Saturday, December 28, 2013



EN DEFENSA DE SCROOGE

1. ¿Y si después de todo el bueno fuera Mr Scrooge? Vengo preguntándome por la justicia en la asignación de categorías morales desde que descubrí que Gargamel tenía razón al detestar a los pitufos, pues ciertamente son detestables. 

Un Scrooge actual sería un tipo tan malhumorado, avaricioso y sociópata como el de Dickens, caminaría igualmente encorvado sobre la nieve girando a un lado y otro la cabeza para detectar a tiempo cualquier presencia funesta, pues todas lo son. Pero lo que odiaría en las felicitaciones y los cantos familiares no serían la felicidad y el amor de los que él carece, sino esa profusión hemorrágica de objetos estúpidos con los que todos nos castigamos mutuamente tras sufrir colas infernales en las tiendas. En ese despilfarro de dinero, de energías, de dignidad, adivinaría el pánico de las multitudes a la soledad, a quedar fuera de la corriente. Una Navidad sin regalos ni villancicos ni mariscos, una Navidad minimalista donde la única obligación fuera ver jugar a los niños y escuchar a los músicos de las calles. El error de Mr Scrooge es creer que la Navidad es funesta porque es hipócrita; y es hipócrita, desde luego, prueba de ello es que la gobierna El Corte Inglés, pero también es la inspiración para construir un mundo con menos injusticia. Lamentablemente se suele quedar en intenciones.


2. Reconozcámoslo, nos pone comprar, o mejor nos pone acudir a los lugares donde se compra, a ser posible infestados de gente que atasca los probadores y las colas. El consumo es hipnótico porque su sugestión se ceba sobre los mecanismos más pueriles y por tanto irresponsables del alma. Nada, ni siquiera las guerras, puede estar más lejos del proyecto de la Ilustración; si aquellas pretendieron la destrucción violenta de su obra civilizadora, el consumo es la reducción al absurdo de su apuesta por la libertad y el individuo: el consumo es una parodia del sueño emancipador que construyó la modernidad.  

3. El abrazo del centro comercial es uterino y amoroso. Para agradecer ese cuidado maternal, compraremos cualquier cosa y nos exculparemos diciéndonos que la necesitamos. Sólo quedan dos opciones dignas: dejar de consumir, es decir, negarse a obedecer instrucciones, o seguir haciéndolo pero con la absoluta conciencia de que se consume por nada, por la simple magia pueril de ver cómo arden inútilmente las mercancías y el dinero. 

4. Pretendemos distinguirnos, pero nos han adiestrado tanto en ello, que dotarse de elementos que auspicien la distinción es hacer exactamente lo que hace todo el mundo. Póngale un nombre estúpido y humillante a su hijo, sustituya la visita a la Iglesia por un "bautismo civil", lea al capullete de Paulo Coelho... habitará la paradoja que define la condición postmoderna: proclamarse especial haciendo lo que hace todo el mundo. 

5. Ya nadie relata. Recuerdo la Navidad como el momento en que algún adulto, preferentemente un anciano, nos trasladaba a través del cuento a un tiempo en que aún estaban los héroes. En el Norte de África presencié una escena que me conmovió. Un anciano árabe con barba blanca, chilaba y turbante, sentado sobre el suelo del jardín de una casa, les hablaba a un grupo de niños que igualmente sentados le rodeaban; acaso eran sus nietos, le escuchaban con devoción. Fue Borges quien dijo que había que volver siempre a las Mil y Una Noches, lo digo como argumento de autoridad. 


6. Hubo un largo tiempo en que la Navidad nos ilusionaba porque las emisiones de la Disney eran especiales, con aquel castillo del que salían fuegos artificiales y un coro musical que parecía formado por ángeles. Aquella tramoya ejercía un indudable poder de fascinación, me pregunto cómo es posible generar hoy esa ilusión cuando toda la animación que emiten por la tele arrastra la gelidez del formato digital. La animación cibernética es impecable, perfecta, y fría como el hielo, incapaz por tanto de suscitar la magia de la que Disney ha presumido siempre. La estación posterior al dibujo taylorizado y sin defectos, es decir, deshumanizado, es la congelación del relato, su conversión en puro estereotipo sin drama ni metáforas. La ilusión quedará entonces, como Walt Disney, criogenizada para siempre.  

Sunday, December 22, 2013



PENSAMIENTOS ANTES DE NAVIDAD

1. No es cierto que el tiempo lo cure todo, si acaso nos acostumbramos al dolor, nos volvemos menos sensibles a él. Sospecho que en esto consiste el envejecimiento, que siempre tuvo algo de tierra yerma. De todas formas algunas heridas supuran para siempre. Muchas provienen de aquella indiferencia que un día acertamos a distinguir en los ojos de esos a los que con tanta irresponsabilidad amábamos; a ese desamor cuya memoria ahora nos escandaliza se sobrevive no sin caer en alguna forma de cinismo. En mi caso, más que los restos humeantes de un primitivo deseo de venganza, lo que queda es el malestar por tanto tiempo malgastado, tanta salud, tanta juventud, tantas cosas que dejé de hacer por no atreverme a apartar las orejeras cuando aún no era tarde. "Qué desperdicio de millones de instantes que ahora sabría invertir adecuadamente". Escucho mi propia reflexión y me pregunto si en ella no se resume el gran engaño que nos mantiene prudentemente alejados de la lucidez absoluta: pedir que nos devuelvan el tiempo que nos arrebataron, asegurar que ahora ya no nos engañarían, como si existiera un bonus de tiempo más allá del único tesoro del que disponemos, este instante, este soplo que se pierde en el aire para siempre. 



2. La mayor impostura del cristianismo consiste en intentar convencernos de que detrás de todo hombre subsiste un poso de bondad, el cual debería de garantizar el derecho a la indulgencia incluso ante el más execrable de los criminales. Pero no nos hacen falta Hitler o Landrú para toparnos con el mal, basta con pensar en los banqueros que diseñaron los bonos preferentes o en la obediencia incondicional de un burócrata. Éste es el gran descubrimiento por el que tantos odios coleccionó Hannah Arendt, que el mal, el que destruye miles de vidas y el que mantiene la muerte cotidiana, anida en el alma de hombres muy vulgares. El Mal, más allá del prestigio que le confieren las religiones mosaicas, más allá incluso de la fascinación que despertaba en Nietzsche o en las novelas de psicópatas, es en realidad banal y despunta en documentos técnicos, tramas grises y pasadizos desde los que se transmiten instrucciones aparentemente cotidianas. Nadie como Kafka supo aceptar que el Demonio -y por tanto Dios- era en realidad el nombre de una ilusión: la de que el Mal tiene un rostro y se oculta en lóbregas cavernas desde las que lanza a sus ejércitos de asesinos para envenenar las tierras ganadas por la fe.




3. Es cándido eso que con tan buena voluntad hacemos de llevar oro, incienso y mirra a nuestros niños. Estos no quieren juguetes, y menos esos que los pedagogos diseñan concienzudamente para hacer creer a los padres que pueden racionalizar los juegos de sus vástagos. Los niños no quieren juguetes, quieren otros niños; el juguete más sofisticado palidece ante una raya pintada cuando un crío ve cómo otro salta sobre ella a la pata coja y decide secundarle. 

Aún así, hay un momento en que el niño no desprecia sus juguetes. Abandonados tristemente en un baúl, los recupera cuando llega a casa otro niño. Entonces se los muestra, se pavonea ante el visitante presumiendo de ellos como los antiguos reyezuelos bárbaros que mostraban a sus huéspedes sus joyas, sus esposas o las cabelleras arrancadas a sus enemigos en la guerra. La ironía con la que el niño se defiende de las neurosis con que les infectamos consiste en pervertir el sentido adulto de los objetos, hacer de ellos otra cosa, reciclarlos, integrarlos dentro del sistema simbólico de la identidad, y así, en ese ciclo de intercambio que siempre ha regido las relaciones humanas les otorgan una significación nueva y resplandeciente. 


4. Tras este reciclaje sólo está la ilusión. Esto explica la poderosa mitología de los Reyes Magos o Santa Claus, acaso más obsesiva en los adultos que en los propios niños. Lo que el pequeño supuestamente ingenuo desea no es el objeto, es la espera, la incertidumbre, lo que adora es la recepción, el rito por el cual asume la efímera majestad que los adultos le otorgan. No son los tesoros de Oriente los que coronan a Jesús, es el acto de pleitesía que se garantiza a través del valor simbólico de los objetos lo que importa.   



5. "El amor lo han inventado tipos como yo para vender medias", dice Don Draper en Mad Men. Por la misma lógica podríamos afirmar que la Navidad es una invención de El Corte Inglés. Es verdad en ambos casos, pero no es toda la verdad. Ridículo creer en los buenos sentimientos, los propósitos de enmienda y las santas intenciones, sí. Pero, verán, hace algo más de una década, cuando apenas llevaba semanas viviendo en esta casa, me encontraba sólo y el lugar se antojaba gélido y solitario. Pensé que podría morir en este rincón en medio de la jungla de monóxido y ruido de fondo que son las grandes ciudades. De pronto, era la tarde del 24, llamaron a la puerta. Nadie sabía que yo me había instalado aquí, ¿quién podría ser? Abrí, unos niños sonrientes entonaron un villancico ante mi perplejidad. Reaccioné, les di dinero, más del que sin duda esperaban a tenor de la cara que pusieron al recibir la moneda. Esa tarde, este Mr Scrooge que últimamente pasa tanto tiempo enfurruñado entendió que este lugar que pronto visitarán los Reyes Magos habría de convertirse en su hogar y el de su familia. Feliz Navidad. 

Friday, December 13, 2013




ESPAÑA CONTRA CATALUNYA


"Cataluña se va", así tituló Iñaki Gabilondo su intervención de El País después de saltar la noticia de que el Gobern de Artur Mas había dado fecha para el referendum de autodeterminación. Ponía el dedo en la llaga porque, mientras periodistas, políticos y opinantes de toda ralea se apresuraban a tranquilizarnos aseverando que la consulta es ilegal, él nos advertía del peligro de esquivar la esencia del problema catalán, y es que el Principado ya sabe que no quiere ser español. 


No es baladí la forma en que se conteste a una pregunta que, por cierto, es bastante difícil de entender. Si digo que quiero un estado para Catalunya, ¿por qué habrían de preguntarme después si quiero que ese estado sea independiente? ¿No va incluida una cosa en la otra? Pues quizá no, quizá el President Mas valore la posibilidad de un convertir España en un estado plurinacional, lo cual no sé si está más cerca del federalismo clásico o de aquella ocurrencia vasca del "estado libre asociado". Yo, la verdad, hubiera preferido la consulta modelo "amb dos cojons", es decir, que pregunte usted a sus conciudadanos, señor Mas, si quieren la independencia y dejarse de melindres.


Este tipo de ambigüedades y sinuosidades del lenguaje de que se valen astutamente los políticos para que los artefactos explosivos que fabrican no les estallen en la jeta desaparecen cuando se trata de recordar los agravios sufridos. Por ejemplo, en el polémico congreso que se celebra estos días, bajo la protección de la Generalitat, ya se intuye por el título -"Espanya contra Catalunya"- que para el nacionalismo secesionista la historia de la relación entre ambas entidades es de verdugo y víctima. Quizá lo peor que les ha pasado nunca a los catalanes es su vínculo de siglos con los españoles, pero soy muy reticente a este tipo de maximalismos, aunque sólo sea por un principio de prudencia intelectual. 


Se me ocurre pensar si el mal hispánico era tan grande cuando la burguesía catalana se hacía de oro a costa del trabajo barato y obediente de los inmigrantes andaluces y extremeños. Pienso también en cómo, mientras con una mano Mas le declara al Estado la intención de romper la baraja, con otra coopera cariñosamente con la derecha española en medidas tan reaccionarias como la nueva ley de seguridad ciudadana, un jalón más en la larga serie de atentados al estado social y de derecho en que se han sustanciado los últimos años de gobiernos conservadores. Me pregunto igualmente si lo que molesta a Mas de la nefasta Ley Wert es algo más que los agravios al catalán, sin que le hayamos oído nada respecto al desastre que esta normativa supone para la enseñanza pública y, en consecuencia, para la cohesión social. Claro que para sorprenderse por ello habría que pensar que uno, por ser nacionalista, tendría que creer en la cohesión social y en las instituciones del bienestar, pero mucho me temo que no van por ahí los tiros. En otras palabras, que CiU es tan facha como los peperos españolistas a los que tanto odian. ¿Es ERC la solución? Yo recuerdo la inoperancia y la indefinición ideológica de este grupo en los tiempos del tripartito, claro que a lo mejor la culpa la tuvieron los españolistas del PSC.    




Mala cara tiene el asunto, entre otras cosas porque esto va a servir para mantener ocupados a los políticos y a la prensa durante bastante tiempo, lo que vendrá bien para que los ciudadanos nos olvidemos de pedir cuentas ante la sangría de bienestar y renta per cápita que sufre todo el Estado, incluyendo a Catalunya. 

Ahora bien, más allá de mis sospechas respecto a la alta política catalana, hay una evidencia que no podemos soslayar: la desafección respecto al Estado entre los ciudadanos del Principado ha crecido de forma colosal. Yo aquí pongo tierra de por medio con las convicciones identitarias e históricas en las que tanto insiste el secesionismo. Pensar que el Quijote es el protagonista de una novela extranjera o que por Cádiz o Cuenca he de deambular como ciudadano de otro país me parece un chiste. Y sin embargo, hace tiempo que no paro de encontrar motivos para avergonzarme de mi país. Tengo arcadas con cada medida que toma el gobierno de Rajoy, y sólo puedo sentir pena cuando pienso que un gobierno como el que lleva dos décadas expoliando el País Valenciano goza elección tras elección de mayoría absoluta. Temas como el de la financiación autonómica, que determina una situación tan discriminatoria para los valencianos respecto a otras autonomías, me da pensar que yo tengo tanto derecho como los catalanes a querer irme. 


Iñaki Gabilondo se sorprende al comprobar que, mientras desde el Estado se insiste en la imposibilidad legal de realizar el referéndum -como si con eso se solucionase el problema-, nadie toma la iniciativa de explicarle a los catalanes que España no es el verdugo que les pintan, que en un marco diferente al actual podríamos seguir juntos, que la secesión va a ser mala para todos, que se puede ser catalán sin que a uno le agravie el vínculo con el Estado. Yo añadiría otra cosa: lo que necesitamos es que España deje de avergonzarnos. Necesitamos un Estado digno, no tanto una patria cuyo himno hayamos de escuchar con la devoción de un legionario, sino más bien una comunidad cuyas instituciones defiendan a sus ciudadanos. 

Si no mejor será que nos vayamos todos.  



Friday, December 06, 2013

DOS DIBUJANTES



1.En los últimos días la Universitat Vella de Valencia clausuró la exposición dedicada a la larga vida profesional de Andrés Rábago, al que según los cánones actuales hay que definir como historietista o humorista gráfico. En otros tiempos parece que resultaba más fácil designar la especialidad de un artista. Un pintor, por ejemplo, se dedicaba a pintar lienzos o frescos; hoy, un talento puede dedicarse como Banksy a pintar contra la ley neoyorkina en las paredes de las calles y convertirse en uno de los creadores más fascinantes de la Tierra. Rábago ha pintado cuadros, algunos de ellos son excelentes, pero el sitio que la historia del arte le guarda le reconoce en las páginas de las antiguas publicaciones satíricas del tardofranquismo, bajo el seudónimo de Ops, o en la página de El País, donde firma como El Roto. 


Miren, yo no sé exactamente qué especialidades artísticas reconoce el mundo académica y cuáles son secundarias, pero no encuentro más epígonos de Goya que a un cineasta como Buñuel o a un autor de viñetas como Rábago. Hay algo que me reconforta cuando pienso en aquellas que se han instalado en mi vida con la valiente intención de quedarse para siempre. El Roto me cautivó el alma cuando, cada mañana, mientras curraba en el destierro durante tantos años, el conserje me preguntaba con una sonrisa en la boca si había visto ya "el chiste de hoy de El Roto". 

El Roto hereda de dibujantes míticos como Topor una misteriosa maestría para apoderarse del silencio y, desde el vacío que se crea en él, decírnoslo todo a gritos. Un silencio escandaloso, un relámpago de mala hostia que nos estalla cada mañana ante la evidencia de que estamos tolerando a los bastardos que dominan el mundo. 


Soy profesor de filosofía y sujeto mi resistencia a la sumisión desde el encadenamiento de razones. Pero no ignoro, aunque sólo sea porque recuerdo a Wittgenstein, que la palabra abre tras de sí un juego de sombras, y es en esa trastienda donde se instala el claroscuro del artista; donde el discurso se agota y aburre, irrumpe la seducción de la imagen. Los argumentos se indican, pero el secreto que esconde y que el arte revela no puede decirse, sólo puede mostrarse. 

En Rábago encontramos la esencia del surrealismo, cuya vigencia corrige la ilusión académica de que su lenguaje ya es pasado: lo real es un efecto óptico, una construcción que suscita la ilusión del orden y la razón, pero basta una buena torsión de la mirada para percatarnos de que nada está en orden ni escapa a la precariedad de lo momentáneo y lo ilusorio. La realidad es surreal. No podemos escapar a ella, debemos afrontarla, y necesitamos coraje para ello. No hemos conquistado las libertades ni hemos aprendido otra cosa los españoles que a pactar y a someternos, por eso hubiera sido estúpido abandonarse y desaparecer tras el final de la Dictadura. Los tiranos no se han ido, muchos nos mantienen en el exilio interior atacando desde el alma. Sólo cabe seguir combatiéndolos. Hasta el fin. 




2. Carles Esquembre -acabamos antes llamándole autor de cómics- publica un libro gráfico, The body. Tengo uno de los primeros ejemplares, editado por Pasión por los libros. Se ha puesto de moda en el mundo de la viñeta este tipo de publicación, más cercana en su lógica a la edición novelística que al tebeo y las entregas. Gracias a amigos como Ricardo Signes, que domina la materia infinitamente más que yo,  http://www.zapatosdeanteazul.com/ he recuperado el hábito infantil de leer cómics. Ha sido un reencuentro feliz, aunque yo ya no soy un niño, quizá precisamente por eso sé apreciar mejor la calidad de un buen historietista en cuanto me lo encuentro. 

The body es en realidad la historia de un viaje, una operación de rescate en cierto modo, pero su lógica no es la de la aventura exótica, sino más bien la de la expedición interior, una excursión de espeleología por el cuerpo, una odisea endemoniadamente peligrosa a través de las vísceras. 


No les cuento más, este sábado lo presento en la librería Bartleby de Valencia, en el Barrio de Russafa (calle Cádiz) a las siete y media. Están obviamente invitados. No tienen que comprar el libro, pero escúchennos antes, tengo que decirles algo sobre Carles Esquembre y The body. 










Saturday, November 30, 2013


LAS ÚLTIMAS HORAS 
DE RTVV

A las tres de la madrugada dejó de emitir la radio, la señal fue cortada sin más; el locutor y sus invitados se percataron mientras hablaban al micro de que sus voces ya no estaban en el aire, que ya sólo eran prédicas en el desierto de la desesperanza. Durante las horas posteriores los empleados fueron arracimándose en las oficinas, pasillos y platós de la televisión a la espera de que se aplicara la solución final. El episodio de Paco Telefunken, un tipo cualquiera que alcanzó sus quince minutos de fama renunciando a encender la pira, el ridículo de la policía atrancándose con las puertas, la entrada  en el recinto acordonado digna de una peli de Bond de la presidenta de las víctimas del metro, las últimas consignas cantadas a coro mientras se acercaba el desenlace... España sigue siendo un país a medio camino entre el Quijote y las comedias de Berlanga, es imposible asistir a un acontecimiento trascendente -y sin duda terrible- sin que en algún instante nos entre la risa, tal sucede por ejemplo cuando leemos a Justo Serna en La farsa valenciana.  

No reprocharemos a la gente de Canal 9 que montara este espectáculo porque, después de todo, fue un espectáculo edificante, un momento histórico, dado que el valor simbólico de estos últimos minutos de emisión se adivina inmenso, como todo lo ocurrido en el ente desde que el gobierno autonómico anunció la sentencia. 

Antes de echarnos a llorar, y por más que la clausura de RTVV merezca algunas lágrimas por muchos motivos, me pasa por la cabeza la cantidad de trabajadores de cualquier ramo que cada día se abrazan emocionadas en España a sus compañeros porque un ERE los acaba de poner en la calle. Estos no disponen de una tele para indignarse ante el mundo, tampoco pueden lanzarse a la sociedad la advertencia de que debe movilizarse por salvarles, con aquello de que "somos imprescindibles". 

Tampoco la corriente de empatía que surge con quienes se niegan en público a arrodillarse ante los mandarines debe dejar de lado que estos mismos rebeldes no se cargaron de tanta dignidad el día en que el primer ERE les cayó encima a los viejos empleados de la cadena, la mayoría de los que entraron por oposición y siempre fueron refractarios a la repugnante manipulación cotidiana ordenada desde la Generalitat. Ahí callaron, y no recuerdo lloros televisados de los cesantes, simplemente se silenció la injusticia, lo mismo que RTVV ha hecho tantas veces con las víctimas del metro, con la gente del Cabanyal, con aquella oposición parlamentaria que parecía condenada a no existir. Toda esta patraña nauseabunda, que ha convertido los medios informativos públicos de la Comunitat Valenciana en un epígono de los del franquismo, ha sido tolerada sumisamente por los trabajadores del Ente durante muchos años. 

Alguien dijo en los últimos segundos de vida de Canal 9 aquello de "¿hasta cuando la sociedad valenciana va a seguir permitiendo que...?". De acuerdo, los ciudadanos del País Valencià llevan muchos años sosteniendo mayorías absolutas de un hatajo de corruptos, megalómanos delirantes, gestores negligentes, marujillas de convento y pijos de mierda... De acuerdo, lo sabemos muy bien, el PP no encarna un liberalismo razonable a la europea ni nada por el estilo, es más bien el resultado del cruce entre el componente autoritario y oligárquico del franquismo y la amoralidad de corte berlusconiano que tanto ha lucido en diputaciones y alcaldías de la "California del Mediterráneo" en estos años infaustos. Vale, pero nadie ha hecho tanto como Canal 9 para desmovilizar a la sociedad valenciana y convencerla de que aquel bluff tenía el aroma de las tracas, las paellas, los fastos y los billetes. Finalmente aquella burbuja nos estalló, condenándonos a la ruina a todos... aquella burbuja solo olía a mierda. 

Me sigue asaltando sin embargo una misteriosa complicidad con los empleados de RTVV que hoy pasan a engrosar la cola del paro. Creo que en este último mes, y muy especialmente durante la mañana del viernes, asistimos a lo que en términos estrictos es un reality show. Los lloros, los gritos, la indignación que se corta en el ambiente... Personas que acaban de sufrir una durísima experiencia pierden el miedo a la cámara y hacen y dicen lo que les parece... La gente expectante, congregada ante la tele esperando a ver qué pasa, Paco Telefunken temblando de miedo y gloria ante la multitud, la policía con pasamontañas, las emociones que rompen todos los diques impuestos por la lógica preprogramada del medio televisivo. 

Hay una insospechada grandeza en los últimos días de Canal 9.  Si no has vivido con dignidad, al menos sé capaz de morir con dignidad. Estoy seguro de que ni el propio Fabra podía esperar algo así, cosa explicable teniendo en cuenta que Fabra, además de un tipo de pocas luces y no más entereza que la de un vulgar esbirro, es solo un pobre correividile del poder central. (La orden sale de Génova, ¿qué nos pensábamos?). 

Quizá el gran apagón nos haga entender por fin que la derrota electoral del PP, que por fortuna parece cada día más irreversible, no es sólo cosa de alternancia, es una cuestión de pura higiene política. El cierre de RTVV, no tanto por lo que fue sino por lo que supone carecer de un medio público tal en una comunidad autónoma como la valenciana, tiene pinta de ser la puntilla a dos décadas de un gobierno que ha devastado la región. 

Me gustaría pensar que no es solo porque ya no podremos ver La Alquería blanca.                                                                                                                                                                   





Saturday, November 23, 2013

DELIRIOS



LUNES. Últimamente me asalta la sospecha de que nuestras celebridades están enloqueciendo. Paco Camps, por ejemplo, que ya empezó a mirar raro desde aquella entrevista con Telva entre las barcas de la Albufera, se comporta ahora como una estrella de cine que se oculta de los jueces porque no son más que un incordio. ¿Y la Familia Real? Mientras Leticia Ortiz y su marido se las apañan para aguantar el tenderete a duras penas, el linaje dinástico se cae en pedazos como si tuviera la lepra. Y Ana Botella, que saliendo a poner orden en las basuras de Madrid con un visonazo de esos que se ponen las esposas de derechas, demuestra haber entrado ya definitivamente en la espiral delirante de su amado marido. Pero ni la simpar Aznara supera el impacto del anuncio de la loteria de Navidad, donde las celebridades protagonistas parecen personajes de zombis. ¿Quién ha ideado semejante engendro? Y yo que me burlaba de las burbujas de Freixenet. Devuelvanmelas. 



 MARTES. Cuchillos en la valla fronteriza. Me pregunto si algún día no serán juzgados los líderes europeos por las mismas razones por las que se juzgó y encarceló a los de la Alemania del Este, que ordenaban asesinar a los prófugos que saltaban el Muro de Berlín. Quizá pase como con las atrocidades del nazismo y sus crímenes, señalaremos a los culpables de la atrocidad, pero, por acción u omisión, todos habremos sido cómplices. 


MIÉRCOLES. Acaso se nos haya pasado por alto la auténtica noticia de la semana: una inspectora fiscal es destituida por investigar a CEMEX. Dados los vínculos establecidos en el pasado por el ministro Montoro con la poderosa multinacional cementera, podemos inferir que la cabeza de un empleado es poco precio por mantener la pax romana. 

Veamos. La inspectora decide hacer su trabajo -hay que ser excéntrica- asumiendo que su obligación profesional y ética consiste en dificultar la vida a los defraudadores, sean los que sean, y devolver a cada ciudadano lo que es suyo. No es preciso que el patrón que da la orden sea un "corrupto", entendiendo por tal al que se queda con la pasta ilícitamente. Montoro, como sus compañeros del Gobierno, es una pieza más dentro de una maquinaria perversa destinada a servir a los intereses de las grandes corporaciones a costa de la ciudadanía. Cuando CEMEX, como otros transatlánticos empresariales, amenaza con llevarse sus fábricas a países donde la fiscalidad es menos "restrictiva", la debilidad de los gobernantes determina que la nación ceda al chantaje. 

¿Es bueno para el país que las multinacionales jueguen con tales ventajas? No, es nefasto, nos empobrece a todos, empezando por las pequeñas y medianas empresas y siguiendo por la gran masa de ciudadanos, sobre los cuales se descarga el coste de sostener las instituciones. Curiosamente, los votantes del PP dicen estar hartos de pagar impuestos, pero a la vez jalean el proyecto de Eurovegas y miran a la agencia tributaria como si fuera el enemigo a destruir.  

JUEVES. La obsesión de la derecha por las huelgas es algo más que sospechosa. La expresión "piquete informativo" les pone enfermos, o mejor, les encanta dibujar a los obreros reivindicativos como agitadores de hábitos mafiosos, ya que así pueden asociarlo a todo aquello de los crímenes del marxismo, uno de los sonsonetes con los que crecieron en las escuelas de Franco. La violencia que se da, sin duda, cuando un grupo de huelguistas entra en un comercio para forzar su cierre durante la jornada de lucha genera un enorme resentimiento. Lo que las mentes obtusas parece que no ven, o no quieren verlo, es que el único ejercicio de intimidación realmente generalizado y eficaz es el de la patronal, que convierte en suicidas 
a quienes deciden ejercer uno de los derechos sagrados de las naciones democráticas. Eso no molesta tanto, por lo visto. 

Aparte de la candidez y la inconsecuencia del cacareo sobre los supuestos estragos de las movilizaciones, lo que se entreoye si uno alarga bien la antena es la intención de suprimir el derecho de huelga y estrangular a los sindicatos o, lo que es lo mismo, dejar definitivamente a la intemperie a los trabajadores ante sus empleadores. Un mundo al fin decente y ordenado, un paraíso capitalista. 


VIERNES. Iñaki Gabilondo recibe el Ondas y reclama que se mire a Luis del Olmo como auténtico merecedor del galardón. Da igual, se trata de valorar una larga trayectoria destinada a ejercer el periodismo como aquello para lo cual nació esta profesión: informar honestamente y, en consecuencia, propiciar relaciones más justas y libres entre los seres humanos. Iñaki es un héroe para mucha gente sensata de este país: le creen.  Al contrario que la prensa cautiva y prostituida, no dice lo que los mandarines le han ordenado que diga, al contrario que los fanáticos no habla desde el odio ni la histeria. 

Saturday, November 16, 2013



MIS PROBLEMAS  CON ANA PASTOR

Imposible no simpatizar con Ana Pastor después de su cese en TVE cuando, con el triunfo por mayoría absoluta del PP, se cobraron de inmediato su cabeza por haber sido poco amable con distintos dirigentes del partido en entrevistas y mesas redondas. Volteó con admirable coraje, determinación y una sangre fría que envidio a algunos de los personajes del stablishment conservador, léase Dolores de Cospedal o Esperanza Aguirre. “Es fácil ir contra ellos cuando mandan los socialistas”, dijeron algunos peperos ofendidos... Sí, pero resulta que la tele del PSOE no era del PSOE, pues ya se encargó Zapatero de cambiar la normativa en pro de evitar que el ente público se convirtiera en un feudo del poder, una medida de inusitada honestidad que ya se encargó a continuación Rajoy de dinamitar. Por eso en la tele pública actual no caben Anas Pastores ni nada que se le parezca, solo vale el periodismo a toque de corneta, es decir, no hacer periodismo. En cualquier caso ya no le dieron la oportunidad de hacerlo a la sombra de otro gobierno, se la cargaron antes.

Desde entonces sólo he sufrido decepciones. No entiendo el histérico ejercicio de interrupciones constantes con las que hace unas semanas intentó convertir al ex-Presidente Zapatero en lo que no es, es decir, un tipo capaz de decir cosas relevantes. No me gustó el día de la entrevista al Presidente de Ecuador, no entiendo por qué era tan grave que la llamará “Anita”; en aquel exceso de susceptibilidad empecé a detectar una egolatría que me niego a confundir con todo eso de "la fuerte personalidad de una gran mujer" y otras panoplias por el estilo que, por cierto, suelen ocultar importantes dosis de machismo. 

La esperé después por las noches en el programa que le hicieron a medida en La Sexta... Y miren, qué voy a decirles, ya hace tiempo que dejó de interesarme. El programa está fracasando por muchas razones, y cabe la duda de si tratándose de otro personaje se le hubiera dado tanto recorrido a una propuesta tan claramente fallida. Pastor parte de un principio equivocado que supuestamente se inspira en el modelo periodístico norteamericano: los datos constituyen evidencias por sí mismos. Falso: los datos se obtienen siempre a partir de criterios sesgados, criterios que también se aplican para decidir qué datos se publicitan y cuáles se ocultan. Además, tal y como aparecen ya están siendo interpretados, no hay inocencia ni pureza en los datos, los necesitamos y nos ayudan a encontrar respuestas, pero siempre aparecen dentro de un marco valorativo, y por tanto estamos siempre expuestos al dirigismo de las interpretaciones. La Sexta tiene un buen currículum en cuanto a manipulación de la opinión pública, no sé porque Ana Pastor habría de librarse de esta sospecha. Y sobre todo es un error, El objetivo marea a menudo a su audiencia con sus estadísticas, y lo que es peor, determina que alguien miente o dice la verdad como si tuviera un detector de mentiras o estuviéramos en Gran Hermano, lo que además de una insoportable presuntuosidad, arrastra un tufo a show televisivo particularmente insano.

Han terminado cansándome también sus entrevistas. He visto hoy mismo en un archivo de la cadena la que le realizó hace unos días a Esperanza Aguirre. La dirigente popular salió bien librada porque, además de acudir con la guardia más alta que cuando se vieron las caras en la Uno, tiene las suficientes tablas para soportar un pugilato como el que le volvió a plantear Pastor. Ese es el problema, Ana cree que le exigimos dar caña, interrumpir continuamente al entrevistado para desacreditarlo, pillarle, alterarle, hacerle perder la compostura. Si no lo consiguió no es porque no supiera hacerlo, vaya si sabe, pero se enfrentó a alguien que se siente cómodo en las batallas dialécticas. Mejor una entrevistadora insolente que un pelota que se dedica a dar masajes, desde luego, pero uno se queda con la sensación de no haber adelantado nada después de esa entrevista convertida en contienda boxística, por más que los motivos para detestar la lógica en que vive Aguirre sean innumerables.

¿Por qué, ya que hablamos de La Sexta, no sucede lo mismo con Jordi Évole? Salvados también cometió errores importantes al principio, sin duda inducidos por ese hábito trivializador tan irritante de la cadena, y acaso también por los orígenes de comediante del propio presentador. Pero Évole aprendió. Haciéndose el tonto, aparentando la inocencia de un Emilio rousseauniano, consiguió momentos tan inolvidables como la entrevista con Jaume Matas, ex-presidente de Baleares. En el último programa su habilidad para dejar hablar al personaje hizo que Montilla revelara una de las verdades mas estremecedoras que podemos esperar de labios de un estadista: reconoció que la capacidad de la política para incidir realmente en la vida de la gente es hoy en día casi insignificante.
 
Quiero pensar que hay en el aprendizaje de Évole algo del talento inmenso de ese maestro de maestros que es Jesús Quintero. Nadie como el Loco de la Colina conseguía que el entrevistado fuera enredándose en su propia red, hablando sin oposición para que el espectador presenciara cómo sus palabras se iban deslizando hacia la contradicción y el vacío. La lentitud de Quintero es insoportable para quien vive en la urgencia, para quien todavía cree que los políticos gobiernan de verdad la vida de la gente. Ese apresuramiento en el que está cautivo el periodismo en que cree Ana Pastor lleva a desesperarse continuamente ante las evasivas de los políticos, tan habituados ellos a zafarse de preguntas comprometidas. Claro que Quintero, ya lo sabemos, solía entrevistar a perdedores y desgraciados. Ana Pastor no sabría qué hacer con ellos, se desesperaría, inflaría aún más su protagonismo y agotaría a todo el mundo. Aprender a rectificar también requiere coraje. 


Saturday, November 09, 2013




EL CIERRE DE RTVV. 
TODOS NOS LO HEMOS BUSCADO.


De pronto, como si de una obra de Pirandello se tratara, los personajes de la farsa detuvieron la representación, se juntaron cara al público y contaron la verdad. No se bajaron del escenario, siguieron allí, y nunca obtuvieron tanta atención. Antes sólo aburrían, interpretaban una obra que nunca se creyeron; ahora la obra se había convertido en ellos mismos, en ellos y en su público, que entendió al fin que la mentira que estos habían protagonizado era también la suya, la de todos. 

Jamás pensé que vería Canal 9 con tanto interés. Canal 9, la negación misma del ejercicio del periodismo, la libertad de expresión y la polifonía política, el bochorno del enchufismo y la dilapidación de los caudales públicos, la servidumbre ideológica... En las escasísimas ocasiones en que ponía el telediario sólo encontraba nuevas razones a favor de la enfermedad que últimamente me acecha cada día con más fuerza: me da vergüenza ser valenciano. 

Es emocionante ver estas últimas horas de emisión porque te topas presentadores sin afeitar, gente a un paso del llanto, indignados que dicen tacos... La vida fluye con toda su espontaneidad, ya nada está bajo control, no hay dirigismo. Se diría que ha estallado la anarquía, cuyo triunfo, como demuestra la historia reiteradamente, es posible sólo en los trayectos efímeros... Hay quien sale del armario y nos explica que el régimen le obligó a prostituirse. Las palabras que no podían usarse, los silencios del esbirro, el peloteo, la asquerosa complacencia. Llama la atención encontrarse a destacados adictos al PP gritándoles a sus jefes -ahora ejecutores- aquello de "¿para eso he estado tantos años comiéndote el culo?". "Sí, para esto", dan ganas de contestarle, "ser un pelota tiene estos riesgos, que uno se va a su casa cuando lo echan sin ninguna dignidad; a fin de cuentas esto era el liberalismo que tanto defendías en las tertulias: hay que optimizar los costes"

Al menos ahora muchos de ellos nos dedican un ejercicio de coraje, han tomado la televisión, en lo que nos recuerda a un estado revolucionario, se encierran, se niegan a clausurar la emisión, intuyendo el trago que pasará el amigo Fabra cuando las fuerzas del orden saquen a rastras a los trabajadores y apaguen las últimas luces de la libertad de expresión en la lengua de todos los valencianos. 

¿Son ellos los culpables? Desde luego, se lo han buscado. Muchos, temo, fueron enchufados, lo cual explica la insorpotable hipertrofia de falsos trabajadores y supuestos asesores en que había caído RTVV, convertida en una cueva de Alí Babá sufragada por la ciudadanía. Las tertulias de Radio Nou sólo dejaban escuchar la voz de la caverna, en los telediarios no aparecía la oposición, las noticias que no les interesaban quedaban directamente silenciadas, se hacía desaparecer a cualquiera que se saliera un centímetro del guión... Habían convertido el Ente en una absoluta mierda, de ahí que la gente se cansara y ya sólo viera, con suerte, La alquería blanca.  En cuanto a los reaccionarios, que por estos lares abundan, dejaron de ver el canal autonómico porque, puestos a ser facha, mejor revolcarse en el fango de Intereconomía, que además es en español.

Y ahora, ¿qué? Ahora sólo resta morir con dignidad. Llama la atención que sólo una sexta parte de la gruesa plantilla se concentrara esta semana ante el Palau de la Generalitat, por más que el lugar se llenara de quienes espontáneamente salieron de sus casas para apoyarles, justamente esos a los que RTVV se ha dedicado a silenciar y ningunear durante tanto tiempo. Hay que ser muy petimetre para quedarse en casa mientras tus compañeros dan la cara para que no te echen, pero conviene recordar cómo esos mismos ignoraron a los trabajadores tradicionales del Ente, a los que los sucesivos esbirros a los que el PP encargó la dirección acosaron y marginaron durante tanto tiempo. ¿Sabian ustedes que a Punt 2 los entendidos le llamaban Guantánamo? Es en esa segunda cadena, ya extinta, donde eran recluidos los del núcleo duro de la plantilla, quizá por eso Punt 2 era lo único que merecía la pena ver. 

Seré sincero, muchas veces yo mismo he deseado que llegara este armagedón para el Ente. Puestos a pagar un medio cuya única función relevante era convencernos de que un hatajo de ladrones, marujas e ineptos eran en realidad unos tipos estupendos que iban a salvarnos, mejor el gran apagón y a otra cosa. ¿Ven? Todos somos culpables de esta atrocidad perpetrada por un hombre demasiado pequeño como para haberlo urdido por sí mismo. Todos, no solo los enchufados de RTVV, hemos permitido que el País Valenciano pulverice un medio en la nostra llèngua que, bien pensado, necesitamos para subsistir como pueblo, si es que tal cosa puede todavía decirse sin que a la gente le dé la risa. 

Nos lo hemos buscado, no hemos hecho suficiente para evitar que nuestros vecinos dejen de votar a un partido que ha convertido en señas de identidad la corrupción, la prostitución de las instituciones, el mal gusto, la irresponsabilidad y el despilfarro. Es una cuestión de higiene que las estructuras de saqueo del país que se han creado en las dos décadas de gobierno de la derecha salten por los aires. Y eso empezará  a conseguirse el día en que abandonen el poder y la política en Valencia recupere las mínimas condiciones exigibles en una democracia... si es que ello aún es posible, claro. 

Monday, November 04, 2013



ESPAÑA Y ARTURO 
PÉREZ-REVERTE

Arturo Pérez Reverte es un personaje controvertido y con intensos claroscuros, como lo son, por cierto, todas las personas a las que merece la pena prestar atención. Su trayectoria como reportero en permanente territorio comanche le otorga una aureola respetable a ojos de quien, como yo, se lo pensaría mucho para ir tras una buena fotografía si el precio fuera oír de cerca el silbido de las balas. Además es un notable novelista, acaso un escritor menor, como dicen sus críticos, si por menor entendemos a alguien capaz de cautivar con sus relatos a las masas, o de inventar a un héroe de la aventura como el Capitán Alatriste, al que merece la  pena conceder un par de tardes... y esto último es un elogio, lo juro. 

Acaso no sean tan perdonables los coqueteos con cierta derecha amoral, cuyo pater familias sería el director de El Mundo,  que acepta con complacencia a esos intelectuales que, tras romper con la izquierda,  se dotan de un impostado aire antisistema y, tras autoproclamarse anarquistas o alguna baladronada por el estilo, cobran a precio de oro sus despotriques y viven bien calientes en sus zapatillas hasta el resto de sus días.


APR pasó esta semana por Salvados. Jordi Évole tuvo la sabiduría suficiente para dejar hablar al personaje y no llenar el reportaje de montajes o melodías de fondo que, de alguna manera, condicionaran en el espectador la reflexión sobre las palabras del entrevistado. Y don Arturo habló. Su pesimismo es desolador, abrasa la piel como un viento del desierto. Su escepticismo puede compartirlo cualquier viejuno de los que lanzan rayos y centellas desde las mesas de dominó de los bares; lo difícil es elaborarlo y expresarlo con la finura y la clarividencia de Pérez-Reverte.

El panorama que dibuja don Arturo es tan amargo porque arranca de la convicción de que todo el sistema está infectado. Los políticos son un hatajo de corruptos, pero no es sólo porque formen una casta de desalmados, es que el modelo está estructurado para que sólo los hijos de puta prosperen en él. ¿Están los políticos dominados por los poderes económicos? Pregunta ingenua, pues aún no asume que son la misma cosa. La prueba incontestable es que nuestros estadistas provienen a menudo de los órganos ejecutivos de las grandes corporaciones, lo cual supone que son su gente en los órganos ministeriales. En sentido inverso el recorrido es el mismo,cuando dejan la política y ya han cumplido su misión de servir a la oligarquía, regresan a las asesorías empresariales con sueldos espectaculares en los que se les agradecen los servicios prestados.

Sería una trama a la que oponerse -añade APR- de no ser porque los ciudadanos  participan como una legión perfectamente adiestrada por sus carceleros. No puede haber revolución, no la merecemos, si la hubiera cada uno acudiría lo primero a comprobar si su automóvil ha sido incendiado. Hemos vivido durante años en un mundo irreal, no quisimos darnos cuenta porque era más cómodo creer que participábamos de la gran fiesta. Por eso, concluye, cuando se salga de la crisis no va a cambiar nada, volveremos a lo mismo de antes.


La argumentación se alimenta de una amarga convicción de trasfondo: "España es un país maldito". Mientras escucho a don Arturo me viene a la cabeza aquella terrible imagen goyesca, los dos tipos enterrados hasta las rodillas para que ninguno huya y que intercambian garrotazos hasta matarse. Somos así, convertimos la disensión en motivo para formar hordas y destruirnos mutuamente, sólo sabemos matarnos. El origen de esta endémica resistencia de las tribus ibéricas a civilizarse lo encuentra en las oportunidades históricas que perdimos. Léase el Concilio de Trento, que condena a la nación a ser cautiva para siempre de su horror a la modernidad, y la Ilustración, cuando la persecución de los afrancesados marcó en las puertas de la modernidad la resistencia de un país periférico y ensimismado a entender que sostener una cultura de feudos, hidalgos y sacristías nos dejaba en la servidumbre y el atraso. Este carácter tridentino significa que nosotros capturamos lo esencial de la Contrarreforma, es decir, la firme resolución de acosar de forma implacable a todo lo que pudiera asociarse a ciencia, progreso o libertad de pensamiento. (A mí, dicho sea a vuelapluma, me hubiera caído bien que nombrara a la Segunda República, pero sospecho que a quien no le habría hecho tanta gracia es al director de El Mundo, para el que Reverte escribe sus artículos,  que ya sabemos que la derecha no lleva bien este asunto)

Se me hace difícil discrepar. A primera vista la argumentación, en la boca de Pérez-Reverte, arrastra un poder de seducción incontenible, se diría que lleva razón en todo.  Y, sin embargo... Acaso no se trate de tener razón, todos los escépticos la tienen: cuando lo piensas detenidamente adviertes con una estremecedora clarividencia que el mundo está en manos de unos cuantos desaprensivos, que las masas están irremediablemente desmovilizadas porque se han dejado hipnotizar y sólo esperan que algún ministro fantoche les diga que ya pueden volver al abrazo maternal de los grandes almacenes. 

 Algo sobresale en este discurso tan aparentemente redondo que no me encaja. Es la desesperanza una lógica con cierto glamour cuando la expresa alguien como Reverte, tiene pinta de salida digna e incluso estética. Está muy guay, salvo por una razón: no nos la podemos permitir. Reverte la habitará satisfecho el resto de sus días, yo no puedo ser tan digno, pues -como ustedes- no vivo a la sombra de unas editoriales y un periódico que me sueltan un pastizal por cada palabra que anoto. Reverte reside en una casa magnifica y dispone de rentas suculentas, no necesita morderse la lengua, no tiene que pactar y, sobre todo, no tiene que gobernar nada. (Con la excepción, claro está, de su propia hacienda, que la gobierna muy bien, por cierto, dado que es astuto como un demonio para conseguir lectores, aunque muchos de sus escritos sean absolutamente irrelevantes)


¿Es malo tener éxito y fortuna? No, en todo caso es envidiable. Lo que no es tan envidiable es la comodidad con la que uno -y de esta ralea conozco a muchos que no son APR- se declara antisistema y a continuación se echa una siesta. A los pringados nos toca negociar con los corruptos, aguantar a jefes odiosos, pedir favores para nuestros hijos o suplicar por la limosna de un poquito de atención para que alguien nos escuche. "¿Y por qué tiene que haber soluciones para todo?", dice el creador de Alatriste. Porque tiene que haberlas, joder, porque renunciar a buscarlas es el primer gran éxito que el enemigo se anota en la batalla. Prefiero compañeros de viaje menos dignos, ya ven.

Friday, October 25, 2013



 LOS QUE NOS ODIAN 



Me he pasado más de media vida reflexionando sobre los que me fastidian: qué hacer con ellos, cómo digerir la rabia que me causan sin que llegue a envenenarme el alma. En ocasiones me pregunto si estoy en condiciones de deshacerme mentalmente de su presencia e ignorarles para siempre, pero entonces me asalta la sospecha de que pueden haberse refugiado en rincones muy profundos de mi memoria para reaparecer en mis pesadillas, los muy cabrones, y amargarme las noches. 

Es un tema delicado, desde luego. Pero ¿y los que nos odian a nosotros? Estos en principio nos los ponen más fácil: el problema lo tienen ellos, nosotros no hemos de hacer nada, sólo existir. Está bastante bien explicado en la canción de Alaska: "me consta que me odian, la envidia les corroe, mi vida les agobia, ¿por qué será?, yo no tengo la culpa, mi circunstancia les insulta". Tiene razón en una cosa, no tenemos la culpa del odio ajeno, es algo que les pasa a nuestros enemigos; a nosotros no nos pasa nada, salvo que nuestra circunstancia, que difícilmente podríamos cambiar, les resulta insultante.

Con esto no quiero decir que no hayamos hecho nada que merezca la aversión ajena: somos responsables de nuestras conductas, las más viles y las más virtuosas, lo que yo digo es que somos inocentes respecto a las reacciones que suscitamos en los otros. No soy optimista al respecto, podemos esforzarnos para que nuestros alrededores nos quieran más, debemos proteger nuestro honor y luchar por la dignidad de nuestro nombre, pero si hay algo que he comprobado a lo largo de mi vida profesional, en las que me he ocupado durante veinte años de miles y miles de personas jóvenes, es que siempre hay gente que te detesta, hagas lo que hagas. 

El primer día que entré en un aula ocupando el lugar del tradicional enemigo, el profe, adopté ese típico aire cándido de tipo enrollado que gasta bromas, dice tacos, se va de marcha con los alumnos y cree irresponsablemente que los chicos siempre tienen razón ante los tiránicos profes que les cuecen a exámenes y les echan broncas por no estudiar o llegar tarde. Teniendo en cuenta que sustituía a una bruja zángana y franquista, no es extraño que aquel joven desclasado, llegado de tierras lejanas y con ganas de divertirse les cayera como agua de mayo. 

Aquello duró poco, apenas un mes y medio, y durante ese tiempo percibí que un alumno me miraba desde el fondo con evidente rencor y jamás me reía las gracias. Le puse una nota superior a la que merecía, como profe fui para él como para sus compañeros poco menos que un caramelo. Pero el joven me detestaba, es evidente. ¿Por qué? Creo que porque siendo guapo -él, no yo-, le importunaba aquel advenedizo mal vestido y con el pelo largo que se hacía el simpático. Yo había puesto en solfa el liderazgo que, por lo visto, ejercía desde hacía tiempo sobre el grupo, especialmente sobre las chatis, que al menos durante unas pocas semanas se fijaban más en el desclasado impresentable que en el guaperas. Normal que me odiara, ¿no les parece?

Este asunto me pone sobre la pista de otras aversiones de las que he sido objeto. No digo que yo no tuviera parte de culpa o que los hostiles carecieran de motivos. Lo que he ido descubriendo es que los que nos odian suelen temer algo de nosotros, intentan hacernos sentir mal y convencernos de que somos nefastos porque entonces optaríamos por no salir a la calle o suicidarnos, con lo cual dejaríamos de convertirnos en una amenaza para ellos. Como esta opción, resguardarse de las críticas no haciendo nada, es propia de cobardes, y yo me eduqué viendo películas del Oeste, sólo queda la otra, es decir, escribir poemas, besar en su público a quienes amas, jugártela para defender aquello en lo que crees y salir al balcón borracho y en pelotas gritando barbaridades por las noches. En otras palabras, y cito a Clint Eastwood, hacer lo que te salga de los cojones. 

Dos pequeñas notas a pie de página, cuestión de honestidad intelectual. Si mis enemigos tienen motivos zafios y repelentes para detestarme, no debo pensar que son de mayor catadura moral las razones que a mí me inclinan a detestar a otras personas, la mayoría de las cuales, por cierto, no son necesariamente las que me odian a mí. Con el odio, qué vamos a hacerle, pasa como con el amor, que no es necesariamente recíproco. 

Otra nota, cuando alguien insiste mucho en recordarte que eres malo o idiota, acaso sería un sano ejercicio preguntarnos, por más que sus criterios merezcan poca estima, si no es posible que después de todo tengan algo de razón. Acaso haya que estarles eternamente agradecidos, los que nos odian se ocupan de nosotros con una dedicación que uno dudaría en pedir a un amigo. Después de todo, es posible que les necesitemos, incluso cuando nos aburren.