Saturday, June 30, 2007






LOS EXCLUIDOS




No hay muchos personajes que susciten en mí tanta aversión como Rita Barberá, alcaldesa de Valencia desde tiempos inmemoriales. Cada decisión, cada anuncio oficial... aparece cargado de una autosatisfacción obscena, como lanzada a la cara de esos malos valencianos que no la amamos, resentidos por no vivir acostumbrados a que nuestros vecinos nos jaleen hasta cuando nos tiramos un pedo. Para muchos, R.B. es la alcaldesa de la America´s Cup, la Ciudad de las Ciencias y los Paella Building... Es, ciertamente, todo eso y también la dama que intentó cargarse el Jardín Botánico con un hotel rascacielos, la que reivindica petardos para todos o la que odia a cualquier grupo de vecinos a los que les dé por recordarnos que Valencia es algo más que un parque temático para poner las clóchinas a precios de turista o un solar donde asegurar el forraje de los amiguetes constructores. Ya nunca dejaré de asociar a este personaje esperpéntico con una imagen de portada de periódico el día en que un tribunal le dio carta blanca para empezar a derribar el Cabanyal: gritaba con la manos al viento, resollando como un jabalí, embriagada por la euforia de haber aplastado a esos malos convecinos que se han empeñado en que la ciudad es de la gente y no de los especuladores. Pudo tirar algunas casas -"excelente, Smithers," diría esta Mr Buns (ver Los Simpsons) enfundada en vestido rojo a alguno de sus siervos del ayuntamiento cuando empezaron a rugir las excavadoras- pero ha llegado la Copa América y la prolongación de Blasco Ibáñez no ha podido hacerse, mientras el barrio sigue en pie. Fue la gente de Salvem el Cabanyal la que, finalmente, en silencio y sin alaridos de jabalí, terminó ganando la batalla, de igual manera que fueron los Salvem el Botánic los que le fastidiaron el hotelazo del Solar de Jesuitas. Temo que no correrán la misma suerte quienes luchan en Benicalap contra el nuevo Mestalla, los que en Alboraya defienden lo que queda de la huerta y tantos otros cuya decidida empresa de extender la conciencia cívica contra la depredación acabarán probablemente en el fracaso. Pese a todo, es preciso luchar siempre contra estos mandarines, o cuanto menos saludar con admiración a todos aquellos hombres y mujeres que en su día tuvieron el coraje de decir No y aguantar a pie firme.


Dejen que les cuente una pequeña historia, menos conocida que la de las tropelías más mediáticas de nuestro querido ayuntamiento, pero acaso más significativa. Es común que, cuando el supermercado que hay abajo de casa de mis padres cierra sus puertas por la noche, grupos silenciosos de personas se arremolinen junto a las puertas para recoger de los contenedores todo tipo de productos que todavía son perfectamente aprovechables: yogures o bricks de leche recién caducados, fruta y verdura que empieza a perder su inicial aspecto lustroso... Por lo que sé, este tipo de fenómenos nocturnos son fácilmente observables en una ciudad como la nuestra a poco que uno mire con detenimiento. Acaso sean no obstante espectadores lo que menos desean estas personas. No son yonquis, no huelen mal ni van vestidos con harapos... son por ejemplo parejas de ancianos bien vestidos, a veces acompañados de algún niño, mujeres que probablemente viven sólas... Son personas a las que se enseñó desde niñas, seguramente en colegios donde compartieron pupitre con gente
como Rita Barberà, que nada es más vergonzoso que la pobreza. Es posible que su mísera pensión o el abandono de su familia les tenga en la miseria, pero acaso morirán de hambre antes que mendigar. Su pobreza les parece inconfesable e indigna a ellos mismos que la sufren, por ello es acaso peor que la de los negros de patera que han construido un parque temático de la exclusión bajo el Puente de las Artes.


Una noche apareció un camión "especial" que se encargaba de recoger directamente todos estos desechos de los supermercados. Los habituales que reciclan todos esos yogures y frutas tuvieron que volverse a casa con la cabeza baja, como una legión derrotada que se dispersó sin atreverse a protestar rumbo a sus casas.
Mi padre preguntó al "encargado" de la recogida que por qué no dejaban a aquellas personas llevarse lo que necesitaban. Éste le contestó ufano que se trataba de un "servicio nuevo que ha puesto el ayuntamiento para evitar estas escenas desagradables que se producen." Mi padre trató inútilmente de hacer ver a aquel hombre el mal que estaba haciendo, a lo que éste contestó con evidente fastidio que lo que debían hacer aquellas personas es irse a la Beneficencia a mendigar, añadiendo alguna memez más del tipo "y usted colabore con Cáritas o alguna asociación por el estilo si tanto le preocupan los pobres".


¿De qué nos extrañamos? Tenemos la ciudad que queríamos. Los barrios están llenos de mierda de perro, la vivienda es más cara que nunca, se construye más y más pese a la infinidad de viviendas desocupadas, la huerta es sustituida por cemento, la saturación del tráfico se alivia con nuevas vías de by-pass y subterráneos de parking. Eso sí, hay Copa América, delfines en el Oceanogràfic, italianos comiendo clóchinas en nuestros bares y un nuevo estadio para el Valencia que, dicen, va a ser la envidia de Europa. Sí, la verdad es que un espectáculo poco deseable el de los que rondan los supermercados por la noche. Fuera de nuestra vista.


Dejenme que les lea algo de Zygmunt Bauman, autor por el que tengo especial debilidad:


"Los excluidos de la nueva modernidad líquida no han sido acusados por un nuevo tribunal de justicia, ni han recibido sentencia ni se les ha leído condena alguna en contra. No se les ha arrojado exactamente por la borda: se han caído, más bien, del navío o no han podido seguir su marcha. Forman la infraclase de una sociedad que se vanagloria de haber eliminado las divisiones de clase, pero que preserva el recuerdo de éstas en la separación que efectúa entre los perdedores en el juego del consumo (obligados a irse del casino por su propio pie o echados a la fuerza) y los ganadores y los jugadores consumados que disponen de un suministro respetable de dinero que los convierte en solventes." (Bauman, Z. Vida líquida)

Monday, June 18, 2007


UN HOMBRE SÓLO


El pasado domingo, cuando el Mallorca se adelantó en el Bernabeu, ya eran atronadoras por unánimes las voces que clamaban contra Fabio Capello, al parecer máximo culpable de cada gol que le marcan al Madrid, de que su presidente sea medio idiota, de las corruptelas de los concursos de misses y de la pertinaz sequía. Capello cae mal, tiene esa insolencia distante que los madrileños suelen interpretar como agravio, acostumbrados como están a que sus invitados lleguen con pinta de siervos y se marchen como tales, melancólicos por sospechar que no han estado a la altura del club más grande de la historia pero felices por subirse en el avión de vuelta con los bolsillos repletos. Otros antes remediaron el problema buscándose amigos en el poderosísimo lobby mediático del madridismo, pero no es el estilo de Fabio, cuya imagen, ora caminando en solitario por los recovecos del tunel de vestuario, ora contestando con un gesto obsceno a los insultos que desde la grada le propinaba algún imbécil, apunta a que es uno de esos tipos que se ponen la gasolina sin ayudas.

No soy, en absoluto, seguidor del Real Madrid, pero creo que hay algo bueno que aprender de este final de liga. Ya hace años que me viene pareciendo no sólo un mal club, sino la negación de un club de fútbol. Si Mendoza y Sanz degradaron la imagen de la casa con sus maneras de chulos de barrio y nuevos ricos, y con una concepción de la gestión empresarial que llevaría a la quiebra en dos años a Zara o El Corte Inglés, Florentino Pérez fue la esencia misma del Presidente indeseable. Taimado, hipócrita, carente de la gallardía suficiente para no delegar sobre sus empleados cuando llegaban los marrones y para aguantar en el puesto cuando sus propios desaguisados tenían peor arreglo, F.P. creó un modelo de club -el llamado "de los Galácticos"- que hizo que desde los equipos europeos más serios se considerara al Real Madrid como "un puro circo". Cada año, una super estrella de talla mundial. ¿Que llegaban elecciones? Y ahí estaba Floren prometiendo un nuevo galáctico que le permitía arrasar en las urnas al guapo que se le pusiera por delante. Su palmarés, ridículo en relación a lo invertido, no es óbice por increíble que parezca para que muchos continúen considerándolo como poco menos que un revolucionario del fútbol, más o menos los mismos que en su momento hablaron del espantajo de Jesús Gil como "un adelantado a su tiempo". Ironías de la vida: curiosamente lo fueron, pues ambos crearon las sendas para que, convirtiendo a los clubs en empresas de especulación inmobiliaria, los demás siguieran sus pasos, lo cual demuestra que es todo el sistema -y no me refiero sólo al fútbol- el que en este país está corrompido.

Y en esto llegó Capello. Su fórmula para el éxito es exactamente la misma con la que diez años atrás hizo igualmente campeón a un Madrid que tenía tan pocas hechuras de equipo hegemónico como ahora: conceptos tácticos sencillos, disciplina estajanovista, preparación física intensa y, lo más importante, un clima de trabajo donde no tienen sitio ni los débiles ni los cobardes, por más que algunos de ellos cuenten con el favoritismo de As, Marca, la Ser, Antena 3 y demás Prensa Oficial del Movimiento. Este razonamiento sirve para explicar por sí solo por qué futbolistas de una pieza y curtidos en la pólvora de mil batallas como Helguera, Cannavaro, Emerson o Diarra han sido tan importantes para este equipo. Por increíble que parezca, se les ha fustigado desde el principio hasta el fin de una campaña en la que, junto a otros menospreciados como Van Nistelrooy -quien sin aspavientos ha superado de largo al gandulazo cebón de Ronaldo- , le han dado al Madrid mucho más de lo que merecía. De nada sirvió para esa prensa en el match final que el Madrid hubiera sacado adelante sistemáticamente los últimos partidos haciendo equilibrios en el alambre, sobreponiéndose a resultados adversos para bogar río arriba y terminar huyendo del precipicio: en cuanto marcó el Mallorca empezaron los ladridos contra Capello, Emerson y Diarra, además de pedir el regreso de Guti, uno de esos ídolos con pies de barro -¿no les gusta su pelito tintado?- con los que el madridismo se intoxica cíclicamente desde Butragueño. Al final ganó el Madrid como venía haciéndolo desde hacía meses: es así, sufriendo, resistiéndose a la derrota, como se forjan los grandes equipos.


Un importante sector de la prensa deportiva española mostró tras el Mundial su frustración -incluso su rencor- por el triunfo de Italia. Aquella "porquería de equipo" -cito textualmente a Santiago Segurola- ganó el título porque aguantó sin descomponer la figura los numerosos momentos de dificultad por los que se pasa en un campeonato de este tipo. Dato significativo: un equipo a la italiana, el Real de Capello, ha ganado la Liga española, un italiano -el Milan- ha obtenido la Champions. Los equipos "dulces" -de los cuales Brasil es la cabeza y España la cola- hacen un fútbol primoroso y arrasan a sus rivales cuando el viento sopla a favor y los rivales les hacen el pasillo, pero les tiembla el pulso cuando los cielos se oscurecen y lo que hace falta es gente con agallas para mantener la nave al pairo. Son hombres los que ganan los títulos, pero la gente como Segurola o su amigo Valdano quieren que ganen los niños, por eso les encandiló tanto el proyecto de Florentino, capaz de ilusionar a la gente con el más absurdo de los proyectos: adquirir por cifras astronómicas a estrellas que eran cualquier cosa antes que jugadores de fútbol.

La familia Beckam es en este sentido el mejor ejemplo de en qué se ha convertido el Madrid. Sus problemas con Capello, cuya formación moral no se aviene a tener en su ejército a un tipo que viaja varias veces a su país cada semana, han acabado por alejarle de la órbita del Madrid, como ya sucedió con Ronaldo y con otros. Dudo mucho sin embargo que este sea el rumbo de los acontecimientos si el Presidente Calderón -quien ofrece todas las trazas de un perfecto tontaina- decide hacer caso al corifeo habitual y se carga al único entrenador que jamás le ha fallado al Real Madrid. En ese caso puede imitar a Florentino Pérez y dilapidar el tesoro madridista fichando nuevos galácticos. Y no debe descartar recuperar a Victoria Beckam y -ya puestos- a su futura amiga en Beverly Hills, la simpar Paris Hilton.


Quienes amamos este juego seguiremos creyendo que el esfuerzo -en el futbol como en la vida- es la clave del éxito. O por lo menos del honor. No volverá el Madrid de Di Stefano, aquel que empezaba perdiendo y se revolvía orgullosamente contra la adversidad para terminar haciendo morder el polvo al que se pusiera por delante. Lo de ahora les ha recordado a algunos a aquella época dorada, pero sospecho que sólo es un pálido reflejo. El Madrid con mayúsculas ya sólo es una leyenda, ahora es un producto del consumo, una marca "molona" que se dejó olvidada en algún armario de recuerdos las viejas virtudes que le hicieron grande en la historia.