Thursday, November 26, 2020

DIOS HA MUERTO


No es elegante acudir a las exequias de un mito cuando uno se sitúa entre sus detractores. Pero es que a este funeral se nos ha convocado a todos. 


Yo nunca le amé. Me molestaba el papanatismo con el que algunos de mis compañeros de pupitre vitoreaban sus gambetas más o menos efectistas mientras un Barça de nuevos ricos le aflojaba millonadas imponentes. Soy uno de esos que tienen la impertinencia de afirmar que Messi le supera, aunque detecto en la figura del Pelusa una dimensión carismática y legendaria de la que el estilo frío y un poquito Asperger de Messi carece por completo. 


Asistí a su carrera desde el primer instante, cuando ya se hablaba de un joven porteño que deslumbraba a cualquiera que tuviera la suerte de ver sus actuaciones con el modesto Argentinos Juniors.  Maradona era, sin ninguna duda, un futbolista único, un genio dotado de un talento natural que solo se entiende nacido de villas-miseria pobladas por niños que sostienen la pelota en al aire desafiando a Newton y hasta duermen con ella. Yo quedé maravillado como cualquiera con aquel mundial de México donde su clase se agrandó hasta proporciones homéricas. Me asombró igualmente que condujera hasta la gloria en el Scudetto a un equipo del sur de Italia, ninguno de cuyos clubs había ganado jamás la liga nacional. Acaso después de todo mi problema no sea Maradona sino el maradonismo. 



La gente se toma en broma la existencia en Argentina de una iglesia maradoniana. No estaría mal si fuera broma, pero no estoy nada seguro de que lo sea... Y no hay más que observar las desgarradoras imágenes de algunos aficionados junto al féretro del 10 para advertir que, también en nuestros tiempos supuestamente cínicos y desencantados, la mitomanía puede alcanzar cimas preocupantes.


Ante la llantina generalizada, yo me pongo de perfil. Se presiente en el culto del mundo hispano a Diego una aureola guevarista. Como si por haber insultado a los mandarines de la FIFA, fumado puros con Fidel o brindado con Maduro, aquel chico nacido del subdesarrollo fuera el Elegido para cerrar las venas abiertas de América Latina. No se quiso entender que, como dijo Mick Jagger respecto al rock´n roll, es solo fútbol aunque nos gusta. Maradona no fue Simón Bolívar. Su ejemplo no explica cómo los pobres pueden armar la revolución, sino más bien cómo un genio surgido del barro puede convertirse en un juguete roto. Diego despilfarró, se hizo adicto a cualquier cosa que le divirtiera, maltrató a su familia, insultó a cualquiera que se atreviera a afearle su conducta y decidió que su celebridad le autorizaba para hacer y decir lo que le viniera en gana a cada momento. 



Hay quien, como Jorge Valdano, ese que, como un Borges futbolístico, presume de los goles que ha visto antes de los que ha marcado, nos echa a todos la culpa de la infelicidad de Maradona. "Entre todos hinchamos la leyenda hasta deshumanizar a Diego y destruir al hombre". No podrá decirlo por mí, que jamás me dejé deslumbrar por sus gambetas... Pero es que ni siquiera es verdad: Maradona no digirió su celebridad porque eligió comportarse como un niño caprichoso e insolente. Lo que sus palmeros hicieron ante sus excesos de mal gusto fue lo que Valdano hizo cuando Diego le marcó el célebre gol a Inglaterra: jalearle. Pero Maradona se destruyó a sí mismo, no se engañen.


En cualquier caso no es responsable del maradonismo. Adictos al espectáculo como nadie, los argentinos han convertido el funeral en un epítome de su propio fracaso como nación. El país donde todo partido político se proclama "peronista", como si todo fuera admirable en un personaje tan discutible como Perón, ha trasladado su enfermiza idolatría hacia un personaje que jamás supo hacer bien otra cosa que jugar al fútbol. 


Argentina me ha fascinado siempre. Ese cruce de amor y odio que me asiste cuando pienso en la nación más equivocada de la Tierra me hace pensar en Luppi y en Darín, en Borges y en Cortázar, en Quino y en Aristarain... Puestos a bajar a la cancha, me seducen antes Kempes y Ayala que Maradona...



Cada uno tiene sus dioses, supongo. El problema es que se mueren. Igual que cualquiera de nosotros. 

Wednesday, November 25, 2020

¿LIBERTAD DE ELEGIR?


Se acababa de anunciar el suicidio en la prisión de Spandau de Rudolf Hess, corresponsable de la Solución Final entre otros horrendos crímenes contra la humanidad. "Hess, martir por la paz". Camino de la Facultad me topé con esa pintada en la pared... Aquella mañana descubrí hasta qué punto pueden tergiversarse los conceptos, incluso los más nobles. 


Si existe un vocablo más prostituido que el de "paz" es el de  "libertad". Me maravilla la insistencia con la que se apoyan en él los reaccionarios. Bush jr. hablaba de Sadam Hussein como "enemigo de nuestra libertad" para justificar los bombardeos sobre la población iraquí. En España la Brunete mediática ha defendido durante décadas la teoría de que estamos sometidos poco menos que a una dictadura orwelliana como consecuencia del supuesto poder omnímodo del grupo Prisa. (Qué desfachatez, sí). Cuando cayó el Muro de Berlín, circunstancia ciertamente ilusionante, los apologetas del capitalismo vendieron la especie de que el libre mercado, ya sin enemigos naturales, llenaría de felicidad nuestras vidas. 



Puedo seguir y volver interminable la secuencia de imposturas con la libertad como estandarte, pero el último asunto al que me he referido en el párrafo anterior debe reclamar nuestra atención de forma preferente, pues ha condicionado sobremanera nuestras vidas. Los herederos de Friedrich Hayek o Milton Friedman tienen permanentemente en la boca la palabreja dichosa... Y así, la libertad de la que los neoliberales se presentan como paladines se acompaña de las conocidas recetas de la agenda más favorable para las grandes corporaciones: privatizaciones, eliminación de impuestos a los amos del mundo, supresión de los servicios sociales básicos.... La promesa de prosperidad general oculta el plan de agrandar la brecha de la desigualdad, desproteger a los trabajadores y asfixiar los cauces de participación ciudadana. Los efectos sobre la calidad de la democracia son demoledores, pero de ellos los think tanks neoliberales siempre pueden culpar a los gobiernos laboristas, a la maldad congénita de las instituciones públicas o a la flacidez moral que nos impide asumir que en la vida hay ganadores y perdedores. 


En estos días nos encontramos una impostura de ese mismo estilo. No pienso defender la nueva Ley de Educación, con la que el PSOE va a demostrar, y si no al tiempo, que no sabe ni le interesa atajar los problemas esenciales del sistema educativo español. Sin embargo, me suscitan cierta curiosidad los amagos de motín que le están planteando desde la enseñanza concertada, que constituye el mayor negocio de la iglesia católica española. Sospecho que tienen mucho de aspaviento. Los obispos y las distintas congregaciones católicas, que sostienen con financiación pública sus instalaciones educativas, se dicen entre dientes que no se van a atrever a tocarles un pelo y que, todo lo más, el Gabinete Sánchez -mientras no se le eche demasiado encima el ala de UP- se conformará con escenificar una batalla de conveniencia en la que no llegará la sangre al río.



Más allá de mi pesimismo, no me privaré de desenmascarar la impostura de una línea argumental que vive de la desinformación de la audiencia. 


Veamos. Se habla -la fórmula viene de Milton Friedman- de "libertad de elegir", lo cual es de entrada una redundancia, pues no hay libertad si no es para elegir. No es cierto que la izquierda pretenda acabar con la enseñanza religiosa, lo que se demanda es que no nos toque financiarla a todos. Yo, por ejemplo, soy laico antes que ateo, y ya ha pasado demasiado tiempo desde la Revolución Francesa para que todavía no queramos entender lo que significa el laicismo. Si los católicos no son la bastante generosos como para pagar su Iglesia, como le toca hacer en nuestro país a los adeptos a otras religiones, por cierto igualmente respetables, no entiendo porque ha de ser mi bolsillo quien lo compense. 


¿Se han preguntado por qué en los Centros verdaderamente privados, que son por entero sufragados por sus clientes, se ve este modelo de financiación como una forma de competencia desleal?  Y tienen toda la razón, pues tales escuelas se permiten cobrar -contra toda legalidad- cuotas a las familias, además de que pueden seleccionar sin grandes apuros a sus alumnos. El resultado es el contrario al perseguido por unas instituciones que deberían velar por la fortaleza de la escuela como ascensor social, pues la red pública termina convirtiéndose en destino irremediable de inmigrantes, alumnos problemáticos y familias descompuestas o poco pudientes. 


Les pongo un ejemplo de una claridad meridiana. Me viene brindado por la intervención de un diputado de Vox, partido que, a fuerza de distinguirse de la "derechita cobarde", tiene la virtud de poner sobre la mesa la evidencia del carácter ferozmente clasista de la ideología reaccionaria. "Atacan la libertad de elegir la enseñanza religiosa, la enseñanza diferenciada...", dicen.



 ¿Saben ustedes lo que es la "enseñanza diferenciada"? Pues es la enseñanza que segrega por sexos, o para, ser más claro, lo que hacen centros como el valenciano Guadalaviar, entre otros, que solo admite alumnas y profesoras. Hay otras formas de segregación, como crear en un mismo centro clases o incluso pabellones diferenciados por sexo. Podemos entrar en el debate sobre si es aceptable tal medida en un Estado cuyas normas constitucionales están basadas en derechos humanos básicos. Pero lo que me parece más escandaloso es que una práctica tan repugnante haya de ser financiada por quienes la repudiamos. Una familia puede entender que es sano para su hija no tener compañeros ni profesores varones, por más que a mí me parezca que tal visión de las cosas proviene de una ideología que es tóxica y patológica en sí misma. Ahora bien, cuando el ínclito Espinosa de los Monteros indica que cancelar las subvenciones a tales prácticas en colegios de élite atenta contra la libertad, yo me pregunto si es que la derecha de este país se ha creído que los españoles somos todos gilipollas, cosa sorprendente teniendo en cuenta lo mucho que estiman a la Patria. 


Permítanme para acabar darles un consejo. No se dejen impresionar demasiado por los golpes de pecho, las exclamaciones inflamadas y las palabras grandilocuentes. Lo único que quieren es su dinero. 

Wednesday, November 18, 2020

MUERTE A LA ENSEÑANZA DE LA ÉTICA

 


No es casualidad que la materia de Ética venga impartiéndose en enseñanzas elementales y medias desde tiempos remotos. Sin ánimo de remontarme a los antiguos griegos, es conveniente, como sucede a menudo, encontrarnos con los ideales de la Ilustración, que son -quiero creer- los pilares que sostienen la civilización contemporánea. Gracias al rigor y la maestría del viejo Kant entendimos que el lugar de la Ética ya no era el que le destinaba el monacato medieval: la fundamentación de las virtudes teologales. Entendida como respuesta a la pregunta por el deber, la Ética ocupa el lugar de la acción libre y gobernada por la Razón. 


Podemos pretender entonces que las clases de Ética están destinadas a deambular hoy por el desierto, pues creemos vivir en un mundo gélido y desprovisto de sentido, donde los valores de lo virtuoso buscan refugio en la subjetividad de cada individuo, lo que equivale a eliminarlos del espacio de lo público. Más a mi favor, precisamente porque la reflexión sobre el ethos en el contexto presente es contracíclica, necesitamos de ella más que nunca. 


Conviene informar a los legos sobre algunas cuestiones que nos permiten entender mejor lo que aquí hay en juego. 


Felizmente superadas las tinieblas de la Dictadura, España debió pasar a una condición de Estado laico que nunca se consumó de facto, de ahí los  privilegios de los que sigue gozando la Iglesia Católica. Al menos dejamos de ser un Estado teocrático, por eso los estudiantes podían elegir no dar la asignatura de Religión. La presión de la jerarquía curial obligó a la administración a elegir entre el adoctrinamiento evangélico y la materia de Ética, lo que en la práctica, convertía esta última en una asignatura de castigo para quienes no aceptaran ser adoctrinados por un piadoso "profesor" enviado por el obispo de turno. 



Antes de que en la etapa Rajoy la Ley Wert recuperara el antiguo dilema entre Ética y Religión, provocando una simpática regresión que nos hizo sentir a todos más jóvenes y más idiotas, la Ética había sido recluida por el PSOE a la condición de asignatura de dos horas en 4º de ESO. Bien, al menos dejábamos de ser castigo para infieles y se superaba el absurdo de que un alumno que diera Religión no tuviera derecho a conocer los fundamentos racionales de la ley moral... como si por el hecho de abrazar la fe uno quedara automáticamente exento de la reflexión racional sobre el problema del bien y del mal, que es a fin de cuentas de lo que va la Ética. Con el delirante Wert volvimos a la casilla de salida... Lo que no entiendo es por qué han tardado tanto en acabar con su infame legado. 


Bien, creo haber presentado los términos del problema. Vamos al siguiente escándalo, en este caso provocado por el gobierno socialista, que arrastra históricamente una especial afición a pasar como el caballo de Atila sobre todas las disciplinas filosóficas. La idea de la Ministra Celaà es cargarse la Ética. Si la sustituirá por alguna materia de nombre estúpido lo ignoro, pero hay precedentes. La cuestión es por qué. 


Veamos. Hay un primer factor que siempre está presente y al que no atendemos suficientemente. Los gobernantes suelen tener la patológica aspiración de dejar su nombre en la historia poniéndole a las materias algún nombre ridículo y de aire tecnocrático como "Emprendimiento", "Educación ético-cívica" y gilipolleces similares. Lo de "Ética", ya se implantó hace dos mil quinientos años, y ellos no van a ser menos que Aristóteles, un pobre hombre que deambulaba por el ágora vestido con túnica. Es como llamar a un hijo "Balian" o "Daenerys", lo que equivale a hacer cargar a un inocente con tu ridícula voluntad de distinguirte y ser original. 


Sigo. Cuando gobierna la derecha, el objetivo de minimizar la Ética se dirige a reimplantar el principio pre-moderno según el cual el problema de los valores debe inspirarse en la Palabra Revelada y no en la Razón, que parece ser cosa de ateos irredentos. 



¿Y la izquierda? ¿Por qué acosa a la asignatura? Pues miren, yo creo que el problema tiene que ver con ese prejuicio al que antes me he referido, según el cual la pregunta por el deber y la virtud no hace sino sumirnos en abstractas reflexiones metafísicas... Es mucho más práctico y rentable ventilarlo en "soluciones técnicas". Preguntada sobre el particular, la simpar ministra contesta que la Ética es una "materia transversal", que es como decir que no le cae mal pero que prefiere que no la impartamos porque le parece una pérdida de tiempo. 


No soy conspiranoico, no creo que Celaá sea tan lista como para decidir que si los ciudadanos reflexionan demasiado sobre la decencia descubrirán que ella, como la mayoría de sus compañeros de profesión, no está a la altura. Lo que sí sé es que ese es finalmente el efecto que se consigue, es decir, evitar que proliferen los librepensadores, pues para pensar ya están ellas, y lo que a nosotros nos toca es obedecer, producir y consumir.  



Lo curioso es que después, cuando preguntamos por qué la sociedad es violenta, injusta y reaccionaria, la gente contesta que faltan valores éticos y que debería intensificarse su presencia en la enseñanza. Yo creo que sin Ética no solo seguiremos teniendo gobernantes deleznables, lo que conseguiremos es cargarnos la democracia misma. 


Concluyo con Rousseau: "Renunciar a nuestra libertad es renunciar a nuestra calidad de hombres, y con esto a todos los deberes de la humanidad". (Rousseau, Jean-Jacques, "El contrato social", 1762) Piensen en ello, por favor. 

Sunday, November 08, 2020

VOLANTAZO


Entiendo perfectamente las reticencias, en realidad yo también las tengo. Soy el primero que lamentó en su momento la derrota de Sanders ante Biden en las primarias del Partido Demócrata, circunstancia que viví con similar escepticismo cuatro años atrás, cuando le tocó a Rodham Clinton relegar a Sanders para enfrentarse a Trump, que se presentaba por primera vez para ganar la Casa Blanca. 


No hace falta ser un irredento revolucionario y un feroz enemigo del capitalismo para entender que Biden va a ser un presidente moderado, un político del stablishment que de ninguna manera hará sentir bajo amenaza a las élites del país, que son, en gran medida, los amos del mundo. "Necesitamos una transformación radical, una auténtica revolución... Al menos Trump muestra sin hipocresías la verdadera cara del sistema, lo que incentiva la construcción de espacios de resistencia", se nos dice. Y lo dicen personajes tan celebrados como el marxista Zizek, quien alimentó su leyenda de provocador declarando que de ser americano también habría votado a Trump antes que a Hillary.



Este argumentario suena poco menos que a incontestable. El problema es que no nos lleva a ningún sitio. Más bien anuncia lo contrario: la hipocresía de un gobierno moderado refuerza las bases del sistema y seda las energías críticas... ergo las multitudes encontrarán en la derrota de Trump la excusa para el retorno a la pasividad. Vale, pero, ¿soy entonces el único que está moderadamente feliz, o cuanto menos aliviado, por una derrota Republicana que, después de todo, ha sido bastante más rotunda de lo que se nos hacía ver en los últimos días? ¿Se trata solo de la venganza por ver cómo muerde el polvo un majadero? 


Intento explicarme. 



En primer lugar este resultado supone un volantazo de alcance global, con repercusiones que iremos comprobando. Durante los últimos años, el malestar de la ciudadanía del planeta parecía expresarse con el apoyo a nuevos amos de talante reaccionario. Autoritarismo, machismo, homofobia, negacionismo climático, racismo, nacionalismo, culto al dinero fácil, histrionismo mediático... Con Trump llegó a la Casa Blanca precisamente quien construyó su discurso desde el rechazo a la política. Se diría que los americanos votaron hace cuatro años al tipo que pretendía ocupar las instituciones para destruirlas. No es muy distinto el planteamiento  que llevó al éxito a Le Pen o Bolsonaro, entre otros. En esa guerra contra la democracia la batalla que acaba de ganarse es en realidad el triunfo de la decencia. Solo por eso, y no por lo mejor o peor gobernante que resulte Biden, ya hay una razón para alegrarnos. La hay porque los norteamericanos han reaccionado acudiendo masivamente a votar, demostrando que no quieren vivir en un país del que se avergüencen por tener un mamarracho de presidente. 


Hay otra cuestión, entiendo que más discutible, pero que no me resisto a poner sobre la mesa. La mayor transformación social promovida desde la política en el siglo XX, el New Deal, tuvo como autor a un político, F.D.Roosevelt, que tenía de socialista lo que yo de bailarín de claqué. El mundo necesita otro contrato social, la ciudadanía del planeta debe, a través de sus instituciones representativas, de embridar una serie de procesos que, ahora mismo y bajo el efecto de una globalización caótica, se han descontrolado por completo. Nos estamos adentrando en un territorio ecológico catastrófico, el fundamentalismo de mercado ha disparado la desigualdad, la tecnología está devastando la estructura del mundo laboral, los desplazamientos de población discurren según la agenda de los explotadores y no de los gobiernos, los agentes financieros envenenan la economía productiva...



No soy ingenuo, no pretendo que Biden sea el hombre llamado a corregir todas estas tendencias. Lo que sí es que hay cosas que nunca hará la derecha... y otras muchas que, con la presión ciudadana debida, sí puede llegar a hacer un gobierno socialdemócrata, aunque solo sea porque, por puro interés de partido, saben que siempre habrá otro Trump esperando para capturar a los decepcionados.  


Permítanme una última observación a modo de posdata. Me ha sorprendido mucho en los últimos días el miedo generalizado a la reacción de Trump, a su negativa a aceptar la derrota. En algún diario satírico aparecía el personaje recordándonos a todos que aún tiene a su alcance el célebre botón nuclear. En el New York Times un sesudo analista advertía que el padre de Ivanka seguirá teniendo una gran influencia sobre la vida política del país. Pues miren, yo discrepo: Donald es un hombre acabado, así de sencillo. Su ridícula reacción denunciando supuestos fraudes en el recuento me hace pensar en ese monstruo de las películas que sigue moviendo los tentáculos histriónicamente y pegando alaridos cuando ya lo han arrojado al barranco y está definitivamente derrotado. Trump no va a conseguir nada en los tribunales. Incluso sus amigos están empezando a rehuirle. Pasará con Trump como en la ciudad donde vivo pasó con Rita Barberà. Parecía invencible y creía tener abducida a la ciudadanía. El día que se la pegó en unas elecciones se disolvió como un azucarillo, su legado quedó reducido a la nada y fue olvidada por todos, hasta el punto de que ni siquiera quienes tanto la jalearon se atreven hoy a mentarla porque quedan como unos cutres. 



Es curioso que un tipo que se hizo célebre con un reality televisivo como The Apprentice, basado en eso tan americano del odio a los perdedores, pase ahora a formar parte sin remedio de la legión de los que hemos fracasado en la vida. 


Bienvenido, Donald, temo que te va a costar entenderlo, pero aquí no se está tan mal después de todo. 

Tuesday, November 03, 2020

¿UN TIRO EN EL PIE?


De "tiro en el pie" califica Vargas-Llosa la elección de Trump para ocupar la Casa Blanca hace cuatro años. Los americanos votaron mal, afirma el Nobel peruano. No estoy seguro de que sea muy liberal dicho planteamiento, yo creía que la democracia era intrínsecamente buena y que no se depreciaba en función de si ganan los que a mí me gustan. De otro lado, al novelista parece que se le olvida que Trump no obligó al Partido Republicano, con el que tanto simpatiza don Mario, a ser proclamado candidato para enfrentarse en las presidenciales a Hillary Clinton, elegida por los Demócratas. Pese a los numerosos hostiles dentro de la jerarquía del Partido, las bases republicanas creyeron que sería un buen competidor, y no parece que se equivocaran, pues Donald, contra pronóstico, terminó derrotando a Clinton. No obstante, la cuestión de fondo que da sentido al artículo es otra: a los EEUU les va mal con Trump, luego lo mejor es que pierda. 


Es de agradecer que Vargas-Llosa, un irredento conservador, tenga personalidad suficiente para reconocer lo que todos advertimos, que Trump es un patán.  Es la misma que le inclina a pedir a la ciudadanía que vote el martes a los Demócratas, pues entiende que Joe Biden, pese a sus insuficiencias, es el hombre de la moderación que el momento que vivimos necesita, en favor de la nación y del resto del mundo, ver sentado en el Despacho Oval. 


Está muy bien... el problema es que no le creo. No es que no sea sincero en su diatriba a Trump. Lo que advierto es que su análisis es tramposo y su posición falaz, entre otras cosas porque elude cualquier atisbo de autocrítica. Lo diré de una vez: la derecha más o menos elegante del mundo sabe que Trump es impresentable y sospechan que va a ser derrotado por Biden... es el momento oportuno para romper definitivamente puentes con su modelo de derecha cutre y maloliente. El artículo de Vargas-Llosa responde a ese plan...



Pero no es tan sencillo, lo siento. Y la razón es bien sencilla: el trumpismo no es un verso suelto ni un accidente que le ha sobrevenido al conservadurismo norteamericano. La presidencia de Trump es hija de la furiosa y muy bien financiada presión ejercida por el Tea Party durante los ocho años de Obama. Trump no es un liberal, desde luego, no en el sentido en que la gente como Vargas-Llosa se reconoce a sí misma como tal. Pero el trumpismo que derrota a Clinton sí está vinculado a aspectos tan inseparables de la cultura reaccionaria como el odio a la inmigración, el machismo, el nacionalismo, el militarismo y el culto a las armas, el rechazo al ecologismo, el odio a la política profesional... Trump no ha llegado a la Casa Blanca por ser, como piensa Vargas-Llosa, un conservador equivocado, sino mas bien por lo contrario... porque su estilo rabioso y autoritario encarna ahora mismo mejor que nadie la deriva del conservadurismo en nuestro tiempo. 


Veamos...


Sin dejar de recordarnos en su artículo de este domingo en El País su profunda aversión por los regímenes de Cuba y Venezuela, el creador de Pantaleón deja bien claro su lugar en el mundo al declararse ferviente admirador de Ronald Reagan y simpatizante del Partido Republicano. Han pasado cuarenta años y las circunstancias son otras, desde luego, pero, qué quieren, a mí me recuerda mucho la emergencia del reaganismo y sus posteriores líneas de acción a las que ahora encuentro en Trump... La única diferencia es que, como actor, Donald es algo más histriónico que Ronnie. De otro lado, y aunque no soy fan del castrismo ni del chavismo, creo que esa obsesión por recalcar que son el eje del mal desnuda un error muy común: Vargas-Llosa parece ignorar que el autoritarismo es hijo de la pobreza y la desigualdad, y no a la inversa. El problema es que, mientras no haya supuestos comunistas en el poder, al novelista la pobreza le suele traer al fresco. Por cierto, reprocha a Trump que su hostilidad al gobierno venezolano, además de ineficaz, responde al "oportunismo", pues no se ha preocupado de ayudar de verdad al pueblo de aquel país, en lucha contra sus tiranos. Me pregunto cuándo la lucha del gobierno norteamericano contra algún régimen comunista en América Latina se ha basado en la voluntad de ayudar al bienestar y la paz entre los ciudadanos del país en concreto. Siempre hay geoestrategia, lo que de verdad molesta a Vargas-Llosa es que Trump no ha conseguido todavía cargarse el régimen de Caracas e imponer a su amigo Guaidó en el gobierno. 


Se ceba a continuación el escrito con la pavorosa gestión del covid. 



Acusa a Trump de ser un millonario sin cultura, algo que en realidad me parece muy de "Mocasines", como llamaban a don Mario en su juventud: a los pijos de noble cuna siempre les han molestado los arribistas y los nuevos ricos... Y no porque les moleste la riqueza, sino porque sus formas les recuerdan a la chusma. Y tiene razón, Trump es vulgar y plebeyo, no tiene ningún interés en ocultarlo y es ese por cierto su gran secreto. Le afea Mario su racismo, expresado en delirios como el de la gran muralla con México y el insistente discurso anti-inmigración. Le va algo en el asunto porque Vargas-Llosa es hispano, pero creo que su análisis es poco profundo. La derecha, diga lo que diga, no quiere echar a los inmigrantes, quiere esclavizarlos, mantenerlos en situación de precariedad y aún de esclavismo... y, cuando venga bien, poder echarlos sin problemas y culparlos de los problemas del país. A mí no me preocupa demasiado el racismo de Trump porque lo verdaderamente racista son las prácticas del capital, al cual le conviene una mano de obra barata y sin derechos porque le resulta rentable. De eso no habla Mario, solo le molesta que Trump hable con tono de paleto del Ku Kux Klan. También podría el articulista elogiar el trabajo contra del racismo de Obama durante su gobierno, pero para el negrito no hay ni una palabra. 


Alude Vargas-Llosa al fracaso en el plan para la paz entre israelís y palestinos, que ha fracasado porque es evidentemente inaceptable para estos últimos. No recuerdo que haya sido de otra forma cuando el tema ha caído en manos de un gobierno republicano, por ejemplo el de Bush jr, aún más pirómano que Trump a la hora de poner sus sucias manos sobre el Medio Oriente. Pero los dislates de anteriores gobiernos republicanos en la región no habla, claro.


Concluye, por supuesto, denunciando la nefasta gestión del gabinete Trump respecto al covid. Si el país no ha ido a la ruina es gracias a la agilidad y eficacia del modelo de oferta y demanda, el cual permite a los empresarios seleccionar a los mejores empleados y a estos exigir mejores salarios y decidir en qué empresa quieren trabajar. No dudo que en los EEUU haya profesionales que ocupan un lugar privilegiado en el sistema laboral, pero, qué quieren, yo -que tengo miras estrechas- asocio el modelo americano a la precariedad, la neutralización sindical, la desigualdad escandalosa y el deterioro de los derechos de los trabajadores. Sí, Wall Mart, Mac Donald´s y todas esas cosas, pero, según Vargas-Llosa, el país es el paraíso de las relaciones laborales. Yupiii!!!


Pero lo que de verdad me llama la atención es que acuse a Trump de haber desoído las reiteradas llamadas de los expertos para decretar restricciones pretextando razones económicas. Quiero recordar que Vargas-Llosa, en pleno confinamiento español, encabezó junto a José María Aznar un escrito que proclamaba lo siguiente: "Algunos gobiernos han identificado una oportunidad para arrogarse un poder desmedido. Han suspendido el Estado de derecho e, incluso, la democracia representativa y el sistema de justicia". Tras referirse, como no, a Venezuela, Cuba y Nicaragua, afirman que "En España y la Argentina dirigentes con un marcado sesgo ideológico pretenden utilizar las duras circunstancias para acaparar prerrogativas políticas y económicas que en otro contexto la ciudadanía rechazaría resueltamente". 


¿En qué quedamos, Mario? ¿Debían los gobiernos restringir ciertas libertades en aras de la salud, como hicieron los gobiernos de distintos signos ideológicos, aunque el documento solo habla de izquierdistas, o, por el contrario, había que proteger las libertades ciudadanas frente a la algarada estalinista que que nos amenazaba con la excusa sanitaria? 


Asombrosa desfachatez, me parece a mí. Ojalá pierda Trump. Y no, desde luego, porque lo diga Vargas-Llosa, entre otras cosas porque mañana igual dice lo contrario. A saber.