Friday, October 30, 2015

LA CASTA

En el hábil y sugerente reportaje de "Salvados" sobre los antiguos alumnos de El Pilar, Juan Luis Cebrián reconoce formar parte de "eso a lo que podríamos llamar la Casta", pero no pierde oportunidad de, mirando a Jordi Évole a la cara, hacerle ver que él también ha pasado a formar parte de La Casta, categorización que hace extensiva, por supuesto, a Pablo Iglesias. A Évole le toca ser Casta por preguntar y porque la gente ve su programa de los domingos en la Sexta, al líder de Podemos por ser el inventor y difusor del apelativo. 

Entendemos que, según esta consideración, "casta" es cualquiera que tenga poder, lo cual, además de a los miembros del stablishment financiero o mediático, puede aplicarse a un político que ha conseguido sin apenas respaldo económico considerables adhesiones ciudadanas o un periodista cuyo espacio televisivo genera una amplia expectación. 

Pero Cebrián -como buen oligarca, y más si ese oligarca lleva medio siglo instalado cómodamente entre los cuadros de mando de una gran comunidad como es España- manipula cínicamente, pues él sabe perfectamente que lo que dice, al menos en el caso de su interlocutor, es falso. A Cebrián se le entrevista porque hace toda la vida que forma parte de un cenáculo de elegidos, su poder es enorme, un "poder fáctico", de esos a los que hay que saltarse o camelarse según convenga cuando alguien trata de moverse con éxito entre los bastidores de la fortuna. Évole, por contra, sólo es un periodista ocurrente y simpático que ha conseguido elaborar un programa televisivo brillante. Cebrián salió de El Pilar donde, inmediatamente después de Luis María Ansón, ya dirigió la revista del colegio hace cincuenta años, un colegio del que, como demostró el reportaje, han salido muchos, muchísimos de los actuales líderes del país; Évole estudió en una escuela pública de Cornellà, no compartió pupitre ni patio con Garrigues Walker, Aznar, Rupérez, Rubalcaba, Solana, Wert, Marchesi...

Con esa autoindulgencia con la que los poderosos asienten cuando se les recuerda lo afortunado de las cartas que les deparó el destino, los entrevistados reconocen haber crecido rodeados de los futuros miembros de la élite, pero la mayoría al final suelen no encontrar razones sólidas para tanta coincidencia. Incluso cuestionan la especie de que El Pilar fuera sumiso con el Régimen. La hipótesis que alguno formula tiene su gracia: "en El Pilar se criaba la élite, leíamos y decíamos lo que nos apetecía, es en Vallecas donde resultaba peligroso que la gente pudiera leer a Baroja". Repite una y otra vez un ex ministro que todo es una especulación sin fundamento... "azar, puro azar", dice respecto a la misteriosa coincidencia cuya repercusión en la historia reciente de este país es tan colosal. Y hablando de cosas graciosas, no se lo pierdan: El Pilar es actualmente un centro concertado, es decir, lo pagamos todos. Debe ser por la gran obra social que lleva a cabo preparando a los dirigentes que tendremos.

Volviendo a la Casta, ahora que Podemos parece un soufflé a punto de desmoronarse, no viene mal otorgarle cuanto menos el mérito de haber popularizado el uso de un término que, a mi entender, dice mucho si es adecuadamente aplicado, respecto a la salud de nuestra democracia. Seamos precisos: no hay casta porque haya dirigentes. Toda sociedad crea estructuras jerárquicas. Cuando esas estructuras cristalizan en tramas donde el acceso al poder queda estrangulado de tal manera que los cuadros de mando se reparten de forma recurrente entre allegados, entonces empezamos a tener una casta. 

Pero vivimos en democracia... Claro, pero en la medida en que el sistema vive sometido a los designios de una minoría privilegiada, en la medida en que la verticalidad del sistema de transmisión de instrucciones no se contrapesa adecuadamente con mecanismos de acción ciudadana, lo que tenemos
es una oligarquía. 





 
Claro que a lo mejor mi problema es que yo también soy casta, no sé si Pablo Iglesias me consideraría tal cosa, pero Cebrián seguro que sí.     

SOBRE EL RECHAZO


Toda autobiografía posible se halla atravesada por los múltiples rechazos que hemos sufrido.  Y digo bien, "los que hemos sufrido", pues no contabilizamos aquellos que nosotros infringimos... otros los sufrieron, pudimos permitirnos el lujo de restarles trascendencia. En cualquier caso, y por más motivos que busquemos, por más que terminemos hallando justificaciones razonables, jamás podremos perdonar el rechazo. 

No soy una víctima, no comparto el placer que muchos otros experimentan por serlo; lo que digo es que las exclusiones que hemos padecido dejan una traza tan profunda en el centro del alma que, a poco que uno cargue más de la cuenta el café de la mañana, sus cicatrices tirarán de la piel para que no olvidemos el daño que ya hicieron en el pasado. 

A este respecto advierte Cioran que la única manera de no sucumbir a la rabia consiste en renunciar a escarbar en la memoria. Tiene razón, pero el pensamiento de Cioran es por definición suicida, y sabe que es inútil esforzarse en olvidar, pues la memoria tiene vida propia y regresa siempre que le place para cobrarnos sus facturas, más onerosas a menudo de lo que hubiéramos podido imaginar. Y hace bien: como mamíferos, sólo sabemos quiénes somos en la medida en que recordamos cuántas veces nos vimos obligados a huir, cuántas hubimos de comernos el orgullo y asumir que no nos querían, no al menos aquellos por los que más deseábamos ser queridos. En realidad no somos otra cosa: el poder para sobrevivir a los rechazos sufridos. 

Los periodistas que hablan de mobbing escolar saben poco en realidad del dolor que experimenta un niño ante el rechazo de sus compañeros. Los críos son naturales, y eso les hace fascinantes, pero también son depredadores y hasta obscenos en su crueldad. Debemos perseguir el acoso pero, en última instancia, el acosado sabe muy bien que los golpes son sólo la última estación de un proceso muy largo que empezó el día en que alguien se percató de que aquel niño, por alguna razón, tenía algo que lo hacía diferente y, en consecuencia, sospechoso. 

Si supiera hacer ver a ese niño que el rechazo no hace sino fortalecerle yo sería el mejor maestro del mundo, pero esa verdad, acaso la única importante, no puede transmitirse. El niño acosado sólo siente dolor porque, equivocadamente, presiente en el desprecio ajeno el estigma del fracaso propio.  Nosotros, adultos, no hemos dejado con el tiempo de ser vulnerables, pero ya no lo somos de la misma manera, a la intemperie, y hemos aprendido a intuir que tras cada nuevo rechazo sólo existe el plan oculto del destino para hacernos más grandes y más fuertes. 

Cada vez que a lo largo de mi vida he abandonado, un contexto donde sospechaba que no estaba mi lugar, he experimentado en el trasfondo de la frustración un misterioso placer que asocio al vértigo del vacío de hogar característico del nomadismo. No nos quieren, prefirieron escoger a otro o simplemente dejamos de gustarles. Me tienta decir aquello de "ellos se lo pierden", pero no, prefiero pensar que soy yo el que sale ganando al poder escapar de un lugar donde no se me aceptaba o, en todo caso, sólo si accedía a vender barata mi dignidad. Quizá después de todo acertaron al despedirnos, fue lo mejor para todos. 


Se me ocurre pensar que tienen razón los pueblos que, como los judíos o los gitanos -acaso más estos últimos, puesto que nunca cayeron en la tentación de soñar con una patria perdida- se sienten elegidos por los dioses. Nadie como ellos ha construido su historia desde el sentimiento de haber sido excluidos, nadie como quienes han sido expulsados de todas partes puede saberse miembro de una casta con ínfulas aristocráticas. 

Friday, October 16, 2015

IMBECILARIO

1. No voy a sorprenderme a estas alturas por declaraciones como las que esta semana ha realizado Monseñor Cañizares, actual arzobispo de Valencia. Su perfil ideológico es extremista y su intención cuando opina públicamente, antes que adoctrinar a sus fieles, es hacer sentir al Partido Popular que a la Iglesia la va a tener siempre de su lado. Cañizares insiste obsesivamente en la perversidad moral del aborto, le viene bien para esquivar cualquier pregunta sobre los casos de pederastia en la organización de la que forma parte o sobre la corrupción del partido político al que con tanta lealtad apoya. Monseñor avergüenza tanto cuando opina como cuando aparece con el traje de cola kilométrica sujeto por monaguillos, produce en ambos casos la misma sensación de extemporaneidad. 

El viento de la historia borrará a majaderos de este calibre, de acuerdo, es cuestión de tiempo que la sala de máquinas de la institución jubile a un tipo cuyas intervenciones sólo suman desprestigio para ella cuando el trono de Pedro es ocupado por un moderado  como Bergoglio. Pero, cuidado, no nos dejemos engañar por la cosmética. Afirmar hoy que muchos refugiados "no son trigo limpio", que no hay tanta pobreza en España como se dice o que el mal no son la peredastia o la corrupción sino el aborto pone a Cañizares a la altura de los peores líderes populistas de Europa y, lo que es peor, a años luz de cualquier cosa que recuerde al mensaje evangélico... De acuerdo, pero Cañizares no es simplemente una presencia más o menos incómoda y a duras penas tolerada, Monseñor es desde hace mucho un líder de la institución sacra porque su conducta encarna los valores que han sostenido a la misma desde hace muchísimo. 

Digámoslo de una vez, la Iglesia Católica española, o para ser más exacto, quienes la dirigen, ha estado siempre del lado de la oligarquía del país. Que el mensaje evangélico sea incompatible con la ideología de derechas conduciría a la contradicción sólo si la misión de la organización fuera esencialmente ética, pero es que no lo es: lo que persigue la Iglesia es el poder, así de fácil. Esto Cañizares lo ha entendido siempre a la perfección, por eso es tan fuerte. No tengo ningún interés en que le jubilen o en que ahora simulen otros jerarcas católicos -como ya están haciendo- no compartir sus teorías, lo que toca es convencernos de una vez por todas de que debemos  acabar con el Concordato del estado español con el Vaticano y suprimir los antidemocráticos privilegios con los que cuenta la Iglesia Católica, esa cuyos máximos prebostes acusarían a Cristo de no ser "trigo limpio" si se lo toparan entre los refugiados que llegan de Siria. Bien pensado me da igual lo que diga un pobre hombre decrépito, lo intolerable -y lo profundamente antidemocrático- es que yo sufrague la maquinaria que lidera.

2. Dice el President del Parlament de Catalunya que "España debería pedir perdón por el asesinato de Companys". Aquello fue una atrocidad más de tantas como cometió el franquismo, especialmente en los años inmediatamente posteriores a la Guerra, en los cuales se perpetró una operación de exterminio de todas las formas de disensión frente al Régimen, incluyendo obviamente a quienes cuestionaban la sacrosanta "Unidad Nacional". Lo que sonroja es el simplismo desde el que Ernest Benach presenta su comprensión del asunto como consecuencia de la guerra de España contra Catalunya. Pues mire, no. El franquismo, por fortuna, no es España; por más que el nacionalismo catalán ande muy interesado en que lo parezca, el integrismo de Franco y sus actuales herederos sólo es una forma de entender la realidad del Estado -o habría que decir del Imperio, supongo-. ¿Forma triunfante? Desde luego, y aquí es donde cada quien habría de hacer memoria y preguntarse cuál fue el papel de sus correligionarios en la lucha contra el fascismo. Yo pienso mucho en el esfuerzo del anarcosindicalismo catalán que protagonizó la Semana Trágica y defendió después a la República o el heroísmo de los brigadistas internacionales que defendieron la libertad de Catalunya durante la Guerra... No eran "secesionistas", claro, debe ser ese el problema.

3. Un allegado, ante la lacrimógena escena dispuesta ante el Tribunal Superior de Catalunya para alentar a la supuesta reencarnación de Lluís Companys, dice algo que me interesa: "Todo esos tipos tienen un buen trabajo, viven en buenos barrios y tienen casas mejores que la mía... Míralos, se abrazan y lloriquean como si Mas fuera Jesucristo y Catalunya fuera Palestina. Qué bonito es sentirse así, como parte de un colectivo-víctima, qué bonito poder identificar al opresor, causante de todas las desdichas." 

Llevar a Mas a los tribunales me parece una estupidez que no hará sino agravar el problema... Pero, qué quieren que les diga, no me creo el martirologio. Entre tanto, sigo sin saber qué pretende hacer el actual gobierno catalán para solucionar los problemas de la gente. Eso sí, ellos se sienten jóvenes y eufóricos, como estudiantes universitarios en reuniones clandestinas y a punto de correr siempre delante de los Grises. 

4. Una mujer llega moribunda al hospital y es milagrosamente resucitada en la UCI tras un valiente tratamiento de choque. Los médicos reaccionan de forma fulminante pese a que la paciente se halla mucho peor de lo que les habían dicho. Le anuncian que el proceso de recuperación será duro, pero que llevará al éxito si tiene el mismo coraje que sus médicos. 

Importa poco que el spot electoral del PP sea una burda copia de uno idéntico que se hizo años atrás para unas elecciones en algún país hispanoamericano, es lo que tiene contratar a enchufados, que hacen chapuzas y además te engañan. Se trata de un relato, es el modus operandi característico del marketing: presentar la realidad en forma narrativa, encajar astutamente una serie de piezas para generar una comprensión global favorable. 

¿Nos creemos el relato que hace el PP de sus cuatro años de poder? Yo podría integrar otras piezas, recuperar documentos de personas desahuciadas, conversaciones telefónicas repugnantes entre corruptos, testimonios de cientos de miles de personas que han atravesado el umbral de la pobreza, trabajadores sociales que conocen bien la realidad de la exclusión... Podríamos hablar de paraísos fiscales, de la obsesión por la represión policial, del comadreo con los privilegios de la Iglesia, de la miseria moral de la Ley Wert o de las privatizaciones de hospitales en favor de los amigachos. 

Hace poco oí a una vecina decir que estábamos "siendo gobernados por bandidos". Quizá sea exagerado e injusto, pero todos podemos construir un relato...   

Saturday, October 10, 2015

GRITOS

1. ¿Por qué grita? Y, sobre todo, ¿por quién pretende ser oído? Hace una eternidad, siendo yo adolescente, me encontré por primera vez con esta enigmática pintura y tuve un presentimiento: "él grita, pero nadie le oye". Hemos sabido muchas cosas sobre el cuadro más célebre de Edvard Munch, cuya obra se expone ahora en el Reina Sofía. El autor dice haber retratado a su singular manera un episodio aparentemente banal pero que él experimentó como terrorífico. De pronto, tras cruzar el puente en un atardecer, el mundo entero pareció incendiarse con el rojo del cielo. Paralizado por un pavor incontrolable, llamó a sus acompañantes para que le sacaran de aquel lugar que tan súbitamente se había vuelto inhóspito. 

Se ha comparado la imagen del rostro con una momia peruana expuesta en un museo de París; se ha hablado de las huellas que en el alma torturada del artista dejaron las lecturas de Dostoievski o Schopenhauer. Dijo Hegel que un filósofo es su tiempo en conceptos, por lo que no parece forzado pensar que Munch puso su tiempo en imágenes. Se me antoja que "El grito" remite a la más extendida de las pesadillas contemporáneas, la de no ser escuchados. Nadie nos impide gritar, en realidad no hacemos otra cosa, pero una atmósfera incendiada y venenosa ahoga nuestra llamada a otros seres humanos. 

Más de un siglo después de que Munch retratara aquel espanto, se me ocurre que nunca nos hemos comunicado tanto como ahora y nunca fue tan difícil que se nos escuchara.    

2. Pocas escenas cinematográficas me han impactado tanto como ésta. La cara en primer plano de Kevin Bacon mira fijamente al padre de la joven violada y asesinada cuyo cadáver acaba de identificar en una zanja. Éste, Sean Penn, le lanza gritos desgarradores mientras su cuerpo parece descoyuntarse sujeto ferreamente por media docena de agentes de policía: "¿Está mi hija ahí?", repite una y otra vez ante el inspector, cuyo silencio lo dice todo. De críos eran amigos, jugaban juntos en el barrio con otro chaval... Un infortunado día se toparon con el mal en estado puro, el tercero de ellos, Tim Robbins, fue secuestrado y su alma quedó dañada para siempre. 

Hay una densidad especial en ese trágico cruce de miradas. Es la misma atmósfera hechizada que lo envuelve todo en las mejores películas de Clint Eastwood... Es un paisaje viril y a a la vez sensible en el que presentimos la necesidad ineluctable de la venganza, la cual, como en el mejor John Ford, sólo arrastrará a sus personajes hacia la barbarie y el delirio. 



Friday, October 02, 2015

CONFUSIÓN

Segunda temporada de la serie Perdidos. John Locke, empeñado en su delirio de rastreo de la isla, cree que el agujero excavado en la tierra que se abre tras una misteriosa escotilla le ha de conducir a su destino. Allá encuentra una sofisticada edificación, un búnker habitado por un hombre llamado Desmond, el cual parece haber enloquecido tras pasar años entregado a una misión que le ha sido encomendada por la Iniciativa Dharma a través de una grabación preparada para cualquiera que llegue al búnker. Cada ciento ocho minutos, Desmond debe escribir una serie de números en un ordenador y teclear la tecla "ejecutar". La entrada de Locke y de otros náufragos del vuelo 815 ha provocado una avería en el ordenador, lo cual aterroriza a Desmond que, al convencerse de que el trasto no tiene arreglo, sale corriendo como un poseso del búnker, seguro de que todo va a estallar. El motivo es que durante todos esos años ha creído que de su esfuerzo depende que no llegue el fin del mundo, el cual sobrevendrá cuando deje de teclear la dichosa serie numérica cada ciento ocho minutos. 

El debate entre los náufragos del avión de la Ocean Airlines que quedan en el búnker arranca del absurdo que supone hacer caso a las amenazas de Desmond. Nada tiene por qué pasar si los números dejan de ser tecleados, el infortunado que acaba de huir ha sido la herramienta y la víctima de una mentira ridícula... Pero, ¿y si tuviera razón? "Es una cuestión de fe", dice el iluminado de Locke, quien, una vez arreglado el ordenador, consigue convencer al reticente Jack para que en el último instante acepte pulsar la tecla de "execute" y recomience la cuenta atrás de ciento ocho minutos. "Yo haré la primera guardia", dice Locke. Desmond ha sido sustituido en su neurosis y puede al fin escapar de la pesadilla, el ciclo no se interrumpe. 

A veces me siento como los protagonistas de Lost. A cada momento aparecen aquí y allá las piezas de un rompecabezas cuyas dimensiones se antojan colosales. Como en las novelas de Kafka, profeta supremo de la condición contemporánea, la Razón avanza con su lógica implacable, pero lo hace dentro del escenario surreal de la pesadilla. Creo saber como Desmond que, si me duermo, si dejo de vigilar el reloj y no aprieto la tecla a tiempo, el mundo se destruirá y, lo que es peor, me echarán a mí las culpas. Pero cuando lo pienso detenidamente me asalta la tentación de salir huyendo y dejar que pase lo que tenga que pasar. 

La diferencia es que en mi vida no hay una Iniciativa Dharma. Es a menudo grato suponer que los hilos de la escena son manejados por los dueños de la isla, es decir, del planeta, pero sospecho que ellos apenas conocen algunos trocitos más que yo del rompecabezas. En la isla hay un sentido, es laberíntico el camino que lleva hasta él, pero existe; de alguna manera aún hay Dios, pues no otra cosa es el Sentido. En mi vida no lo hay, el rompecabezas no tiene límites. 

Dijo Ortega que "lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa". Yo creo que en realidad ninguna época ha sabido lo que le pasaba, pero hay algunas en que la percepción de la incertidumbre se extiende hasta lo insoportable. Sospecho que lo que nos pasa es que nos están pasando demasiadas cosas, o mejor, que sabemos que alrededor nuestro pasan demasiadas cosas y nuestro estómago no está preparado para digerir tanta información. De ahí nuestra actual esquizofrenia. 

Verán. No me considero una persona inculta, pero a menudo me asalta un sentimiento próximo al anonadamiento. Si usted descubre que su hijo de cuatro años tiene caries, cometerá el error de preguntar a distintos expertos -o supuestos expertos- y descubrirá que la cantidad de explicaciones y posibles terapias son sumamente diversas, desde el exceso de azúcar hasta la calidad del PH, llegando incluso a la hipótesis de la alergia a la lactosa. Por suerte sólo son dientes, pero la decisión que usted tome para solventar el problema será como la de apretar la tecla aquella del botón nuclear que de vez en cuando le toca apretar a Homer Simpson. 

Le pasará lo mismo si cae en la imprudencia de leer cualquier cosa sobre alimentación. Sabrá que todo lo que come es cancerígeno excepto un par de cosas que resulta que también son nocivas porque le producirán hemorroides. 

Hágase profesor, se romperá los cuernos durante siglos para encontrar el método adecuado para hacer que sus alumnos le entiendan... Y el día que crea haberlo averiguado saldrá en El País un gordo imbécil diciendo que la escuela está obsoleta y que los juegos de ordenador que él ha diseñado van a revolucionar la enseñanza y a acabar con la dictadura de los maestros.

Consulte las noticias, otra imprudencia. Sabrá que los catalanes son un pueblo y que desean ejercer su libertad de marcharse, y entonces se mirará en el espejo del ascensor cuando salga para ir al curro y se preguntará si usted también es "pueblo" y se le quedará cara de tonto. Descubrirá también que han descubierto agua en Marte y que se inicia un proyecto de colonización del planeta rojo que ríase del programa espacial de tiempos del Apolo. Los habitantes de las ciudades marcianas vivirán sin llevar escafandra, pues las centrales nucleares que se instalarán podrán convertir el agua en oxígeno, creando unas condiciones similares a las de la Tierra. Usted seguirá preguntándose cómo demonios seguimos sin saber qué hacer con la guerra de Siria y los refugiados o el hambre y las plagas en el mundo, pero siempre podrá pensar que al final, cuando aquí ya no haya quien pueda vivir, siempre podremos pedir asilo político en Marte, que para entonces seguro que ya se ha declarado estado independiente de la Tierra. 

Sólo se me ocurre decirme una cosa: no te pongas nervioso, David.