Saturday, March 10, 2007


MI MUERTE EN TODAS PARTES, MI MUERTE QUE SUEÑA.
La primera vez que le ví en vivo me decepcionó. Era un monsieur bajito y regordete, con pinta de tímido, muy lejos del aire enigmático de los retratos de contraportada de la Editorial Anagrama, que dio a conocer su obra en España. Hablé con él en dos ocasiones, nunca en privado, y no le caí demasiado bien, dado que el tono de mis preguntas era más bien capcioso. Pero el hecho, señores, es que mi tesis doctoral se titula El poder y los signos. Baudrillard y la incertidumbre de la crítica, que pasé casi una década de mi vida persiguiendo a este tipo, que creo firmemente que es uno de los pensadores cuya influencia va a crecer más en los próximos años, y que por todo ello no voy a consentir que ustedes se vayan hoy a la cama pensando que el que ha caído era un soldado raso.
Seré más académico de lo habitual en este blog, pero trataré de no aburrirles. Creo que la figura de Jean Baudrillard es clave por los motivos que expongo a continuación.
1. En tanto que crítico de la Sociedad de Consumo, es uno de los pocos pensadores que ha sido capaz de atisbar la crísis de la teoría crítica y, con ello, de toda la izquierda. Asumiendo una formación escolar muy a la francesa, desde las alargadas sombras de Nietzsche, Bataille, Freud, Foucault y, muy especialmente, Roland Barthes, el proyecto de escritor que es Jean Baudrillard cuaja como un cruce entre el postestructuralismo y el situacionismo. Lo característico es que, si siempre se ha podido asociar el nombre de Derrida al primer movimiento y de Debord al segundo, la escritura de Baudrillard rompe muy pronto con éstas y con cualesquiera otras formaciones, hasta dar con un estilo tan personal, tan intraducible, a veces casi tan indigesto, como el de Canetti o Cioran. Lo que, desde mi punto de vista, dice Baudrillard a la gauche divine es que sumergida desde el fracaso de la Revolución del 68 en la comodidad de un radicalismo inconsecuente e incapaz de afrontar la obligación de gobernar o en la blandura de las guaridas académicas, ha sido incapaz de alumbrar modelos conceptuales nuevos para pensar fenómenos nuevos. La teoría de los simulacros es la alternativa de nuestro autor a esta actitud intelectualmente dogmática y cobarde. Mientras otros discutían sobre la autenticidad marxiana del estalinismo, Baudrillard urdía una compleja crítica del principio de realidad, cuyo objetivo era cuestionar las bases materialistas sobre las que se construyó la crítica de la economía política clásica. Ya no era el capital sino los códigos el campo de combate, ya no la producción de riqueza sino de signos, ya no la dialéctica sino la seducción, ya no lo real sino el simulacro... Baudrillard puso los fundamentos de un modelo crítico que ahora rebautizan muchos como sociedad líquida o capitalismo de ficción sin reconocer la herencia de quien primero supo explicarnos que lo que nos birlaba el juego de signos seductores del modelo consumista de la sociedad opulenta era el juego mismo de lo real. Reformateado en forma simulada, envuelto en el celofán de lo aséptico e indoloro, la posibilidad hermosa y trágica de la experiencia real se nos ofrecía envuelta en celofán y cómodas dosis para convertirnos en seres inofensivos... y todo ello sin que nos diéramos cuenta, hipnotizados por el derroche de riqueza de la nueva sociedad del hiperdesarrollo.
2. Baudrillard es uno más de los escritores que han sido capaces de pensar los fenómenos extremos. Y lo ha hecho con categorías extremas, como supieron entender Nietzsche y Bataille, Artaud y Cioran, Goya y Warhol... Él supo explicarnos que la atracción oculta del principio femenino residía en el designio de ocultarse como realidad para objetualizarse como signo -un signo del que después no podía disponerse-... Descubrió que lo que los terroristas habían conquistado no era el Mal, sino la capacidad para mantener la vieja energía del desafío simbólico, la producción del acontecimiento absoluto como la autoinmolación o el espectáculo ciclópeo de las Twin Towers desmoronándose, frente a la incapacidad occidental para poner la vida sobre la mesa del desafío... Nos enseñó que la política se había deshilachado en el juego de su propio simulacro, impotente, sin poder para gobernar realmente nuestras vidas, convertida en una prostituta destinada al espectáculo mediático... Dijo que el milenio no traería nada porque en realidad no ocurriría, como ha sucedido con las sucesivas Guerras del Golfo, condenadas a la maldición infernal de eternizarse por haber sido programadas por la televisión, o los reality, donde se nos vende como espectáculo preconfigurado la vida social de la que, por miedo a los Otros, nos hemos deshecho ya en nuestras casas y calles...
Jean Baudrillard acabó sus días protestando, como tantos otros, contra la globalización, pero él no lo hizo desde la reivindicación de una integración blanda como la de los Derechos Humanos, sino desde la mirada fascinada hacia la alteridad radical del mundo que la uniformización mundializada desde los media y las multinacionales pretenden liquidar. No responde a otra cosa el terrorismo o la quema de coches en los suburbios de París, reacciones equivocadas frente a un integrismo blanco que amenaza con convertir nuestras vidas en pura mezquindad.
La muerte es el más radical de los acontecimientos, ante el que no debemos dejar que mezquindades light como las de la conmiseración nos ablande...
Nuestras vidas, que acaso sólo sean un sueño fugaz del cadaver que, como avisó, Cioran, se prepara en cada uno de nosotros.