Saturday, August 04, 2012







ORSON WEST, DE FRAN RUVIRA


Asisto con una emoción que me cuesta disimular al estreno de Orson west. Estamos en el auditorio de El Pinós (Les Valls del Vinalopó, Alicante), pueblo natal del director, el joven Fran Ruvira.

Comparecen junto a él algunos de los protagonistas, entre ellos Sonia Almarcha, actriz nacida en la localidad y a la que recordamos por su difícil interpretación en La soledad, de Jaime Rosales, uno de los mejores films que se han rodado en este país en muchos años. 
El acto tiene algo que recuerda a la comedia de costumbres: el hecho de que los exteriores del film correspondan enteramente al territorio local, y que entre los actores de reparto y los extras aparezcan personas muy conocidas en el lugar, hace que la gente se complazca con la emoción del reconocimiento, como si por primera vez algo tan usualmente lejano e inalcanzable como el cine hablara de ellos y de los lugares donde nacieron. Esto vale incluso para un tiempo como el actual, en que cualquiera recoge imágenes con su móvil, pero producir y estrenar en las salas una verdadera película es acaso más difícil de lo que ha sido nunca. Me consta que éste es el caso de Orson west: ha costado muchísimo hacerla y, sobre todo, lanzarla a las salas, y sospecho que sólo la épica tenacidad de su autor lo ha hecho posible.


Los profesores sucumbimos a menudo al mismo vicio de soberbia que los padres: cuando quien ha sido nuestro alumno durante mucho tiempo y desde niño hace algo que nos parece hermoso, sentimos un orgullo que acaso no merecemos. Fran Ruvira es una esponja, ha aprendido muchísimo de sus maestros en las escuelas de cine en las que ha estado, cosa que se advierte bien a las claras en su film, pero lo esencial -unas finísimas dotes de observador y una voluntad de hierro- lo llevaba dentro desde siempre, y quienes le hemos visto crecer lo sabemos mejor que nadie. 

En algún momento del film aparece un libro de Montaigne. No es gratuito, a este pensador francés se le atribuye la invención del ensayo en la literatura moderna. Si en un tratado se cierra la exposición de un tema dando cuenta de éste en su supuesta totalidad, lo que encontramos en el ensayo es más bien un juego de  aperturas, interrogantes que se nos lanzan sin ser necesariamente contestados, caminos cuyo inicio se nos muestra pero de cuyo final nada sabemos... El ensayo es una tentativa, y se nos invita a ser completada con nuestra lectura del texto, no hay posibilidad de ser pasivos espectadores ante él, si no entramos en diálogo con el autor no hemos entendido nada. 


Orson west es la historia de una tentativa llamada The survivors, una tentativa que quedó abortada y que, con el peso del tiempo y las tormentas de polvo sobre las que parece quedar enterrada en los páramos fronterizos donde se ideó, llega a adquirir tintes de leyenda. Hace medio siglo, un cíclope, Orson Welles, pensó en rodar un western en España. De los muchos itinerarios que recorrió buscando localizaciones para Campanadas a medianoche y Don Quijote, uno de ellos fue esa árida y misteriosa tierra fronteriza entre Alicante y Murcia que, cuando uno la descubre, le hace pensar de inmediato en el hechizo del western clásico. Podría entenderse que Ruvira ha intentado hacer una película "de tesis", es decir, demostrar en un film a medio camino entre la ficción y el documental que aquello sí ocurrió, que Welles llegó a tomar imágenes de aquellos parajes y que albergó el firme propósito de rodar un largometraje en aquellos territorios. Si el Quijote quedó inconcluso, ésta, simplemente, no llegó ni a ser comenzada. 

Y, sin embargo, aquello existió, existió al menos al modo de tentativa, y existe sobre todo como pretexto -los expertos lo llaman macguffin- para guiar el principal de los distintos planos narrativos en los que se fractura la película. A partir de aquí, lo que encontramos es un cruce de caminos cuyo denominador común es la incapacidad para deslindar en el alma humana los territorios de la realidad y los de la ficción. El paisaje se convierte en símbolo, las ausencias y los regresos obtienen la condición de recorrido espiritual, la historia se hace leyenda... 

Todo es verdad y todo es ficcional. Diríase que la caravana de producción que se divisa desde las colinas del Carche rumbo al centro de rodaje corresponde a una de aquellas caravanas que atravesaban los desiertos para conquistar el Oeste... Diríase que los relatos sobre bandoleros de la zona de un anciano a los niños capturan alguno de los motivos cinematográficos más recurrentes en la mitología de la frontera... O esa imagen magistral de una procesión que nos hipnotiza por las mismas razones por las que el atavismo de lo ibérico hizo de Welles decidiera quedarse entre nosotros... O el cartel promocional de la película, que recoge el eco de aquella historia terrible sobre el trauma del abandono de la infancia que es Mystic River. 


Pero si hay algo que me hace de verdad sentirme cerca de la mirada de Fran Ruvira son esos momentos en los que la cámara se demora entre las ruinas del interior de una casa donde, con él, adivinamos el largo tiempo de esfuerzos e ilusiones que acabaron por sucumbir a las tempestades, la amargura de la soledad y el empuje de la modernidad. Orson West se nos revela entonces como lo que es: una historia de fantasmas, el homenaje del cronista al trabajo gigantesco que durante generaciones realizaron sus ancestros para civilizar una tierra indómita y agreste. Como en El hombre que mató a Liberty Valance, entre la realidad y la leyenda elegimos la leyenda; como en cualquier western de John Ford nos vemos obligados a deambular entre los muertos preguntándonos qué nos queda del pasado. No es un ejercicio de nostalgia sino una propuesta de reflexión. La casa vacía y expuesta a los vientos y a las bestias es el símbolo de un mundo de valientes a los que estúpidamente preferimos olvidar. La tenacidad con la que Fran Ruvira ha sacado adelante este Orson West es la misma con la que nos reclama un ejercicio tan primitivo como es el de honrar a quienes nos precedieron.

Esta advertencia y la conclusión de que solo dominamos el territorio de nuestros sueños me hacen abandonar la sala con la esperanza de que Orson West sea el inicio de una fecunda carrera cinematográfica.

(Nos vemos en septiembre)