, los ciudadanos han sucumbido a los cantos de sirena del egoísmo narcisista, el materialismo, la indisciplina o el relativismo ético. Para la izquierda ortodoxa, Mayo es pura impostura, una desviación burguesa que, desde el desorden y la inconsecuencia de sus métodos y propuestas, fue incapaz de construir un armazón revolucionario, diluyéndose finalmente en su propia puerilidad, más dada a los slogans de impacto que a la construcción de instituciones revolucionarias. 

En los últimos años ha ido ganando terreno una interpretación algo más elaborada, aunque su intención es igualmente desacreditar la aventura parisina. Los liberacionismos de los sesenta y Mayo del 68 en particular habrían proporcionado al nuevo capitalismo del corsé cada vez más incómodo de la moral victoriana. En estos términos se expresa la  por algunos llamada "teoría asimilacionista", según la cual el ciclo contestatario juvenil que emerge en esos años protege ideológicamente a su supuesto enemigo. Individualismo consumista, nomadismo hippie, culto a la flexibilidad, sospecha respecto a toda restricción a la libertad ("Prohibido prohibir")... Estas consignas prepararían el terreno al neoliberalismo que ha marcado en nuestro tiempo la hoja de ruta de la globalización. Nada como un sujeto desconectado de sus redes sociales o políticas, nada como la renuncia a toda forma institucionalizada de representación y regulación puede satisfacer mejor los intereses de las corporaciones que hoy dominan el mundo. 

Interesante hipótesis. Interesante y equivocada, además de mezquina y maliciosa, como intentaré demostrar. 

Si queremos afinar el análisis y no caer en los peores tópicos debemos empezar asumiendo que el acontecimiento que hoy conmemoramos tiene sentido dentro de un determinado contexto histórico. Nos referimos entonces a la crisis del gaullismo y, en general, a la crisis del paisaje político heredado de la posguerra y que, concretamente en Francia, se alimentó de un mito tan discutible como el de la Resistencia. También es relevante el fenómeno de la descolonización, con mucho más impacto en Francia que, por ejemplo, en España, que por cierto perdió su única colonia africana, Guinea Ecuatorial, precisamente en 1968. O la masificación universitaria, un fenómeno novedoso en aquel momento. O al incuestionable prosperidad, que invita a pensar en Mayo como una crisis de crecimiento. Todo ello sin olvidar que París-68 es uno más entre otros muchos incidentes de amotinamiento ciudadano más o menos espontáneos que, en algunos casos como México DF o Praga, fueron reprimidos de forma sangrienta. 

"Todo ha ido a peor desde entonces", dicen los escépticos. En la opción más pesimista, es decir, si aceptamos que el mundo que hemos creado desde Mayo es un fracaso, podríamos argüir que nos iría aún peor si no hubiera habido barricadas en París o que, en todo caso, el problema es que, desgraciadamente, los que levantaron las barricadas fracasaron, lo cual es muy distinto a echarle las culpas a aquellos de nuestro actual malestar. 

Comparto el lamento por la despolitización de las sociedades contemporáneas. Pero basta repasar a grandes rasgos el episodio parisino  -su frenética actividad asamblearia, sus debates, sus textos, se encarnizada efervescencia artística y creativa, sus actos colectivos y reuniones de todo tipo- para entender que de lo que se trató en aquellas semanas tan inquietantes y convulsas era de recuperar la iniciativa ciudadana desde las calles. Sólo la izquierda más rancia y burocratizada, esa a la que Mayo pretendía desclericalizar, se puede acusar al 68 de pretender alejar a las multitudes de la lucha política. Otra cuestión es que la movilización escapara de las manos del PCF o los estalinistas, pero es que ellos formaban parte también de la trama que cuestionaban los amotinados. 

¿Individualismo? Yo iría con cuidado en el uso de ciertos conceptos especialmente pregnantes como éste. Mayo del 68 tuvo desde el primer momento una dimensión multitudinaria y colectiva, pero siempre asumió la radical diversidad y autonomía de las unidades que participaban en las asambleas y salían después a las calles a gritar. La modernidad es posible sólo a partir de la libertad de los sujetos. No discuto que el capitalismo ha intentado convertir ese individualismo en puro marketing, en signos de rebeldía simulados que no conducen a la mejora de la sociedad sino al conformismo del consumo. ¿Tan difícil es entender que lo que pretendían los mayistas es justamente lo contrario, es decir, rearmar al sujeto para convertirlo en un ciudadano crítico, activo e independiente? Mayo no nos despolitizó con sus críticas al stablishment político y económico. Lo que hizo fue más bien construir barricadas para contener el avance de ese proceso que ya empezaba a apoderarse de las sociedades evolucionadas. Y en eso Mayo sólo es una pieza más dentro de un serial que abarca toda la década y que, desde la llegada al poder de Kennedy, pone en la calle a los negros, las mujeres, los jóvenes, los homosexuales y tantos otros colectivos con el objetivo de convertirlos en actores políticos frente a las oligarquías que dominaban el mundo. 

Quizá debamos dar por fracasada la Revolución si de lo que se trataba era un mundo sin guerras del Vietnam, sin hambre o sin mandarinatos... Yo creo que el problema es que la mayoría hemos nacido ya en medio de un paisaje de libertades que hemos naturalizado, como si no hubiera costado sudor y sangre conseguirlas. Somos machistas, pero no sabemos lo que era ser mujer hace medio siglo; creemos que la escuela fue siempre como ahora y no cárceles de dominación y violencia; sabemos poco del aborto secreto, o del hostigamiento a las que se separaban o buscaban métodos anticonceptivos; nada recordamos de lo que suponía para un joven estar obligado a ir a todas partes con un traje hecho a medida por un sastre; la represión furibunda del amor en general y de la diversidad sexual en particular; el autoritarismo y la jerarquía incuestionable en la relación familiar; el poder moral de los sacerdotes... Si quieren sigo con el catálogo de horrores.

Y todo esto no se consiguió porque graciosamente nos lo concedieran los gobernantes. Son las multitudes indignadas y organizadas las que transforman el mundo. No es lo más cómodo, desde luego, pero es lo que enseña la Historia. 

Chacun de nous est concerné 

Friday, May 04, 2018

ADIÓS

Recibo la noticia de la disolución final de ETA con un regusto más cercano al alivio que al triunfo. Siempre fui renuente a hacer lecturas políticas de la existencia de la banda, sobre todo a partir del momento en que la democracia, con mayor o menor calidad, era ya irreversible. Su supervivencia hasta ya avanzado el nuevo siglo me parecía una metástasis, un caso patológico de autorreproducción descontrolada mucho más que la expresión militar de una determinada aspiración política. 

En realidad el terrorismo que se fraguó en Europa durante los años sesenta se explicaba por una siniestra paradoja: decía surgir en representación de la voluntad popular, pero si ese pueblo hubiera querido la guerra, no habría necesitado ser representado, el Opresor habría caído por su peso ante la presión ciudadana. La banda no representó jamás a nadie porque ni siquiera los que la jaleaban querían la guerra, sólo querían que otros mataran en su lugar. 

Hay un momento en "Patria", la novela de Aramburu a la que ya es inevitable tomar como referencia del conflicto vasco, que resulta especialmente revelador. Dos etarras han tenido que huir de un piso franco y no encuentran otro remedio esa noche que pasar la noche a la serena entre los ribazos del monte Igeldo. A los pies de la montaña queda la dulce Donosti, en plena Semana Grande. La ciudadanía a la que los dos gudaris han jurado salvar se divierte allá a lo lejos... Y mientras ellos allí, pasando frío y sin un mal pote que llevarse a la boca. 

Me viene también a la memoria el etarra arrepentido que entrevistó Évole. Alguna vez, mientras se pudría en la celda, divisaba una pintada que decía "Eta, mátalos". 

-"Mátalos tú, cabrón", pensaba él, condenado a pasar casi el resto de su vida entre rejas. 


Les hemos vencido, sí... las instituciones han resistido y todas esas cosas, pero ¿cómo pudo durar tanto esta locura? Aún hoy tenemos que aguantar una carta de despedida delirante que daría risa de no ser por la sangre y el dolor infinito que deja detrás. No esperaba que la banda pidiera perdón, pues ello supondría aceptar algo peor que la derrota o el fracaso: negarse a uno mismo el derecho a formar parte del relato, de su lugar en la Historia, convertir toda la supuesta épica y las muertes en combate en una algarada absurda, indigna de ser siquiera recordada. En cualquier caso sonrojan las referencias políticas de la carta: quieren una sociedad "no patriarcal" (vaya, incluso ellos abrazan la corrección política), hablan del Euzkadi sometido al franquismo y al "Estado Jacobino" (¡hostias!)

A lo largo de mi vida he escuchado a muchos radicales hablar de la mentira de la democracia, de la hipocresía de las libertades que creíamos disfrutar mientras "los de siempre" seguían siendo dueños del país: "Nada ha cambiado"... "La dictadura sigue entre nosotros"... Trataban de justificar a Eta, claro. 


Y sí, la tentación totalitaria seguía entre nosotros, y la alimentaban los fanáticos. Soy el primero que se levanta a menudo por la mañana con serias dudas respecto a la salud de las instituciones democráticas...

Pero, verán. En el año 87 recuerdo haber experimentado una de esas crisis personales que a uno le sobrevienen cuando, recién traspasada la adolescencia, se encuentra sin armas bien forjadas con toda esa larga serie de problemas que ensombrecen el alma de los adultos. Una tarde, sintiéndome el tipo más desgraciado de la Tierra -cosa por cierto bastante petulante- atravesé la ciudad entera caminando sin rumbo. Al cabo de unas horas, exhausto, paré en un bar. La tele estaba encendida, transmitía imágenes de humo y cadáveres... Una voz daba cuenta de la tragedia sobrevenida en un centro comercial de Barcelona, Hipercor, una bomba con resultado de 21 muertos y 45 heridos. 

-"Con lo jodida que es ya de por sí la vida y estos locos de los cojones matándonos por nada, qué mierda, joder, qué puta mierda."

Es lo que dije en aquel momento, no es ejemplar, pero los héroes son otros.  Los héroes son aquellos que se atrevieron a manifestar su repulsa en la calle cuando todos los demás quedaban en casa. 

Adiós, hasta nunca.