Wednesday, December 25, 2019

ESPECIAL NOCHEVIEJA

Cuando era crío generaba una gran expectación el Especial Nochevieja de Televisión Española. Con el tiempo descubrimos los niños de los setenta que el programa estaba grabado, que los artistas que salían eran mayoritariamente insufribles y que el país cuyo sentido de la diversión se ponía a prueba aquella noche era bastante casposo. Quedarse en casa a verlo, como en general, dedicarse a ver la tele, terminó pareciéndonos cosa de fracasados, algo profundamente deprimente. 

La idea que hoy solemos hacernos de nuestra paleotelevisión invita a la vergüenza mucho más que la melancolía. Las imágenes recuperadas del pasado nos retrotraen al patetismo de humoristas como Pajares y Esteso, al Ballet Zoom, a las azafatas del Un, dos tres y a los anuncios de Caramelos Sugus, Caramelos Sugus, Sugus de Suchard. Uno piensa que deberíamos estar peor de lo que estamos, teniendo en cuenta que nos educamos con aquella televisión que era la única disponible excepto para los privilegiados que, como mi amigo Javi Muñoz, disfrutaban de la segunda cadena, más conocida entonces como el UHF. 



España se quitó parte de su caspa con la tele en color, que vendió cajas tontas a millones cuando el Mundial 82. Llegó La bola de cristal y los yanquis nos enviaron a Starsky y Hutch, Los ángeles de Charlie o la impagable Dallas. Que el Rey salvara a España del 23F nos dejó convencidos de que la democracia tenía futuro y el terreno quedó preparado para la Ley del Divorcio y la llegada de las televisiones privadas, algo por lo visto muy deseable y que muchos saludaron como el triunfo definitivo de la libertad de expresión y la consolidación de una sociedad plural y colorista.

Recuerdo bien lo que oí decir a un niño en los noventa sobre TeleCinco: "Es un Canal en el que parece que siempre sea Nochevieja". No había más que ver el programa que presentaba Milikito, con las Cacao Maravillao, o, hablando de tías buenas, de Ay, que calor, programa italiano presentado por un gorrino gordo y sudoroso en el que mozas de buen ver bailaban y terminaban enseñando las tetas. La libertad al fin había triunfado y este viejo país ineficiente -como lo llamaba Gil de Biedma- se hacía digno de la Revolución Burguesa que los señores feudales habían aplastado a base de cristazos.

No hay más que ver el nuevo TeleCinco: horas y horas donde un hatajo de indeseables destrozan a pobres desdichados que prostituyen su dignidad a cambio de quince minutos de fama y unas pocas perras. Siempre me acuerdo de aquel viejo loco interpretado por Luis Ciges que salía en Todo por la pasta, un digno thriller de Urbizu. Cada poco el tipo se subía al tejado del geriátrico y amenazaba con lanzarse al vacío. La enfermera que acudía a rescatarlo le prometía ponerle la tele todo lo que él quisiera. Y él contestaba a voz en grito: "¡La tele no, que en la tele solo salen hijos de puta!" Podía haberse conformado con decir lo que pensamos todos, que la tele es mala, pero los locos acuden sin remilgos al corazón de la verdad. No hay un solo aforismo de Nietzsche o Cioran con tanta sabiduría como recoge esa frase de un hombre desesperado. 

Exceptuando los partidos de la selección española, que aún se dan en abierto, no creo que haya nada en la tele que reúna tantos espectadores como las tertulias de las hienas de telecinco, lo cual demuestra que muchos de nuestros conciudadanos son dignos de un país de Pajares y Esteso. 

Este fenómeno por el cual la tele que se ve de forma mayoritaria es pura mierda durante horas y horas se explica por el proceso de  individualización de la sociedad, que ha terminado por convertirse en la estrategia de dominación característica del capitalismo globalizado. Si quieres ver lo mismo que las multitudes, no hay mucho más que poner las tertulias de las hienas. Si quieres calidad, debes aceptar que hoy ver televisión es fundamentalmente un acto privado: la era dorada de las teleseries ha propiciado una forma de consumo que nada tiene que ver con la  paleotelevisiva, propia de las sociedades del siglo XX.


No siento nostalgia, no más que esa asociación entrañable que hace nuestra memoria con las banalidades que rodeaban nuestras vidas cuando éramos jóvenes. No veré el Especial Nochevieja, ni siquiera para saber cuánta piel enseñará Cristina Pedroche cuando lleguen las uvas. 


Pero permítanme: siempre recuerdo el efecto que, a la mañana siguiente, se advertía entre los niños en el patio con cualquier estupidez que hubiera pasado la noche anterior en el único canal que todos veíamos. De alguna manera, aquella lógica todavía franquista reunía a las familias  y cohesionaba a la nación, aunque solo fuera para criticar a alguien que había escandalizado a las abuelas... Como cuando Krahe cantó aquello de "como un gilipollas", Lola Flores perdió un pendiente, Uri Geller dobló cucharas con su telepatía, España superó la Batalla de Belgrado para meternos en el Mundial de Argentina o Jiménez del Oso nos convencía de que los marcianos estaban al caer. Todo tiene ahora un fuerte aroma a candidez y, en cierto modo, a ilusión por las supuestas maravillas que las libertades iban a regalarnos. Todo era pueril... 


...todo menos, como diría Rajoy, "alguna cosa". Por ejemplo aquellos coloquios inolvidables de La Clave o las entrevistas magistrales de Soler Serrano en A fondo. Vean, si aceptan el consejo, la que le realizó a Julio Cortázar. Es una joya. La encontrarán en youtube, of course.


Thursday, December 19, 2019

EL ESCEPTICISMO Y CHARLIE BROWN

1. "Nada importa" y "Estamos solos"... La carga de verdad que albergan estas dos sentencias es como poco tan respetable como la de quienes aseveran justo lo contrario. Son ideas irrespirables, lo son incluso para quienes las afirman. La prueba es que no estamos dispuestos a arrostrar sus consecuencias. De ahí que siempre, incluso en esos momentos en que el mundo parece presa del delirio más espantoso, nos aferremos a algo; o que cuando más avanza el desierto en torno nuestro, nos confortemos con la certeza de que siempre hay algún desdichado que acompaña nuestros pasos. Debemos continuar, el suicidio me ha parecido siempre una cobardía. Y, sin embargo, por algún motivo que desconozco, hay en el trasfondo de cada uno de mis días una misteriosa propensión a encontrar que todo es cómico y que nada es más ridículo que ver a humanos agitándose desesperados por tener amigos que les quieran. 

2. En un episodio de la tira cómica "Peanuts", en España conocido como "Carlitos", la siempre irritable Lucy dice: "Tu problema, Charlie Brown, tu problema... tu problema, Charlie Brown, es que tú eres tú". Ese en realidad es el problema de cada uno de nosotros, el misterio insondable de la vida misma. Nos molesta cómo es cada uno de nuestros congéneres, esa perturbadora perseverancia con la que son lo que son como sin darse cuenta, casi sin querer. Pero resulta mucho más perturbador cuando lo advertimos en nosotros mismos. No hay solución para mí, ya no estoy a tiempo de cambiar, en realidad nunca lo estuve... Vais a tener que matarme.

3. No prestar demasiada atención a esa panoplia tan supuestamente escéptica que proclama que la felicidad es un horizonte inalcanzable o, en todo caso -y por algo mueve tantos millones la odiosa literatura de autoayuda- es algo muy complicado que hay que trabajarse. Piénsenlo por un momento: somos felices, pero, al contrario que los niños, que parecen en general divertidos con deambular por el mundo, nos gusta pensar que nos va mal y que la vida no nos da lo que nos merecemos. Deberíamos viajar al siglo XVII o al Yemen para darnos cuenta de que tenemos lo que necesitamos y que si nos sentimos tan mal es porque tenemos miedo de perderlo. Eres feliz, lo eres sin que te haya costado grandes esfuerzos, y nunca lo serás tanto como ahora. Por desdicha, algún día te darás cuenta cuando recuerdes este tiempo. La única verdadera autoayuda es esforzarse en descubrirlo. Yo lo supe una mañana en que comía sardinas asadas junto a mis dos personas preferidas en un chiringuito de la playa. Haber pretendido después de aquel momento que la felicidad era otra cosa no es solo propio de enfermos, es, sobre todo, un indicio de la falta de sabiduría propia de un neanderthal histérico.

4. Soy escéptico, pero no gilipollas. Creo que el mundo no tiene demasiada solución, que los débiles -a los cuales uno pretende defender- están hechos de la misma pasta que sus opresores, y que cada revolución gloriosa es el preludio de un Termidor insufrible o de un monstruoso Stalin... Y, sin embargo, no debemos ceder a la tentación de un desencanto tan arrollador que nos lleve hasta la pasividad. Es eso lo que esperan los mandarines, que abandonemos la partida, que aceptemos que si no fueran ellos serían otros los que abusarían. Que se queden con las ganas. 

5. Cada transformación profunda de las sociedades humanas ha sido producto de una tragedia insoportable. El mapa de una Europa medio civilizada y dispuesta a abrazar la Ilustración llegó a mediados del XVII con la Paz de Westfalia, resultante de una serie interminable de guerras y atrocidades que convirtieron el continente en un infierno. El New Deal y el estado keynesiano, que sigue pareciéndome una de las mayores genialidades de la historia,  fue la respuesta a la hambruna de la Gran Depresión. La Declaración Universal de Derechos Humanos se firmó tres años después de concluir la carnicería de la Segunda Gran Guerra. Ante la perspectiva de una calamidad medio ambiental de cuyas proporciones creo que no nos estamos haciendo idea, mi gran temor es que necesitemos oler de cerca el azufre del infierno para entender que debemos cambiar drásticamente nuestra forma de vida. Ojalá me equivoque, pero soy escéptico.  

Tuesday, December 10, 2019

GRETA THUNBERG



Deberíamos centrarnos un poquito. La desmesurada tormenta de críticas a Greta Thunberg en su visita a la cumbre climática celebrada en Madrid invitan a preguntarnos si el envejecimiento de la población española está activando síntomas típicamente geriátricos como la esclerosis mental, la desmemoria o la irascibilidad. 

De acuerdo en que sostener en público posiciones éticamente irreprochables no le otorga a nadie la razón ni es suficiente para convertirle en un personaje influyente. Puede ser un hipócrita, puede aparentar unos conocimientos de los que carece, puede ser un cazador de fama y fortuna como hay tantos... El problema llega cuando nos volvemos tan quisquillosos respecto a la integridad de los líderes de los movimientos sociales que, hagan lo que hagan y digan lo que digan, ahí estaremos los cascarrabias de turno para reprocharles su falta de pureza... Como si los demás fuéramos irreprochables, como si cuando alguien asume un protagonismo mediático ya fuera convicto de toda suerte de intenciones malévolas. Me pregunto si no llevamos todos dentro un Javier Marías, es decir, un Jeremías empeñado en fustigar al mundo con sus atorrantes sermones sobre los valores que estamos perdiendo a la carrera y la banalidad de los cambios sociales... como si de alguna manera sospecháramos que nuestro envejecimiento discurre paralelo al definitivo declive de la humanidad. 

Los ataques que le vienen cayendo encima a Greta Thunberg responden a esa misteriosa propensión a escarnecer a todos aquellos que son tan imprudentes como para significarse públicamente, aunque sea por una causa noble. Ya me estoy imaginando la escena de la niña, con trece años, su pancarta y su cara de enfado permanente, haciendo guardia horas interminables ante el Parlamento sueco: "Tranquilos", debió decir a sus sorprendidos empleados el gerifalte de turno, "... en un rato la niña se ha largado de ahí y ya no se vuelve a saber nada de ella". Un crack el tipo que pensó eso: la niña loca de las trenzas es ya líder mundial de un movimiento social sin precedentes. 

Se acusa a Greta de estar manipulada por los lobbies. ¿Qué lobbies? Si se refieren a cierta empresa que utilizó de forma tramposa su imagen para hacerse publicidad, ya sabemos que fue la estafa de unos cuantos pillos. Si se trata de Ikea, cuestionen si es o no hipócrita la todopoderosa firma cuando dice fomentar el ecologismo, pero no veo gran inconveniente en que el movimiento liderado por Thunberg acepte su dinero, si es que tal cosa ha ocurrido, que lo ignoro. 


En cuanto a sus padres, a los que acusan de explotar a una pobre niña... no sé, que lo traten con su psicólogo. En cualquier caso, quienes profieren tal acusación son, me malicio, los mismos que no se inmutan cuando un adulto perfectamente informado que dirige una ONG nos cuenta que hay millones de niños sometidos a trabajo esclavo en el mundo. 

Hay quienes se refieren al esnobismo de Greta con lo de Casiraghi, el aristócrata monegasco que le trasladó en un hermoso velero hasta Nueva York porque ésta se niega a viajar en avión... qué quieren que les diga, ¿de verdad les parece seria esa crítica? 

Al final, el argumento que más veces he oído contra Greta tiene que ver con su edad, que sus hostiles asocian a falta de conocimientos y que, en su caso, se complica por su condición de Asperger. Que no le ha dado tiempo a sacar doctorados en Biología o Ciencias Medio Ambientales es obvio -de hecho falta mucho al cole últimamente-, pero dar por hecho que ser joven incapacita a alguien para emitir argumentaciones certeras me parece una forma de barbarie tan estúpida como el racismo. 

No sé quién rodea a Greta. ¿Son enteramente suyos sus discursos? ¿Es ella quien decide si va a tal Cumbre o si acude a recoger un premio?  ¿Importa acaso? Hay quien se burla y se cree con derecho a hacer risitas con la niña y sus pancartas. Pero, como dijo Nietzsche, "yo desprecio tu desprecio". Hay quien, además de a su edad, alude a su supuesta disfunción cognitiva. Son los mismos que se quejan de la estupidez de la corrección política que obliga a no utilizar nombres denigrantes para denominar a los "distintos". Pues no parece que les haya hecho mucho efecto teniendo en cuenta que confunden a un Asperger con un tonto. 


"Signo de los tiempos: hoy cualquiera puede ser líder mundial", me espeta un allegado. No me parece que sea inteligente confundir a un ganador de Gran Hermano o a una youtuber de la moda con una activista de la ecología que ha tenido el coraje del que otros carecemos para explicar a los mandarines del mundo -y por ende a quienes les votamos- que la casa está ardiendo mientras seguimos de brazos cruzados. "No es una experta climatóloga, solo es una niña algo tarada". Muy bien, pero dudo mucho que de no haber venido Thunberg a Madrid hubiera sido tan masiva la manifestación. 

Compro el debate sobre la debilidad que nos arrastra a erigir líderes mediáticos. Pero, verán,  el problema de Sudáfrica no fueron las posibles contradicciones de Mandela, sino el apartheid. De igual manera, el problema de las mujeres no es si Simone De Beauvoir se tiraba a sus alumnos, sino la discriminación sexual y la violencia machista. Exigimos pureza a Greta Thunberg, pero son los madrileños quienes han echado del ayuntamiento a la primera alcaldesa que decidió combatir seriamente la contaminación, poniendo en su lugar a un tipo que pacta con negacionistas climáticos y que no se cree una sola palabra de lo que ha dicho sobre lo concienciado que está respecto al cambio climático. 

Además, bien mirado Greta no es "cualquiera". Son jóvenes como ella los que se están dando cuenta de que la casa arde, y que el desastre que provoca un capitalismo desenfrenado lo van a pagar ellos, es decir, nuestros hijos. A menudo, y ya ocurrió con el 15M, acusamos a los jóvenes de indiferencia política, de que su egoísmo hedonista les impide tomar conciencia de los problemas del mundo y salir a la calle a rebelarse. Cuando por fin lo hacen... ay, resulta que son unos esnobs malcriados y que no saben de lo que hablan. Gracias, soy profesor de Instituto, me ayudan mucho ustedes con su incongruencia: ¿queremos jóvenes comprometidos o no, joder? 

Hay que ser muy inmaduro y estar muy tarado para no darse cuenta de la situación de emergencia en que nos encontramos. Ese es el problema. Y a lo mejor molesta Greta Thunberg porque nos dice la verdad... esa verdad que no queremos escuchar porque somos adictos a un modelo de vida insostenible. Centrémonos.  

Tuesday, December 03, 2019

LA DESFACHATEZ DE VARGAS-LLOSA

Mostré algunas discrepancias respecto a las aseveraciones efectuadas por Ignacio Sánchez-Cuenca en "La desfachatez intelectual", por ejemplo en relación al ensayo de Antonio Muñoz Molina  -"Todo lo que era sólido"-, que me sigue pareciendo sumamente recomendable y que está muy lejos, creo, de convertirse en la impostura de un buen novelista metido a analista político sin musculatura ni conocimientos suficientes, como pretende Sánchez-Cuenca. Albergo dudas respecto al merecimiento de tal calificativo para algún otro de los intelectuales a los que fustiga. Pero, en lo que atañe a Vargas-Llosa, suscribo punto por punto su argumentación. 

Alerta, no toda la producción ensayística de quien, sin duda, merece el Nobel por sus novelas, es a mis ojos despreciable. En su juventud Vargas-Llosa realizó un magnífico trabajo, "Historia de un deicidio". Lo leí con pasión porque se dedicaba a la obra del entonces aún joven pero ya célebre Gabriel García Márquez, cuyas novelas he degustado a lo largo de mi vida con bastante más interés que las del propio Vargas-Llosa. Pero aquel no era un texto político, sino un análisis literario. Son las opiniones políticas del peruano las que me parecen no solo equivocadas sino a menudo zafias, simplistas, gratuitas, tendenciosas y escasamente fundamentadas. El problema, a ojos de Sánchez-Cuenca, no es la militancia conservadora que don Mario lanza a los cuatro vientos bajo la denominación de "liberalismo": tan zafias como resultaban sus opiniones cuando era un rotundo izquierdista resultan ahora sus aseveraciones como reaccionario converso. Dice Sánchez-Cuenca en una entrevista de El Confidencial efectuada a raíz de la publicación de su ensayo:

 Es una figura central en la literatura del siglo XX. El problema es que sus razonamientos políticos son totalmente esquemáticos, previsibles y simplistas. (...) Hay un abismo entre su obra literaria y su aportación periodística. No tengo una explicación de cómo se puede ser tan brillante en 'Conversación en la catedral', una obra maestra, y tan mostrenco en el debate público. Divide el mundo en liberales y antiliberales, nacionalistas y antinacionalistas, como si no existieran matices.

El último artículo de Vargas-Llosa en El País ha conseguido conmigo justo lo contrario de lo que pretendía: me ha convencido de que no debo guardar silencio con respecto al atropello democrático que se está cometiendo en Bolivia. Soy cauteloso en cuestiones de política internacional. Leo, mi mente dibuja un paisaje más o menos razonable de lo que está pasando y me mantengo a una prudente distancia porque sospecho que, en última instancia, es muy difícil saber qué es exactamente lo que está pasando, especialmente si se trata de un país en el que no he estado y sobre cuyas particularidades sólo sé lo que sabe cualquier persona de a pie. 

Sospecho que Evo Morales no ha jugado limpio en materia electoral, que le han rodeado elementos corruptos, que su relación con el stablishment militar boliviano es tortuosa, que ha desarrollado algunas actitudes autoritarias, que es responsable de la catastrófica defosteración de la Amazonia boliviana de los últimos años... Dicho todo lo cual, creo que el gran problema con Evo es que su política de reapropiación estatal de industrias estratégicas del país, como la extracción del litio o los hidrocarburos, le ha convertido en enemigo de la potencia del Norte. Eso y la peculiar configuración étnica y social del país andino -con una brecha étnoeconómica escandalosa- han sido determinantes para que estalle un golpe de estado cuya legitimidad democrática es un chiste. 

Los datos económicos son abrumadores: bajo el gobierno del MAS, de orientación socialista, la mayoría indoamericana ha mejorado sustancialmente su nivel de bienestar y ha mermado considerablemente la pobreza extrema. Mi conclusión es que la situación de Bolivia dentro del tablero geoestratégico dominado por los EEUU convierte a Evo en un personaje asaz incómodo, lo cual, sin menoscabo de los errores o abusos que pueda haber cometido el propio gobernante, ha propiciado el proceso que ha puesto a la señora Áñez en la Presidencia de la República. 

¿Discutible? Desde luego. Seguramente me ciega mi sesgo ideológico y estoy demasiado obsesionado con el prejuicio de que el verdadero gran problema del mundo son la desigualdad y los abusos que se cometen en nombre de la prosperidad sobre los menesterosos del mundo. Pero, qué quieren, cuando leo este artículo de uno de esos popes de la élite intelectual a los que parece que casi nadie se atreve a poner en su sitio, como poco me siento un poco menos ignorante. 

Veamos. Se burla don Mario de la consideración de "primer presidente indígena" que atribuimos a Morales. Ni es indígena, dice, ni serlo es un valor en sí mismo. Respecto al árbol genealógico de Morales no puedo decir mucho, sólo que tiene más pinta de indio que la Malinche, y sobre todo, que el mundo y quienes le votan le tienen como tal. Respecto a lo del valor en sí mismo de su condición étnica, que Vargas considera un prejuicio racista... ahí demuestra ser tan obtuso como cuando un machista se burla de que las feministas celebren que se elija para un alto cargo a una mujer: nadie cree que alguien sea buen presidente por ser indio, pero es razonable que la mayoría india espere ser mejor atendida con un aimara en la Presidencia. Yo más bien matizaría que lo verdaderamente racista no es haber votado a Evo por indio, lo racista es que, pese a ser mayoría los indios, jamás hasta él hubo un Presidente que no fuera criollo. La nueva Presidenta, por cierto, lo es a todos los efectos... Curiosamente a ella, al contrario que a Evo, no la han elegido los bolivianos. 

Alude el articulista al caudillismo, tan típicamente hispanoamericano, para explicar la deriva autoritaria y corrupta del régimen de Evo, felicitándose de la "bravura" del pueblo boliviano, que tuvo el coraje de decir basta. Curiosamente no le parecen tan bravos a don Mario los habitantes del Alto que se oponen al golpe y a la represión brutal de las fuerzas de seguridad, sin olvidar que fue esa amplia mayoría la que hace tres lustros puso en el poder a uno de los suyos por rebeldía hacia una servidumbre que dura siglos. 

El único problema que ve Vargas-Llosa con el nuevo régimen es el de los 23 muertos. Pero es un falso problema, pues los verdaderos causantes de la tragedia son los partidarios de Evo. Esta afirmación, emitida en forma de sospecha, la realiza el autor sin ninguna prueba, más allá de su convicción de que sus amiguetes son los buenos y los cochinos son siempre los otros. Por afirmaciones mucho menos temerarias, infundadas e inmorales que ésta el diario El País ha impedido volver a aparecer en sus páginas a articulistas que, pese a no tener el Nobel, son bastante más sensatos y valiosos que el autor de "La ciudad y los perros". 

Sigo. Evo no ha practicado el socialismo, "felizmente para los bolivianos", pero ha simpatizado con los demonios rojos del continente. ¿En qué quedamos, Mario? ¿Es malo por ser comunista o por no serlo? Eso sí, Evo ha sido un "vasallo fiel" del castrismo y el chavismo. Lo bonito del proceso reciente es que la docilidad boliviana para con los "déspotas" del continente ha tocado a su fin. Por arte de birlibirloque, el futuro del país es una hermosa democracia como la que practica el "Grupo de Lima", el cual ha superado la esclavitud de las tiranías de izquierda que asolaron a la América Latina. Vivan la libertad y la democracia... a través de un golpe de estado propiciado por la CIA y en favor de las élites del país. Yo no sé si Vargas Llosa se ha vuelto definitivamente idiota o cree que lo somos los demás. 

Más palos, en este caso para el gobierno de México, que ha asilado a Morales. Me permito recordar que una amiga de Vargas Llosa, la señora Thatcher, asiló a Pinochet... no recuerdo grandes críticas del peruano por aquello. En cualquier caso, sospecho que Evo Morales temía seriamente por su vida, y no estoy seguro de que fuera muy desencaminado. 

Ese "dictadorzuelo corrompido", concluye el artículo, no ha sido puesto en su sitio por los occidentales porque los verdaderos racistas somos nosotros, dice el Nobel. Vamos, que si ves con buenos ojos que un aimara gobierne Bolivia eres un racista... Otra pirueta delirante que demuestra lo que sospecho desde hace tiempo, que Vargas Llosa chochea. "Bolivia parecía perdida para la democracia y la legalidad" Los países del eje del mal creían tenerla entre sus garras: "No sabían de lo que este pueblo valiente es capaz en defensa de su soberanía y su libertad". 

Y a donde no llegue la valentía de los bolivianos -los buenos bolivianos, claro- ahí estará Trump para salvarlos del comunismo y para recordar a los indígenas que el destino que Dios les reserva no es otro que el de la servidumbre. 

Las petroleras ya se frotan las manos.

Thursday, November 28, 2019

PRESENCIÉ...



1. Presencié la escena hace un cuarto de siglo. Reunión en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Valencia para decidir horarios de los cursos de doctorado. Yo tenía en frente al octogenario catedrático profesor emérito Fernando Montero, un maestro en todos los sentidos en que a alguien pueda aplicársele el término. Cada uno de los docentes que intervenían imponía sus condiciones, a veces draconianas, para temporalizar las sesiones que habrían de dirigir. Cuando le llegó el turno, Montero fue tan cordial como siempre con sus alumnos y, sobre todo, conciso: "cuando queráis y donde queráis". Es curioso que la virtud de la humildad adorne a menudo a las cabezas más brillantes. 

Cuando escucho a José María Aznar y a Felipe González escupir sus jeremiadas sobre la situación política del país me viene a la memoria aquel anciano venerable. Los dos nos advierten con una prepotencia insultante de lo mal que nos va sin ellos. Como gobernantes son responsables de algunos de los episodios más infames de la historia de la democracia. Juzguen ustedes si fueron buenos presidentes del gobierno, pero no negocio mi opinión a otro respecto: son los peores ex-presidentes imaginables... No han dejado de dar malos consejos a sus sucesores, han vivido a la sombra de las élites financieras que son el cáncer de este país y se han forrado de pasta sin pegar un palo al agua. Ojalá no envejezca yo como ellos y sí como Fernando Montero.  


2. Cada vez que me topo en mi vida cotidiana con un votante de Vox lo que detecto, por encima de cualquier otra cosa, es mucho odio, mucho fracaso, muchos deseos de echar la culpa de su frustración al primer desdichado que pase por delante. Siempre he sabido que existían millones de españoles así; ahora tienen, al fin, quienes desde el Parlamento que no tienen por qué avergonzarse de su resentimiento, de su violencia, de su mal estilo... Sobre todo eso, mal estilo, hay algo desagradable, hay algo desaseado y con mal aspecto en los que viven en el rencor y la intolerancia. Es esa inelegancia lo que refleja la no mirada de Ortega Smith a la mujer que le exigía explicaciones el otro día sobre la silla de ruedas. 


3. Creo que Javier Cercas no es muy consciente de ello, lo cual en cierto modo le ennoblece, pero la categoría de sus novelas le sitúa entre los grandes de las letras españolas. En todas sus entrevistas, por más que no creo que le guste demasiado hablar del tema, detecto que el Procés le ha traumatizado. Si alguien, siendo catalán, desecha la alegría de sentirse orgulloso de Javier Cercas o de Eduardo Mendoza, será un idiota del mismo tamaño que un valenciano que repudiara a Blasco Ibáñez por haber escrito en castellano. Dado que sigo haciendo denodados esfuerzos por entender a los independentistas, les recordaría aquella frase que se atribuye a los cuáqueros: "Un enemigo es alguien cuya historia no hemos escuchado." Voy a leer "Terra Alta", faltaría más. 

4. Veo un documental sobre William Friedkin, quien, pese a la relevancia que en su momento tuvo su anterior película, "French connection", ha pasado a la historia del cine con mayúsculas por la mítica "El exorcista". No soy fanático del film, pero la influencia que sobre la cultura de masas ha tenido es incuestionable. Me encanta ese momento en que la madre revela al sensato Padre Karras su temor de que la niña sea objeto de una posesión diabólica.

-"¿Qué podemos hacer, Padre?
-"Por lo pronto, coger la máquina del tiempo y regresar al siglo XVII". 

La aparición del exorcista, un glorioso Max Von Sydow en el papel del Padre Merrin, ya avanzada la película, adquiere una plasticidad inigualable. No sé si soy el único, pero es ese Merrin al que el demonio convoca para una batalla en la cumbre quien de verdad me aterroriza. 

En el documental, un ya anciano y retirado Friedkin, habla de Cristo y Hitler como los dos personajes más fascinantes de la historia. Uno fue capaz de llevar a sus semejantes hacia los cielos, el otro hacia los infiernos... los dos eran perfectamente comparables en su poder. Dentro de cada uno de nosotros hay un Cristo y un Hitler, quizá tenga razón. 


5. Concluyo el único libro de Francisco Umbral unánimemente respetado por la crítica literaria, "Mortal y rosa". Nunca simpaticé con él, siempre me dejaron un regusto extraño sus artículos, que me parecían astutos pero inútiles. Su envaramiento, que parecía imitado de Cela, le situaba a mis ojos como un tipo tan pagado de sí mismo, tan insoportable y en el fondo tan falto de humanidad como  su protector. "Mortal y rosa", impulsado por la tragedia que supuso la muerte por leucemia de su hijo de seis años, ha dinamitado mi percepción de Umbral como un escritor irrelevante. Al contrario que otros muchos de sus escritos, concebidos como crónicas la mayoría, "Mortal y rosa" no es un texto de ocasión y no parece tener la más mínima pretensión de ser masivamente leído. En un libro feroz, inmisericorde. El dolor se destila por cada una de las páginas con una belleza y una precisión ante la que resulta imposible no conmoverse. Más si uno ha sido padre. 

Pobre Umbral, los cuáqueros tienen razón: me faltaba escuchar su historia.  



Wednesday, November 20, 2019

VILLACAÑAS Y EL IMPERIO

Llevo meses con la idea de escribir sobre "Imperiofilia", el ensayo que Jose Luis Villacañas dedicó al último -y ciertamente exitoso- intento de revitalizar el ideario nacional católico: "Imperiofobia", de Elvira Roca Barea. No lo he hecho porque, finalmente, no he sido capaz de leer el libro de Roca Barea, y sospecho que no lo voy a hacer nunca. Lo he intentado, lo juro, pero me parece un ladrillo insoportable. 

¿Por qué entonces veintitantas ediciones?, se preguntarán entonces. Pues miren, deben ser las mismas razones, me temo, por las que se leyó tanto en su momento a Pío Moa. Hay muchos que se acercan a la historiografía, o a los impostores que dicen ejercerla, con la misma mentalidad con la que un hooligan lee la prensa forofista, esa en la cual te dicen lo que quieres leer, aunque sea mentira. Don Pío dijo, adoptando pose de circunspecto historiador, que Franco nos salvó del caos comunista; doña Elvira dedica su tocho a demostrar que el Imperio español era chupendi lerendi y los creadores de la Leyenda Negra un hatajo de envidiosos. El resultado es que muchos españoles se han sentido confortados al ver confirmadas todas las verdades que les transmitieron, junto a la lista de los Reyes Godos, en las escuelas de la Dictadura, ese próspero y pacífico periodo tan injustamente tratado por la "historiografía académica".  

Este panorama no es solo dañino para la ciencia historiográfica. Lo es para todos, pues en lo que entendemos por identidad colectiva nos jugamos muchas de nuestras posibilidades de convivir pacífica y respetuosamente en el futuro. 

No expondré pues mis impresiones del ensayo de Villacañas, que he leído detenida -y diría que apasionadamente-, pues su objeto es un libro que no he leído. Pero como sí sé lo que piensa la autora, como he leído su contestación a Villacañas y como sé lo que en distintos medios se ha comentado respecto al texto en cuestión, al menos me permitirán ustedes algunas valoraciones que prefiguran mi posición en la polémica que, con gran oportunidad, ha abierto "Imperiofilia". (O habría que decir que la ha reactivado, pues, no sé si lo han adivinado, estamos una vez más ante la grieta que divide a las dos Españas)

En primer lugar, el comentario que hace Javier Santamaría en ABC sobre el particular, definiendo el libro de Villacañas como "libelo",  falta a la verdad. Libelo, según la RAE, no es como él afirma un escrito breve consistente en criticar o difamar a otro autor. La definición de la RAE habla de "denigrar" o "difamar", pero no de "críticar", pues en ese caso casi cualquier ensayo caería bajo la calificación de libelo. Por cierto, el escrito de ABC, pese a su brevedad, sí consiste en denigrar al autor, en este caso Villacañas, cuyo libro me malicio que ha sido leído por el redactor del ABC tanto como el de Roca Barea por mí. Esto es por cierto lo mismo que hace la susodicha en su escrito de respuesta a "Imperiofilia", es decir, basa su defensa en presentar a Villacañas como un ignorante, además de un oportunista que intenta cobrar fama a costa de subírsele a ella a la chepa. 

Lo de la pequeñez intelectual de Villacañas tiene mucha gracia para alguien que, como es mi caso, sabe desde hace décadas de la reputación del personaje en los círculos universitarios, donde se le puede considerar sin hipérbole alguna como un auténtico coloso. Como ustedes son, supongo, ajenos al mundo de la filosofía académica, permítanme una sugerencia antes de seguir. Consulten -basta acudir a Wikipedia- el currículum de Roca Barea y, a continuación, échenle un ojo al de Villacañas. No pretendo que la brillante trayectoria universitaria y editorial de Villacañas sea suficiente para darle la razón. De igual manera, tampoco la evidente medianía de Roca Barea desacredita sus planteamientos. Ahora bien, si la trayectoria de doña Elvira es más o menos igual de cutre que la mía (con la particularidad de que a mí no me apoya Vox), lo que se me antoja como una osadía es replicar a Villacañas alegando que "es un ignorante" o que "busca notoriedad". 

Sin entrar en la polémica concreta entre los dos ensayos me permito unas cuantas consideraciones de pura higiene, aunque solo sea para marcar las distancias con todas estas celebridades del renacimiento nacional-católico, encargadas de suministrar inyecciones de autoestima patria a quienes son lo bastante obtusos como para no entender que aquello de "Una, grande y libre" era una majadería impuesta por un hatajo de patéticos émulos de Hitler . 

1. El nacionalismo español es un planteamiento reaccionario y excluyente. El aserto franquista -"Por el Imperio hacia Dios"- resulta cómico, pero su trasfondo es un esfuerzo insistente y siniestro a lo largo de la historia por estrangular las singularidades, la heterodoxia y el libre pensamiento. Quizá los nacionalismos periféricos vivan enclaustrados en el mito y el agravio permanentes, pero si hay un mito y una historia manipulada por excelencia en la península ibérica esa es la que los reaccionarios han forjado para España. No hay que alejarse de ella por antiespañolismo, sino porque es mentira. 

2. La Leyenda Negra está sin duda exagerada y responde a propósitos tendenciosos por parte de naciones que se forjaron en conflicto con el Imperio Español. Ahora bien, podemos creer si nos place que Fray Bartolomé de las Casas mentía cuando afirmaba que los colonizadores estaban devastando a las poblaciones indígenas en América, que los tercios de Flandes estaban repletos de heroicos Alatristes y no eran bandas de asesinos, o que este país no ha quedado marginado de la modernidad por culpa de la venalidad y la vagancia de las élites feudales y clericales. 

Podemos también ofendernos por ser considerados en la Europa del Norte como el país de la inoperancia (hacer las cosas "a la española" en Francia y otros lugares es hacerlas mal), o negarnos a aceptar que los cuarenta años de franquismo son la certificación definitiva de un fracaso histórico brutal. Quien tenga problemas de vocabulario puede llamarme anti-español, pero, tranquilos, me llaman lo contrario los secesionistas cuando digo estar orgulloso de los comuneros, de Lazarillo y el Quijote, de los erasmistas, de los ilustrados, de la Segunda República o del exilio español en México. 

3. (Tranquilos, que acabo... no me abandonen aún, que el asunto es importante). Villacañas es a menudo asociado a la defensa del luteranismo. Yo creo que lo poco de la modernidad que fue penetrando en nuestro país proviene de fuerzas como el protestantismo, el erasmismo o la Ilustración. A trancas y barrancas hemos alcanzado una democracia de la que no debemos avergonzarnos, lo cual no significa que no haya que cambiarla incluso en aspectos esenciales. Es posible que ser español no sea gran cosa, pero lo prefiero a ser yemení. Y no porque tenga algo contra los yemenís, es solo que prefiero no vivir en la Edad Media ni expuesto a los Señores de la Guerra. Son los esfuerzos de todos aquellos a los que los lectores de Roca Barea desprecian los que han servido para que esto deje de ser el país de "Los santos inocentes". 

Claro que acaso sea esa la España por cuya extinción gimotean los ideólogos de la ultraderecha, esa península extrema y pre-africana en la cual la frase recurrente de la mayoría de españoles era aquella de "a mandar, señorito, que para eso estamos".   








Thursday, November 14, 2019

GOBIERNEN... SI LES DEJAN

Vote al PSOE en las elecciones de abril porque entendí que existía una voluntad real por parte de Pedro Sánchez de formar un gobierno de mayoría progresista en acuerdo con Unidos Podemos. Me sentí traicionado. No albergo la más mínima duda respecto a la culpabilidad de la cúpula socialista en el fracaso de las negociaciones. Las evidencias al respecto me parecen incontestables. Aún no se me ha dado ninguna explicación convincente, y en un caso así uno tiene todo el derecho a pensar mal, máxime cuando se advertía la insistencia del líder socialista en obtener acuerdos con la derecha. Es ésta la razón por la que esta vez he votado a Unidas Podemos. No lo he hecho con entusiasmo, simplemente vi llegado el momento de echarles una mano. No soy del PSOE, tampoco de Podemos, lo que pretendo es que se gobierne desde la izquierda. 

Por qué esta primavera fue tan difícil el pacto. hasta el límite de lo imposible, y porque ha sido tan fácil ahora, es algo que se contesta de inmediato: tras las elecciones de abril Sánchez no quiso pactar, tras las de noviembre sí lo quería. Otra cuestión es saber a ciencia cierta por qué no quiso entonces y por qué sí quiere ahora. 

No voy a calentarme más la cabeza con ese asunto. Nos han hecho perder un tiempo precioso y lo han perdido ellos, que además han puesto en serio riesgo su credibilidad ante una ciudadanía que está harta de que le hagan ver que vota mal. Punto y aparte. Si Sánchez resuelve el crucigrama de la aritmética parlamentaria y logra la  investidura -cosa que está por ver- tendremos un cuatrienio de gobierno de izquierdas, lo cual, por cuatrienio y por izquierda, también está por ver, entre otras cosas por qué no está claro que le dejen. 


Ese es otro de los problemas. A la gente de izquierdas nos disgusta, obviamente, que gobierne la derecha, pero a los de derechas, al menos en este país, les pasa otra cosa: no soportan que gobierne la izquierda. No es solo un problema de los ultra, tan crecidos ellos, y que han hecho bandera de la debilidad de sus convicciones democráticas. Es la derecha española en general, creo que por un franquismo residual pero aún activo, la que no sabe encajar el derecho de quienes piensan distinto a aspirar a ser gobernados con criterios ideológicos que les sean afines. 

Van a verlo ustedes, en realidad lo están viendo ya: al nuevo gobierno le van lanzar a diario sapos y culebras tan solo por respirar. Recuerdo que en tiempos de ZP, seguramente porque yo mismo no creía demasiado en su equipo ni en la consistencia de su discurso, llegué a desear discretamente que cayera, pues se me hacía insoportable la presión a la que era sometido su gobierno. Recuerden las calumnias infames de El Mundo, la bronca y los pateos continuos en las sesiones parlamentarias, los insultos y las descalificaciones diarias. A Sánchez y a Iglesias les va a caer la misma a diario y desde antes de salir el sol. Los mismos que les acusen de una cosa les acusarán de la contraria media hora después. La emergencia de Vox no impondrá el mal estilo y la bronca como novedad, en todo caso garantiza que seguiremos por los mismos derroteros. Esta vez no voy a ser tan pusilánime... Que graznen los reaccionarios, ese será el mejor indicio de que vamos por buen camino. 

Como ven estoy perdiendo mi vocacional determinación a convencer a muchos de mis compatriotas. Hay gente que no tiene remedio. A Sánchez le va a tocar gobernar en favor de los intereses de todos pero en contra de los deseos de muchos. Que rabien. 

Permítanme que concluya con una confesión. Yo, como cualquiera, defiendo mis intereses. En este país, y como consecuencia de la crisis y de la hegemonía del credo neoliberal, se ha multiplicado por cinco el número de ricos. Ese proceso es paralelo al crecimiento exponencial de la cantidad de pobres, y el resultado final es la devastación del Estado del Bienestar y de las clases medias. Se ha aprobado una Reforma Laboral que naturaliza la precariedad. Se ha tolerado que los poderes financieros lleven a cabo la mayor estafa de la historia. Quiero una pensión digna cuando me jubile. Quiero que se entienda que hay que tomar medidas contundentes y de emergencia contra la catástrofe climática. Quiero servicios públicos justos y eficaces. Quiero poder acceder a una prensa independiente. Quiero una fiscalidad honesta y unas instituciones empeñadas en defender los derechos humanos. También para los extranjeros. Quiero que se afronte de una vez por todas el conflicto catalán sin hacer como si no existiera. No quiero vivir en un país que se parezca a China ni a Estados Unidos. Tampoco a Venezuela. Quiero estar más cerca de Dinamarca, de Holanda, de Francia, de Alemania. Quiero, en definitiva, ser gobernado por partidos que entiendan que el mayor mal del mundo es el crecimiento de la desigualdad. 


No se engañen, mi alma alberga sueños, pero no soy un iluso y ya peino algunas canas. El destino de un gobierno de izquierdas siempre es decepcionarnos. Posiblemente éste también nos decepcione. Lo que sí sé es que el país donde quiero vivir no lo van a construir las derechas. Me despido con una frase de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía:

"El modelo de feroz individualismo combinado con el fundamentalismo del mercado ha alterado no solo la forma en que las personas se ven a sí mismas y sus preferencias, sino también su relación con los demás. En un mundo de feroz individualismo, hay poca necesidad de comunidad y no hay necesidad de confianza. En ese orden el gobierno es un estorbo, es el problema, no la solución." 


Friday, November 08, 2019

¿CONTESTAR A VOX?

Son de puro cálculo estratégico las razones por las que los demás partidos no contestan a las provocaciones de Vox. Lo vimos la otra noche en el debate, en el cual estuve más pendiente de la gestualidad de los participantes que de prestar atención a unos discursos que cada vez me suenan más a hueco. Abascal se refirió varias veces directamente a Sánchez... Éste no solo no le contestó, ni siquiera le miraba, aunque conviene señalar que desde hace tiempo el líder socialista no mira a nadie que le increpe, ni en la tele ni en el Parlamento, como si creyera que quienes tenemos algo que reprocharle -seamos o no de Vox- no mereciéramos su consideración ni su respeto. En cualquier caso es muy lógico que uno no quiera entrar en el juego de la ultraderecha: como lo que pretende Vox es enfangar el espacio de encuentro, entrar en debate con ellos, por tentador que resulte, termina ensuciando al que lo intenta. 

Escuché a Pepa Bueno el otro día en la radio decir algo sumamente interesante al respecto: "Vox está cada día más cómodo porque, como todo el escenario político se aboca al infierno, resulta que él ya viene de allí." En este sentido, la formación ultra tiene cierto valor como síntoma, y no deberíamos dejar de atenderlo. Abascal  cuenta con la singularidad de hablar como quien aún cree en la política, como si desde un gobierno hubiera margen de acción para solucionar los problemas de la gente, aunque sea a base de delirantes atrocidades como las que propone. El problema de sus oponentes -y eso él lo sabe muy bien- es que se han ganado a pulso que no les creamos. 

Lo curioso es que Abascal miente incluso más que cualquiera de ellos. Él sabe perfectamente que ni es reversible el modelo autonómico, ni se puede declarar el estado de excepción en Catalunya, ni se puede exculpar a la Manada, ni se puede devolver a los gays al armario, ni se puede acabar con la inmigración... Esto también lo intuyen sus votantes, que es exactamente lo mismo que pasó con los electores de Trump, que sabían que no construiría el Muro con México. Pero es que tampoco se lo exigían, lo que querían es que tuviera huevos para decir que lo iba a hacer. Da igual que un tipo que dice que va a devolver a los inmigrantes a su país no vaya a ser capaz de hacerlo.  La cuestión, si odio a los inmigrantes, es encontrar alguien que sienta lo que yo y no se avergüence en esta plasta de la corrección política donde está mal rechazar a los negros, a los maricones o a las feministas y empiezas a ser sospechoso si te gustan la caza, los toros y los puti-clubs. 

Mi verdadero miedo no es al fascismo, a esa supuesta amenaza de involución que supuestamente afecta a unas sociedades posmodernas con problemas de orientación y de indiferencia política. Pese a la gran afición televisiva por los relatos distópicos, ni Hitler ni Stalin ni Mao van a regresar. No hacen falta, la democracia ha sido domesticada hasta tal punto que las élites pueden seguir felices y tranquilas porque nadie les va a tocar un pelo. 

En ese sentido, Vox no es otra cosa que la excusa que se dan los ricos de este país para llamar a los ciudadanos a la moderación y el pacto. La situación que se presenta es un "win win" para ellos. Si votamos para rechazar a los ultra lo haremos en favor de un gran acuerdo en el seno del bipartidismo para que no peligre la "normalidad"; si estamos tan enfadados que votamos a Vox para hacerles formar parte de un gran frente reaccionario, entonces sabremos que son más que un hatajo de fachas que han encontrado en la incorrección política el truco mercadotécnico para recoger los votos que la "derechita cobarde" se está dejando por el camino en estos tiempos convulsos. 

No se dejen engañar, con Vox no regresará Franco, solo regresará el aznarismo. ¿Bajarán los impuestos? Claro, a las grandes empresas. ¿Acabarán con el estado de las autonomías? No, pero protegerán el centralismo. ¿Acabarán con la escuela pública? No, pero la convertirán en una simple beneficencia para desdichados y protegerán los privilegios de la concertada. ¿Nos obligarán a rezar y llenarán los salones de cruces? No, pero la Iglesia Católica verá reforzados todos sus privilegios. ¿Echarán a los inmigrantes? No, pero los mantendrán en situación precaria, de manera que podremos abusar de ellos a placer sin tener que concederles ciertos beneficios sociales. ¿Acabarán con las ONGs? No, solo con Open Arms y con las que defiendan los derechos LGTB o combatan la violencia de género, que por cierto pasará a llamarse "violencia familiar". ¿Protegerán la familia? No, de hecho harán que la precariedad laboral se incremente, lo que se lo pondrá más difícil a la gente para tener hijos, pero intentarán promover leyes contra la interrupción del embarazo y prohibirán las clases de educación sexual. 

¿Mala gente? Desde luego, son la hez del país. Hace falta ser muy oportunista, muy rastrero y muy mierda para aprovechar la ira de tantos y tantos ignorantes que gimotean en los bares achacando sus males a los moros y a los maricones para crear un partido político cuya único auténtico principio es el del odio. Ya sé que Vox es votado por algunos a los que les va muy bien en la vida, pero sospecho que la mayoría son como ese vecino mío con trabajo precario al que dejó la mujer hace unos años y que se pasa el día enfadado con el mundo, ignorante de que el mayor causante de sus desdichas es él mismo. 

Por lo demás, nada nuevo bajo el sol. Vox es la derecha con otra cara, y su programa es simplemente el mismo que aplicaron en su momento Rajoy o Aznar. No temo más a Abascal, Ortega Smith o Monasterio que a ellos dos, o a Aguirre, a Wert, a Rato, a Zaplana, a Acebes... O a Trump, claro.


Friday, November 01, 2019

FRANCISCO

En una ocasión se me ocurrió, en una mesa repleta de votantes de izquierda, elucubrar sobre la pervivencia de las bases éticas del cristianimos en las desclericalizadas sociedades posmodernas. Un ortodoxo anarquista me reprochó la iniciativa. "La religión dominante no ha hecho", decía este revolucionario de tercera, "...sino aplanar las mentes, imponer la obediencia y estrangular otras creencias mucho más valiosas y creativas". 

Sin perjuicio del interés por ciertas espiritualidades históricamente minorizadas por la ortodoxia, creo que la controversia es particularmente estéril. Podemos compartir con Marx la especie de que la religión es el opio del pueblo. O hacer caso a Nietzsche y sospechar que el cristianismo triunfa como venganza de los débiles y los resentidos, enemigos de todo aquello que en el mundo es bello y tiene auténtica vitalidad. Sin embargo, y como Nietzsche sabía mejor que nadie, la base moral de la civilización europea es tan judía como grecolatina. Queramos o no, nos abrimos al mundo desde pautas que provienen del cristianismo, lo cual es independiente de si creemos en Dios o detestamos al clero. 

Este reconocimiento no es incompatible en mí con el hecho de que el Altísimo nunca tuvo a bien deslumbrarme con su Luz. Tengo la intención, cuando llegue mi hora, de afearle la conducta reprochándole lo mucho que ha hecho para impedirme creer en Él, pero como no existe... temo que el plan es en vano. No es solo que no le creo, es que la hipótesis misma de su Existencia me parece una contradicción en los términos... Dios no puede Ser, su Presencia no se me hace dudosa, se me hace inconcebible. 

Ahora bien, que yo tenga la plena certeza de que se trata de una leyenda no cambia la evidencia: somos cultural y moralmente legatarios del Crucificado. Me creo pues en la obligación de exigir a las autoridades educativas una reeducación en el hecho religioso, pero entendido en sentido cultural y no, como hasta ahora -y como pretende ese monstruo venenoso que es la jerarquía eclesiástica- como adoctrinamiento. 

Añado la petición a ustedes de autoridad para lanzar una pregunta: ¿podría el cristianismo haber tomado unos derroteros diferentes?

En los últimos días -no sé si es que presiento la cercanía de la Navidad- me he dedicado a leer sobre los cátaros, además de recuperar una de las grandes películas de Roberto Rossellini, "Francisco, juglar de Dios". Algún día les hablo sobre los cátaros, y por cierto no desde alguna de esas novelas tan leídas y tan olvidables que escriben, por lo general, tipos tan avispados y tan complacientes para el lector como el ínclito Dan Brown, ese que tan nervioso puso al Vaticano con sus gansadas sobre María Magdalena y los Illuminatti. 

Rossellini no decepciona jamás, tampoco el Santo de Asís. Ni desde el más desaforado de los cinismos podemos ignorar que en el franciscanismo la cristiandad encuentra la fórmula del amor puro. El amor como forma revolucionaria, pues, en la medida en que "il poverello" y sus discípulos se dedican sin titubeos ni excusas a su proyecto pacífico por hacer un mundo menos inhóspito, no hay manera de encontrar reproches como los que dirigimos a quienes ocultan su condición lobuna tras la piel del cordero. No hay hipocresía en San Francisco, lo cual le convierte en una anomalía salvaje dentro de un movimiento tan repleto de hipócritas como es el cristianismo. El de Asís sabe ser generoso con todos los seres de la Creación, hasta los supuestamente más insignificantes, precisamente porque también sabría cómo hacer el Mal. Conviene saber a este respecto que Francisco fue hijo de un rico mercader y entregó su juventud a una vida disoluta y hedonista. Después halló su verdadera vocación... y se entregó a ella sin remilgos hasta su última hora, llegando incluso a la temeridad de viajar a Egipto con la intención de convertir a los musulmanes. 

Siempre he sospechado que Francisco y su Orden fueron un incordio para la jerarquía vaticana. Un grupo de hombres viviendo en la pobreza y la mendicidad para cargar en todas sus consecuencias con el mensaje evangélico, qué escándalo. En los tiempos en que Francisco y sus fieles se dispersaron por el mundo para compartir con todas las criaturas la alegría de la fe, el clero afín a Roma ya había naturalizado la corrupción y vivía a lomos de unos diezmos que constituían, además de una estafa, una humillación. La aparición de las órdenes mendicantes fue aceptada en Roma a trancas y barrancas y, como insinúa Umberto Eco en "El nombre de la rosa", anduvo cerca del estigma de lo herético. 


¿Es Francisco el verdadero, y en cierto modo el único, seguidor de aquel Yeshua condenado por el Sanedrín? No sé si, como a Toni Negri, en mi opinión el más fascinante de los marxistas actuales, Asís es el lejano inspirador del comunismo en Occidente. Tampoco si, como interpretan muchos historiógrafos, las órdenes mendicantes surgidas en la Baja Edad Media recuperaron la autoridad moral de la Iglesia en un tiempo en el que la plebe empezaba a verla, con toda razón, como un poder venal y opresivo, más empeñado en extender su poder y cobrar abusivos diezmos que en predicar la paz y la pobreza. Lo que realmente me pregunto es si lo que puede quedar del mensaje franciscano está entre quienes hoy viajan a África para luchar contra el ébola, los adolescentes que se manifiestan contra el cambio climático o los activistas que continúan reuniéndose en los aledaños de las Cumbres de los amos del mundo para reclamar, pacíficamente, un mundo más justo y habitable para todos. 

Esa huella de Francisco sigue siendo incómoda. Por eso su espíritu no deambula entre claustros ni salones de sátrapas e intrigantes con sotana. No le busquen ahí, no le encontrarán.   

Thursday, October 24, 2019

FRANCO

Me pregunto si, en el supuesto de alcanzar la condición octogenaria, pasaré las décadas que me quedan sin poder afirmar que el virus del franquismo está, al fin, erradicado.

Cuando un ayuntamiento socialista derribó la estatua ecuestre de la Plaça de l´Ajuntament de València -hasta muy poquito antes Plaza del Caudillo-, se montó un pifostio considerable con los fachas... Eran los mismos que acudían cada veinte de noviembre a su cita con la nostalgia en el Valle, donde, después de hacer las plañideras un ratito, echaban la culpa de sus males a la democracia, a las autonomías y a las demás instituciones infernales del contubernio judeo-masónico. Dado que estoy hablando de aproximadamente el año ochenta, aquello tenía bastante lógica. En cuanto a la que se monta ahora con la tan cacareada exhumación del cadáver del dictador... hace tres décadas, la verdad, no me la habría imaginado, de manera que tampoco soy capaz de garantizar que dentro de otras tres, cuando todos los que de verdad vivieron el Régimen estén tan muertos como su líder, seguirá habiendo quien tenga ganas de homenajear al que ha sido sin duda uno de los peores asesinos de masas del siglo XX. 

Una pista buena para explicar lo que a mis ojos constituye un fenómeno sociológico es el carácter de anomalía que tiene esta península pre-africana incorporada tardíamente y a trancas y barrancas a la modernidad europea. Como sabemos aquí  hizo falta matar, exiliar y aterrorizar a millones de republicanos para apuntalar el Régimen, mientras que, por ejemplo, en Alemania, pese a la unanimidad casi total que consiguió el nacional-socialismo, la posibilidad de mantener hoy una sola estatua o el nombre de un callejón en homenaje a los nazis no llega ni a la condición de broma macabra: simplemente no se plantea, por la misma razón por la que en Londres no le dedican una calle a Jack el Destripador ni en Pamplona a la Manada. (Y sí, soy muy consciente de lo atroz de la comparación que acabo de efectuar)

No tengo dudas respecto a la exhumación del Dictador: es una buena noticia para la democracia porque abre un espacio de normalidad que puede ayudar a poner al día otras muchas singularidades de nuestra joven democracia. Podríamos empezar por investigar el patrimonio de los herederos del tirano y seguir por la aplicación efectiva de la Memoria Histórica o el procesamiento de los torturadores del Régimen. 

Este escrito no está, sin embargo, dirigido desde el rencor. No se engañen, no es que no sienta rencor, a pesar de que cuando murió el Caudillo yo era un crío que solo se alegró por la semana de vacaciones que nos dieron, lo que entre otras cosas nos libró por unos días de las hostias que nos soltaban los maestros a sueldo de los curas de mi colegio. Más allá del tedioso debate sobre si el franquismo fue un régimen autoritario o fascista, la verdadera gran diferencia con Hitler o con Mussolini radica en que aquellos perdieron su guerra, mientras que aquel ganó la suya. Y ya saben, la historia la escriben los vencedores. Durante cuarenta años, además de silenciar a los opositores a los que no había asesinado u obligado a exiliarse, Franco diseñó un feroz aparato de represión y adoctrinamiento cuyos efectos aún perduran. Eso explica por qué aún encontramos por todo el país rastros de homenaje a los bárbaros, convirtiéndose en poco menos que una temeridad cada iniciativa de sacar una estatua de una plaza pública o cambiar el nombre de una calle. ¿Se imaginan una Plaza del Fuhrer en Dusseldorf o una esvástica presidiendo el frontispicio de la Iglesia del Ku´damm de Berlín? 

Pero mi profunda aversión al franquismo no es el tema de este escrito. Lo que de verdad me vengo preguntando desde hace mucho es porque continúa conservando tantos y tan irreductibles adeptos. 

Tengo una teoría. Este país, como tantos otros, se ha caído en la modernidad a empellones y sin delicadeza. El paso de una España atávica y feudal a una sociedad abierta no ha cubiertos los pasos intermedios ni ha marcado los tiempos que la Historia -con todas las tragedias que se quiera- sí respetó en las naciones que han liderado la modernidad en Occidente. Estoy tan convencido como los republicanos de los años treinta -aunque sin el heroísmo de aquellos- de que España solo será un país digno el día que se quite de encima toda esa mugre espantosa de clérigos e hidalgos que nos han convertido, a los ojos del mundo, en un país dominado por la incompetencia y el fanatismo. 

Y sin embargo, yo, como cualquier adulto, comparto con los franquistas la tentación de la nostalgia. No es, obviamente, el Régimen lo que añoro, pero soy ya una persona con medio siglo a cuestas, y como cualquiera que peina canas, asisto con pesar y desconfianza a la devastación de muchas de las instituciones, costumbres o valores que me transmitieron las generaciones anteriores y que constituyen eso a lo que llamamos la tradición. 

Mi diferencia con esos nostálgicos que hoy lloran por la "profanación" radica en que la paz y la seguridad que ellos añoran es la de los cementerios, la de la humillación, la de los privilegios. Advierto con sensación de vértigo que muchas cosas que merece la pena conservar están hoy bajo amenaza. Temo, sin embargo, que la juventud que muchos ancianos reaccionarios de hoy en día recuerdan como un paraíso era una en la que todo parecía estar en orden, las biografías eran previsibles y la cadena de mando no era cuestionada.  Para los franquistas, la incertidumbre de la que hoy abominan es la de las mujeres que protestan airadas contra los asesinatos, los derechos que impiden que se torture y asesine a quienes perturban el orden en las calles con pancartas y huelgas, los maricas que hoy van por la calle orgullosos de lo que son y no escondiéndose como antes, los derrotados de la Guerra que exigen que se restaure el honor de sus abuelos, los inmigrantes que llenan nuestras ciudades de niños de tez oscura... El desorden es siempre inquietante, pero a menudo esa inquietud es el precio que debemos pagar por tener una sociedad abierta y no basada en el terror, el silencio y la humillación de los disidentes. 

Arias Navarro dijo algo muy importante aquella mañana en que la fanática falangista de mi abuela lloraba sin parar: "... Franco ha muerto". 

Ojalá sea verdad, ojalá lo sea de una vez.