Tuesday, July 31, 2007










CIUDADANÍA (II)




Permitámonos entre las brumas de la pereza estival una pequeña broma, un juego malandrín a riesgo de contradecir la seriedad de mi anterior entrada. ¿Y si realmente toda esta disputa fuera sólo la escenificación, rigurosamente calculada, de una vieja disputa? Gobierno contra Iglesia, laicismo contra fe... La jerarquía católica es muchas cosas, pero no imbécil: ¿por qué entonces tanto ruido ante una cuestión que, en el fondo, sospechamos insignificante? Es posible que intuyan que con la asignatura de Educación para la ciudadanía, Zapatero y su entorno de bolcheviques pretendan cual invasión de los ultracuerpos impregnar a las jóvenes almas escolares de homosexualidad, ateísmo y furia igualitarista. A fin de cuentas es la Iglesia católica la que en España ha gozado in secula seculorum de la patente del adoctrinamiento; no pretenderemos que se avengan a compartir sin rechistar tal privilegio. No deja de sorprender que insistan tanto a través de sus voceros mediáticos en la intención zapaterista de extender el relativismo -ese "todo viene a ser lo mismo, todo equivale" con el que Ratzinger inculpa a todos los que no piensan en términos teocéntricos- y que al mismo tiempo vean en él líder socialista al campeón de propuestas ideológicas tan contundentes como la de destruir la familia, prohibir la libertad de culto o descongelar el rencor frentista de la Guerra Civil. Claro que ésta se ha convertido en una práctica común entre la derecha española: Zapatero tan pronto es un ingenuo "buenista" que habita en el mundo de los sueños como un demonio con cuernos al que le brilla un colmillo unos segundos antes de afiliarse a alguna banda terrorista, rezar junto a Bin Laden cara a La Meca o quemar alguna iglesia.


¿Y el gobierno? No ha hecho sino cumplir expediente respondiendo a lo que se presenta como una demanda social. La pérdida de valores de una juventud cada vez más desorientada moralmente reclama una intervención. Misteriosamente, la gente tiene una gran afición a esperar que Papa Estado le solucione todos sus problemas, los del cuerpo y los del alma, como si Zapatero -o los profes del colegio- pudieran enseñar a nuestros niños que es mejor ser decente que deambular por la vida como un trozo de carne. Conclusión: una hora semanal de Ciudadanía para nuestros niños. ¿Justifica tan insignificante disparo al aire la polémica? Acaso la respuesta es que todos aceptamos formar parte de la misma comedia. La Izquierda
en el Poder -si es que todavía es posible hablar de poder político- simula haber lanzado un órdago tan rojo y tan progresista que es capaz de conmover a los sectores más reaccionarios de la nación, estos juegan a indignarse y nosotros, que asistimos falsamente inocentes a un espectáculo digno de Tele 5, nos enfrentamos en los bares como si fuéramos seguidores del Barça o del Madrid.

Dice Jean Baudrillard: Antes teníamos unos objetos en los que creer, unos objetos de fe. Han desaparecido. Las ideologías cumplían el otro papel, pero también han desaparecido. Y sólo sobrevivimos gracias a un acto reflejo de credulidad colectiva que consiste no sólo en absorber todo lo que circula bajo el signo de la información, sino en creer en el principio

y la trascendencia de la información" (El crimen perfecto, 1995)
No es extraño el título de aquel ensayo del pensador francés, el crimen perfecto consistiría en haber convertido la política en un gigantesco espacio de simulación, un trompe l´oeil destinado a sacar durante unos minutos de su sopor apolítico al ciudadano para hacerle creer que hay algo realmente en juego. Un gigantesco truco de prestidigitación, similar al del mago que parte en dos a la dama con un serrucho para acabar recabando el aplauso entusiasta del público cuando ésta regresa entera, tan bella, tonta y sonriente como siempre. Iglesia y Estado ya no son Poder real, sólo juegan retóricamente con los restos de una vieja disputa para hacernos creer que todavía tienen algo que ofrecernos. Acaso no es sino la superviviencia de sus actores, Rouco, Ratzinger, Zapatero, Rajoy... lo único que verdaderamente está en juego en este trampantojo.


No me hagan demasiado caso, a fin de cuentas, sólo es una hipótesis al viento. Pero cuidado, los resultados pueden dar la razón a este juego malandrín. ¿No será que toda esta polémica tan perfectamente atrezzada oculta el hecho de que la administración socialista no se ha atrevido a tocar los privilegios de la Iglesia? Conviene recordar lo contentos que salieron los obispos de la reunión con el gobierno en que se pactó el modelo de financiación, el cual supera con mucho las expectativas que la propia Iglesia católica se había hecho con respecto a este gobierno de rojos y ateos. En cuanto a la educación privada, el más lucrativo de los negocios terrenales de sus santidades, les aseguro que goza de tan buena salud como durante el aznarismo, con la LOE pasándoles por delante sin rozarles y riendo gozosos ante la destrucción de que sigue siendo objeto la escuela pública.
¿Educación para la ciudadanía? No es después de todo una mala idea, pero sospecho que el tema no está donde quieren que miremos. acábense el granizado.



Thursday, July 19, 2007


CIUDADANÍA




Nunca el gobierno socialista agradecerá lo bastante a la derecha española, en especial al más tenaz y disciplinado de sus ejércitos –la Iglesia Católica- el enorme favor de presentarse sistemáticamente como su enemigo visible. Eso nos permite olvidar –a nosotros y a los propios socialistas- que probablemente sus peores contradicciones son internas.

En un primer nivel de análisis, a poco que se prestan oídos a los argumentos contra la nueva asignatura, denominada Educación para la ciudadanía, uno no puede por menos que pensar que, con todas las dudas que nos cause, su implantación es una pequeña turbulencia comparada con lo que supondría para el sistema educativo que las tesis que se impusieran fueran las de sus enemigos. No sé si es acertada la medida del gobierno, pero sí sé que los argumentos en su contra son torpes.


El planteamiento más escuchado indica que la asignatura es una alternativa laicista al modelo religioso de formación en valores. Así, según tales criterios, cuando el gobierno habla de un “mínimo común ético constitucionalmente consagrado”, no hace sino disfrazar de neutralidad lo que en realidad oculta un profundo sesgo ideológico, encaminado a no reconocer ni favorecer la conciencia religiosa.


No creo en la neutralidad. Siempre somos educados en valores –otra cosa es que tales valores sean buenos- y en la medida en que los agentes tradicionales de la enculturación renunciemos a suministrar pautas de conducta a los nuevos, serán poderes emergentes mucho más incontrolados los que ocupen ese espacio, con la consiguiente desestructuración moral que ello puede acarrear... que en realidad está ya acarreando en estos tiempos en que la televisión parece ser el canguro por excelencia de las familias españolas. Ahora bien, una cosa es ser imparcial –cosa indeseable- y otra convertirse en un adoctrinador, que me parece todavía peor. La dificultad de la derecha para entender que el objetivo de la asignatura no es un orwelliano lavado de cerebro de los niños en favor del ateísmo, la promiscuidad sexual, la negación de la familia y demás espantajos, arranca de su ceguera ante la posibilidad de una educación en valores no basada en el adoctrinamiento. Falta de ethos democrático, consecuencia de haber ejercido en exclusiva durante tanto tiempo la enseñanza moral como evangelización de las masas. Han amenazado durante tantos años con que se pudría la columna si te masturbabas que ahora no entienden que un libro de texto prevenga contra la homofobia o aconseje el uso de preservativos sin que les parezca que quieren volvernos a todos gays y un poco putas. (Lo cual por cierto haría mucho por vaciar las parroquias y dejar a curas y monjas sin trabajo)

Otra de las críticas más escuchadas, y directamente derivada de la anterior, consiste en que se está arrebatando a la familia una obligación que sólo ella debe ejercer. “Los niños han de venir ya educados a la escuela, ya se encargará el profe de enseñarles ciencias”. Este argumento lo he oído cientos de veces, pero la práctica demuestra su absoluto utopismo, su creciente imposibilidad. Yo más bien creo que es al revés: confiar en que la familia o la parroquia -¿por qué no la calle y los amigos?- suministre los valores que hagan factible la convivencia es pura ingenuidad, dado que no pueden garantizar el éxito de la empresa, o pérfido cinismo, dado que en la práctica ello se traduce en la extensión a la moral de la brecha socio-económica. Es magnífico –señores de la parroquia- que los padres transmitan un mapa moral bien ordenado a sus hijos –fundamentado o no en la fe en Dios- pero es una irresponsabilidad de las instituciones confiar en que lo hagan y escaquearse con ello de tal obligación.

En ese sentido, resulta discutible la interpretación del art. 27.3 de la Constitución, al que se apela con frecuencia: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Así, la aparición en el currículum de la nueva materia de conceptos como condición humana, educación afectivo-sexual, construcción de la conciencia moral, corresponde en dicha visión a una intolerable intromisión en el derecho de las familias a educar a sus hijos en sus propias convicciones. No sé porque hay que suponer que los profesores de la asignatura van a dar una visión sesgada y autoritaria de la educación afectivo-sexual, cosa que sí hay que suponer que harán los profesores de Religión, cuyos curriculum se han ocupado desde siempre de la construcción de la subjetividad moral y lo han hecho en clave doctrinal porque para tal misión son contratados y fiscalizados por los obispos, lo cual –teniendo además en cuenta que somos los ciudadanos los que pagamos a estos profesores- constituye una de las más escandalosas anomalías de la moderna España democrática.

No es extraño que ya se hable en consecuencia del derecho a la objeción de conciencia, una figura que por cierto pusieron de moda los jueces más conservadores cuando estalló el asunto de las bodas gays, pero que la derecha hizo todo lo posible por desacreditar en sus tiempos fundacionales, en que se erigió como enseña de los movimientos contra la mili obligatoria. El razonamiento es de una aplastante simpleza: no creo en las leyes que me obligan a justificar ideológicamente en clases de adoctrinamiento a los niños, ergo me acojo al derecho a no cargar con dichas clases. De nuevo el mismo prejuicio, no salen del “positivismo jurídico” y del principio de que la única misión del empleado público es acatar y poner en práctica las normas que emanan del Príncipe. Pobre concepto de la misión de la escuela. El día en que me digan que mi misión como profesor de Ciudadanía o de cualquier otra cosa es enseñar a los alumnos la bondad de las leyes del gobierno coyuntural, lo que se llevarán es una risotada –mía, pero también de mis alumnos y de sus padres, por cierto-. Por eso no objetaré si me piden que dé clases contra la discriminación y a favor de la participación política o la libertad de conciencia, algo que por cierto ya vengo haciendo desde que empecé mi labor docente.

Suscribo en este sentido la argumentación que hace Justo Serna en su blog, que arranca de la consagración de dos tipos de derechos, los naturales y los del ciudadano, que hace la Declaración Universal de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. ¿Quién dice que no corresponde a las instituciones enseñar virtudes cívicas a los niños? ¿Caemos en el adoctrinamiento cuando recordamos la trascendencia del marco constitucional como espacio de la convivencia, exigimos la tolerancia ante el distinto o incitamos a la participación en la deliberación política? No creo que se trata de enseñar normas, no solo normas, no se trata de asegurar la obediencia –y aún menos la servidumbre a través del adiestramiento en las reglas vigentes-... La convivencia es posible a través de concepciones que o deben ser universales y eternas –como el derecho a no ser torturado- o son producto de las corrientes coyunturales de pensamiento y aspiran a mediatizar positivamente la vida de la comunidad. Ambas forman parte de lo que llamamos civismo, y no veo porque la escuela no habría de enseñarlas. Me parece más cómodo y más indecente esquivar el asunto.

Seguiremos hablando. Hay mucha más en juego en este tema de lo que parece a simple vista.

Monday, July 09, 2007

EL MERCURIO



Por su gran interés, y porque me parece admirable su pasión contenida y su capacidad de indignación, reproduzco aquí la carta que me ha enviado uno de los lectores del blog, Juan José Montesinos. Dado que fue él quien inspiró la anterior entrada, consideradla su continuación.


"El servicio de expolio de los pobres vergonzantes no es la única fantasía del gobierno valenciano.

Mi nieta única tiene otitis, lo que señalo por ser la causa remota de mi envenenamiento.

Los quejidos del bebe nos desorientaban y cayó el termómetro al suelo.

Son aparatos temibles, de mirarlos apenas se rompen y desparraman el mercurio, unas gotitas brillantes que las tocas y se multiplican, empequeñecen y buscan escondrijo en las ranuras del suelo.

Tardé mucho en recogerlas, hay que empujarlas con un palillo, como si buscaras restos de comida entre los dientes; hace falta paciencia para unirlas en una sola bola y al fin pude pasarlas a una hoja de papel donde corría y escapaba al suelo de nuevo.

Con el calor y mi decreciente flexibilidad el sudor me entraba en los ojos, pero logré capturar ¿definitivamente? el veneno, arrugando el papel para cerrar escapatorias.

En la farmacia me dijeron que echase la bola en el depósito de pilas usadas (¿alguien conoce un punto en Valencia para este servicio fuera de los centros de información y turismo para envidia de los extranjeros?).

No me servía porque el mercurio se desparramaría en el contenedor, caería al suelo, se lo comerían las ratas, a éstas un ave predadora y en la carrera trófica llegaría hasta los hombres, porque el mercurio es indestructible.

Pensé en el inmenso mar al que voy todos los fines de semana pero los peces se tragarían las brillantes bolitas y otra vez el ciclo trófico.

El Ayuntamiento me remitió a la Consellería de Medio Ambiente y ésta a VAERSA, que caracteriza su servicio con un rótulo muy correcto “millorem el medi ambient”. Contesta una voz metálica que pide tus datos personales, motivo de la llamada y te promete contestación. Pasan los días, llamo de nuevo y reitero mis datos y objetivo. Quizás debí mentir y en lugar del mercurio de un termómetro roto hablar de algo suculento para la empresa.

Tengo sobre la mesa de mi despacho, donde no vienen niños, un papel arrugado que contiene el mercurio, parece un kleenex sucio olvidado y mis clientes miran con aprensión.

No sé donde dejarlo porque me olvidaré del mercurio y un día se desparramará donde se encuentre, se lo comerán las cucarachas, a éstas alguna rata y comenzará de nuevo la carrera trófica.

Lo tengo en mi mesa, algo escondido detrás de mis papeles para que no lo vean.

Lo miro y sé que me olvidaré, hasta que por un pliegue del papel escapen las bolitas plateadas, estaré comiendo atolondrado un bocadillo, por un trabajo urgente y me envenenaré la sangre con el mercurio inmortal.

Y comenzará de nuevo la carrera trófica."