Thursday, February 28, 2019

MATHEW LIPMAN Y LA FILOSOFÍA PARA NIÑOS

Imparto por primera vez en mi vida un taller de filosofía para niños. Es un aula de segundo de Primaria en un colegio público, los protagonistas del taller tienen siete años. La maestra que me ha invitado se llama Vanesa. Creo que es magnífica. Mi estilo es muscular, enérgico, alzo la voz a menudo para hacerme oír. De forma acaso inconsciente persigo mantener la atención del grupo, lo que al cabo de una hora y media me deja casi agotado. Vanesa, por el contrario, es apacible, sabe lo que quiere y persevera a cada momento para conseguirlo. Lo que ha conseguido en estos dos años con ese grupo -por cierto muy numeroso y con una enorme diversidad- me parece admirable. Algún día esta sociedad descubrirá lo que le debe a quienes trabajan con nuestros niños. 

"Filosofía para niños" es en realidad el nombre de un proyecto ambicioso y de largo recorrido iniciado por Mathew Lipman, quien se inspiró en John Dewey, uno de los más grandes pensadores del siglo XX y pater familias de las corrientes de renovación pedagógica que tanto han hecho por la democratización de la escuela en Occidente y que han sido a menudo tan maltratadas y confundidas. Conocer el trabajo de Lipman y muchos de sus seguidores, y haber tenido el placer de ver esa joya del documental llamada "Ce n´est qu´un début" ("Sólo es el principio") han transformado mi visión de la enseñanza de la filosofía. 

Durante décadas rehuí las aulas de primer ciclo de Secundaria, ocupadas por preadolescentes. Entendía que la madurez que exigen las abstractas enseñanzas de Platón o Descartes se avenían mal con el cerebro infantil. Mis primeras dudas surgieron a vueltas con la polémica sobre la Educación para la Ciudadanía, asignatura hoy extinta en la LOMCE y que lanzó en su momento el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Una compañera, fanática opusdeísta, me espetó airada en un claustro que lo que pretendíamos con esa asignatura era "adoctrinar a los niños en la ideología del género". Añadió -y esta es la clave- que si por ella fuera también eliminaría la asignatura de Ética. Entonces lo entendí. Como la Iglesia sólo asume la moral desde el adoctrinamiento, su objetivo es eliminar a cualquier posible rival. Aquella idiota ignoraba algo esencial: la Ética problematiza la moral, plantea la reflexión sobre la fundamentación de los valores que rigen la conciencia e impulsa la autonomía moral de los sujetos. Lo curios es que, pese a lo ridículo de su razonamiento, daba en el clavo, pues si nos acostumbramos desde niños a actuar como librepensadores, los titulares de las grandes confesiones corren el riesgo de perder su autoridad. Es la vieja historia del mito y el logos, tan antigua como la filosofía, tan antigua como la civilización misma y, por ende, como la democracia inventada a orillas del Egeo. 

A lo largo de mi carrera he observado que los alumnos de bachiller más impermeables a mis clases esquivan los desafíos fundamentales a los que les someto: leer y analizar textos, construir disertaciones y participar en debates planteando posiciones argumentadas. Estos alumnos aspiran a aprenderse de memoria la última noche un supuesto corpus teórico, vomitarlo en el examen por la mañana y olvidarlo de inmediato para pasar a otra cosa. 

Desde que conozco a Lipman me pregunto si el problema, que afecta en realidad al conjunto de las materias académicas, no empieza en Primaria. Si ustedes ven "Sólo es el principio" acaso se sorprendan. Yo lo sé porque tengo un hijo de siete años. Los niños son capaces de elaborar discursos. Construyen cosmovisiones porque sin ellas es imposible ingresar en la razón y, por tanto, en la comunidad civilizada. 

Mi propuesta en clase de Vanesa siguió las pautas más sencillas de Lipman. Cada participante, empezando por mí, se presenta con su nombre, lo sustituye por el nombre que le gustaría tener, y añade un dibujo o símbolo que de alguna manera les identifique. Berta dibujó a su gato y se hizo llamar "gato interesante". Ángel, un niño de origen colombiano, se hizo llamar "El Rata". 

A continuación los niños sacaron de un cofre una batería de preguntas escritas en etiquetas. "¿Cómo se llama tu madre?", "¿qué has comido hoy?", "¿por qué los osos polares son blancos?", "¿cuántas son seis más siete?"

La siguiente batería de etiquetas contiene preguntas como "¿qué es el amor?", "¿por qué tenemos envidia?", "¿puede una chica jugar bien al fútbol?", "¿en qué se diferencian una persona negra y una blanca?"... Los niños tardan poco en entender que estas nuevas preguntas -al contrario que las anteriores, que demandan respuestas sencillas y obvias- son preguntas abiertas, requieren reflexión y abren la posibilidad del debate y el disenso. 


La tecnocracia y la cultura del consumo y la pasividad ciudadana quieren acabar con la filosofía porque una sociedad diversa y conformada por librepensadores perturba la lógica de la obediencia y la sumisión. Mi propuesta es no solo recuperar la enseñanza de la filosofía en la Secundaria y el Bachiller... Yo, siguiendo a Dewey y Lipman, la extendería a las escuelas. Juzguen ustedes.  

Wednesday, February 20, 2019

EL TRAMPOSO ERES TÚ

Explica Guy Debord en su célebre y profético ensayo que el espectáculo no es una simple representación, sino una Weltanschaaung o, para que nos entendamos, una concepción hegemónica del mundo y un vector básico de socialización. No es que las relaciones entre humanos amplíen su difusión mediante el espectáculo, sino que éste toma el lugar de aquellas, simula que son ellas, con lo cual consuma el perfecto asesinato de lo social, pues no se descubre su cadáver. Hemos sido engullidos por la pantalla, los media aniquilan las relaciones humanas, pero como todo transcurre ahora dentro de ella, creemos que lo social resplandece más que nunca. De esta forma, y dado que el espectáculo sólo es simulacro de socialidad, el cadáver teledirigido de lo social se apodera de la vida humana precisamente para neutralizarla, para desactivar sin solventarlos sus conflictos y contradicciones. 

Veamos. Programa "Chester in love", Antena 3. El presentador, Risto Mejide, que ha hecho fortuna en la tele por sus habilidades como impertinente fustigador de concursantes, es decir como showman, más que por sus virtudes como entrevistador, convoca a su sofá al "intelectual" Arcadi Espada. 

Que un personaje tan irrelevante obtenga líneas a menudo es de entrada preocupante. No estoy demasiado seguro de si Espada cree todas las barrabasadas que dice. De lo que no tengo dudas es de que ejerce de baladrón y bufón mediático porque con ello adquiere notoriedad y fortuna. Le va bien así, como le va bien a otros cuantos que deambulan por La Sexta, el diario El Mundo o similares con la misión de proporcionar titulares escandalosos y calentar al personal. Espada responde perfectamente al perfil habitual: antiguo militante de extrema izquierda, desencanto convertido en cinismo, el rechazo a la supuesta corrección política, desplazamiento hacia posiciones reaccionarias... todo muy previsible, muy aburrido incluso.  No hay más, son gente sin talento ni calidad humana para otra cosa que no sea hacer de tonto útil en las tertulias, generando la simpatía de los sectores más resentidos de la sociedad, o haciendo sentir a los "correctos" -léase Ana Rosa Quintana o el propio Mejide- que su conciencia es más limpia e higiénica. 

Como pueden observar, no soy sospechoso de afinidad con el personaje. Sin embargo, a los pocos minutos ya emerge la sospecha de que lo que le ha planteado Mejide es una encerrona. Comparece en representación del feminismo, del que Espada se presenta como azote, la veterana Lidia Falcón. Ridículamente encaramada a un púlpito en frente del sofá, reprocha al invitado sus supuestas intervenciones en favor de violadores, acosadores y maltratadores. Completamente alejado de la deontología del entrevistador, Mejide toma sistemáticamente partido en contra del entrevistado, acusándole de tramposo e irrespetuoso... No hay en Espada una sola subida de tono, es el contenido de sus intervenciones lo que el presentador considera repulsivo. La pregunta que uno se hace entonces es inevitable: ¿por qué entonces lleva al programa a un tipo que es célebre por defender ideas abyectas? 

El paroxismo de la espectacularización televisiva se desata a continuación. Se reprocha a Espada una intervención despreciativa frente a quienes a sabiendas traen al mundo niños con síndrome de Down. Se sube al dichoso estrado un señor afectado. Lloroso, apenas puede articular palabra. Cuando se otorga a Espada la oportunidad de contestar demanda al presentador que le deje hablar el tiempo que sea necesario sin interrupciones, exactamente igual que él ha hecho con el otro invitado. Mejide lo expulsa del programa. Cuando se marcha, Espada alega: "el tramposo eres tú". 

Miren, a mí me causan un profundo desprecio los tipos como Arcadio Espada. Hay algo muy turbio, muy tenebroso en esa mirada torva y ese hablar engolado. Es un indigente moral, y como todo indigente, produce una mezcla de asco y lástima. Reconozco en su porte algo que que proviene de los peores recovecos del corazón humano y que se manifiesta en el ideario que exhibe en diarios y televisiones.  Espada es un tipo dañado, uno de tantos que será olvidado y que irá a parar a la fosa común de la insignificancia a la que nos vemos abocados los que apenas hemos hecho nada en la vida. 

Pero no, no es el bueno de don Arcadio el desencadenante de mi escrito. ¿Nos damos cuenta de la naturaleza del show televisivo que se nos ofrece? Dice Mejide durante la entrevista que le "hierve la sangre" con las opiniones del entrevistado. ¿Por qué entonces -vuelvo a preguntar- lo sienta en el Chester? Yo contesto: para proporcionarnos el miserable espectáculo de su escarnecimiento. Espada es una patética criatura del show bussiness, pero Mejide también, y no de mejor calaña. Lo que intentaba Mejide con su entrevistado es lo que hace habitualmente en los concursos y realitys cutres en los que ejerce de "tribunal", es decir, humillar y pisotear a los desdichados que participan. ¿Qué nos hace pensar que en esos programas actúa y en "Chester" es el Risto de verdad? A mí me parece que en ambos hace lo que sabe hacer, que es triturar a la gente para quedar él por encima y, por ende, hacer sentir al espectador que también él es mejor. 

Al final del programa y tras haber afirmado que le llevó porque todo el mundo merece ser escuchado, expulsa a su entrevistado a modo de final feliz del bochornoso show que ha montado. "El tramposo eres tú", dice Espada, y por más que me moleste darle la razón en algo a semejante sujeto, qué quieren que les diga, tiene razón. 

Acabo donde empecé, en Debord. El espectáculo no nos ofrece realidad, si profundiza más y más en la lógica del reality es precisamente porque ha hecho desaparecer lo real, de ahí que, como lo echamos de menos, no haga sino ofrecérnoslo en versión simulada. Lo que vimos en Chester in love es una manipulación perfectamente tramada de lo que se presenta como una controversia ideológica, pero no hay tal, ya no la hay nunca en la tele. 

La tramposa es la tele. Y ahora viene la autopregunta: ¿por qué vi esa entrevista? Contesto: porque por la mañana Cuatro ya había extendido el rumor de que en el programa que se emitía grabado esa noche Mejide había expulsado a Espada. Ergo soy cómplice. Por cierto, durante la entrevista y hasta el momento culminante -que imagino que veremos repetidamente en programas de zapping- la cantidad de pausas publicitarias resultó insufrible. Insisto, soy cómplice. Temo que usted también.  

Thursday, February 14, 2019

DEL INCONVENIENTE DE SER PEDRO SÁNCHEZ

El veredicto del jurado en "Doce hombres sin piedad" parece irremisiblemente destinado a ser unánime. Las pruebas que incriminan al reo son demoledoras. Cuando vi la obra en Estudio 1 hace una eternidad me impactaron las razones del único miembro que inicialmente discrepa: "seguramente ustedes tienen razón, pero quiero que me convenzan y disipen así cualquier sombra de duda que pueda existir, pues si el veredicto es de culpabilidad el acusado se enfrenta a una posible pena de muerte". Supongo que ya saben lo que pasa luego. 

A Pedro Sánchez deberíamos reconocerle al menos que su posición es complicada. "Gobernar es difícil", decía a menudo Mariano Rajoy. Tenía razón, pero en el caso del actual Presidente la dificultad es aún mayor: todo el mundo está contra él, quizá incluso quienes están de su lado no hacen sino esperar el momento de apuñalarle. 

Veamos. Según la derecha, y me refiero únicamente al caso catalán, Sánchez es un "felón" que ha caído en la "alta traición" y forma parte de un ejército golpista. Para los secesionistas es justo lo contrario, es decir, un antidemócrata que desde el autoritarismo del Estado opresor no está dispuesto a aceptar la supuesta voluntad popular. Llegan a resultar cómicas esas tertulias televisivas donde unos le acusan de haber vendido a España cediendo a las condiciones de los separatistas, mientras estos porfían para convencerles de que no, "este señor no nos concede nada, este señor es para nosotros un enemigo como ustedes". Luego está el fuego amigo, del que nadie está preparado para defenderse. El País, diario de cabecera de la izquierda moderada, cargó inmisericorde contra Sánchez cuando decidió mantener el "no es no" para no facilitar un gobierno de la derecha. El célebre aparato del Partido y los defensores de la ahora casi olvidada Susana Díaz llevan años intentando destruirle e incluso hoy no pierden la menor ocasión para desacreditarle. 

Pero Sánchez, lo siento, es el protagonista de uno de los relatos más fascinantes de la vida política española de los últimos años, que por cierto suele navegar por derroteros más bien grises y mezquinos. Muchos socialistas desagradecidos no parecen haber entendido que el actual líder salvó al Partido en el momento más crítico de su historia. Una vez dimitió y fue dado por muerto, el episodio del automóvil dando vueltas por España, que merecería una película y de las buenas, llegó a suscitar una mezcla de lástima y desprecio. Pero Sánchez regresó reforzado, se presentó a las primarias contra Díaz y todas las viejas glorias que la respaldaban. Las bases, siempre tan inoportunas, le devolvieron el trono de fuego del PSOE. Algún tiempo después, con una representación parlamentaria casi ridícula, Sánchez jubiló a un Presidente nefasto y contaminado por la corrupción y devolvió al PSOE al primer puesto en las encuestas de voto. Es un proceso inaudito cuyo final está aún por escribir, pero tiene a día de hoy las cualidades de una pequeña obra maestra de la política, entre otras cosas porque con un golpe de genio entendió que los nacionalistas o la izquierda profunda eran cautivos de la exigencia de ayudarle a echar al PP. 

Permítanme darle vuelo a la frase de Rajoy, veamos por qué es tan difícil gobernar.

No es plato de gusto lidiar con un asunto tan inflamable como el de la secesión. Es una ingenuidad pensar que un gobernante del Estado va a conceder un referéndum de autodeterminación, y menos en las condiciones en que lo ha planteado el Gobern de Catalunya, saltándose garantías parlamentarias básicas e ignorando a los millones de catalanes que no quieren separarse de España. Pero es aún más torpe creer que este problema se resuelve únicamente desde la represión policial, como le gusta pensar a la derecha. Sólo un hatajo de irresponsables pueden sostener la especie de que no hay nada de qué hablar y que las largas penas de prisión que proponen para los dirigentes del Procés va a acabar con problema, cuando la evidencia es que lo que van a conseguir es lo que ya ha ocurrió durante los años de Rajoy, que el soufflé independentista no hizo sino crecer. 

Dejo de lado el problema catalán, entre otras cosas porque los dos bandos enfrentados están empeñados en hacernos creer que es lo único que importa. Sustenta la socialdemocracia el principio de que su misión en el gobierno es proteger los derechos sociales y compensar los desperfectos que, empezando por la creciente desigualdad, alimenta la dinámica del actual capitalismo global. Proteger lo que aún queda del Estado del Bienestar es objetivo esencial de un gobernante de izquierdas. Asusta en este sentido escuchar a Casado hablar del gobierno de Madrid que piensan birlarle en breve a Carmena como un "laboratorio neoliberal" inspirado en las ideas de Milton Friedman, en mi opinión uno de los personajes más dañinos de la historia reciente de Occidente. Sus recetas son conocidas: bajar los impuestos a los ricos, eliminar derechos laborales y prestaciones a los desfavorecidos y vender las empresas públicas. 

Un caso sintomático: Venezuela. No estoy en condiciones de opinar taxativamente sobre la mejor solución para el país. Lo que me cuesta entender es que desde Podemos se inste a Sánchez a desautorizar a Guaidó mientras desde la derecha se le acuse de "cobarde" a pesar de que el Presidente no ha hecho sino apoyar la posición de la Unión Europea.  

Podría referirme también al preocupante ascenso de la ultraderecha. Mas de cuatro décadas después de la muerte del Dictador, los viejos enemigos de la democracia reaparecen para recordarnos que las libertades y los derechos humanos están siempre bajo amenaza.


"No me gusta Sánchez, pero...". Esta frase la he oído mucho últimamente. A mí sí me gusta, o mejor, empieza a gustarme. Pero eso es lo de menos, lo importante son los puntos suspensivos. Sánchez es lo que ahora mismo tenemos para resistir a los malos. Si encuentran algo mejor me avisan.   

Wednesday, February 06, 2019

LAGERTHA

Tras la batalla contra los daneses, Lagertha, que acaba de ver morir a su último amante, el Obispo Heahmund, desaparece y es dada por muerta. Semanas después regresa seriamente dañada a la Corte de Wessex, revelando que ha sido salvada y protegida por una bruja oculta en los bosques. 

-"¿Qué aprendiste cuando estuviste entre la vida y la muerte, Lagertha?"

-"Aprendí que la vida es sufrimiento, y que lo único que importa es cómo nos comportamos ante la adversidad", contesta la Reina escudera.

¿Tiene razón Lagertha? 

Otro de los personajes que han sobrevivido a las cinco temporadas que lleva la serie sobre la saga de Ragnar Lothbrok entre nosotros, Floki, nos invita a conclusiones similares. Después de una vida de guerras y saqueos, el viejo constructor de barcos ha decidido viajar rumbo al norte en búsqueda de ignotas tierras que descubrir. Llega a Islandia, donde funda una colonia. Floki, convertido en profeta de Odín y decidido a no seguir llenando su vida de sangre y muertes, cree haber hallado al fin la residencia de los dioses en aquella enorme isla helada. Pero la historia de la colonia que ha creado termina siendo una atroz sucesión de crímenes y venganzas fratricidas. Una mañana, cuando ya empieza a sospechar de su propio delirio, penetra en una cueva gigantesca donde espera encontrarse con Odín. Ya cree escuchar el martilleo de los enanos del Valhalla cuando topa con el símbolo que más odia, una cruz de piedra: el dios judío que se está apoderando de Europa ha invadido también hasta las tierras más inhóspitas del norte. La risa nerviosa en que estalla Floki corresponde al amargo descubrimiento de que toda su vida ha sido en vano. 

Disculpen si me pongo metafísico, pero ¿tienen algún sentido nuestros desvelos? ¿Hay algo más en nuestras vidas que unas pocas pausas de precaria felicidad entre horrores y tragedias?

Siempre me acuerdo de las escenas finales de Paquirri en la inmunda enfermería de Pozoblanco. En algún momento entendió que se estaba desangrando irremediablemente y que lo que estaba viviendo era su agonía. Nunca olvidaré sus últimas palabras: 

-"¡Tanto trabajá pa na!"

Yo entiendo muy bien la frase póstuma del matador. Como entiendo a Lagertha, aunque me malicio que así como el torero pasó su vida estoqueando a miles de ejemplares del animal más bello y noble que conozco, la dichosa Lagertha podría pensar en los muchos adversarios a los que se llevó por delante, a veces con indómita crueldad. Quizá Odín nos ha puesto aquí para vernos pasarlas canutas, sí, pero hay que ver lo mal que -sobre todo algunos- se lo hacemos pasar a quienes comparten el planeta con nosotros. 

En realidad, lo que pasa es que, además de muy quejicas, somos bastante cabrones. 


Puedo adivinar la violencia de algunas de las tempestades que se vienen encima, sabedor además de que hay otras muchas más esperando que no soy capaz de prever. No sé si, como pretende Lagertha, seré capaz de aguantarlas ni cuál será la que termine de descuajarme. De lo que no estoy nada seguro es de que con el consiguiente sufrimiento se escriba todo el tiempo que me quede por vivir. Me han pasado cosas, no todas buenas, desde luego. Aparte de asumir el grito de Nietzsche -"lo que no me mata me hace más fuerte"-  he descubierto con el tiempo que algunos acontecimientos que en su momento juzgué desdichados han terminado convirtiéndose en soluciones para los peores entuertos de mi biografía. 

De otro lado, y ya que nombro a Nietzsche, siempre me ha importunado ese tufo a convento de quienes se pasan el tiempo quejándose por la dureza de la vida. Algunos mienten, de lo contrario no se entiende por qué viven en casas más bonitas que la mí o se hartan de gambones en restaurantes a los que yo ni me acerco. Otros son simplemente unos tristes que, resentidos porque la vida no les ha dado lo que creían merecer o porque no follan ni con la lluvia, porfían sin descanso para convencernos a los demás de que deberíamos pasar nuestras horas lloriqueando a la espera del Juicio. 

Creo que son los genes de mi madre... tomé hace tiempo la firme resolución de divertirme sin mesura hasta el final de mis días. Me las van a dar de todos los colores, lo sé... Precisamente por eso no pienso perder ni un instante lamentándome. 

Les dejo, tengo mucho que hacer.